🌙29🌙
—Fred...—Susurró la albina luego de un par de meses.
Su vientre ya estaba abultado, pero, lo que estaba mal con aquella situación era que su novio y el padre de aquella criatura estaba nuevamente en coma, pero esta vez, era más difícil que pudiera despertar, básicamente porque los habían atacado en la calle.
Un misero ladrón cualquiera que al ver a la albina a medio de la calle esperando a alguien se había acercado, y bueno, Fred obviamente quería defender a su hijo o hija y a su novia, pero, no contó con que aquel hombre fuera capaz de herirle, pero no pensaba quejarse aunque aquello significase su muerte, pues gracias a la puñalada que le llegó a él, Meg había salido sana y salva de aquel asalto.
¿Que importaban sus celulares? Meg sólo gritó por ayuda al ver al azabache cayendo al suelo tosiendo sangre y sujetándose el pecho.
Suspiró, le dolía recordar aquello, el haberse visto como una mujer común, normal y no haberse defendido de ningún modo posible, por culpa de ella el azabache estaba allí, suspirando para luego sentarse en la silla que estaba al lado de él, cerrando sus ojos y besándole la mano a su novio, vaya que sufría bastante estando allí, con su novio nuevamente en coma.
Pero si así era para ella, no se imaginaba todo lo que le debía doler al mayor, el tener una salud tan débil y caer tan fácil en una camilla del hospital. Pero, al menos estaban juntos.
Freddy y Golden entraron en aquella habitación del hospital, llevando algunas cosas en sus manos, sonriendo levemente al verlos, de ese modo, tranquilos pese a todo mientras descansaban.
El de cabellos rubio cubrió a la albina con una de las mantas que llevó, soltándole el cabello para que estuviera más cómoda, Freddy sonriendo por aquello se acercó a ver mejor a su hermano, acariciándole suavemente la mejilla.
—Ojalá todo salga bien...—Musitaron ambos al mismo tiempo, deseando lo mejor para la joven pareja...
[...]
Sollozos salían de aquella habitación, se podía escuchar perfectamente el llanto de un bebé recién nacido, Fred estaba allí presente, sentado y tomando la mano de su albina, con una máquina para poder respirar, había despertado y días después su novia había comenzado con los síntomas para dar a luz, cosa que obviamente emocionó a todos.
—L-Lo hiciste Meg...—Murmuró el azabache, casi igual de agitado que su pareja, sonriendo.
La joven de ahora 18, sonrió, asintiendo débilmente, cerrando lentamente sus ojos, casi no se sentía con fuerzas luego de aquel parto, Fred también comenzó a cerrar sus ojos, cosa que preocupó a los doctores que se encontraban allí.
No se suponía que las cosas tenían que resultar de ese modo...
[...]
—Dipper, quedate tranquilo—Decía Freddy suspirando, intentando cepillar el cabello de su sobrino, un chico de 4 años, piel blanca, ojos grises como los de su padre y el cabello albino con un llamativo mechón rosa, como su madre.
Ambos fallecidos días después de que el niño llegase al mundo...
Dipper sabía que sus padres habían muerto cuando nació, pero no estaba triste por ello, de hecho, sus tíos Freddy, Golden, su abuela y los amigos de sus padres se habían encargado de mostrarle como eran sus padres e incluso de lo muy emocionados que estaban ambos de tenerlos en sus vidas, pero que el destino no lo había querido de ese modo.
—Lo siento tío—Se disculpó el menor, con una dulce voz infantil, riendo mientras jugaba con unos peluches.
En unos cuantos minutos, estuvieron listos los tres para ir hacía el cementerio, hace unos días fue el cumpleaños del chico, y justo ese día se cumplían los 4 años del fallecimiento de Meg y Fred. Desde sea que estuvieran, ambos cuidaban de su pequeño ángel, quizás no pudieron estar allí para él en los primeros meses de vida.
Ni siquiera en su primera palabra o primeros pasos.
Pero habían vivido lo suficiente como para hacerle saber a ese niño, que fue deseado, querido y sobretodo, que si hubieran podido, le habrían dado una muy buena vida...
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