Capítulo 3
Ayano ya estaba dirigiéndose donde los delincuentes; de alguna manera, su reputación era realmente una porquería. Y, bueno, los delincuentes tienen una reputación de porquería.
Mientras que la pelinegra ya casi llegaba en donde estaban los delincuentes, Budo iba entrando a la academia, con su típica sonrisa de galán. Ayano ya sabía que aquella sonrisa era superficial.
Y, por fin, Ayano lo había conseguido; ahora era una de los delincuentes. ¿Cómo lo logró? Quién sabe. Y el resto de la escuela no tardó demasiado en enterarse. Entre ellos, Budo.
Cuando él se enteró de esto, hizo una mueca de asco, como si hubiera chupado un limón. «¿En serio Ayano-chan ha hecho eso? ¿Y en el día de las madres? Agh.» Pensó.
Y sonrió.
Era una estupidez sonreír como idiota ante tal situación, pero a Budo le daba gracia cómo Ayano se esforzaba por conseguir el corazón de Taro, sabiendo que tal vez, y sólo tal vez, ni siquiera sepa de la existencia de la chica. Así como Ayano, el pelinegro también tenía que esforzarse. Él se dio cuenta de que la pelinegra odiaba los romances de la infancia. Era irónico, porque él, Budo Masuta, había estado enamorado de Ayano desde que eran niños.
Definitivamente no era una sorpresa el que Ayano estuviera con Budo detrás de la escuela con el uniforme sucio de sangre y los ecos de los gritos de dolor de la chica a la que había asesinado aquella tarde.
Budo bufó.
—¿Qué quieres ahora? —Preguntó la pelinegra, sin hacer ningún contacto visual con el chico a quien tenía en frente.
—¿Es egoísta de mi parte esperar a que seas la misma?
Ayano guardó silencio.
—Sí, demasiado.
—Entonces perdóname.
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