XII - Los chamucos de Chamoyis

No sé si sea normal lo de los cuerpos de muñecas de barbie ahogados en los frascos de agua amarillenta. 

Quitando eso, todo lo demás parece lo usual para un local de brujería. Creo. No es que yo sepa mucho de brujas.

Estamos dentro de un cuarto tétrico con poca luz exterior. Los muebles están abarrotados con cientos de artefactos polvorientos que crujen por sí mismos como si tuvieran vida propia, por eso no hay dónde sentarse aparte del suelo. Se ven hierbas por doquier, patas de diferentes animales, cráneos y madejas de cabello colgando del techo...

Hace rato te caminó algo entre los pies y no estaba seguro de si era una rata o tu propia sombra. Así que, por las dudas, intenta mover los pies para que no quedes rabioso. 

Después de ver esto, dudo mucho que me vuelva a quejar de los pájaros disecados de Rafael. 

Deberías de intentar convencer a Sol de que se veía mejor el local de enfrente. La Chamoyis tiene más gente y estoy seguro de que ahí no hay telarañas. Parece un local de brujas de calidad. Lo sé porque a las personas no les importa esperar en fila cuando las cosas son buenas de verdad. Al contrario de aquí, donde ni el letrero de los precios está adecuadamente escrito. 

—A Flor, mi abuelita, no le gustaba nada de esto. —Sol rompe el silencio—. Pero la gente en el pueblito donde crecí es muy creyente. 

Se escucha el sonido de la alarma de un microondas en la habitación contigua, algo parece haberse terminado de calentar. A los pocos segundos sale una jovencita morena con una bolsa de palomitas abrazada con un brazo, el otro lo ocupa para arrastrar una manta roja. Se echa un gran bocado y mastica contenta. Mancha sus dedos completamente de salsa y hasta entonces le
los nota a ustedes dos sentados en el suelo.

—La Chamoyis está en el local de enfrente —exclama la chiquilla llevando otro puño de palomitas a su boca—. Creo que es hoy cuando tiene la promoción de dos Chamoyitos por uno antes de las cuatro de la tarde, si se apuran chance y la alcancen. 

¿A dónde crees que vas, mocoso? Vuélvete a sentar. 

—Venimos a buscar a la bruja de verdad —habla Sol—, no nos dijeron su nombre pero...

—Ella es una bruja de verdad —carcajea la niña interrumpiendo a Sol—. Créanme. Una vez choqué con ella y se me quedó viendo como si me pudiera arrancar las entrañas con los puros ojos. Luego dijo mi nombre como si fuera parte de una maldición. No pude dormir tres noches.

La chica acomoda la manta en una bola y se lleva la mano limpia para estirar ambos párpados con dos de sus dedos. Ríe mientras camina como si le estuviera dando una convulsión. Aunque a lo mejor le está dando una convulsión de verdad. 

—Creo que me dio una infección de colon después de eso...

—La verdad es que venimos para hablar contigo —señala Sol.

—¿A hablar conmigo? Miren, si es por lo de los cementerios. Sé que parece mal lo de meter las manos en las tumbas y eso. Pero de verdad no conocen lo que algunas personas malas llegan a hacer. Nos llevamos la basura de ahí y dejamos en paz a los muertitos. Es por un bien común. Si los muertos ganan, los vivos también. ¿No?

No me parece convincente del todo su argumento, no deberías de asentirle. 

—Yo no venía por eso pero... ¿Todavía tienen tumbas aquí? —pregunta Sol con cierto espanto.

La chiquilla frunce el ceño y deja la bolsa de palomitas con salsa en la mesa, se chupa los dedos para limpiar el exceso de salsa y la educada señorita sacude sus babas en el pantalón sin pena alguna. 

—No son de Lázaro y no van con la Chamoyis —susurra despacio—. ¡Quiere decir que de verdad vienen a buscarnos!

¿Buscarnos?

—¿Sí?

No lo sé, Rob. No estoy seguro de que sea bueno ponernos en manos de ella. Sobre todo con ese cambio de actitud tan repentino.  

—¿Qué puede hacer Hannah por ustedes? ¿Por usted? Definitivamente es por usted, ¿verdad, señor? —Se acerca la chiquilla con el animo hasta los cielos—. Conozco esa obra. 

—¿Ya has visto ese tatuaje? —pregunta Sol animada. 

La niña toma tu brazo y examina el tatuaje del decapitado. 

—¡Oh! Sangre fría —exclama Hannah—. ¡Claro! Justo ahora me están dando arte en la preparatoria y nos ponen a memorizar un montón de nombres y cuadros, y colores, y retratos; soy muy buena recordando esas cosas. Definitivamente es un grabado. Sí, es de Goya. Sí. Sueño de la razón produce manos. ¿O monstruos? Algo así. 

—¿Sí?

Ella asiente soltando tu mano. Mueve los hombros de atrás a adelante y luego truena su cuello de un lado a otro. Debe ser normal que se estiren de esa manera las brujas cuando empiezan a hacer sus cosas de lectura.  

—Vamos al grano. Se nota desde lejos que algo le hicieron, tiene cara rara. Lo han espantado, ¿verdad? ¿O lo tienen amarrado?

Hannah la bruja da una vuelta alrededor de los dos. Después de examinarlos por completo se queda mirando un par de segundos al suelo y repentinamente avanza contenta hacia el escritorio. Sol entreabre los labios e intenta detenerla, pero ya viene muy emocionada de regreso con un huevo de gallina en la mano y un banquito. 

Anda, levántate, que te está tendiendo la mano.  

Ella susurra un par de cosas inentendibles hacia el huevito y empieza a moverlo en círculos alrededor de tu cabeza. Luego pasa a tu pecho, hace lo mismo en tus brazos y piernas. Sol decide tomar un par de pasos hacia atrás y observa desde lejos el ritual. 

—Solo tenemos que esperar un par de segundos —exclama la chiquilla agarrando varias ramas de entre las cajas y guardando el huevo en el bolsillo de su suéter—. Y luego podré intentar leer su futuro. Eso va sin costo porque todavía no me sale del todo bien.

—¿Es eso manzanilla? —pregunta Sol. 

—Ruda, romero y lavanda —corrige la pequeña bruja—. La ruda es como protección para las malas vibras, la lavanda huele bonito y tranquiliza; y el romero la verdad no sé para qué sirve. Pero de que sirve, sirve.

Al menos es honesta. 

Hannah comienza a darte pequeños golpes en los hombros y en la espalda. Como que la bruja duda un par de segundos, pero termina dándote un ramazo en el vientre. Yo creo que va a hacer falta mucho más que eso para sacarte las malas vibras a ti. 

Cuando se deshojan las ramas, ella decide que es suficiente. Pasa a la mesa y tira todo lo que está encima de esta al suelo, a excepción de sus palomitas. Se echa otro bocado de estas y les ofrece. Como ninguno quiere comer, procede a guardarlas en uno de los cajones.

Sol se acerca para ver cómo la bruja toma el huevo y lo truena para empezar a vaciarlo en un recipiente transparente.

Un líquido oscuro, casi negruzco, comienza a caer lentamente del cascarón. Sea lo que sea, dudo que eso haya venido del huevo. A Sol parece encantarle que se formen unas burbujas extrañas en el fondo que parecen querer comerse el envase, pero la pequeña bruja no está contenta con el resultado, comienza a toser y lleva el recipiente a otro lado de la habitación. 

Intenta hacerlo discretamente, lo sé porque carraspea intensamente como si tuviera mal los pulmones, pero no hay nada discreto en subirse a las cajas de cartón para abrir la ventana y aventar el huevo lejos. 

—Es solo por precaución —exclama nerviosa—. Ya saben, que traiga un demonio o algo así. Es raro, no creo que lo tenga. ¿Verdad? 

—¿Demonio?

—¿Hora de la lectura? —duda Hannah. 

Sol ni siquiera ha podido articular palabra alguna cuando la chiquilla ya está sacando los granos de maíz del mismo cajón donde guardo las palomitas. Rodea el escritorio y se sienta en el suelo, da un par de palmadas sobre las baldosas para que la acompañen. Sopla hacia sus dedos y luego sacude los puños haciendo sonar las semillas.

No, Rob. Tú no tienes que hacer eso, tú solo mira. 

—¿Demonio?

Ella sonríe nerviosa y avienta hacia arriba los granos. Todos caen en picada formando un curioso círculo. La bruja frunce el ceño y mira de uno a uno los granos. 

—¿Eso tiene algún significado? —pregunta Sol curiosa.

La chiquilla niega rotundamente con la cabeza y retira de inmediato los granos del suelo. Vuelve a tomarlos en sus manos y sopla con más fuerza. Respira profundamente y vuelve a aventarlos igual que antes. 

Se ha vuelto a formar un círculo en medio de los tres.

Ella toma de nuevo a los granos de maíz, pero ahora sus manos tiemblan intensamente. No deja de mirarte como si de verdad te estuviera poseyendo el chamuco, y la última semilla se le resbala una y otra vez hacia el suelo. Se me hace que estás poseído, amigo.

—Todo está bien —susurra la niña—. A veces no sé leerlos muy bien. Si les dije, ¿no? Recién estoy aprendiendo. No hay nada de qué preocuparse, ella me dijo que no había cosas así en Lázaro. 

Sopla sobre sus palmas y vuelve a aventarlos. 

Otro círculo. 

—¡Luna! —grita la niña espantada—. ¡Luna, ayúdame!

Sin meditarlo se levanta corriendo hacia la misma puerta de donde salió cargando las palomitas e intenta abrirla, pero enseguida se escucha que alguien más asegura la entrada y por mucho que lo intente, la perilla no cede ante los desesperados movimientos de Hannah. 

Ya que estás de metiche, ¿alcanzas a ver si hay alguien del otro lado de la puerta?

—¡Luna por favor! Le salió el huevito podrido al señor. —Ah caray—. Tienes que arreglarlo tú, esta es tu especialidad. Yo no quiero. ¡Yo no sé! Me va a llevar el señor chamuco. Ayúdame. ¡Ayúdame! 

Comienzas a toser y de un momento a otro la chiquilla se espanta más. Está a punto de derrumbar la puerta con sus golpes. Deja de toser así, vas a hacer que se desmaye del espanto y van a pensar que de verdad tienes algo poseyéndote. 

—¡No voy a volver a agarrar tus palomitas sin preguntarte antes! Lo siento, Luna. Pero ya, ábreme. 

¡Ya escupiste el llavero! Me tenías con preocupación, no sabía por dónde iba a salir esa cosa. ¿Y el mini arbolito? Espera, espera. Son dos llaveros. ¿Te comiste dos llaveros, Rob?

Entre preguntas y gritos se Hannah, la puerta cede.

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