* 6 *

Carolina despertó temprano como cada mañana, tenía planeado ir a correr, el tiempo estaba hermoso y el aire de esas horas siempre le servía para relajarse y meditar. Buscó su conjunto deportivo y entonces recordó que había dejado la parte de arriba secándose en el patio luego de lavarlo el día anterior. Fue hasta allí aún en bata e intentando no hacer demasiado ruido, todos dormían y la casa estaba en silencio. Sin embargo, las ropas que encontró tendidas al lado de la suya le llamaron por demás la atención. Estaba segura que era la ropa con que su hija había salido la noche anterior, y la camisa de Adler. Frunció el ceño extrañada, incluso estaba su ropa interior allí, aquello era extremadamente raro.

Primero porque habrían llegado de madrugada, ¿por qué la urgencia de lavar esas ropas? Además, ¿Frieda había lavado ropa? Eso era más increíble que todo aquello junto, ella podía odiar mucho a las princesas pero había sido criada como una y bien que en ese sentido le gustaba. Solía pelear para que la ayudara con las cosas de la casa, pero lavar ropa, eso era demasiado.

Caminó hasta el cuarto y la encontró profundamente dormida, se acercó y vio que estaba vestida con su pijama, la miró desde varios ángulos tratando de encontrar algo raro en su hija. Ella no era una madre sobreprotectora y sabía que Frieda tenía mucho por vivir aún, sin embargo tampoco vivía en una burbuja, sabía bien las cosas a las que uno podía enfrentarse en la juventud, ella misma había vivido de todo en carne propia y no estaba dispuesta a dejar que su hija se perdiera en vicios y destruyera su vida como lo hizo ella a su edad. Por eso desde que nació se prometió a sí misma ser una madre presente y tratar de estar al tanto de lo que sucedía en la vida de sus hijos.

Se acercó como para besarla en la frente y olió el hedor de su cabello. Entonces lo supo, había tomado... y si lavaron la ropa era para borrar toda evidencia. Aquello no le parecía ilógico y sabía que en algún punto sucedería, aunque consideraba a Frieda aún muy joven y no le parecía fácil cuando se trataba de su propia hija, ya que despertaba el temor de que cayera en los vicios de los cuales ella misma fue presa.

Salió de la habitación y se fue a su rutina de ejercicios, a ver si pensaba en cuál sería la mejor forma de abordarla luego. Dejó que el viento fresco la terminara de despertar y le disipara la angustia, debía confiar en Frieda.

Cuando volvió todos estaban levantados desayunando, todos menos Frieda. Adler traía los ojos hinchados y se veía cansado. Lo observó beberse su café y cuando se encontró con su mirada él bajó la vista, estaba avergonzado.

—Buenos días, Caro. ¡Ya estamos todos listos para partir! —dijo Niko entusiasmado, irían a un día de campo en familia.

—Bien, iré a darme una ducha rápida y a cambiarme —añadió sonriendo.

—Despertaré a Frieda —dijo Rafael pero su mujer lo detuvo.

—Quédate, lo hago yo —sonrió y luego dio una mirada más a Adler, eso fue suficiente para que él supiera que ella los había descubierto.

Carolina ingresó al cuarto y corrió las cortinas dejando entrar mucha luz.

—¡Arriba! ¡Es día de campo en familia! —gritó entusiasmada y luego se acercó a tocarla—. ¡Despierta, Frieda!

—Mmmm —murmuró ella sintiendo que la cabeza se le partía en miles de pequeños fragmentos.

—¡Arriba! Ya todos nos esperan —insistió.

—Mamá, no me siento bien, me duele la cabeza. ¿Qué tal si me quedo a dormir y van ustedes? —dijo abriendo lentamente los ojos, la luz parecía encandilarle.

—Mira, lo que pasa es que esto lo habíamos planeado mucho antes de que tú decidieras emborracharte anoche —mencionó casual y la chica la miró atónita—. Parte de ser adulta y querer hacer cosas de adultos implica asumir las responsabilidades —añadió con dulzura—. Así que tu levántate, báñate y lávate el pelo que lo tienes asqueroso, y te espero abajo en veinte minutos.

Aquello lo dijo con su sonrisa de siempre, esa que la hacía parecer un ángel, pero con su mirada verde fija en los ojos de su hija. Su mirada no condecía con su sonrisa, esta se veía amenazante y altiva. Frieda conocía bien esa mirada, y cuando se ponía así no había nada más que decir. Bufó levantándose quejosa.

—¡Es un hermoso día para disfrutar! —dijo Carolina alegre y salió de la habitación.

—Vaya hermoso día —dijo Frieda ingresando al baño y metiéndose bajo el agua helada a ver si así se sentía un poco mejor.

Bajó casi media hora después y vio como todos se movían de un lado al otro entusiasmados preparando viandas y mochilas para el paseo. El único que aún seguía desayunando era Adler, que le señaló una silla al lado suyo. Ella sin ganas de discutir se sentó allí.

—Buenos días —saludó por educación aunque no lo creyera así y escuchó como todos le respondían el saludo.

—Tómate esto y el café, te ayudará a aguantar el día —dijo Adler pasándole una pastilla por debajo de la mesa. La aceptó porque no veía otra manera de sobrevivir a tanta energía que tenía el resto de su familia. No habló con el chico que se veía entre cansado, molesto y avergonzado al mismo tiempo.

Salieron de allí casi media hora después de que ella bajó y se dispusieron a viajar. Iban a un sitio que quedaba a una hora de viaje y Frieda pensó que podría dormir un rato. Subieron a la camioneta de varias hileras de asientos que tenía Niko y se ubicaron como siempre, Niko y Berta adelante, Rafa y Caro en segunda hilera y los tres chicos en la última, la única diferencia fue que esta vuelta Adler quedó en el medio —en vez de Samu—, pues quería cerciorarse de que Frieda estuviera bien.

Sus padres pusieron música a todo volumen y se pusieron a cantar como si fueran niños, aquello hizo que la cabeza de Frieda doliera más y Adler la miró preocupado cuando la vio atajarse la frente.

—¿Estás bien? —preguntó y ella lo miró con odio.

—Sí, no sabes lo bien que estoy —respondió irónica.

—¿Te duele la cabeza? Déjame hacerte un masaje —pasó su mano por atrás de su cabeza tocándole el cuello. Frieda iba a decirle que se alejara pero su toque se sintió demasiado bien y lograba relajarla, así que cerró los ojos y trató de no pensar. No supo en qué momento se quedó dormida pero cuando despertó estaba recostada por el hombro de Adler.

Al percatarse de eso se movió inmediatamente y él la miró sonriendo. La verdad es que estaba disfrutando del olor a flores de su cabello recién lavado y mientras cerraba los ojos y fingía dormir, se impregnaba de aquel aroma que le parecía tan agradable en aquel momento.

—¿Ya llegamos? —le preguntó.

—Ya casi —respondió él.

No hablaron más hasta que Niko estacionó el auto y todos empezaron a bajar, hallaron un sitio bajo un árbol donde podrían acampar y preparar la comida y empezaron a bajar todo lo que traían. Era una propiedad privada, una especie de quinta de vacaciones de un amigo de Niko. El sitio era grande y con mucho verde, había canchas de tenis y una laguna artificial. Luego del almuerzo y mientras sus padres y sus tíos jugaban un partido de tenis, Frieda se dirigió a la laguna, se descalzó y metió allí los pies. Se sentía adormilada, cansada... y no recordaba con claridad los eventos de la noche anterior, salvo algunos flashes. Lo vio allí con esa chica y fue con Burke que le dio algo de tomar y luego ella siguió tomando. Había algo de algún juego y luego aquel dolor en el estómago. Adler llevándola a casa y diciéndola que entre a ducharse.

—Perdona. —Adler se acercó sin que se percatara de su presencia allí. La verdad es que estaba absorta intentando recordar.

—¿Qué es exactamente lo que sucedió anoche? —preguntó ella.

—Tú tomaste mucho, no sé... Yo te dejé con Burke un rato y cuando volví estabas borracha.

—¿Un rato? —preguntó ella mirándolo con ironía.

—Sí... no fueron más de diez minutos —mintió él esperando que ella no recordarse, no terminaría con eso jamás, la conocía demasiado bien.

—¡Vaya! ¡Eres rápido! —bromeó riendo por primera vez en el día, Adler frunció el ceño sin entender entonces ella lo miró—. ¿Diez minutos? ¡Entonces seguro que la dejaste con ganas! —El chico abrió los ojos al percatarse de lo que ella le estaba diciendo—. ¡Deberías durar más, amigo! —dijo y él sintió que la rabia se apoderaba de él. Estaba intentando ser amable y ella estaba estropeándolo todo desde la noche anterior.

—Mira, mejor cállate y agradéceme que te salvé —exclamó furioso.

—¿De qué me salvaste? Me dijiste que te quedarías conmigo y te fuiste —le recriminó.

—Lo sé, ¿y por eso no pudiste comportarte? Estabas abrazada a Burke y a punto de unirte a ese estúpido juego —dijo molesto—. ¡Te salvé de eso!

—¿Qué juego? —preguntó intentando recordar, sabía que habían hablado de un juego o algo pero no recordaba nada más.

—El muelle, ¿sabes lo que es? ¡Ya estabas en la pista para jugar! —exclamó y ella se encogió de hombros—. ¿No lo sabes? ¿En serio?

—No —dijo ella sintiéndose una niñita tonta por desconocer algo que aparentemente todos sabían.

—Mira, los chicos se acuestan en el suelo, uno al lado del otro... y las chicas... pues... los van montando... Ya sabes, cambian de uno a otro y el primero que... bueno, que «no aguanta», pues pierde —exclamó avergonzado.

Frieda no lo entendió hasta que recordó que los chicos ahí en el suelo se iban bajando los pantalones justo cuando él llegó. Sus ojos se abrieron como platos, ¿en serio hacían esas cosas? No lo podía creer. Adler contempló toda la gama de expresiones que atravesó por su rostro y sintió algo similar a la ternura, Frieda a pesar de todo, era en muchas cosas todavía una niña.

—Oh... Bueno... supongo que... gracias —dijo y él sonrió. Entonces ella sacudió la cabeza y negó—. Aunque no me hubiera pasado eso si no me hubieras dejado en un principio —añadió.

—Ya, basta... perdón por ello —suspiró cansado. Entonces Frieda hizo silencio.

—¿Quién era esa chica? —preguntó.

—Ava... una... chica con la que salí un tiempo... —explicó.

—Ahh... —Frieda sintió algo muy extraño en su pecho en ese momento, se quedó en silencio moviendo sus pies en el agua y perdiéndose en las ondas que el movimiento creaba. Se sentía enojada, muy enojada y por más que Adler intentaba que volvieran al estado de tregua ella no creía lograrlo. Quería desquitarse con él por dejarla sola, por hacerla cometer esa locura de emborracharse que hasta ese momento le cobraba facturas, por haber casi participado de un juego que le parecía simplemente impensable... pero lo que más la enojaba era saberlo con esa chica... Ese pensamiento le molestó demasiado, sin poder controlar su ira se levantó eufórica. Ahora estaba molesta consigo misma por sentirse así y no poder borrar esa imagen de su mente. ¿Qué demonios le importaba a ella con quién se acostaba Adler? Sí, le importaba y no solo eso, le estaba molestando... y mucho... y estaba enojada consigo misma por sentirse así. Entonces hizo lo primero que se le vino en mente.

Todo sucedió muy rápido, ella se puso en pie y Adler que estaba sentado al lado la iba a imitar en el preciso momento en que ella lo empujó al lago.

—Quédate ahí, sapito —dijo guiñándole un ojo cuando un Adler sorprendido sacaba la cabeza del agua y la miraba confundido.

—¡Esto es la guerra de nuevo, Princesa Fri! —exclamó el chico enfadado y molesto. La muy tonta le había mojado la única ropa que traía, además el celular que lo tenía en el bolsillo probablemente se había estropeado. Esto no se lo iba perdonar tan fácilmente.

Frieda echó a correr y Adler salió del agua sacudiéndose y observando que en efecto el aparato estaba muerto. Suspiró. Frieda era imposible, caprichosa e inmadura... Y en ese momento sintió que la odiaba.

Regalo por llegar tan rápido a los 20K, me hace feliz que estén disfrutando esta historia. Los espero en la nueva que subí ayer llamada "Desde abajo" :)

Besos

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