* 30 *

Una semana había pasado y Leo no regresaba, Esme estaba preocupada por él, le parecía raro que se retrasara tanto, sin embargo, él le decía que todo estaba en orden y que simplemente no podía regresar aún. La verdad era que no sabía cómo hacerlo, quería cortar con Vicky antes de regresar, pero la notaba mal, desanimada y demasiado endeble como para hacerlo, ya le había dejado oír un par de veces que quería quitarse la vida y Leo no sabía qué hacer al respecto. Lo habló con Xavi —que parecía ser el más centrado del grupo— y este le pidió que no le hiciera daño a su amiga, que estaba muy susceptible por la pérdida.

Leo la acompañó esos días y aunque intentaba mostrarse un poco más distante, no le gustaba verla sufrir así, después de todo era una persona que había sido muy importante en su vida. Sin embargo, cada día que pasaba solo podía sentir lo lejos que ya estaba de ella, lo diferente que eran ahora. Vicky intentó instarlo a beber, a drogarse de nuevo, a olvidar las penas con sexo, él intentó hacerle recobrar la compostura, decirle que esa no era la manera, que lo único que lograría era hundirse más, le recomendó que buscara ayuda, que no se perdiera de esa manera, que no se dejara vencer, que había una vida afuera de todo eso y que a pesar de todo era muy divertido vivirla.

—Estás muy cambiado, Leo —dijo Vicky con tristeza uno de esos días—. ¿Ya no me amas?

—No es eso —respondió él sintiendo que no era momento de aceptar aquello—. Solo quiero que salgas adelante, tú me ayudaste cuando yo me hundí tras la muerte de papá, yo solo quiero hacer lo mismo.

—Por favor no me dejes, Leo, si lo haces todo mi mundo terminará por acabar... Ya no me quedará nadie por quien respirar —suspiró y sollozó—. Recuerda que vamos a irnos juntos a buscar ese mundo donde seremos felices.

Leo la abrazó al verla quebrarse y sintió lástima, por ella, por él, por lo que habían tenido y había acabado, sin embargo y aunque él ya no sentía nada por ella, entendió que no podría cortar hasta que se sintiera un poco mejor, no se perdonaría jamás que ella hiciera una locura y él debiera cargar con esa culpa.

—No te dejaré —prometió y aquello laceró su corazón.

Cuando regresó, Esme lo esperaba en la estación con una sonrisa inmensa. Cómo siempre, ella había olvidado sus diferencias, había dejado de lado su molestia y su enfado y estaba allí, para él, como todos esos días en los que le dio fuerza y aliento para apoyar a quien ella creía era un amigo.

Al verlo corrió a abrazarlo y Leo sintió calor y dolor, el calor de un abrazo que había extrañado y el dolor que le causaba estarle mintiendo.

—¿Estás bien? Sé que no es fácil lo que tuviste que vivir esta semana, pero por aquí no ha sido lo mismo sin ti. —Se animó a decirle ella.

Sabía que tenían mucho de qué hablar, el beso, por ejemplo, entre otras cosas, pero ante nada necesitaba que él se sintiera bien y que la tristeza que traía impregnada en la mirada se diluyera, Esme pensaba que aquel episodio recién vivido había removido todos sus recuerdos con respecto a la muerte de su padre.

—Más o menos, hay cosas que me gustaría que fueran diferentes —suspiró.

—Tranquilo, ya todo irá colocándose en su sitio de nuevo, ya lo verás —susurró.

—Gracias, por ser, por estar —dijo él abrazándola con fuerza y sumergiéndose en su aroma a rosas.

***

Un mes y medio después de aquello, Adrián decidió insistir con Esme. Durante todo ese tiempo él y Leonardo habían logrado soportarse, no se hablaban más de lo necesario, pero se toleraban por Esme. A Leonardo no le gustaba Adrián, no le gustaba las intenciones que tenía para con Esme, porque era obvio que la quería y pretendía reconquistarla, a Adrián no le gustaba Leonardo, sentía que no era sincero y que ocultaba cosas, además su porte de niño rudo no le agradaba para nada, menos para una chica como Esme, tan dulce y pura a sus ojos. Sin embargo, era obvio que Esmeralda sentía algo por él, incluso Adrián lo notaba y aunque pretendía ignorarlo y no aflojaba en sus intentos de conquista, no podía hacer nada si ella no le daba espacios.

Aquella mañana habría una reunión del curso, ya faltaba cada vez menos para el viaje de egresados y no habían juntado aún el dinero que necesitaban. A Andrés, uno de los compañeros, se le había ocurrido una idea y quería decírsela a sus compañeros. Por insistencia de Tefi, Leo y Esme fueron a la reunión, a pesar de que ninguno de los dos pretendía hacer ese viaje.

—He recibido esto —dijo Andrés mostrando un afiche que pasó de mano en mano—. Es un gran concurso y una buenísima oportunidad para nuestro curso, si lo llegáramos a ganar, tendríamos el viaje completo pagado para todos, ¿no sería fantástico?

—¿Un concurso de talentos? —preguntó Luli desconcertada.

—Claro, podríamos elegir a algunos que representaran al curso. Violeta, por ejemplo, es bailarina, o Azucena, que es patinadora —propuso señalando a las chicas.

—¿Qué tal Esme? No creo que nadie cante mejor que ella —propuso Germán—. Yo podría acompañarla.

—¿Qué? ¡No! —interrumpió Camila—. Ella solo podría ganar uno de esos concursos de quién come más en menos tiempo —añadió y todos se echaron a reír.

—¿Qué les pasa? —La defendió Leo—. ¿Por qué siempre tienen que ofender?

—Ya salió el defensor —dijo Nadia y puso los ojos en blanco.

—Bueno, esto es en serio. Hagamos una votación —propuso Andrés.

—Conmigo no cuenten —zanjó Esme llamando la atención de todos ya que ella nunca había reaccionado—. Ni siquiera pienso ir a ese viaje así que no pienso ayudarles —añadió y se levantó para salir del lugar. Tefi y Leo la siguieron igual de sorprendidos que el resto mientras Luli, Camila y Nadia comenzaron a reír.

—Se le subieron los humos ahora que dos chicos se pelearon por ella, me sigo preguntando qué es lo que le ven —dijo una de ellas, Leo, que en ese momento iba saliendo la oyó, pero solo puso los ojos en blanco y negó con la cabeza.

Alcanzaron a Esme en la esquina del lugar, Tefi comenzó a aplaudirle.

—¡Esa es mi amiga! ¡Al fin los pusiste en su lugar! —exclamó.

—Ya me cansaron, de verdad, no tengo por qué estar escuchando sus tonterías —zanjó.

—Estamos orgullosos de ti —dijo Leo abrazándola.

Esme se sintió bien, por primera vez se había plantado ante quienes durante años la habían ofendido, y no había sido tan difícil como lo imaginaba. Le gustaba la sensación de saber que podía defenderse, que podía de alguna manera hacerse respetar.

Decidieron ir a tomar un helado y luego acompañaron a Esme a su casa. Al llegar encontraron a Adrián esperándola con un ramo de rosas.

—Dios, otra vez. —Se quejó Leo en un susurro que Tefi escuchó.

—Mientras la liebre duerme la tortuga avanza —dijo la chica dándole un codazo a su amigo.

—Hola Bam Bam —saludó Esme abrazando al chico. Este le dio un tierno beso en la mejilla y luego le entregó las rosas—. ¡Qué bonitas! ¡Gracias! —dijo la muchacha.

Adrián le preguntó si podían hablar un rato a solas a lo que Esme aceptó mirando a sus amigos y encogiéndose de hombros. La verdad era que sabía por dónde iba a ir Adrián, pero no podía ser descortés. Hacía días que él estaba enviándole mensajes un poco más directos y aunque a ella seguía gustándole Leo, no podía negar que los detalles de Adrián la hacían sentir muy bien. Además, Leo hacía todo lo contrario, hacía un mes que no hablaban de nada en particular, él no tocaba el tema del beso y se mostraba mucho más distante que antes, lo que para Esme significaba que él había retrocedido.

Tefi y Leo se despidieron de ella y caminaron hasta la casa de la primera, Leo iba pateando piedras y pegando basureros de lata que encontraba por el camino.

—Esas cosas no tienen la culpa de que tú seas incapaz de aceptar lo que sientes, Leonardo —dijo la muchacha con diversión.

—No sé de qué te ríes, Tefi, me molesta que esté sola con ese tipo, no me gusta para nada, no me agrada para Esme.

—¿Y quién te agrada para Esme? ¿Tú? —preguntó Tefi.

—Yo no dije eso —se defendió.

—Ese es el problema. Es obvio que te gusta, y a mí no me quieras engañar. Lo que no entiendo es por qué no se lo dices de una santa vez por todas, Leo. Estás perdiendo la oportunidad de estar con ella, ¿te diste cuenta? Es cierto que a ella le gustas, pero no va a esperarte de por vida, ahora tiene un chico guapo y perfecto como Adrián que intenta recuperarla mientras tú solo pateas piedras. ¿Te das cuenta? —preguntó la muchacha.

—No es tan sencillo, Tefi —suspiró Leo—. No puedo pedirle para avanzar ahora, primero debo poner algunas cosas en orden.

—Háblalo, díselo, sé sincero. Ella te esperará, tú le pediste que te esperara y cuando volviste no hiciste nada. ¿Qué crees que puede pensar ella? Porque ni yo te entiendo, la verdad, y ya no sé cómo defenderte... —comentó Tefi justo cuando llegaban a su casa.

—Bien... mañana hablaré con ella —dijo Leo convencido, Tefi tenía razón y él no deseaba perderla. Iba a contarle toda la verdad y le iba a hablar de sus sentimientos.

Esa noche, Adrián llevó a Esme a comer algo, le preguntó por su semana, por su día, por sus actividades, le contó que había conseguido un trabajo y que estaba muy contento. Una vez que volvían a la casa, la tomó de la mano. Esme dejó que lo hiciera porque la verdad era que a su lado se sentía muy bien, Adrián la hacía sentir bella, importante, querida. Era como si cuando la miraba sus ojos brillaran, era como si él al verla estuviera viendo una joya valiosa, y esa era una sensación que Esme nunca había experimentado y le gustaba. Al llegar a la casa, Adrián se acercó a ella y acarició su mejilla.

—¿Sabes? Me gustas mucho, Esme, y no puedo quitarte de mi mente —dijo el chico muy cerca de sus labios.

—Adrián... —murmuró ella sin saber si quedarse o apartarse.

—Déjame demostrarte que hablo en serio, Esme. Dame una oportunidad —rogó—. Sé que estás un poco confundida, pero si me dieras una oportunidad sé que no te arrepentirías. Yo te quiero bien. —Adrián se acercó un poco más y ante aquellas palabras Esmeralda no tuvo respuestas. Él junto suavemente sus labios con los de ella en un beso tierno, dulce, comedido, que ella no rechazó. Se alejó con lentitud y le regaló una sonrisa—. Eres deliciosa —murmuró aún muy cerca.

Esmeralda sintió que sus mejillas se sonrojaban, la verdad era que ese beso no tenía nada que ver con el que Leo le había dado ya un buen tiempo atrás, pero tampoco había sido malo, solo diferente.

Adrián se despidió de ella y la muchacha ingresó a su hogar. Se acostó en su cama sin saber qué hacer, nunca había estado tan confundida en su vida. Por un lado, tenía a Adrián, un chico bueno, que conocía desde siempre, que parecía quererla bien y la respetaba, le daba sus espacios, la escuchaba, se preocupaba por ella y la cuidaba. Era dulce y muy romántico. El problema era que Adrián no le gustaba tanto como Leo y no le hacía sentir las mariposas que sentía con solo ver a Leonardo.

Y por el otro lado, estaba Leonardo, que no hacía nada. Era cierto que estaba siempre con ella, la protegía en el colegio y la hacía sentir acompañada. Pero era un mar de contradicciones, la besaba de la manera más intensa que había sentido y luego desaparecía, le decía que la quería y que lo esperara y luego cuando estuvo de regreso ni le había tocado el tema. Nunca se acercaba demasiado, no cómo lo hacía antes, parecía siempre mantener la línea de la amistad y cómo ya en la escuela no estaban tan al pendiente de ellos, ya ni siquiera allí se mostraba cariñoso. Entonces, ¿qué era lo que esperaría? ¿Qué era lo que quería Leonardo? Ojalá hubiera sido él quien le dijera esas cosas que había dicho Adrián, ojalá hubiera sido él quien la hubiera besado. Para ella el beso que compartieron había sido todo y Leo parecía haberlo olvidado.

Se cubrió la cabeza con una almohada pretendiendo ahuyentar los pensamientos y conciliar el sueño, pero un sonido de su celular le advirtió que tenía un mensaje e hizo que buscara el aparato, casi segura de que era Tefi pidiendo los detalles, pero no, era Leo.

«Esme... necesitamos hablar... Te busco mañana por la mañana y vamos al barco»

«¿Estás loco? Mañana hay clases». Respondió la muchacha.

«No será la primera vez que faltes por ir conmigo al barco». Respondió el chico adjuntando un guiño de ojo.

«Hace mil años que necesitamos hablar y parece que no tenías apuro, ¿qué ha pasado ahora?».

Preguntó Esme algo molesta, no le agradaba que Leo decidiera así por ella, pero odiaba tener que decirle que no, ella también quería hablar.

«Nada, solo que no puedo seguir siendo un idiota». Afirmó.

«Bueno... en eso tienes razón». Rio Esme.

«¿Nos vemos entonces?». Preguntó

«Nos vemos».

Respondió ella y luego apagó el celular. Ahora sí que estaba en líos. ¿En qué momento su vida se había complicado así? 


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