Capítulo 7

Ayano caminaba bruscamente, como si odiara el suelo. Giraba la cabeza cada minuto para buscar con la mirada a Budo, a ver si estaba en alguna parte.

Llegó al parque, y empezó a buscar. Un niño en una banca con su madre, dos niñas de primaria en los columpios charlando, un chico fumando apoyado en un árbol, tres niños corrien... ¿Quién era el chico que estaba apoyado en el árbol?

Ayano se acercó lo suficiente como para verle la cara al chico. Budo.

—¡Tú, imbécil! —Ayano lo apuntó—. Te estuve buscando.

Ayano lo tomó del brazo y lo obligó a que la mirase.

—Perdón. Estaba enfadado.

—¡Ahora la enfadada soy yo! ¡Vamos! —Ayano lo jaló para que la siguiera.

—¿A dónde vamos?

—A tu casa, quiero hacer la tarea contigo.

—Si estoy loca, es porque tú me vuelves así.

Ayano leía su libro de lenguaje mientras comentaba eso.

—Ah... leíste el mensaje.

—Claro que sí, tonto.

Ambos estuvieron en silencio. Un silencio incómodo, para empeorarlo.

Ayano dejó de leer y miró a Budo a los ojos.

—Y, para empezar, ¿por qué estabas tan molesto de que yo me fuera con Taro?

—¿Cómo que 'por qué'? —Budo desvió la mirada— Estoy enamorado de ti, Ayano. Es obvio que sienta celos, ¿no?

Ayano trató de no sentirse halagada con eso. En cierto modo, le agradaba la declaración que le había hecho Budo.

—... —Ayano guardó silencio— Te había dicho que dejaras de fumar, ¿no es así?

—Sí...

—¿Y entonces por qué sigues?

—Porque la nicotina del cigarro es un tipo de reemplazo de tus besos —respondió Budo casi al instante—. Aun así, la nicotina no es tan adictiva como tú.

Ayano abrió los ojos hasta el tope.

—Pero qué idiota eres.

La pelinegra negó con la cabeza repetidas veces, para acercarse a Budo cada vez más.

—¿Qué haces?

—Tratando de callarte.

Ayano tomó el mentón de Budo y le dio un largo beso. Budo dejó los ojos abiertos para poder ver la cara que tenía Ayano. Al parecer, ambos tenían los ojos abiertos, haciendo la escena incómoda. (lmao)

Se separaron.

—Prométeme que no volverás a fumar. ¿Quedó claro? —Ayano lo apuntó con su dedo índice.

Sin embargo, Budo guardo silencio. Ladeó la cabeza y asintió.

¿Quién dice que las promesas siempre se cumplen?

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