11. Amelia al cuadrado
Capítulo 11
Taylor
Uno de los mejores días de mi vida al fin había llegado. Se podría decir que fue toda una sorpresa que no mencionaran la boda, ni Lily ni mi padre, hasta que faltó una semana.
Me decepcionó un poco el hecho de que no confiaran en que tendría una buena reacción, por todo lo demás, era completamente feliz.
Había visto a mi papá tan solo y triste desde la muerte de mi mamá, que cuando conoció a Lily, no dudé ni un segundo que ella sería la mujer que volvería a sacarle una sonrisa.
Y aquí me encontraba, el día de la boda de estos enamorados.
Con la chica de la que me estaba enamorando.
Y a la que ahora estaba yendo a recoger.
Estaba a punto de tocar la puerta de departamento donde vive la chica, cuando una Amelia muy extravagante aparece. Un maquillaje cargado cubría su rostro por completo, los tacones de aguja la hacían ver casi tan alta como yo. Ni siquiera quiero hablar del vestido.
No es que no se viera bonita, estaba muy guapa.
Simplemente no se sentía como la Amelia que creía conocer.
‒ ¡Te ves guapísimo en ese traje! Pasa, por favor. ‒Accedo un poco abrumado, ¿por qué se comportaba de esa manera?
La pelirroja cierra la puerta y se gira muy sonriente en mi dirección, camina contoneándose hasta quedar frente a mí y sentarse en mi regazo.
En automático pongo las manos detrás de mi espalda para no tocarla en lugares inapropiados
¿Qué es lo qué estaba haciendo?
‒Ams, ¿sabes dónde están mis zapatos? ‒Esperen, ¿otra Amelia?
Ams se levanta rápidamente y sonríe como si nada hubiera pasado.
La Amelia que acaba de entrar en el salón, se parece muchísimo más a mi Amelia. Lleva un vestido rosa pastel y un poco de maquillaje, además de la sonrisa tímida que tanto la caracteriza.
Cuando ella repara en mí, parece que se va a desmayar de la impresión. Me levanto y ella retrocede, mirándonos a Ams y a mí alternando lados.
‒Hola, Taylor... ‒Se acerca un poco recelosa a saludarme. Lo único en lo que puedo pensar es que Amelia sigue siendo tan linda como yo creía.
No quería preguntar nada de la otra chica, si no lo había comentado y a juzgar por la cara que puso, no le gusta hablar de ella.
‒ ¿Te parece si nos vamos? ‒Asiente aliviada, toma su bolso y cuando está a unos pasos de mí, una voz nos sobresalta a ambos.
‒Tus zapatos, Ames. ‒Las mejillas de Amelia se ponen coloradas y se pone las zapatillas rápidamente, para acto seguido arrastrarme a la salida.
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