Capítulo 1
Ayano tenía planeado ese día despedir a la enfermera que había en el colegio. Pasó la noche entera pensando una forma de eliminarla sin dejar rastro, hasta que por fin le llegó la maravillosa idea de comprarle una caja de cigarros a Info-chan y ponerlas en el bolso de la enfermera.
La pelinegra checó en su celular cuánto costaba el paquete de cigarrillos. Un panty shot.
Miró a su alrededor, buscando alguna chica a la cual tomarle la dichosa foto. Al ver que a la mayoría ya les había tomado una, no le quedó de otra que hacerse una foto a sí misma. Genial.
Se dirigió al baño, se encerró en uno de los cubículos y puso su teléfono entre sus piernas, con la cámara enfocada en sus panties. Tomó un par de fotos más, ya que la primera no había salido perfecta o como Info-chan las quería.
Al final, salió del cubículo y, mientras salía de los baños, guardó su celular. Sin poner demasiada atención, chocó levemente con Budo, su vecino y amigo de infancia. Lo miró de pies a cabeza antes de poder reconocerlo, después trató de sonreír.
—Perdona, Budo-kun, no miraba por dónde iba —intentó hacer un tono dulce. Budo sabía que su voz no era así.
Él asintió con un movimiento de cabeza breve y siguió con su camino.
Budo se emocionó porque Ayano lo había llamado por su nombre.
...Pero sólo un poco.
Ayano continuó caminando hasta llegar atrás de la academia, más o menos delante de la ventana del Club de Info. Sacó su celular y le pidió a Info-chan el famoso paquete de cigarros. La pelirroja, al ver que Ayano le había ofrecido una panty shot de sí misma, decidió mandarle un mensaje antes de lanzarle el paquete por la ventana del club.
"Vaya, ¿se te han acabado las panty shots? Veré a cuál de tus muchos admiradores le venderé la foto. Es un placer hacer negocios contigo."
A Ayano le pareció bastante raro el comentario de "Veré a cuál de tus muchos admiradores le venderé la foto". ¿Desde cuándo Ayano tenía admiradores? De todas maneras, no le dio demasiadas vueltas al caso y recogió el paquete de cigarros.
Después de poner el paquete de cigarros en el bolso de la enfermera, fue hacia la oficina de la consejera escolar y se lo reportó.
Salió de la oficina y, antes de siquiera ver algo, alguien la tomó del brazo y la arrastró dentro del cuarto en donde ella secuestraba a las chicas. Literalmente. Cuando subió la mirada para ver quién demonios la había arrastrado hasta ahí, vio que el chico con el que se había topado en la mañana.
Budo Masuta.
El chico estaba dándole la espalda, poniéndole seguro a la puerta. Ayano lo reconoció por dos cosas: Uno, su cabello, y dos, la banda del club atada a su cabeza.
—Budo, ¿qué...?
Y, de nuevo, sin dejar verla ver algo, la tomó de sus muñecas y la puso contra la pared.
—¡Hey! ¡¿Qué haces?!—exclamó, algo anonada por los repentinos movimientos de Budo.
—¿Por qué pusiste una caja de cigarros en el bolso de la enfermera? —preguntó él, sin más.
Ayano frunció los labios y miró hacia otro lado.
—¿A la enfermera le gustaba Taro, o qué?
La pelinegra asintió con la cabeza, sin dejar de mirar a algún otro lugar que no sea la cara de Budo.
—¿En serio? —insistió el pelinegro.
Ella resopló, mordiéndose el labio esperando a no soltar una grosería.
—¡Que sí! —exclamó por fin.
—Ah, ya. No tienes que gritarme.
—Ya, como sea —puso los ojos en blanco—. ¿Vas a soltarme o no?
—Tendrás que hacer una cosa por mí —Budo alzó el dedo índice, a la vez que sonreía malicioso.
—¿Qué demonios quieres? —esta vez Ayano sí miró a Budo a los ojos.
—Dime que me quieres y dame un beso en la mejilla.
—¿Qué mier...?—lo miró con el ceño fruncido, titubeando—¡No!
—Entonces tendré que reportarte con el director —él sacó el labio inferior mientras alzaba las cejas, logrando una supuesta inocencia.
Ayano arrugó la nariz. Ya sabía más o menos los planes de Budo.
La pelinegra resopló y, como pudo, imitó una voz sincera
—Te amo, Budo-kun —dijo para después inclinarse hacia él y darle un beso en la mejilla derecha.
—...Había dicho que dijeras que me querías, no que me amabas—Budo hace resaltar el error de Ayano, dibujando una sonrisa de satisfacción en su rostro.
—Da lo mismo. Suéltame, ¿sí? Estás empezando a lastimarme.
Budo hizo lo que Ayano le indicó, le quitó el seguro a la puerta y la abrió.
—Te veo luego —dijo el chico marchándose sin más.
—Idiota —masculló Ayano, para después salir del cuarto, dispuesta a seguir a Taro hasta casa.
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