Cuando Fred llegó y la vio allí, con una camiseta blanca que dentro tenía una especie de zorro rosa, una chaqueta negra y pantalones negros también, se dio cuenta que, usará lo que usará se vería hermosa.

-Gracias...-respondió ella luego de aquel saludo, mirándolo fijamente con sus mejillas rojas.

-Tierna...-murmuró suspirando enamorado y fue acercándose un poco, logrando acorralarla en la puerta de la casa.

Sintió a la menor temblar un poco, relamió sus labios y fue agachándose poco a poco, rozando sus labios.

Por instinto cerraron sus ojos, dejándose llevar por aquel beso. Ambos lo necesitaban, Fred queriendo sentirse y hacerla sentir amada y Meg para sentirse más segura a continuar con su cita con él.

Era algo "ridículo", pero así se entendían ellos.

Al separarse Fred relamió sus labios y la tomó suavemente de la mano entrelazando sus dedos, fue allí cuando Meg regreso a la realidad y notó la ropa que traía el azabache.

Era casi demasiado formal para su gusto, pero no se quejó, al parecer el color favorito del azabache era el negro, un punto más a favor.

-¿Vamos ya, princesa?-le preguntó el mayor guiñandole el ojo derecho y sin soltar su mano comenzó a caminar.

La más bajita asintió y comenzó a caminar al lado suya, apretando levemente el agarre de sus manos mientras caminaban juntos lado a lado.

Maldiciendo por lo bajo e internamente a su corazón por latir tan desesperado con el mero tacto de las manos ajenas sobre las suyas.