Capítulo 8

Ayano tomó sus zapatillas de la taquilla y se las puso, dejando las que recientemente se había quitado en el lugar de donde sacó el otro par limpio. Suspiró y se pasó un mechón de cabello detrás de su oreja.

—Buenos días, Aya-chan.

Una voz familiar la asustó con un saludo; Budo seguramente la había asustado a propósito dándole golpecitos en la espalda.

—Idiota, me asustaste —Ayano se llevó una mano a su pecho—. Buenos días.

—¿Qué harás hoy?

—Nada más te aviso —la chica se dio media vuelta para sacar su lapicera y libros que necesitaría en la primera clase—, Taro te ha ganado.

—¿Que me ha ganado quién? —Budo rió— ¿En qué momento, cariño?

Ayano rodó los ojos al escuchar el apodo que le había puesto Budo.

—Que te ha ganado, señor egocéntrico —Ayano tiró delicadamente su cabello detrás de su hombro y se dedicó a dirigirse a su aula—. Hoy me le declararé.

A Aishi se le formó una sonrisa al recordar aquello. Taro era tan idiot... es decir, era tan amable que no podía rechazar la declaración de una chica.

Ella al sonreír, hizo que él arrugara sus labios, insatisfecho de lo que había oído.

—¿Que tú qué?

—Hoy le diré que estoy enamorada de él —Ayano giró la cabeza para mirarlo a los ojos—. ¿No entiendes?

Al no recibir nada más que una mirada triste de parte de Budo, Ayano bufó y se dirigió a su aula, no sin antes ser detenida por un comentario del chico:

—Pensé que, al hacer todo aquél rollo, te enamorarías de mí.

Lo has hecho..., le hubiera gustado decir Ayano, pero ella era demasiado orgullosa. Demasiado que hasta a ella misma le desagradaba.

La de cabello azabache entrecerró los ojos y negó la cabeza.

No.

Ya había llegado demasiado lejos. Había asesinado a chicas inocentes, y ya tenía la carta preparada. ¿Qué haría? ¿Cambiar el "Taro Yamada-kun" por un "Bu-kun"? Bu-kun. Aquél apodo cariñoso que Ayano le ponía a Budo de niños.

Ayano suspiró, harta ya de todo el desastre en su cabeza (más de lo que ya estaba) sólo por sentimientos.

Sólo por él.

—¿Cuál rollo?

A Ayano le temblaba la voz, y sentía que sus libros se caían al igual que su mundo entero.

El resto de los estudiantes ya estaban en clase, y seguramente regañarían a ambos por llegar tarde. Pero necesitaban arreglar eso.

—Este rollo.

Budo tomó a Ayano del hombro, forzándola a que lo mirase. Tomó sus mejillas, esta vez ya sin delicadeza, ahora le urgía besarla.

El beso, aparte de inesperado, fue deseoso, salvaje y en cierto punto, excitante.

A ambos les faltaba el oxígeno así que tuvieron que separarse, aunque ninguno de los dos quería hacerlo.

—Ah...—Ayano respiraba con dificultad—. Aquél rollo.

Ayano bajó la mirada hasta la clavícula de Budo, mirando como tragaba saliva. Lágrimas amenazaban con salir de los ojos de la chica.

—Budo-kun, en serio lo siento, pero —regresó su vista hacia él— ...he hecho demasiado. He asesinado demasiadas personas y tú eres consciente de eso. Budo, ¡por fin he logrado mi objetivo! Así que, por favor, déjame en paz. Te quiero mucho, bastante, hasta podría decir que...—Ayano se pausó tantito, e inhaló fuertemente— hasta podría decir que me he enamorado de ti.

—¡Entonces, si las cosas son así, deja a Taro en paz y quédate conmigo!

Ayano negó con la cabeza con una sonrisa triste.

—Eres demasiado egoísta.

—Siempre lo he sido.

—Ya sé.

—Aishi.

—¿Qué?

—Te amo.

Yo también.









Ayano creyó que ese día sería el más feliz de su vida (y si hubiera una boda con Taro, aún más). Pero, quién lo diría, en cierto punto estaba desanimada por la conversación que tuvo con Budo hace apenas unas horas.

Ella estaba debajo del cerezo, casi aplastando la carta de amor que había escrito para Taro. La carta que, en algún momento, iba a estar dirigida a Budo.

Ayano levantó la vista al escuchar su apellido ser pronunciado por Taro. Por la persona que había causado todas esas muertes, en cierto ángulo. Ayano por fin se animó a entregarle su carta a Taro, dirigiendo su mirada hacia otro lado.

Lo más impresionante de todo esto, fue que Taro le quitó la carta de las manos, la dejó a un lado con delicadeza, y tomó a Ayano de la cintura para besarla.


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