Capítulo 6

Ambos ya llevaban tiempo sin hablarse ni mirarse a la cara.

Budo de vez en cuando, en el descanso, iba al aula de Ayano a esperarla para que saliera, pero siempre que la de cabello azabache salía él se escabullía entre sus compañeros para irse al club. Budo se sentía un poco estúpido por eso.

Ayano estaba desechando un cuerpo en la trituradora de madera en el club de jardinería; parecía que se había olvidado de destruir el cuerpo de Mina el otro día. Gracias a Dios la policía no la encontró.

—¡E-Estás loca! ¡Completamente loca! —tartamudeó con asco y rencor la castaña, dolida por dentro y fuera. Un corte profundo se encontraba incrustado en su brazo derecho.

Ella rió cínica, como si hubiera terminado por salir el mismo manicomio.

—Eso te pasa por tocar lo que es mío.

—Y-yo no te hice nada... —negó asustada. Sus ojos cafés se ensancharon aún más al ver como empuñó con más fuerza el cuchillo que portaba en sus manos por tal respuesta.

—Tú lo amas —contestó con rostro demente, antes de atravesarla con su arma, sin el más mínimo remordimiento—. Sólo yo puedo amarlo.

Ayano era una tonta por haber dicho eso. Pero, bueno, la única testigo de haber escuchado eso ahora estaba muerta, ¿qué más daba? La pelinegra se pasó la mano por la cara y sacudió la cabeza mientras ponía los ojos en blanco. Vació la cubeta de sangre en el lavabo de los baños.

—Iugh —Se quejó Ayano al ver los pedazos de carne y huesos que la máquina no había triturado bien.

Cuando escuchó cómo alguien pateaba la puerta para abrirla en vez de empujarla levemente como alguien normal, Ayano es estremeció y puso la cubeta al lado del resto y salió, rozando el hombro de Musume Ronshaku, una estudiante nueva quien era bastante mimada.

Y, para su suerte, se topó con Budo. Cara a cara. Obviamente, hubo un silencio incómodo. Ambos se miraban a los ojos; Ayano fruncía el ceño y Budo tenía una mirada triste. Ayano suspiró y rodó los ojos.

—Lo siento. No debí haber dicho eso, Aya-chan.

Aya-chan. Ese era el apodo que Budo le ponía de niños cuando ella estaba triste o enfadada con él. Vaya que sigue funcionando.

—Ya. Déjalo.

Budo sonrió.

—Está bien. ¿Te encargaron tarea?

—No.

—Vaya, qué fría.

—Yo así soy.

—Ya sé.

—¡Es imposible hacerte enojar! —exclamó Ayano mientras esquivaba a Budo para dirigirse a su salón con los puños cerrados.

—Contigo no me enojo.

Ayano dejó de caminar.

—Budo, tengo que ir a clase.

—Pero si son las tres, las clases ya han acabado.

—¡Aaaggggghhhhh!

Budo rió levemente.

—Anda, no te enfades. Te acompaño a casa si quieres.

Ayano no dijo nada, sólo se dio media vuelta e hizo una seña para indicarle a Budo que la siguiera.






De alguna manera u otra, Ayano consiguió no ser tan tímida con Taro, ahora ambos charlaban más; desde pedir apuntes, porque a Budo se le habían pasado, hasta charlar en el descanso mientras ambos comían su Bento juntos.

A veces, cuando Budo estaba ocupado con el club, Taro la acompañaba a casa. Los dos reían de bromas que hacían, y Ayano notó que, cada vez que reían juntos, un rubor aparecía en las mejillas de Taro.

Él ya le había comentado que ella era más divertida que Osana, algo que a Ayano la tomó desprevenida. De hecho, cuando se lo dijo, se tapó la cara con las manos porque estaba rojísima.

Taro se reía de todo. De las bromas de Ayano y de su sonrojo cuando él le decía algo lindo.

Y, claro, Budo los había visto.

El pelinegro estaba dispuesto a invitar a Ayano a ir a un café que él había visto hace ya un par de semanas. La buscó por toda la escuela, pero no la encontró. Le envió un mensaje de texto.

¿Dónde estás?

Nada.

¿Yan-chan?

Aún nada.

Estás con Taro, ¿verdad?

Visto.

Ayano vio el mensaje con precaución. Taro justamente se estaba retirando cuando el mensaje fue enviado. Puso los ojos en blanco y regresó a la institución. Y, como supuso, Budo estaba en la entrada con el celular en las manos y mirándolo.

—Oye, imbécil, me hiciste regresar. ¿Qué quieres?

—... ¡Aya-chan!

Ayano fue repentinamente abrazada por su mejor amigo, y ella se puso roja. Roja; como con Taro.

—¡No sabes cuán estaba preocupado por ti! ¿Dónde estabas?

—Con Taro.

—... Ah...—Budo puso sus labios sobre la frente de Ayano— ¿Desde cuándo hablas con él? —arrastraba las palabras.

Ayano se encogió de hombros.

—¿Te molestaría si te dijera que ya no le hablaras?

—Claro que sí. Budo, él es el amor de mi vida.

—... —silencio—. Qué tonto.

Budo la soltó con un movimiento algo brusco y se fue con la cabeza baja.

—¡Hey, Budo-kun, espera!

Ayano se alteró y fue tras el pelinegro corriendo. Fue hacia su casa; nada, su madre no sabía nada.

—Inútil...—masculló Ayano después de que la señora Masuta cerrara la puerta. Ya cuando estaba en su habitación, ella le envió un mensaje.

¿Ahora dónde estás tú?

Visto.

Idiota, respóndeme.

Visto.

¡Me sacas de quicio!

Visto. Escribiendo...

Budo: Tú en sí ya estás loca.


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