* 27 *

Esmeralda tomó el teléfono, suspiró y se lo llevó al oído, no estaba segura de querer conversar con Leo en ese momento.

—Hola —saludó.

—Esme... perdón, sé que te sientes mal y molesta, sé que no te gusta que me comporte de esa manera, pero... ¿Podemos hablar? —inquirió.

—¿No lo estamos haciendo? —preguntó Esme.

—En persona, estoy frente a la casa de Tefi. ¿Puedes bajar?

—¿Estás loco? ¡Es tarde, Leo! ¿Por qué no lo dejamos así, mejor? Ha sido un día complicado.

—No me iré hasta que no bajes, si quieres puedo pasar la noche aquí —añadió Leo.

—Ufff... eres imposible —respondió Esme algo molesta.

—Imposible y terco, aquí espero lo que tenga que esperar —zanjó y cortó la llamada.

Esme esperó a que Tefi saliera del baño para comentarle lo que Leo le había dicho y preguntarle si creía que podía bajar sin que nadie la sintiera, no quería darle problemas a su amiga. Tefi le dijo que sí y la llevó por la salida trasera de la casa para evitar el sonido que la puerta delantera solía hacer al abrirse. Esme salió a la calle y buscó hacia ambos lados con la mirada, Leo estaba recostado por un pilar fumando un cigarrillo, ella caminó hacia él y el chico apagó el cigarrillo.

—Odio que fumes —dijo Esme acercándose y abrazándose a sí misma, estaba fresco y había dejado su campera en la habitación de Tefi.

—Yo odio muchas cosas —respondió Leo algo distante.

—Te hace daño, ya te lo dije, un día lo lamentarás —añadió la muchacha.

—¿Quién es el tal Adrián? —preguntó Leo para ir directo al grano. Esme suspiró y él negó con la cabeza—. Sabía que no era cualquier chico...

—Es un amigo de la infancia —explicó Esme—, nos criamos juntos, los tres: Tefi, Bam Bam y yo... es un año mayor que nosotras así que no íbamos juntos a la escuela, pero compartíamos todo. Cuando llegó la adolescencia, Adrián comenzó a salir con algunas chicas, ninguna nos gustaba a Tefi y a mí, así que se alejó un poco, hasta que un día sus padres le dijeron que deberían mudarse de país. Ellos consiguieron un buen trabajo y no le dieron opción, se lo avisaron seis meses antes.

—Ajá... sigue —dijo Leo ante el silencio repentino de la muchacha.

—Esos seis meses fueron muy intensos, cuando se enteró de aquello vino a contárnoslo y a pedirnos perdón por haberse alejado, compartimos mucho en ese tiempo... y cuando se tuvo que ir, él... me besó.

—¿Así como así? —preguntó Leo.

—Él me gustaba, Leo, pero era mi mejor amigo y yo no creí que él me viera de otra forma, sin embargo, ese día me demostró lo contrario. Pero me dejó confundida, porque se fue y no nos contactó nunca más. Pensé que se había arrepentido, que aquello había sido solo un adiós... intenté olvidarlo... Y entonces...

—Regresó —completó Leo y Esme asintió.

—Hoy Tefi me dijo que antes de irse él le dijo que volvería... que me quería... Le pidió que me cuidara y todo eso...

—¿Volvió por ti? —preguntó Leo y Esme se encogió de hombros.

—Yo no lo creo, aún no hemos hablado...

—¿Te sigue gustando, Esme? —Quiso saber Leo mirándola a los ojos.

—Bueno... creo que ya no, pero...

—Sentiste cosas al verlo —afirmó.

—Y... algo así, solo que... —Esme no supo cómo decirle a Leo que también sentía cosas por él, lo vio bajar la vista y apretar el puño, sabía que estaba enfadado, pero con ella intentaba disimularlo.

—Bien... creo que me tengo que ir —dijo Leo y Esme solo asintió, era tarde y hacía frío.

Leo dio un par de pasos mientras Esme lo observaba, sin embargo y sin percatarse él regresó y la abrazó con fuerza. Esme no dijo nada, solo rodeó con sus brazos el cuerpo del muchacho y escondió su cabeza en el pecho. Leo se sentía confundido, aturdido, no quería perder a Esme, no quería que un chico apareciera y se llevara toda su atención, no quería que ella prefiriera a otro por sobre él.

—¿Seguiremos fingiendo que salimos? —inquirió Leo y ella se encogió de hombros.

—Supongo...

—Me dolió que le dijeras que lo estábamos fingiendo, fue como si buscaras excusarte —explicó sin soltar el abrazo.

—Lo sé... perdóname, solo no supe cómo reaccionar —respondió la muchacha—. ¿Crees que podrían ser amigos?

—No estoy seguro de ello...

—¿Por mí, Leo? Ustedes y Tefi son todo lo que me importa en el mundo.

Leo se apartó un poco y pensó en aquellas palabras, el tal Adrián era mucho más importante para Esme de lo que creía y por un momento sintió que si tuviera que elegir no lo elegiría a él, tenía mucho más historia con el otro chico.

—No lo sé, Esme... no te lo puedo asegurar —dijo y vio cómo se ensombrecía el rostro de la chica—. Bien... lo intentaré, pero dile que coopere —añadió.

—Lo haré —dijo Esme con una sonrisa dulce.

Entonces se quedaron sin palabras por un buen rato, Leo se acercó a ella y acarició sus brazos, la piel se le estremeció.

—¿Tienes frío? —preguntó y ella asintió. Leo se sacó su chaqueta y se la colocó en los hombros, Esme sonrió y suspiró para absorber el perfume del chico que, aunque mezclado con el olor al cigarro, aún le parecía mágico.

—Gracias... —susurró.

—Será mejor que entres, nos veremos en la escuela —dijo y ella asintió.

Leo se volteó para ir a su casa, pero una sensación extraña lo hizo dudar, quería abrazarla, quería pedirle que lo eligiera a él, quería rogarle que no lo hiciera de lado. Dio media vuelta para volver a verla y ella le sonrió.

—Esme... —dijo y se acercó tomándola de la mano.

—Dime...

—Yo... Sé que suena tonto, pero siento como si su llegada cambiara lo que tenemos... me gustaba pensar que yo era tu mejor amigo y ahora regresa él y, es mucho más amigo, tanto que incluso te ha besado —dijo al pensar que hasta en eso le llevaba ventaja.

—No seas tonto, Leo —respondió Esme sonriendo—. Tú eres especial para mí, ya deberías saberlo —dijo la muchacha con ternura.

Leo la miró a los ojos y se perdió en ellos por un rato, la idea de perderla lo azotaba fuerte, él era como un barco, siempre a la deriva, a veces en medio de tormentas, a veces navegando en un mar calmo, pero Esme era su orilla, esa a la que siempre querría llegar, esa en la que quería descansar, donde se sentía a salvo, seguro. Una sensación de celos volvió a embargarlo, no la quería compartir y no quería sentir que Adrián le llevaba ventaja, que la conocía desde pequeño, que había sido su mejor amigo, que la había besado... no quería pensar que a Esme le había gustado.

Leo se acercó a ella sin dejar de verla a los ojos, colocó una mano en el cuello de la chica y se acercó, guiándola hacia él un poco más, y otro poco. Entonces, la besó.

Los labios tibios de Leo se juntaron con los fríos de Esme, ella tardó solo unos segundos en entender que el chico de sus sueños la estaba besando de verdad, Leo no la dejaba separarse y ella no intentaba hacerlo, siguió la danza de los labios de Leo de una manera que nunca antes había experimentado, el mundo para Esme dejó de existir en ese instante mientras se perdía en el sabor dulce, mezclado con algo del sabor que el cigarro había dejado en él, y fue como una droga para la muchacha. Por un instante se olvidó de sus complejos, dejó de verse a sí misma cómo alguien incapaz de merecer un beso tan apasionado como ese y se dedicó a experimentarlo. Fue ella quien aventuró a su lengua a buscar a la de Leo, fue ella quien enroscó sus brazos alrededor del cuello del chico mientras introdujo sus dedos en ese cabello largo que tanto le gustaba y los estrujó un poco. Esme y Leo se besaron esa noche como lo hacen los protagonistas de una película romántica, se dejaron llevar por sus cuerpos que parecían bailar al mismo compás, exactamente la misma melodía.

Cuando se separaron, Esme se relamió los labios y a Leo le pareció apetecible aquel color sonrojado que tomaba todo su rostro. Sus ojos brillaban y se veían ansiosos, Leo sonrió.

—Entonces ahora, también me has besado a mí —afirmó.

Esme aún obnubilada, no lo entendió enseguida hasta que se dio cuenta de que aquello lo dijo por lo que acababa de contarle sobre que Adrián la había besado.

—¿Qué quieres decir? —inquirió.

—Que ya no me gana —zanjó Leo algo orgulloso y a la vez muy seguro de que ese beso que acababa de darle a la muchacha no tenía nada que ver con el tímido besito que pudo haberle dado el tal Adrián tantos años atrás.

—¿Es una competencia? ¿De eso se trata, Leo? —preguntó enfadada. ¿Acababa de dar un beso que la había hecho volar y pasearse por las nubes y él solo tenía eso para decir?

—No... pero... —Leo no encontró las palabras.

—Eres un idiota, Leonardo, igual que todos los que se me han cruzado —zanjó Esme enfadada y sin darle más oportunidad de hablar, dio media vuelta para ingresar a la casa.

Tefi, que había visto todo por la ventana de su cuarto, la esperaba dispuesta a oír los detalles, por lo que se llenó de sorpresa cuando su amiga entró tan enfadada a la habitación. Nunca antes había visto a Esmeralda tan enojada, pero la conocía, sabía que lo estaba desde el instante en que arrojó la campera de Leo al suelo y la comenzó a pisotear. Desde arriba ella había visto a dos chicos conversando, abrazándose, compartiendo un beso apasionado... sin embargo algo allí no había terminado bien. Esmeralda no habló enseguida y Tefi la dejó descargarse con la campera de Leo y con un par de peluches que fueron a parar al suelo. Luego la vio sentarse en la cama y observarla mientras esperaba que ella le hiciera la pregunta, así que Tefi se la hizo.

—¿Qué sucedió? —inquirió.


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