* 40 *

Cuando Esme despertó y vio el mensaje de Leo, sonrió sintiendo que todas las mariposas revoloteaban en su interior. Se quedó en la cama por un rato sintiéndose enamorada como nunca. Mientras se levantaba y se arreglaba para el día, se puso a pensar en todo lo que había cambiado en su vida durante los últimos meses, habían sido cambios para mejor, y eso le agradaba.

Su madre le preparó el desayuno y se lo sirvió, le preguntó entonces cómo le había ido en el ensayo y ella le respondió que muy bien.

—¿Ya tienes una idea de qué es lo que te gustaría estudiar, Esme? —inquirió.

—No, aún no... ¿Crees que podría ir a la capital e ingresar a una de las universidades de allá? —preguntó la chica. La verdad era que no lo había pensado antes, sin embargo, últimamente sentía ganas de ver mucho más allá de lo que la vida le había mostrado hasta ese momento.

—No lo sé, Esme. No es mala idea, pero tú, sola, en la ciudad... Hoy en día los jóvenes están muy descocados, hija, no quiero que te pase nada malo —respondió.

—No me sucederá nada, mamá. Además, no es tan lejos —dijo la muchacha, Magalí no respondió. Por un lado, sabía que no había muy buenas opciones en la zona, pero dejarla ir sola tampoco le parecía demasiado agradable.

—Bueno, pues ya veremos, primero ve pensando qué es lo que quieres estudiar.

—¡Leo! ¡Leo! —La voz de la pequeña Coti resonó desde la entrada, Esme sintió su corazón latir con fuerza y entonces lo vio, de la mano de su hermanita y con una sonrisa en los labios.

—Leo... —murmuró sin saber qué más decir y reprimiendo las ganas de acercarse a él y besarle.

—Hola... Mi mamá me dijo que viniera a invitarlos a comer pizza esta noche en casa —dijo mirando a Magalí.

—Ah... Es buena idea —respondió la mujer esbozando una sonrisa—. Le diré a Paolo, ¿ya desayunaste, Leonardo? —preguntó.

—Sí, ya... —respondió el chico—. Pero acepto un café —agregó y miró a Esme reprimiéndose las ganas de acercarse a besarla.

Magalí asintió y fue a la cocina, Leo se acercó entonces a Esme y le dio un tierno beso en los labios.

—Shhh, ¡acá no! —dijo Esme empujándolo con ternura y el rostro sonrosado.

—¿Ya son novios de verdad? —preguntó Coti mirándolo con los brazos cruzados—. ¡Y no me mientan! Cuando fingían no se besaban.

—Sí, lo somos —dijo Leo acercándose a Coti y susurrándole en el oído. La niña empezó a dar saltitos y chillidos divertidos.

Magalí volvió con una taza con café que colocó frente a Leo. Él le agradeció.

—¿Tú ya tienes idea de lo que quieres estudiar, Leonardo? —preguntó la mujer.

—Aún no, pero estoy pensando en seguir los pasos de papá —dijo con una sonrisa, Esme lo miró sorprendida, no habían hablado de eso, pero pensaba que él no tenía idea.

—Muy bien, eso es bueno —dijo Magalí—. Tu padre era un hombre trabajador y muy inteligente, tú tienes que pensar en tu futuro, en tu madre...

—Y en su novia —añadió Coti y ambos la miraron con asombro.

—¿Tienes novia, Leonardo? —preguntó Magalí.

Esme se atragantó con el jugo que estaba tomando y Leo sonrió con tranquilidad.

—Sí, señora —respondió con seguridad.

—¿Es de buena familia? ¿Es una chica decente? Mira que no sería bueno que hicieras renegar a tu madre —añadió la mujer.

—Es una buena chica, señora —sonrió Leo y miró a Esme de reojo—. ¿Verdad, Esme? —inquirió. La muchacha se sonrojó en un instante y solo atinó a asentir.

—¿La conoces, Esme? ¿Es de la escuela? —preguntó Magalí.

—Sí... —respondió Esme con los ojos en su plato casi vacío, Coti se puso a reír.

—Bien, solo espero que la lleves con calma y que sea una buena chica, no quiero ver sufrir a mi amiga de nuevo —añadió.

Leo se quedó pensando mientras miraba a la mujer leer el periódico del día y tomar su café. Recordó todo lo que le dijo su madre de aquella señora, para él Magalí siempre había sido una persona intransigente, anticuada, exigente y rígida, sin embargo, era gracias a ella que él había crecido como hijo de su padre y de su madre. Sonrió al pensar en que las primeras ropas y cosas que usó fueron de Esme. Tenía que contarle eso.

—Señora, yo sé que nosotros no hemos tenido un buen comienzo, sé que mi mamá estaba muy preocupada por mí y que usted lo sabe... pero quiero que sepa que últimamente me he dado cuenta de muchas cosas y he aprendido bastante. —Magalí lo miró algo sorprendida mientras Esme no daba crédito a lo que oía.

—Me parece bien, Leonardo. Tu madre ya ha pasado por mucho y no necesita más. Ella ha hecho todo por ti —zanjó levantándose para comenzar con la limpieza de la casa.

Leo y Esme fueron hasta el barco, era domingo y no tenían mucho qué hacer.

—Tengo que contarte muchas cosas —dijo Leo y ella sonrió.

—Te escucho...

El chico le contó entonces sobre todo lo que su madre le había dicho el día anterior y Esme lo escuchó con sorpresa y alegría.

—¡Wow! Eso es... increíble —dijo cuando él terminó la historia.

—Lo es... ¿Ves? Es como si nos conociéramos desde siempre —sonrió abrazándola—. Me has dado tus ropas y pañales, ya antes de nacer eras un ser maravilloso —añadió, la chica sonrió.

—No conozco esa parte de mi mamá, esa que puede ser una buena amiga, esa que puede escuchar, ayudar... ¿Es por eso que le hablaste así hoy?

—En parte sí —dijo Leonardo—. Le debo mucho... pero también porque quiero que me acepte, Esme, quiero que sepa que somos novios —añadió.

—No lo sé... creo que debemos esperar un poco más para decírselo —suspiró.

—¿Leíste el mensaje de anoche? —preguntó Leo y la chica sonrió asintiendo.

—Entonces, ¿qué piensas de Soraya?

—No lo sé, supongo que la escucharé cuando me sienta listo para hacerlo.

—¿Cuándo será eso? —preguntó Esme.

—No lo sé, Esme... Cuando me sienta más fuerte, cuando escuchar los motivos por los que me dejaron no me destroce... —suspiró.

—Está bien, yo te apoyo —dijo la muchacha abrazándolo y besándolo en la mejilla.

—También te dije algo más, ¿lo leíste? —Esme asintió.

—Yo también te amo, Leo —dijo casi en un susurro sintiendo el calor en sus mejillas. Él la abrazó y la besó en los labios.

Aquella tarde, Tefi no se encontraba muy bien y Esme lo notó de inmediato. Se suponía que ella y Leo irían a comer luego del ensayo, pero entonces la chica cambió de opinión, le dijo a Leo que iría a casa de Tefi para ver qué le sucedía.

Cuando llegó y su madre la hizo pasar, la encontró en su cama, recostada en posición fetal y abrazando su gran peluche de unicornio, uno que le había regalado su padre cuando era pequeña.

—Vine para que me cuentes qué pasa —dijo Esme sentándose a su lado y colocó una mano sobre la espalda de su amiga.

—No quiero hablar de ello —respondió Tefi.

—Lo entiendo, pero al menos explícame. Llevas días algo triste y hoy te vi especialmente deprimida, soy tu amiga y tú siempre me haces hablar... Ahora me toca a mí...

—Estoy enamorada... —aceptó Tefi y Esme rio.

—¿Y eso es motivo de depresión? —preguntó sonriendo.

—Sí cuando no eres correspondida, amiga —respondió Tefi y Esme borró su sonrisa. La primera se sentó entonces y suspirando observó a su amiga.

—Si no te sabe ver no vale la pena, tú me enseñaste eso, Tefi —dijo Esme mirándola con tristeza—. No estés así por quien no lo merece, sé que te duele... pero ya aparecerá alguno que sepa ver lo maravillosa y hermosa que eres.

—Gracias... —susurró la muchacha abrazando a su amiga, Esme correspondió el abrazo—. ¿Has hablado con Adrián en estos días, Esme? —inquirió en el abrazo.

—No mucho, sé que se va a ir de nuevo a la capital... Le dije para hacer una despedida antes de que se fuera, pero no me respondió más, supongo que me evita... y yo no quiero insistir... de todas formas quiero verlo antes de que se vaya, ¿sabes cuándo se va?

—Se va en un par de semanas —respondió Tefi sollozando.

—¿Tefi? ¿Es él? —inquirió Esme al darse cuenta del tono de voz con el que hablaba su amiga.

—He callado esto por años, porque sabía que te gustaba, porque sabía que él gustaba de ti... Pero ya estoy cansada de callarlo, no quiero que te enojes conmigo, Esme... no fue mi intensión que él me gustara... De todas formas, él no siente lo mismo por mí...

—Ey, Tefi —dijo Esme mirándola—. Debiste decirme eso antes, somos amigas, y eso es más importante que cualquier otra cosa...

—Lo hice por eso, Esme... por eso callé. Si tú lo querías yo no iba a interponerme en medio —dijo la muchacha.

—Te quiero, Tefi —dijo Esme mirándola con dulzura—. Eres la mejor del mundo y te mereces al mejor chico del planeta. Espero que Adrián sepa ver lo que vales y si no, pues ya verás que viene uno que sí te sabe ver. Tú me hiciste creer en eso, en que alguien me vería y valoraría, pues me toca hacer lo mismo... ¿Has hablado con él? ¿Le has dicho esto?

—He hablado, sí, lo he estado apoyando todo este tiempo... ya sabes, porque tú y Leo... Pero no le he dicho nada, no me pareció el momento, y tampoco me animo. Sin embargo... la idea de que se vuelva a ir me duele, mucho... pienso que pierdo mi oportunidad, que esta vez sí se irá para siempre. Cuando se fue la primera vez lo dejé pasar, éramos chicos y además tú lo querías... pero ahora, nos habíamos acercado mucho y yo pensé que tendría alguna oportunidad...

—¿Quieres que hable con él?

—No, Esme... No creo que sea lo mejor teniendo en cuenta que se va porque no pudo tener nada contigo —suspiró.

—Lo siento, amiga, pero si crees que puedo hacer algo solo me dices, ¿sí?

—Claro... gracias por estar aquí de todas formas —añadió Tefi abrazándola.

—Siempre estaré aquí —afirmó Esme.

Aquella tarde, luego de quedarse un buen rato con su amiga viendo alguna película o haciendo pasar el rato, pensó que hablar con Adrián sería una buena opción, así que al llegar a la casa le envió un mensaje:

«Ey... Bam Bam... ¿cuándo te vas?».

«Todavía no lo sé... Qué sorpresa que me escribas».

«No te escribo porque no quiero molestarte, habíamos quedado en vernos antes de que te fueras, pero no has dado señales de vida...».

«Porque no quiero molestar a los enamorados».

«No seas así, a mí no me molestas nunca... ¿Crees que podríamos vernos en estos días?».

«¿Tu novio no me va a buscar para pegarme luego?»

«No seas así, somos amigos... él lo sabe».

«Bien... iré a verte mañana, ¿está bien? En la tarde».

«Genial, te espero. Besos».

«Otros para ti».

Entonces, justo cuando dejó de escribir, su madre la llamó para ir a casa de Leo para lo de la pizza. Esme lo había olvidado así que le pidió que la esperara unos minutos para arreglarse.

Un rato después, toda la familia iba en camino al departamento de Bea, donde Leo estaba bastante nervioso ayudando a su madre a preparar las pizzas.

—Tranquilo, son amigos de siempre... —dijo Bea divertida.

—No digas nada, ¿sí? No nos descubras —pidió.

—No lo haré, sabes que no lo haré —rio la mujer.

—Gracias, mamá —añadió Leo en el mismo instante en el que sonaba el timbre. 


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