Capítulo 9
Budo estaba ahí, mirándolos con detenimiento mientras encendía un cigarro. Tomó la navaja que tenía en un bolso de su pantalón, sacudió la cabeza y la volvió a guardar. No. No iba a asesinar a alguien.
Se dio media vuelta y tomó una bocanada del cigarro, para luego expulsar el humo por la boca. Se terminó el cigarro y lo guardó en su pantalón, lo iba a tirar fuera de la escuela, no se podía arriesgar a que lo vieran tirando un cigarro por ahí, así nada más.
Por otro lado, Ayano abrazaba a Taro, mientras él le correspondía el abrazo cariñosamente. De tal modo, que Ayano alcanzó a ver como Budo tiraba el cigarro usado en un bote de basura fuera del instituto. La pelinegra ensanchó sus ojos y se separó de Taro.
—Taro.
—¿Qué sucede?
—Ahora vuelvo, perdona.
Ayano salió corriendo de la escuela, dejando a Taro confundido.
Budo seguía ahí, apoyado en un muro fuera de la escuela con los brazos cruzados.
—Masuta, mírame.
Budo se exaltó por la presencia de Ayano. Definitivamente no se lo esperaba. Él sólo arqueó una ceja. Ayano tomó el cuello de su camisa y lo jaló hacia ella.
—Deja de fumar. ¿Cuántas veces te lo he dicho ya?
Budo rodó los ojos y tomó las manos de Ayano a tal punto que ella tuvo que soltarlo.
—Y tú déjame en paz. ¿De acuerdo? —el pelinegro frunció el ceño, mirando a Ayano a los ojos mediante articulaba las palabras.
—¿Por qué lo haría?
—Agh. ¿No es obvio? Eres novia, o lo que sea, de Taro. Ya no me necesitas —Budo se encogió de hombros.
—¡Pero no te lo tomes tan a la ligera!
Budo suspiró y miró al cielo, ya harto de aquel problema amoroso.
—Bu-kun.
El chico la miró tan rápido que casi le truena el cuello. Ella no lo llamaba así desde que eran niños. Cuando se dio cuenta, los ojos Ayano ya estaban al borde de las lágrimas.
—No quiero que te pase nada, ¿s-sí?
—Bésame si quieres que deje de fumar.
Ayano no lo dudó ni un segundo para que ambos ya estuvieran en un beso apasionado. La chica enredaba sus dedos en los cabellos de Budo mientras él la tomaba de la cintura y la apegaba más a él.
Ambos se separaron por falta de aire.
—Y ya no llores, por favor —Budo tomó un mechón de cabello de Ayano y lo pasó detrás de su oreja—. No quiero que te preocupes por mí, tú sigue con Taro sin preocupaciones.
El pelinegro la miró con una amplia sonrisa.
Ayano lo soltó y agachó la cabeza.
—Te voy a extrañar muchísimo —Budo ya estaba sollozando—, Aya-chan.
Le plantó un beso en la frente a Ayano, y se giró sobre sus talones para irse a su casa, con las manos en dentro de sus bolsillos, tratando de no llorar.
Sin embargo, Ayano lo hacía.
Ayano lloraba mares.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top