* 38 *

Ese día, en el almuerzo, Esme les contó a sus padres que había sido elegida para representar al curso en un concurso de talentos, también les dijo que el profesor Aldo era quien había tenido la idea, sabía que si metía a algún profesor, su madre no diría nada.

—Es para juntar fondos para el viaje de fin de curso —explicó.

—Bien, pero tú no irás a ese viaje. Esos paseos son el descontrol total, solo van a emborracharse y tener sexo entre todos —dijo Magali y miró a su marido que estaba concentrado en su almuerzo.

—¿Qué es sexo? —preguntó Coti y Magali la miró negando.

—Algo de lo que los niños no hablan —zanjó y la niña se encogió de hombros—. Si quieres ir al viaje tendremos que ver si puedo acompañarte, es la única opción —añadió. Coti rio por lo bajo y susurró.

—Mejor no ir.

—¿Qué dices? —preguntó su madre.

—¿Yo? Nada... que me gustaría ir —añadió apurada.

—No es cosa de niños.

Coti rodó los ojos cuando su madre no la vio.

—No voy a ir —dijo Esme—. Pero igual quiero cantar —añadió.

—Hazlo, total es tu último año, luego ya dejarás esas tonterías de ponerte a cantar y pensaremos en tu futuro. Tendrás que ponerte a estudiar alguna cosa y a ver si te consigues otro novio, Esmeralda —concluyó.

—Oye, hija —dijo su padre interrumpiendo—. Le conseguí a esa mujer que me pediste un trabajo —comentó—. Ya está en la fábrica.

—¿Qué mujer? —preguntó Magali.

—Una amiga de Esme —respondió el hombre.

—¿Amiga de Esme? ¿Cómo se llama?

—No es mi amiga, es solo una conocida... Se llama Soraya —informó.

—¿Soraya? ¿Soraya qué? —preguntó Magalí.

—Soraya Báez —respondió su marido—. Antes trabajaba en el supermercado que está más allá —comentó—. Mi jefe está contento con ella y su trabajo.

—¿Soraya Báez? —preguntó la mujer visiblemente alterada—. ¿Por qué tú conoces a esa mujer? —inquirió mirando a su hija.

—Porque es... es madre de un niño que se me acercó en el parque... me pidió algo para comer y yo pues, quise ayudarlo —respondió algo nerviosa.

—¿Ahora eres la Madre Teresa de Calcuta, Esmeralda? —preguntó su madre—. Será mejor que no tengan mucho contacto con esa mujer, no ahora que Beatriz y su hijo están por aquí —zanjó.

—¿Por? —preguntó el hombre.

—¿No la recuerdas? ¡Odio tu mala memoria! —dijo y rodó los ojos, luego miró a su hija—. Después te lo cuento.

El almuerzo continuó tranquilo, Esmeralda trató de fingir que no sabía nada sobre la relación de Soraya con Beatriz y su hijo, que para ese momento era su novio. Se puso a pensar qué diría su madre si se enterara de que Leo y ella estaban saliendo.

Cuando terminaron de almorzar y luego de lavar los cubiertos y arreglar todo. Salió rumbo al barco, allí se encontraría con Leo para más tarde ir al ensayo. De pronto, la idea de cantar con una banda le entusiasmaba bastante.

Al llegar al barco, lo vio trabajando. Fregaba el suelo e iba sin camisa. Su pelo largo estaba suelto y se le pegaba un poco a la frente por el sudor. Esmeralda lo miró sin que él se diera cuenta, su piel brillaba al sol y ella sintió que le gustaba, que todo él le gustaba. Pensó que las cosas que sentía a su lado no eran las que solía sentir, con Tony todo era mecánico y porque tenía que ser, con Leo ella quería que fuera, ella quería besarlo, quería abrazarlo... y en ese preciso momento se encontraba deseando acariciar el torso del chico mientras enredaba sus dedos en sus cabellos. Aquel pensamiento se le coló en la mente y ella se asustó al percatarse de aquello. Leo se incorporó para recogerse el cabello en una coleta y la vio, sus mejillas se incendiaron y él sonrió. Amaba descubrir a su novia viéndolo.

La ayudó a subir al barco y la abrazó. Esme se sintió algo nerviosa —o quizás un poco incómoda— y no supo dónde colocar sus manos.

—¿Qué sucede? —inquirió al notarla tensa.

—Estás... estás... tienes el torso desnudo —respondió la muchacha y Leo rio.

—¿Y te gusta? —preguntó.

—Ajá —susurró.

—No escuché —dijo Leo besándole los labios con delicadeza.

—Que sí...

—¿Qué sí qué?

—Que sí me gusta —respondió Esme muerta de la vergüenza. Leo rio.

—Oye... Me encanta que seas así, tan... tímida, pero también quisiera que no tuvieras vergüenza de mí. Tú me gustas y me gusta saber que yo te gusto. Me gusta que me lo digas.

—Okey —respondió ella algo atontada. Leo la abrazó más fuerte.

—Oye... mi papá ya le consiguió trabajo a Soraya —dijo en medio del abrazo, Leo no respondió, pero ella lo sintió tensarse.

—Bien... —Fue todo lo que dijo. Luego se separaron, Leo se puso la camiseta y se arregló de nuevo su cabello—. ¿Les contaste lo de concurso? ¿Qué dijeron?

—Que sí, pero mamá dijo que yo no iría porque allí solo se emborrachan y tienen sexo —rio sentándose en uno de los bancos—. Luego dijo que, si quería ir, sería con ella —afirmó. Leo se echó a reír.

—Cómo si uno necesitara ir a ese viaje para emborracharse o tener sexo en estos días, tu madre vive en un mundo alternativo —afirmó. Esme solo sonrió encogiéndose de hombros.

—Ya ves... prefiero no ir a ir con ella —comentó—. ¿Te imaginas?

—No quiero ni imaginarlo —sonrió sentándose a su lado.

—Me molesta que me trate así, no confía en mí. ¿Acaso cree que voy a ir a emborracharme? Nunca he tomado una gota de alcohol, debería confiar en su hija... Y lo del sexo, eso sí que me da risa...

—¿Por? —preguntó Leo mirándola.

—Porque nadie me va a mirar para eso —dijo puso los ojos en blanco como si aquello fuese obvio.

—¿Ni yo? —preguntó Leo.

—Tú no vas a ir —afirmó—. Y... no lo sé —respondió algo tímida, se había olvidado de que ahora eran novios.

—¿Crees que no me gustaría acostarme contigo, Esme? —preguntó.

—Acabamos de empezar a salir, Leo... no deberíamos estar hablando de estas cosas —dijo para cortar la conversación.

—¿Por? No significa que lo haremos ya, pero hablarlo no está mal. No te conviertas en tu madre —añadió—. El sexo no debería ser un tabú, deberías poder hablar de ello conmigo, con Tefi... no sé por qué te incomoda tanto...

—Porque... me pone nerviosa pensar en eso.

—¿Por? —inquirió el chico.

—Porque... odio mi cuerpo —afirmó. Leo la abrazó.

—¿Me creerías si te digo que yo lo amo? —susurró besándola cerca de la oreja, Esme se estremeció—. ¿Me creerías si te dijera que yo te deseo? —inquirió y siguió bajando con sus besos por su cuello de forma sugerente, sexual.

—B-basta... —susurró Esme.

—¿Te gusta? —preguntó el muchacho mientras su mano derecha subía desde su cintura hasta su costado superior, justo bajo sus brazos.

Esme jamás había sentido todas esas estrellas tintinear en su cuerpo, bastaba un simple beso, un suspiro cerca de su oreja y un rose de su mano para que sus terminaciones nerviosas enloquecieran y su cuerpo despertara luego de años de letargo. Ella jamás había sentido eso, era fuerte y difícil de manejar, la hacía sentir insegura, con miedo a no poder controlar esos instintos y a la vez poderosa por poder sentirlos.

—Ajá —respondió cerrando los ojos.

Leo la besó con pasión, dejó que su lengua ingresara a la boca de la chica y se encontrara con la de ella. El beso fue subiendo de nivel mientras Leo iba acariciando el cuerpo de Esme en puntos estratégicos sin llegar a tocar las zonas que sabía, la harían retroceder, pues todavía no tenía acceso a su cuerpo. Le gustaba ver lo que provocaba en ella, le gustaba sentirla derritiéndose en sus labios y le agradaba hacerla desear más.

—Sé que es pronto para esto —le dijo entre besos—. No haré nada que no me permitas hacer, te respeto y te valoro, estoy dispuesto a ir a tu ritmo, Esme... pero debes saber que me encantas y que yo sí te deseo, desde hace un tiempo... Desde que te vi cuando fuimos a bucear, me gusta tu cuerpo, me atrae... y no deberías avergonzarte de él. ¿Sientes todo esto? —preguntó y acarició su cuello con un dedo viendo como la piel se le erizaba. Metió la otra mano bajo su blusa y la paseó por su abdomen, Esme se sentía un poco tonta—. No hay diferencias entre otras chicas y tú, tienes la misma capacidad de sentir que cualquiera de ellas... no debes avergonzarte de tu cuerpo porque si le das permiso, te demostrará todo lo que eres capaz de sentir... y porque a mí me encanta —susurró—. Pero sería mejor que te encantara a ti, porque entonces sí que sabrías cómo usarlo y cómo sentirte bien contigo misma —añadió.

—Ehmm.... ¿interrumpo? —Tefi subía al barco y observaba la escena con diversión. Esme dio un brinco y se arregló la blusa.

—Vaya, vaya, Leonardo... solo unos días de novios y ya quieres pervertir a mi amiga —dijo la muchacha, Leonardo rio—. Se me cuidan, ¿eh? Soy muy joven para ser tía —dijo sarcástica.

—¡Tefi! —se quejó Esme.

—Ahhh ya basta, deja de ser tan mojigata y disfruta —dijo y puso los ojos en blanco—. ¿Ya nos vamos? —preguntó.

—Tengo que darme una ducha —dijo Leo—. Estaba limpiando...

—Ah... pensé que era por el calor —bromeó Tefi.

—Espérenme aquí —dijo Leo ignorándola e ingresando a la cabina del yate.

—¿Y? —preguntó Tefi sentándose al lado de Esme.

—¿Y qué?

—¿Estás locamente enamorada? ¿Te he perdido? —preguntó, Esme rio.

—Me hace sentir cosas... que...

—Lo sé... Estoy feliz por ti, Esme. Me alegra que estén felices y se quieran —añadió. Entonces bajó la vista y jugó con sus dedos.

—¿Pero...? —preguntó Esme que la conocía de sobra.

—Adrián no está nada bien —soltó y suspiró—. Y no es tu culpa, tú mereces estar con quien amas y todo eso, pero me duele verlo así... tiene el corazoncito roto...

—¿Te dijo algo? —inquirió Esme sintiendo un poco de culpa.

—No... Sí... pero no hay nada que tú puedas hacer, Esme. Tú dedícate a ser feliz, yo me encargaré de él —sonrió. Esme solo frunció los labios, le dolía lastimar a alguien que quería.

—¿Crees que debo hablar con él? —preguntó.

—No... Deja que se le pase más, tú enfócate en prepararte para cantar, y en Leo... Y, Esme... si hacen algo cuídate, eso es en serio —añadió—. Tu madre se volvería loca si te embarazaras...

—Tefi, acabamos de empezar, no me voy a acostar con él todavía...

—Me gusta cómo suena la palabra todavía —bromeó. Esme se sonrojó y la empujó nerviosa.

—Leo tiene mucha experiencia —comentó—. Tengo miedo de no saber qué hacer, qué decir, cómo ser su novia. Soy muy tonta... —afirmó.

—Estás siendo muy tonta, Esme. Tú solo disfruta y haz lo que sientas —dijo y la abrazó—. Disfruta de ese novio guapísimo y sexy que tienes, Esme. —La chica sonrió—. Y borra de tu mentecita todas esas teorías tontas de tu madre acerca de cómo debe ser una mujer y cómo debe ser un noviazgo, olvida lo que está bien y lo que está mal, sé tú misma, disfruta y sé responsable, nada más. Suéltate cuando estás con él porque él te quiere como eres. Te conozco, sé que mueres de timidez, pero debes ir venciendo eso, no dejes que tus pensamientos acerca de tu cuerpo te limiten para ser feliz... ¿Lo entiendes? No te estoy diciendo que te acuestes con él, solo te digo que te conozcas más, que si quieres besarlo tú, lo hagas... porque tu madre te ha metido en la cabeza que eso solo hacen las «mujeres ligeras» —dijo remedando a Magali—, pero no es así, las mujeres tenemos los mismos derechos a sentir, a tomar la iniciativa, a tener ganas, ¿okey? —inquirió fijándose si su amiga la entendía, ella aceptó—. Vuélvelo loco —le susurró entonces al oído y Esme se largó a reír.

—¿De qué hablan? —preguntó Leo al salir del baño con el cabello mojado mientras se colocaba la camiseta limpia.

—De lo guapo que eres y de todo lo que provocas en mi amiga —dijo Tefi y Esme casi la fulmina—. Me está contando todo —dijo y puso los ojos en blanco, Esme la empujó y Leo solo rió, ya la conocía de sobra... a ambas en realidad.

—Más vale que vayamos o Germán nos llamará al orden, ahora que se cree director de orquesta —dijo y las chicas rieron.

Cuando llegaron a la casa de Germán, él estaba conectando los instrumentos y organizando todo en su garaje para el ensayo, Igor ya había llegado y también Saúl, faltaba solo Natalia.

—Tengo una lista de temas que podríamos probar —dijo acercándose a ellos y mostrándoles la lista.

—Me gustan —dijo Leo—. Y este en especial creo que se oiría lindo en la voz de Esme.

—Concuerdo contigo —dijo Germán y en eso llegó Natalia.

—¿Comenzamos? —preguntó Igor.

—Comenzamos —respondió Germán y todos se colocaron en sus sitios. Tefi solo había ido a pasar el rato y a apoyar a su amiga. 

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