* 25 *
Cuando la alarma sonó Leo despertó algo desorientado, entonces recordó que Esme debía regresar a su casa y la despertó. La muchacha se levantó algo soñolienta y él le sonrió.
—Debemos irnos, ahora —dijo Leo y ella asintió. Se levantaron, se calzaron y se alistaron para salir. Leo le prestó a Esme una chaqueta pues afuera hacía frío.
Salieron en silencio de la casa del chico y caminaron de la mano hasta lo de Esme, no hablaban, solo dejaban que el fresco de la mañana inundara sus pulmones y el canto de las aves los acompañara en el camino. A solo una cuadra, Esme decidió que era mejor que la dejara allí, no quería que nadie los viera llegar juntos a esas horas.
—Esperaré aquí hasta que entres —dijo Leo y la muchacha asintió. Lo cierto era que ninguno de los dos quería separarse.
Esme caminó como para marcharse, pero Leo la estiró sin soltarla de la mano. Ella se volteó a verlo y entonces el chico se acercó más. Llevó una mano hasta su mejilla y la acarició con dulzura, ella se ruborizó.
—Leo... otra vez... esto se está poniendo raro —exclamó algo cohibida por el momento.
—Raro y lindo —añadió él.
Esme solo asintió y Leo se acercó aún más, como si la fuera a besar, ella cerró los ojos y él plantó un beso exactamente en la comisura de los labios. Esme sonrió mientras sentía miles de mariposas aletear en su interior.
—Nos vemos en un rato —dijo ella y se despidió.
Leo la vio partir e ingresar a su hogar y deseó que no la descubrieran, que nada amargara esa preciosa experiencia que habían vivido.
Unas horas después se volvieron a encontrar en el colegio, apenas llegaron, vieron a un grupo de chicos reunidos conversando acerca de algo. Esme y Leo observaron aquello desde lejos, sumidos en esa especie de bruma y complicidad que aún los envolvía. Tefi los dejó y caminó hasta el sitio para enterarse qué era lo que estaba sucediendo.
—Una fiesta. —Les informó en el receso—. Esta noche en casa de Alba, dicen que será divertido, ¿vamos?
—Vamos —decidió Leo—. Hace un montón que no voy a una fiesta, mi cuerpo ya lo necesita —bromeó.
—No me gustan las fiestas y no creo que me den permiso —comentó Esme encogiéndose de hombros—. Pero ustedes vayan.
—Yo quiero ir contigo —zanjó Leo y Tefi silbó de manera cómplice.
—Ahhh, así andamos —añadió, Esme la miró como si la fuera a matar.
—Hagamos algo —dijo Leo ignorando aquel momento—. Le dices a tu mamá que irás a dormir con Tefi. —Propuso.
—Mi madre no me deja dormir en la casa de nadie, ni de Tefi —explicó.
—Hmmm, eso complica todo —añadió Leo pensativo—. ¿Y si te escapas de nuevo?
—¿De nuevo? —inquirió Tefi confundida.
—Sí, anoche dormimos juntos —explicó Leo en tono divertido.
Tefi casi queda sin aliento y sus ojos casi se salen de órbita, Esme se puso colorada y negó con vehemencia.
—¿No? —le preguntó Tefi.
—Bueno sí, pero no es lo que piensas. —Se excusó con rapidez, Leo solo levantó las cejas y le guiñó un ojo a Tefi, la chica se largó a reir.
—Ustedes están locos, ¿lo saben? —El timbre de entrada sonó y Tefi se aferró al brazo de Esme—. Ni sueñes que esto se va a quedar así, quiero detalles. ¿Me oíste Esmeralda Sinforocia de la Cruz? ¡D e t a l l e s! —exageró.
***
Por la noche, Esme se encontraba asustada, Tefi había fraguado una forma de escape, le había pedido a una prima que fingiera la voz de su madre y que llamara a la madre de Esme pidiéndole permiso para que su hija acompañara a la suya al cumpleaños de un tío. Tefi se encontraba allí con Esme cuando la prima hizo la llamada y la madre de Esme estaba con ellas. Tefi fingió que no quería ir porque era un tío aburrido y muy mayor en cuyo cumpleaños aparecían todas las señoras de la iglesia y los obligaban a rezar. La madre de Esme escuchó aquello y enseguida le dio permiso a la señora para que su hija acompañara a Tefi.
Sin embargo, a Esme no le gustaba mentir, sentía que en cualquier momento la descubrirían y eso solo le traería problemas. Aun así, la idea de ir a una fiesta con Leo cambiaba la perspectiva que solía tener de las fiestas y lo hacía bastante emocionante. Tefi la ayudó a peinarse, maquillarse un poco y arreglarse, y juntas llegaron a la casa de Alba, donde se realizaba la fiesta.
Leo llegó un poco después cuando todos se hallaban distraídos en conversar o comer, Alba los llamó y presentó a un chico que acababa de llegar.
—Él es mi primo, Adrián —dijo y el chico los saludó, entonces sus ojos se encontraron con los de Esme y Tefi, y estas sonrieron al mismo tiempo. El chico caminó hasta ellas y las saludó con un efusivo abrazo.
—¡Bam Bam! —dijo Tefi emocionada—. ¡No puedo creer que hayas regresado! ¡Qué chico es el mundo! —exclamó.
—Hola, Tefi. ¡Esme! —saludó a la muchacha mirándola con ternura.
—Él es Leo, el novio de Esme —dijo Tefi presentándolos.
—Bueno... no es mi novio real —explicó Esmeralda y Leo levantó las cejas sorprendido. ¿Por qué había hecho esa aclaración?
—¿Cómo estás, Colo? Te extrañé tanto —dijo Adrián envolviéndola en un abrazo.
Leo sintió que algo le quemaba por dentro, ¿quién era ese intruso que acababa de aparecer así como así y que abrazaba a su Esme de esa manera? ¡Además la llamaba: Colo!
—Yo también, Bam Bam —dijo Esme sonriendo, Leo la veía realmente feliz. Cuando al fin se separaron, Adrián saludó a Leo.
—Hola —dijo pasándole la mano.
Leo no respondió, dio media vuelta y los dejó allí.
—¿Y este raro? ¿Quién es? —inquirió Adrián.
—Larga historia —susurró Tefi divertida por la reciente escena.
Se quedaron allí un buen rato poniéndose al día, Esme parecía en una nube y Tefi observó desde lejos a Leo que fumaba nervioso bajo un árbol en el patio. Dejó un rato a sus amigos allí y se dirigió a él.
—Para tener esa pinta de macho alfa eres muy debilucho —zanjó divertida—. Corriste ante la primera amenaza... Pero ¿sabes qué? ¡Me encanta! —añadió.
—No sé de qué demonios hablas y creo que me marcharé, esta fiesta es muy aburrida —dijo y tiró el cigarrillo al suelo y pisándolo con más fuerza de la necesaria.
—¿No crees que estás exagerando? Es solo un amigo de la infancia —comentó.
—No me importa, hagan lo que quieran, yo me voy —dijo volteándose.
Tefi estiró del brazo de Leo antes que pudiera escaparse y haciendo oídos sordos de sus quejidos lo llevó de regreso con los chicos.
—¡Bam Bam! —llamó—. Ven conmigo, ¿sí? Hay tanto que quiero contarte —exclamó soltando a Leo y llevándose a Adrián sin que pudiera decir nada.
Esme quedó de frente a Leo que observaba sus zapatos, nervioso y un poco enfadado.
—¿Pasa algo? ¿Por qué fuiste tan desagradable con él? —inquirió la muchacha.
—¡Bam Bam! —remedó Leo—. ¿Por qué no te vas con él si es que tanto lo has extrañado?
—¿Qué te sucede, Leo? —preguntó Esme sorprendida—. ¡Es un amigo de toda la vida!
—Oh... ya veo, pues entonces anda a recuperar el tiempo perdido con él. ¿Qué haces aquí aún?
—No seas tonto, ¿sí? No me gusta que te comportes así —zanjó la muchacha ofendida por el tono con el que le estaba hablando.
—¿No? A mí no me gusta que te pongas toda loca porque viste a un chico —dijo él. Esme abrió la boca completamente confundida.
—Oh... ¿La parejita del año tiene problemitas? —La voz chillona de Luli mirándolos burlona los devolvió a la realidad. Estaban gritando y no se habían dado cuenta.
—Déjalos —apareció Tefi.
—Ya viene la defensora de los reos pobres —murmuró la chica—. ¿Y, Leo? ¿Te cansó la ballenita?
—¿Quién te crees que eres para hablar así de ella? —inquirió Adrián colándose en la discusión.
—¿Y tú qué te metes? —preguntó Leo—. Ella no necesita de ti para defenderse, ¿lo sabes? Además, me tiene a mí.
—¿Y tú quién demonios eres? Te saludé, me diste la espalda y ¿ahora me vienes a gritar? —exclamó el muchacho parándose frente a Leo, ambos eran de la misma estatura y porte similar, solo que Adrián traía el pelo lacio, castaño claro, corto y los ojos oscuros.
—Soy Leo, el novio de Esme, ¿qué no escuchaste? —preguntó altanero.
—No puedo creer que estos dos bombones se estén peleando por la gorda —zanjó Luli mirándolos a ambos y cruzándose de brazos.
—¡Cállate! —le gritaron ambos.
—¡Pelea! ¡Pelea! ¡Pelea! —Se escuchó entonces entre algunos chicos que se habían acercado a observar la escena.
—No, basta —pidió Esme y Tefi la codeó.
—Tú disfruta de esto, no todos los días dos chicos se pelean por una —susurró.
—No seas tonta, no quiero que peleen —dijo ella algo desesperada.
—No me pienso ensuciar las manos con este tipo —zanjó Leo.
—Además de maleducado, ¿eres cobarde? —preguntó Adrián con sorna y eso le valió un montón de silbidos de aliento.
Leo cerró el puño y le metió un golpe en el centro del rostro, el chico no esperó demasiado para devolvérselo y entre el vitoreo de algunos, el asombro de otros y los sollozos de Esme, se dieron unos cuantos golpes hasta que finalmente, uno de los chicos llamó al hermano mayor de Alba y este vino a separarlos con otros cuantos.
Así ensangrentado y sin decir palabras, Leo miró con enfado a Esme y se volteó para salir de aquel sitio, Adrián fue llevado al interior de la casa por su primo y Esme quedó devastada mientras Tefi intentaba consolarla.
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