* 39 *
El ensayo estuvo genial, era la primera vez que Esme cantaba con un grupo de verdad, uno que tenía tantos instrumentos y que parecía una banda real. Se sintió feliz y emocionada por hacerlo.
—¡Eso estuvo genial! —dijo Tefi cuando salían del ensayo, los tres habían decidido ir a comer algo.
—¡Fantástico! ¿Ya te dije que eres la mejor cantante del planeta? —añadió Leo abrazándola y besándola en la mejilla.
—¡Basta! No coman delante del hambriento, ¿quieren? —pidió Tefi divertida y los chicos rieron—. Pero en serio, seguro que ganan, no hay nadie que supere ese vozarrón, amiga —afirmó.
—Exageran —dijo Esme divertida.
Llegaron entonces a un pequeño bar donde se sentaron para comer algo, cada uno hizo su pedido y se pasaron largos minutos conversando sobre las distintas músicas que habían probado y lo que cada uno pensaba de cada una de ellas. La verdad era que debían elegir un solo tema para la presentación, pero aún no llegaban a un acuerdo entre todos los de la banda.
—Esmeralda —El niño de la bicicleta se acercó a la mesa y Leo rodó los ojos—. Quería darte las gracias por conseguirle trabajo a mi abuelita —dijo sin mirar a Leo—. Eres una gran persona.
—No te preocupes, Ramiro, me alegro de haber podido ayudar —añadió con una gran sonrisa.
—Mi abuela me dijo que te diera esto cuando te viera —dijo el niño y sacó algo de su billetera, era un escapulario de la virgen del Carmen—. Dice que te va a cuidar —afirmó.
—Gracias, Rami —sonrió la muchacha tomando el regalo—. Son muy amables.
El niño se fue sin más, Tefi iba a preguntar, pero vio la mirada de Esme y entendió que no era el momento. Leo la soltó de la mano y observó por la ventana, parecía enfadado, pero ella no hizo mucho caso. El mozo les trajo los pedidos mientras el silencio seguía incómodo.
—No me gusta que hables con él —zanjó Leo y Tefi levantó las cejas asombrada.
—No me gusta que me digas lo que tengo que hacer o no, Leo —respondió Esme con tranquilidad—. ¿Te acuerdas cuando criticabas a Tony por ser así? Me enseñaste que eso estaba mal —añadió. Tefi le guiñó un ojo.
—No es lo mismo, no tienes derecho a meterte en mis cosas —añadió.
—Técnicamente los tiene porque es tu novia —agregó Tefi, Leo hizo un sonido que pareció un gruñido.
—Además, a ti esa gente no te importa, ¿no es así, Leo? —preguntó Esme.
Leo apretó entre sus manos una servilleta e intentó dejar en ella su frustración. Esme lo tomó de la mano y sonriendo con ternura lo miró.
—Te aseguro que si hicieras lo correcto te sentirías mucho mejor, Leo —susurró.
—¿Lo correcto? ¿Y eso qué se supone que es? —preguntó.
—Escucharlos, ¿quizás? —inquirió con dulzura.
Tefi observó cómo Esme lograba calmar a Leo, por un instante pensó que el chico se levantaría y luego de tirar todo se marcharía, sin embargo, suspiró al verla a los ojos, negó un poco y luego asintió.
—Sabes que eso no sucederá —respondió, pero ya sin la furia ni los nervios que parecían haberle consumido hacía solo unos segundos.
—Ya veremos, tampoco yo pensaba cantar para ayudar al curso que me hizo la vida imposible... y ya ves, aquí estoy, haciendo lo que creo es lo correcto. Porque sabes, ¿Leo?,.
—Oh... ya te pareces al profe Aldo —rio Tefi, Leo sonrió ante la broma.
—Mejor hablemos de otra cosa —añadió y las chicas sonrieron.
Después de salir de aquel lugar, Esme y Leo fueron hasta el barco, todavía querían estar un tiempo juntos antes de que la chica tuviera que regresar a la casa. Tefi los dejó solos y caminó hacia su casa, por el camino se encontró a Adrián que había salido a hacer ejercicios.
—Ey, guapo —Lo llamó y él al verla sonrió deteniendo su marcha.
—¿Cómo estás? —preguntó.
—Bien... ¿tú?
—Acá pasando el rato. ¿Algo nuevo?
—Nada, acabo de llegar del ensayo para el concurso de Talentos. Esme va a cantar, lo hace genial —comentó Tefi mientras caminaban juntos—. ¿Sabes? Creo que no deberías preocuparte por ella... digo, sé que te duele todo lo que sucedió, pero Leo es un buen chico, ambos se hacen bien —afirmó
—¿Segura? —inquirió Adrián—. ¿Dices que la quiere bien?
—Estoy segura —afirmó ella sonriendo.
—Eso es bueno... Ella se merece ser feliz
—Y tú también —agregó Tefi mirándolo.
Era guapo y le gustaba desde que eran muy niños, el caso es que él y su mejor amiga siempre habían sido una pareja dentro de aquel triángulo. Desde el momento que ella supo que a Esme le interesaba Adrián, dio un paso al costado, estaba segura de que para él Esme era más especial, ya que nunca había tenido con ella una relación tan cercana como con su amiga, a pesar de haberse criado los tres juntos.
—Lo sé... ya pasará —sonrió Adrián—. He estado pensando en regresar a la capital, allí hay más oportunidades, ya sabes... aquí no me queda más nada qué hacer —comentó.
—Ahh... Eso... está bien —susurró la muchacha mordiéndose el labio.
—Pero me quedaré aún por un tiempo, así que no te preocupes, Tefi, no descansarás de mí tan fácilmente —sonrió—. ¿Me acompañarías a una fiesta el fin de semana? Es el cumpleaños de un amigo y me invitó, no conozco a nadie y no quiero ir solo... ¿Vienes?
—Bueno... eso estará bien —añadió la muchacha sin poder negarse a la idea de pasar el mayor tiempo posible a su lado.
Siguieron caminando y conversando hasta que se despidieron justo frente a la casa de Tefi.
***
Cuando Leo llegó a su casa para la cena, Beatriz lo esperaba ya en la mesa. Leo se lavó las manos y se sentó junto a su madre.
—Ma, creo que tengo que contarte algo... —La mujer lo miró levantando las cejas con curiosidad—. Esme y yo estamos de novios —informó.
Beatriz se quedó pensativa por un buen rato, luego sonrió.
—Es una buena chica y se nota que ha logrado mucho contigo, me alegro por ambos. Lo que pienso sobre lo difícil que será el noviazgo con ella, ya lo sabes y espero que lo sepas manejar. No me gustaría que las cosas quedaran mal entre ustedes... Magalí y yo somos buenas amigas y...
—Sus padres no lo saben aún —informó el muchacho interrumpiéndola—. La verdad es que debemos buscar la manera de decirles, ellos no me quieren —comentó encogiéndose de hombros—. Todavía no entiendo cómo es que Magalí es amiga tuya —añadió—. No se parecen en nada.
—Los amigos no son solo esos que se parecen a ti, hay personas que te ayudan, que te pasan la mano en momentos muy fuertes, esos momentos que son clave en la vida de las personas. Magalí fue una de esas personas, lo que ella hizo por mí no lo olvidaré jamás —comentó Beatriz. Leo solo la observó.
—¿Me contarías ese momento? —preguntó el muchacho. Beatriz hizo un silencio y luego lo miró con los ojos cargados de lágrimas.
—Tu papá y yo habíamos sido trasladados a esta ciudad cuando nos casamos recién, Leo. Vivimos acá por un buen tiempo, Magalí y su familia eran nuestros vecinos, se habían casado hacia poco tiempo también. No conocíamos a nadie así que ellos eran los primeros que nos brindaron saludo y amistad. Al poco tiempo me enteré de que estaba embarazada, estábamos muy entusiasmados, pero tuve un embarazo complicado, tuve que reposar. Magalí se ofreció a cuidar de mí, ella no trabajaba y yo tuve que dejar el mío. Ella venía a pasar el día conmigo, cocinaba, limpiaba la casa, lavaba las ropas... hacía todo.
—Oh... supongo que no es tan mala como parece —dijo Leo encogiéndose de hombros. Su madre sonrió.
—No es mala, son personas muy serviciales. El problema no es que sean malos, normalmente la gente no es mala o buena, es simplemente resultado de sus conocimientos, su historia, su familia, su entorno.
—Ajá —respondió Leo entendiendo a la perfección aquello, Esme también era en cierta forma resultado de aquello, y aunque en algunas cosas no era bueno, en otras sí lo era.
—El caso es que perdí a ese bebé, Leo... y tuvieron que hacerme una histerectomía...
—¿Qué? —preguntó sin entender.
—Me sacaron el útero... Fue complicado... Magalí estuvo allí...
—Oh... lo siento mucho —susurró Leo dándose cuenta lo poco que conocía a su madre.
—Un día me llamó diciéndome que tenía que hablar conmigo y con tu padre, nos preguntó si podíamos ir a verlos en ese mismo momento. Era un día lluvioso y frío. Cuando llegamos, una mujer llorosa y toda raída estaba allí, tenía el ojo morado y le sangraba el brazo. Tenía un bebé en brazos, era un recién nacido.
—Yo... —murmuró Leo sintiendo que algo clavaba su pecho, nunca había querido saber sus orígenes.
—Tú —sonrió Beatriz acariciando su mano—. Te amé desde el momento en que te vi, Leo. La mujer necesitaba entregar al niño, era su nietito y necesitaba que alguien lo cuidara, que se lo quedara. La mujer había trabajado en casa de la madre de Magalí y la conocía desde aquella época, sabía que ella y su marido no le dirían que no, no le negarían el techo y el alimento a un niño. Magalí pensó inmediatamente en mí, sabía que yo lo iba a querer, sabía todo lo que había llorado y sufrido por mi bebé...
—Dios... mamá —susurró Leandro sintiendo que su corazón le dolía.
—Te traje a casa esa misma noche, con lágrimas en los ojos y envuelto en una manta rosada que Magalí me había prestado. Ella estaba por tener a Esme en ese momento y tenía algunas cosas preparadas para su bebé, me dio unos cuantos pañales, unas ropitas, una manta, una mamadera y así te tuve, Leo... Esa noche dormiste en medio de nosotros, tu padre fue por leche para bebés y algunas cositas más mientras yo te bañaba y te vestía con lo que Magalí me había dado. Te llené de besos esa noche y todas las siguientes, tu papá y yo lloramos en la cama mientras te veíamos dormir tranquilito. Agradecimos a Dios por tu llegada a nuestras vidas. Te amamos desde entonces, Leo... con el corazón y con el alma.
—¿Por qué esa mujer me quiso regalar mamá? —inquirió Leo con un dejo de dolor en la voz.
—No quise saber mucho sobre su historia, Leo. La verdad es que saber sobre ella me vinculaba a ella, y yo no lo quería, quería que fueras mío. Quizá me equivoqué, quizá fui egoísta. Es Magalí la que sabe todo, pero yo no le pregunté jamás y no volvimos a hablar del tema. Aquella mujer prometió alejarse, prometió no reclamarte y conseguimos que un muy buen amigo de tu padre nos diera un certificado de nacido vivo, así te anotamos como hijo nuestro. Unos meses después decidimos mudarnos, el estar en este pueblo me daba miedo, tenía terror que un día aquella mujer te reclamara o que cuando fueras un niño te abordara contándote la verdad sobre ti.
»Una vez en la capital, tu padre y yo decidimos que no era necesario contarte la verdad, eras nuestro, solo nuestro... te habíamos anotado como si hubieras nacido de mí. Pensamos que sería menos doloroso para ti.
—Lo entiendo —dijo Leo sonriendo y tomó la mano de su madre entre las suyas—. De verdad lo entiendo, mamá.
—Sé que te duele pensar que alguien no te quiso y que te regaló así como así... pero hay algo que debes saber, Leo. Lo único que recuerdo de aquella noche es que aquella mujer dijo que necesitaba salvarte, y que la única manera de hacerlo era haciendo aquello. No sé cuales fueron sus motivos, no sé por qué lo hizo... pero aquella mujer, tu abuela... te salvó, nos salvó a nosotros... La adopción, Leo, es un acto de amor, no solo de quien recibe al niño, sino también de quien lo da.
—No lo entiendo...
—Ser madre es una experiencia única, hijo. Solo puedo imaginar que decidir dar en adopción a un hijo ha de ser una decisión dolorosísima, separarte de ese ser que es parte de ti no debe ser sencillo... yo creo que una mujer que toma esa decisión es porque sabe que solo haciendo aquello ese bebé estará mejor... y pensar en el bienestar de ese bebé por sobre una misma, creo que es un verdadero acto de amor, tan o más grande que el de quienes acogen al niño para amarlo como propio. ¿Me explico, hijo?
—Sí, mamá, pero sigo sin entender por qué una mujer haría algo así.
—Por muchas razones, hijo... pero ¿acaso hubieras preferido ser abortado como tantos otros que no tuvieron oportunidad? Nuestras vidas no hubieran sido las mismas sin ti, tu vida vale demasiado para siquiera pensar en que alguien hubiera decidido robártela cuando ni siquiera tenías forma de defenderte, Leo. ¿No crees que sea cual fuere que haya sido la motivación de aquella mujer para entregarte a nosotros, fue un acto valioso de valentía y amor?
—Tiene sentido, mamá —dijo Leo dejando escapar unas cuantas lágrimas. Beatriz se levantó y lo abrazó.
—Te amo, Leonardo, siempre lo haré, hijo. Y estaré para ti pase lo que pase. Sé que fue doloroso para ti enterarte, sé que quizá tu padre y yo nos equivocamos al ocultártelo... pero lo que quiero que sepas es que nunca, jamás me arrepentiré de haber cargado en mis brazos a ese pequeño tantos años atrás. Fuiste una verdadera bendición, un regalo de Dios para nosotros. Apenas vi tus ojitos me enamoré de ti y te quise como si hubieras crecido en mi interior y mucho más. Daría mi vida por ti.
—Te amo, mamá... perdóname por haber sido un idiota por tanto tiempo —dijo Leonardo abrazando a su madre y llorando en su pecho como si se tratara de un niño pequeño—. Tú eres mi madre, siempre lo has sido.
Esa noche Leo pensó en aquellas clases de religión de la escuela, aquellas que tanto le aburrían. Sin embargo, recordó las palabras de la profesora explicando que Dios ya nos conocía antes de nacer, pensó entonces que quizás ya en el cielo, Dios decidió que él fuera hijo de sus padres, solo que tuvo que buscar otro camino para que llegara a sus brazos pues su madre ya no tenía útero.
Aquella noche, Leonardo elevó su mirada hacia la ventana, observó la noche estrellada y dio gracias a Dios por su vida y la de sus padres, por Magalí y por Soraya, quien aquella noche lo había traído a esa casa a conocer a sus verdaderos padres. Entonces sintiendo un poco menos pesado su corazón, se quedó dormido.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top