* 34 *

Adrián abrazó a Esme y la dejó llorar por un rato. Entonces, cuando estuvo más calmada la guio hasta una plaza cercana para que se sentaran y conversaran tranquilos.

—¿Quieres contarme qué sucedió? —preguntó el muchacho y Esme solo suspiró. ¿Cómo le decía a un chico que quería salir con ella que había peleado con el chico que le gustaba en realidad? —. Solo si quieres decírmelo —añadió.

—Peleé con Leo —dijo Esme sabiendo que aquello lo pondría nervioso.

—¿Qué es lo que tienes con él, Esme? —preguntó luego de un momento de pausa—. No lo conozco, pero no lo veo como un chico adecuado para ti...

—Es un buen chico, Adrián, de verdad —respondió mirándolo como si quisiera convencerlo—. ¿Sabes? Cuando llegó recién lo único que hizo fue burlarse de mí, todo lo que podía... luego y con el pasar de los días nos fuimos conociendo y aprendí a verlo como es realmente, pero a veces me confunde, es como si dentro de él vivieran dos personas completamente opuestas. Él se preocupa por mí, me ha defendido ante los chicos de la escuela, se ha ofrecido a ayudarme en todo momento, sin embargo... también puede ser muy egoísta, muy duro, muy hiriente... y eso me da miedo, porque me hace sentir insegura, a veces pienso que no sé en realidad quién es.

—Has dicho que ha estado a tu lado, que te ha apoyado y te ha defendido en la escuela, ¿por qué crees que haría eso si es que no le nacía hacerlo? ¿Qué podría ganar de ello? —preguntó Adrián.

—Nada... es decir, no es como si ser mi amigo lo hiciera popular, de hecho, le hubiera sido mucho más sencillo optar por ser uno de ellos. Su amistad en verdad me hizo bien, creo que llegó en un momento de mi vida en el que o me hundía del todo o salía a flote. Estaba con Tony, él solo me utilizaba, en la escuela todo era difícil... y ya de por sí sabes que las cosas en casa no son sencillas. Desde que él llegó a mi vida el negro no pareció tan negro, ¿me explico? —inquirió mirando al chico y él asintió.

—¿Entonces? ¿Por qué discuten? —preguntó Adrián.

—Porque me mintió, me dijo que no tenía novia y me hizo creer que yo... que yo podía gustarle. Pero tiene novia, o al menos la tenía...

—Esme, hay algo que no entiendo... si dices que solo son amigos, ¿en qué te afecta que tenga novia? Es decir, entiendo que te moleste que no te lo haya contado, pero... ¿no crees que exageras? A lo mejor ni era tan importante... qué se yo —dijo encogiéndose de hombros. Esme solo miró el suelo y suspiró.

—Él me gusta, Adrián... y pensé que... parecía que las cosas entre nosotros estaban resultando, nuestra amistad empezaba a ser algo un poco más especial, ¿lo entiendes? —preguntó la muchacha y miró a Adrián con algo de pena y mordiéndose el labio inferior, él asintió—. Pero debió decirme que tenía novia y no ilusionarme así.

—Lo entiendo... —dijo y quedaron en silencio por un buen rato—. Esme... ¿sabes? —preguntó el muchacho mirándola y la chica lo observó—. Tú eres una chica muy especial para mí, hemos sido amigos desde muy chicos y nunca me di cuenta la falta que me hacías hasta que te tuve lejos, de pronto me encontré comparándote con todas las chicas con las que estaba, ninguna te alcanzaba.

Esmeralda sonrió y negó algo incómoda por el rumbo que tomaba la conversación, el muchacho se tomó su tiempo antes de seguir.

—Yo sé que te cuesta aceptar que puedes gustarle a cualquier chico, me lo dijo Tefi, que tienes problemas con tu autoestima y todas esas cosas... Pero tienes que saber que cualquier chico inteligente, que sepa ver todo lo que vales, estaría muy loco si te dejara ir —afirmó sonriendo.

—Eres dulce —dijo Esme sin saber qué más decir.

—Lo que quiero decir, Colo —dijo llamándola como le llamaba de niña en alusión a su cabello pelirrojo—, es que, si este chico es inteligente, sabrá verte y sabrá ver lo que sientes por él. Si no sabe valorar eso es que no vale la pena, Esme. Si hay algo que aprendí es que, si alguien no te valora lo suficiente, es su problema, no tuyo... y no debería influir en cómo te ves o te valoras tú misma... ¿Me explico? Tú eres genial y debes seguir siéndolo...

—Gracias... —dijo la muchacha algo conmovida—. ¿Qué es lo que tú ves en mí? —preguntó.

—Tu corazón tan puro e inocente, tu mirada tan transparente —respondió el muchacho sonriendo y acariciándole la mejilla—. Eres buena y noble... y aunque tú no creas, eres muy hermosa —sonrió algo sonrojado, ella le devolvió la sonrisa.

—Lo siento, Bam Bam... yo...

—Lo sé... sé que te gusta Leonardo y no puedo hacer nada al respecto, eso es otra de las cosas que aprendí, no podemos forzar los sentimientos de nadie. Y solo espero que él de verdad te merezca —añadió con melancolía—. Pero no seas tan dura, Esme... todos cometemos errores y si es cierto que dejó a la novia tendrías que valorarlo... sé que no está bien que lo haya ocultado, pero todos cometemos errores estúpidos que nos cuestan la felicidad, Colo. Yo me fui sin decirte lo que sentía y ahora que regreso es tarde... por ejemplo —añadió.

Esme no respondió, se quedaron allí por un rato hasta que Magalí llamó a Esme para que regresara y esta se despidió.

En su casa las cosas no estaban sencillas, su mamá la esperaba con un montón de tareas de la casa que hacer ya que debía llevar a Coti al médico, pues estaba con algo de fiebre por un resfriado. Su padre aún no había llegado. Cuando terminó estaba exhausta y decidió tomarse un baño. Cuando salió del mismo, aprovechó para pesarse, tenía una balanza en su baño y dejando caer la toalla se subió a ella. Había bajado en total cinco kilos, no era mucho, pero para ella era bastante. Hacía tiempo estaba en tratamiento con un endocrinólogo y una licenciada en nutrición, en un principio la ginecóloga le había recomendado pastillas anticonceptivas para tratar su desajuste hormonal, pero luego de consultar con otra especialista —porque su madre no quería que tomara las pastillas—, llegaron con un médico que les explicó que era mucho mejor tratar el síndrome con un endocrinólogo, ya que el efecto de las pastillas solo funcionaría mientras las tomara y, una vez que las dejara, todo volvería a la normalidad.

Con ese tratamiento le iba muy bien, y a pesar de que la licenciada le había explicado que su metabolismo funcionaría mucho más lento por motivo del S.O.P., también le había alentado a no decaer.

La verdad era que se sentía mucho mejor, algunas ropas que ya no le quedaban habían vuelto a entrarle, además tenía mucho más ánimo y el deporte se le daba mucho mejor. Había dejado de correr con Leo, pero no había dejado de ejercitarse, su padre le había regalado una bicicleta estática y solía usarla todos los días. Aquello también le ayudaba a sentirse bien consigo misma, a sentirse un poco más bonita.

Se bajó de la balanza y se miró al espejo. Por primera vez en mucho tiempo no se vio tan mal, aún le faltaba mucho para llegar a su peso ideal, y mucho más si quería verse como una de sus compañeras de escuela —cosa que no le parecía nada real ni posible—, pero en ese momento y por algún motivo, se sintió bella.

Se puso unas bragas y el sostén, colocó música en su celular y encendió el secador para secarse el cabello. Se lo peinó mientras cantaba y se animaba a bailar un poco frente al espejo, por algún motivo luego de hablar con Adrián el enfado había disminuido bastante. Entonces su teléfono sonó, sin pensarlo lo atendió pensando que era Tefi.

—Esme, ¿en verdad piensas que soy mala persona? —preguntó Leonardo con la voz grave como si hubiera estado llorando.

—No, Leo... perdóname por decirte todo eso —dijo ella con dulzura—. Es que... me da miedo...

—¿Miedo? —inquirió él sorprendido—. ¿De qué?

—Leo... a veces siento que te conozco, pero luego, me mientes o... te comportas así de rudo y yo... me pregunto ¿quién eres en realidad? Es solo eso...

—Creo que no hay nadie que me conozca tanto como tú, Esme... y tú bien sabes que ni yo mismo sé quién soy. Sé que todavía me falta mucho que pulir en mi carácter, sé que tengo muy mal genio y que cuando me enfado hago cosas extremas... pero soy ese que tú conoces, tu bestia... y no te haría daño nunca, Esme, porque tú eres mi Bella. Si te mentí con lo de Vicky es porque en principio no me pareció importante, tú y yo no nos llevábamos bien y no consideraba necesario contarte algo de mi vida privada, ni mi madre lo sabía... Luego, las cosas cambiaron entre nosotros y ya no supe cómo manejarlo. Me equivoqué, lo admito... contigo y con ella... lo sé...

—Debiste decirlo, más aún cuando fuiste a verla... —dijo y sintió el enfado bullir de nuevo dentro de ella—. Me enfada pensar que estuviste con ella esos días —admitió al fin y decirlo en voz alta la hizo sentir mejor.

—¿Estás celosa? —preguntó Leo algo sorprendido y también halagado, ¿era por eso por lo que estaba tan enfadada?

—Pues... supongo —respondió la muchacha.

—Yo también... —admitió Leo—. No me gusta Adrián —añadió, Esme rio.

—¿Entonces? ¿Amigos de nuevo? —inquirió Esme con un poco de timidez tras aquella afirmación.

—Pues, ya no tengo novia y... si quieres podríamos ser algo más... —dijo el muchacho—. Pero no te lo quiero pedir por teléfono, ¿puedes salir un rato?

—¿Dónde estás? —preguntó Esme confundida.

—En el jardín de las rosas —respondió el chico.

—Ok, deja que me vista y bajo...

—¿Vestirte? —preguntó Leo divertido—. ¿Estás desnuda?

—Me estaba bañando —respondió Esme completamente sonrojada.

—Oh... me gustaría mucho ver eso —dijo el chico sabiendo que aquellas conversaciones incomodaban a Esme, cosa que a él le parecía divertido.

—No lo creo —dijo Esme mirándose de nuevo al espejo—. No creo que te guste —afirmó.

—¿No te dije una vez que me dejes decidir eso? —preguntó Leo.

—Ya, basta... voy a bajar, espérame —respondió ella y cortó la conversación. Entonces sonrojada se volvió a mirar, colocó su cabello de lado y le sonrió a su imagen hablándose a sí misma—: Quizá sí le gustas, después de todo. —Entonces salió a vestirse y bajó sintiendo que todas las mariposas empezaban a revolotear en su interior por el simple hecho de verlo.


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