𝟬𝟭𝟵 | I promise
019 ┆✧* 𝗖𝗛𝗔𝗣𝗧𝗘𝗥 𝗡𝗜𝗡𝗘𝗧𝗘𝗘𝗡 ──
⎯ (lo prometo)
Amélie estaba esperando fuera de la enfermería a Harry. Estaba acompañada de todo el grupo más cercano al muchacho: la familia Weasley y Hermione. La rubia comenzaba a preocuparse con cada segundo que pasaba pues no tenían noticias de nadie y los comentarios tontos que soltaba la madre de Ron le ponían los pelos de punta.
Amélie decidió tomar asiento en el suelo, junto a Ronald, encogiéndose como bolita y cubriéndose las piernas con sus brazos.
—¿Él estará bien? —susurró Ron.
—De seguro que sí —asintió Amélie—. Tu mejor amigo es muy valiente, lo sabes mejor que nadie.
—Supongo —Ron se encogió de hombros—. Aunque a veces creo que te quiere más a ti que a mí.
—¿Quién no me quiere? —intentó bromear la rubia.
—Todos te aman, ¿no? —sonrió ligeramente el pelirrojo.
—Así es, Ronald.
—Tienes el ego muy arriba —rió Ron—, aunque eso… —se quedó callado de repente al ver pasar a Mélanie cerca de ellos y por varios minutos se perdió del mundo y parecía un loco bajó el efecto de una poción de amor.
—¿Bonita verdad?
—Muy bonita…
Amélie rodó los ojos con diversión y chasqueó los dedos frente a la cara de Ron—. Ya despierta, joven Weasley.
La puerta entonces se abrió, y al fin, después de horas de espera, Harry apareció junto a Dumbledore, el director del colegio, y un gran perro negro que a Amélie le sonaba mucho.
Oh sí, Sirius Black.
Mélanie estaba muerta de los nervios. Había pasado ya una hora desde que Harry llegó con Cedric, pero Anne seguía sin aparecer y nadie tenía rastro alguno de ella o su madre. Buscaron en el laberinto, en los terrenos del colegio y en el colegio mismo, pero no había rastro de ninguna. La pelirroja estaba segura de que la princesa era incapaz de irse sin decir nada, y mucho menos dejando a Amélie a la deriva en Hogwarts.
Estaba comenzando a entrar en una crisis cuando de repente sintió como la jalaron por el hombro. Mélanie se volteó, pero no encontró nada. Confundida, decidió caminar un poco, buscando al propietario que había hecho eso (y que casi la mata del susto). Dió unos cuantos pasos, alzando levemente su vestido para no tropezar con él, mirando de un lado a otro en busca de alguien.
—No hagas ni un solo ruido.
Mélanie sonrió calmada y pudo respirar con normalidad cuando vió a su mejor amiga a poco centímetros de distancia.
—¿Dónde estabas?
—Larga historia. Solo escúchame ahora: busca a Amélie y mantenla a salvo por los días que restan; no le quites los ojos de encima.
—¿Y eso es debido a…?
—Hablaremos luego sobre eso. Tan solo cuídala, ¿de acuerdo? Y sobre quién es ella, es mejor que no lo sepa por ahora.
—¿A dónde irás?
—No estoy segura de eso —musitó la pelinegra—. De todas formas tendrás noticias pronto. Estaré bien.
Mélanie asintió. Confiaba en que su mejor amiga estaría bien, después de todo, ella sabía cuidarse mejor que nadie y era muy astuta como para pasar desapercibida por mucho tiempo.
—Me tengo que ir antes de que alguien llegue —informó Anne—. Cuídate, y cuídala a ella.
—Lo haré —aseguró Mélanie—. Ella estará bien. Espero saber que estás bien, Ann.
—Lo prometo.
Dicho eso, Anne le dió un fugaz abrazo a su mejor amiga y se fue corriendo lo más rápido que le fue posible. Mélanie pudo notar en Anne una actitud nerviosa y preocupada, poco usual en ella. Sabía que probablemente algo muy malo había sucedido y por eso ella debía de irse sin avisar a los demás.
Pero al menos sabía que estaba bien.
Recordando entonces lo que la princesa le pidió, bordeó las tribunas y comenzó a caminar sigilosamente, sosteniendo su varita con fuerza y vigilando en todos lados.
—¿A dónde vas?
Mélanie puso los ojos en blanco un segundo antes de notar que se trataba de uno de sus compañeros de colegio.
—Necesito buscar a la princesa —explicó con normalidad—. Ha pasado demasiado tiempo sin tener noticias sobre ella.
—En este momento estar sola es peligroso, lo sabes Mélanie —objetó el muchacho—. Debes dejar esto a Madame Máxime.
—Resulta que jamás hace nada de provecho —dijo—. Será mejor tomarlo por mi mano. Pero deberías quedarte y cuidar de las demás.
—¿Estás segura?
—Puedo sola.
El jóven asintió y al fin Mélanie pudo continuar con su recorrido hasta llegar al castillo. Costó un poco, pero lo logró; cuando estuvo por fin en el vestíbulo principal se preguntó a dónde debía ir. Mélanie hizo memoria, y recordó que Amélie fue detrás de Harry Potter, por lo que tal vez estaría en la enfermería con él.
Fue como estar en un laberinto sin fin: Hogwarts era demasiado grande y confuso con tantas puertas secretas, escaleras de mentira y salones vacíos, pero al cabo de varios minutos de caminar sin rumbo, Mélanie creyó encontrar el camino hasta la enfermería del castillo. Al acercarse, escuchó un murmullo de voces que hablaban muy alborotadas y nerviosas.
Mélanie se acercó en silencio, dando pasos lentos y cuidadosos. Se escondió detrás de una columna y desde su lugar logró vislumbrar a quien buscaba: Amélie estaba sentada en el suelo platicando con un muchacho pelirrojo y pecoso, y a la vista, parecían estarse divirtiendo.
¿Sería prudente acercarse?
No, en absoluto. Amélie estaba rodeada de magos mucho mayores que ella y parecían saber defenderse a la perfección, en especial el grupo de pelirrojos. Al parecer la princesa esa noche estaría a salvo rodeada de tanta gente y no habría de que preocuparse por mientras. El día siguiente sería otro tema que tratar, pero por el momento, Amélie estaba segura estando ahí.
El fin de otro curso. Amélie estaba atrapada entre la emoción, tristeza y confusión. Se sentía feliz de poder volver a estar con su mejor amigo y pasar las vacaciones con él, pero Harry se encontraba demasiado mal y no quería dejarlo solo para que se hunda en la depresión y agonía para siempre. Por otro lado, los últimos días había notado como Mélanie siempre estaba cerca a ella, y aunque no se acercaba, nunca se alejaba demasiado.
No era como si eso le molestara, pero era extraño.
La rubia había tenido, además, varias charlas con Harry los últimos días. Al principio quiso darle su espacio para que despejara la mente, pero pronto entendió que eso fue peor y que Harry necesitaba a sus amigos con él en esos momentos. Ron, Hermione y ella pasaban intentando hacerlo reír siempre que podían, y ciertamente, Amélie y Ron eran quienes lo lograban más seguido con sus ocurrencias.
—Rayito, no tardas ¿verdad? —dijo Amélie desde la cama que tenía las cortinas cerradas.
—Dame un segundo.
—Tus segundos no me gustan.
—Pero aquí estás.
—Solo porque te quiero —aclaró Amélie distraída, abriendo las cortinas de la cama de Ron.
Harry sonrió por primera vez en días ante las palabras de Amélie. Agachó su cabeza para seguir guardando las cosas en su baúl y observó de reojo como su amiga comenzaba a jugar con un oso que Dean había dejado en su cama.
—Ya te desesperaste —se burló Harry, cerrando su baúl—. Así que para tu suerte, te informó que es hora de irnos.
—¡Vamos, Harry! —sonrió Amélie, entrelazando su brazo con el de Harry y abriendo la puerta de la habitación con rapidez.
—¿Estás emocionada?
—Noup —respondió Amélie—, pero la comida no espera.
—Mel…
—¿Sí?
—¿Te veré en vacaciones? —preguntó Harry.
Amélie dudó. En realidad era algo que ella no podía asegurar.
—Hablaremos de eso luego, ¿bien? —dijo la rubia. Harry asintió; esperaba tener una respuesta positiva.
Cuando Amélie y Harry entraron en el Gran Comedor, vieron enseguida que faltaba la acostumbrada decoración: para el banquete de fin de curso solía lucir los colores de la casa ganadora. Aquella noche, sin embargo, había colgaduras negras en la pared de detrás de la mesa de los profesores.
Amélie tomó lugar junto a Harry y Parvati Patil, una compañera de su mismo curso.
—El fin de otro curso —dijo Dumbledore, mirándolos a todos.
Hizo una pausa, y posó los ojos en la mesa de Hufflepuff. Aquélla había sido la mesa más silenciosa ya antes de que él se pusiera en pie, y seguían teniendo las caras más pálidas y tristes del Gran Comedor.
—Son muchas las cosas que quisiera decir esta noche —dijo Dumbledore— pero quiero antes que nada lamentar la pérdida de una gran persona que debería estar ahí sentada —señaló con un gesto hacia los de Hufflepuff—, disfrutando con nosotros este banquete. Ahora quiero pedir, por favor, a todos, que se levanten y alcen sus copas para brindar por Cedric Diggory.
Asi lo hicieron. Hubo un estruendo de bancos arrastrados por el suelo cuando se pusieron en pie, levantaron las copas y repitieron, con voz potente, grave y sorda:
—Por Cedric Diggory.
Amélie se sentía mal por Cedric. Había resultado un gran compañero de diversión y, sobre todo, un increíble amigo. Nunca fueron muy cercanos, pero su muerte le afectaba de cierta forma. Y si eso sucedía con ella, no quería imaginarse cómo se sentía Anne. Sobre ella… Amélie no sabía nada, pero corrió el rumor durante días sobre que la princesa había escapado y no lograron seguirle el paso.
—Cedric ejemplificaba muchas de las cualidades que distinguen a la casa de Hufflepuff —prosiguió Dumbledore—. Era un amigo bueno y leal, muy trabajador, y se comportaba con honradez. Su muerte ha afligido a todos, lo conocieran bien o no. Creo, por eso, que tienen derecho a saber qué fue exactamente lo que ocurrió.
Amélie miró fugazmente a Harry y logró notar que estaba temblando ligeramente. En busca de querer calmarlo, le tomó la mano por debajo de la mesa y le propinó pequeñas caricias.
Harry se sorprendió al inició, pero finalmente le sonrió a su amiga.
—Cedric Diggory fue asesinado por lord Voldemort.
Un murmullo de terror recorrió el Gran Comedor. Los alumnos miraban a Dumbledore horrorizados, sin atreverse a creerle. Él estaba tranquilo, viéndolos
farfullar en voz baja.
—El Ministerio de Magia —continuó Dumbledore— no quería que se los
dijera. Es posible que algunos de sus padres se horroricen de que lo haya hecho, ya sea porque no crean que Voldemort haya regresado realmente, o porque opinen que no se debe contar estas cosas a gente tan joven. Pero yo
opino que la verdad es siempre preferible a las mentiras, y que cualquier
intento de hacer pasar la muerte de Cedric por un accidente, o por el resultado de un grave error suyo, constituye un insulto a su memoria.
En aquel momento, todas las caras, aturdidas y asustadas, estaban vueltas
hacia Dumbledore... o casi todas.
—Hay alguien más a quien debo mencionar en relación con la muerte de
Cedric —siguió Dumbledore—. Me refiero, claro está, a Harry Potter.
Un murmullo recorrió el Gran Comedor al tiempo que algunos volvían la cabeza en dirección a Harry antes de mirar otra vez a Dumbledore.
—Harry Potter logró escapar de Voldemort —dijo Dumbledore—. Arriesgó su vida para traer a Hogwarts el cuerpo de Cedric. Mostró, en todo punto, el tipo de valor que muy pocos magos han demostrado al encararse con lord
Voldemort, y por eso quiero alzar la copa por él.
Dumbledore se volvió hacia Harry con aire solemne, y volvió a levantar la copa. Casi todos los presentes siguieron su ejemplo, murmurando su nombre como habían murmurado el de Cedric, y bebieron a su salud.
Amélie imitó la acción. Sin soltar realmente la mano de Harry, tomó su copa con torpeza y la alzó muy apenas en el aire.
—Por Harry —dijo con una sonrisa—: la persona más valiente que he conocido hasta ahora.
—Gracias, Mel —susurró Harry para que únicamente ella pudiera oírlo.
El viaje en el tren de regreso a casa fue una total locura para Amélie. Pasó de compartimiento en compartimiento debido a que Hanna tuvo la brillante idea de adoptar un gato (del cual Amélie no tenía idea de su existencia) y debido a que era un bebé salió corriendo y no sabía dónde estaba.
—¿Segura que no sigue en tu compartimiento? —preguntó Amélie cuando los pies le comenzaron a doler y la estación de Kings Cross estaba cada vez más cerca.
—Estoy segura que no. Mia, ¿dónde te metiste? —se lamentó la muchacha.
—Ven, vamos a buscarla, y si no está en tu compartimiento me encargaré de que nadie baje de este tren hasta que aparezca.
Ambas chicas caminaron a la para hasta uno de los últimos vagones, dónde se encontraba el compartimiento de Hanna. Amélie abrió la puerta y justo como se lo esperaba, una pequeña cabecita blanca de asomó por detrás del baúl de la chica Hufflepuff.
—Te lo dije.
—A veces me asustas —admitió Hanna al cargar a su gato en brazos y darle pequeñas caricias en la cabeza—. Ya puedes irte.
—Me tendrás aquí por los minutos que quedan —dijo firmemente Amélie, recostándose en todo el asiento y cerrando los ojos.
Sin embargo el tren dejó de moverse y se oyó un fuerte silbato, anunciando la llegada. Hanna se echó a reír con la cara de Amélie, y ésta última se lamentó exageradamente ya que según ella no había descansado ni un solo segundo.
—¿No quieres ver a tu amor platónico?
—¿Quién?
Hanna rodó los ojos—. Dímelo tú.
—¿Leo? —sonrió Amélie con inocencia.
—¡Jack! —exclamó Hanna—. ¿No te quedarías con él? Bueno, aunque sí prefieres dormir aquí en el tren, no creo que el conductor tenga problema.
Amélie se golpeó la frente con la palma de su mano y rendida siguió a su amiga por el pasillo hasta bajar del tren. En la estación había demasiada gente y Amélie fue arratrando su baúl hasta llegar a la barrera.
—Te dejó, Mel, estaremos en contacto.
—Como siempre —aseguró Amélie—. Nos vemos, florecita.
—Te odio —dijo Hanna mientras se alejaba.
—¡Me amas! —aseguró Amélie al cruzar la barrera.
—Claro que te ama.
Amélie se volvió al escuchar tan familiar voz, y por supuesto que no se equivocó. Soltó su baúl y corrió hasta los brazos de Jack, quién la recibió con mucho cariño y la alzó unos cuantos centímetros del piso al abrazarla.
—Te extrañé, Amélie.
—Yo también, Jack-Jack —susurró la rubia al tocar el suelo nuevamente—¿Listo para esta aventura?
Jack rió—. ¿Qué aventura, loca Mel?
—Pues vivir jun…
—Hola también, Mel —saludó Alessia por detrás de Jack—. Lamentó arruinarles el momento, pero ¿quién es el de ojos bellísimos y por qué te mira así?
—¿Oj…? —Amélie se volvió y logró vislumbrar a Harry a unos cuantos metros de distancia, despidiéndose de Ron y Hermione.
El azabache, al notar que Amélie lo veía, le hizo una señal, pidiendo que se acercará: no podía irse sin despedirse de ella.
—Vuelvo en un segundo.
Jack frunció el ceño al ver cómo Amélie se acercó para abrazar a Harry y tomarle de las manos con tanta confianza y seguridad.
—Sin celos, hermanito —se burló Alessia—. Amélie es libre de tener amigos.
Por su lado, Amélie, al llegar junto a Harry lo abrazó con mucha fuerza. El azabache correspondió al abrazo y al separarse, la rubia lo tomó de las manos.
—Estarás bien, ¿sí? —dijo—. Te escribiré siempre que pueda, te lo prometo. Y tal vez salgamos por un helado, ¿de acuerdo?
—¿Por un helado? —rió Harry sin soltar a Amélie.
—O al parque de niños, ¿no te parece una increíble idea? —sonrió la rubia.
—Maravillosa —asintió Harry—. Te veré, entonces.
—Nos veremos, rayito —afirmó Amélie—. Y recuerda dormir bien y no agobiarte.
—Intentaré.
Amélie sonrió una última vez antes de soltar a Harry y alejarse en dirección de Jack y Alessia, quienes la esperaban con ansias.
—¿Lista, pequeña rubia?
—Muy lista —aseguró Amélie, abrazando a la pelirroja por la cintura.
[ Fin del Cáliz de Fuego]
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