* 52 *

El semestre pasó rápido, Adler y Frieda hablaban a diario y compartían cada momento de sus vidas, a pesar de las distancias se sentían cerca. El duelo fue un proceso largo y doloroso, en especial para Berta, Adler intentaba ser fuerte para ella, pero a veces la situación lo superaba, los recuerdos inundaban sus pensamientos y la tristeza lo ahogaba. Frieda estaba ahí para él, tanto que incluso por sus simples palabras escritas a través de una pantalla, ella podía adivinar su estado de ánimo.

El día del cumpleaños de Berta, Adler le llevó a la casa que con su padre había preparado para ella, el momento al principio fue muy triste, pero luego el chico le explicó a su madre que Nikolaus había trabajado arduo en aquel sitio y que no le gustaría verla llorar, ella sonrió con tristeza y Adler empezó a contarle la historia de cada cosa que allí había. Berta sintió que él la amaba más allá de la vida y que la conexión que tenían era tan fuerte que ni la muerte podría con ellos. Aquella noche, Adler lloró en el teléfono mientras Frieda lo escuchaba contarle lo que había sucedido y le había prometido que la amaría por el resto de su vida e incluso más allá de ella.

Cuando el semestre llegó a su fin, Frieda fue a visitar a Adler. Lo habían decidido así para no dejar sola a Berta. Los chicos disfrutaron al máximo de cada uno de los días que estuvieron juntos durante esas semanas. Ya solo quedaba la mitad del año y luego, Adler iría junto a ella.

Una tarde de sábado que habían salido a pasear, Adler y Frieda vieron a una pareja de recién casados saliendo del registro civil rodeados de algunos amigos.

—¡Casémonos! ¡Ahora! —dijo Adler señalando el sitio.

—¿Estás loco? —preguntó la chica sorprendida.

—¡Vamos, Fri! ¿Qué hay de malo? ¡Lo haremos finalmente! —añadió.

—Escucha, sé que quieres casarte tanto como yo, pero no puedo hacerle eso a mis padres. Tú sabes cómo mi madre ama las fiestas y los eventos, ya hemos hecho demasiado cosas dejándolos fuera y... no quiero desilusionarlos más...

—Tienes razón... es que... ya quiero que seas mi esposa —susurró abrazándola y besándola.

—Solo falta el papel, por lo demás, sabes que me tienes —añadió la chica pegándose a su cuerpo. Él la rodeó con sus brazos.

—Y tú a mí, princesa...

Cuando Frieda volvió, solo quedaba un mes para su cumpleaños. A ambos le hubiera gustado pasarla juntos pero las obligaciones no les permitiría hacerlo. De todas formas Adler prometió estar lo más cerca que podía de ella ese día.

Lo que el chico no esperaba fue la llamada de Carolina un par de semanas antes de la fecha.

—Adler, ¿cómo estás? —preguntó la mujer.

—Bien, tía, ¿tú? ¿Sucede algo? —inquirió.

—También puedo llamarte por cosas buenas, ¿sabes? —rio Carolina.

—En ese caso, te escucho —respondió Adler.

—Estoy preparando una fiesta sorpresa para Frieda y quería saber si me puedes enviar un video donde le digas algo bonito —dijo entusiasmada.

—Tía, ¿sí sabes que ella odia las fiestas y más aún las sorpresas? —rio Adler.

—Lo sé, pero tengo la esperanza que eso haya cambiado un poco —respondió divertida—. Anda un poco triste porque no estás cerca, así que quiero alegrarle el día. No será mucha gente, la familia, amigos... Marcia invitará a algunos chicos de la universidad, compañeros de ella —explicó.

—Bien, tía... cuenta conmigo —afirmó Adler.

—Gracias. Pero no le digas nada, ¿sí? —pidió Carolina—. No me agües la sorpresa.

—Claro que no, tía —sonrió Adler.

Esa noche Adler pensó qué podría decirle en el video, quería que fuera algo especial y emocionante, algo que la hiciera sentir la mujer más feliz del mundo. Entonces una idea empezó a forjarse en su mente... y esa noche no durmió mientras la idea iba creciendo y llenándolo de adrenalina. Necesitaba la ayuda de sus tíos, de Marcia y de todos para concretar aquello.

Al día siguiente durante el desayuno se lo contó a su madre, ella estuvo contenta y se ofreció a ayudarlo en todo lo que podía, eso la distraería y le permitiría olvidar un poco su dolor. Esa mañana los minutos se le hicieron eternos esperando que por el cambio de hora su tía despertara, y cuando al fin supuso que ya casi serían las ocho de la mañana al otro lado del mundo. Marcó el número de Carolina.

—Tía... soy Adler —saludó.

—Lo sé porque tengo identificador de llamadas —bromeó Carolina.

—Tengo una gran idea para lo de la fiesta de Fri y necesito que me ayudes —dijo nervioso, tenía miedo que ella no estuviera de acuerdo, o que Rafael no lo estuviera.

—Te escucho —dijo Carolina emocionada, adoraba esas cosas.

Carolina escuchó a Adler mientras su corazón se aceleraba de la emoción, su idea era grandiosa, y aunque un poco excéntrica, definitivamente sería hermoso y especial, al menos si salía como el chico lo había previsto. Cuando terminó de decirle todo, Carolina hizo silencio y observó a su marido que estaba sentado en la cama mirándola expectante.

—¿Y? Dime algo, tía —pidió Adler ansioso.

—Por mí genial, pero tengo que planteárselo a Rafa, Adler —respondió.

—Bien, tía... ¿Cuándo crees que puedas hacerlo? —inquirió apretándose los dedos y haciendo sonar los nudillos, nunca antes se había sentido tan ansioso.

—Lo haré ahora mismo y si no se vuelve loco, te llamo en un rato para dar el veredicto —rio y Rafa frunció el ceño, no sabía qué estaban tramando pero ya le daba miedo.

Carolina le explicó a Rafa todo sobre la idea que había planeado Adler y este permaneció en silencio un buen rato, pensándolo, meditándolo, sopesando las probabilidades. No tenía palabras para expresar el conjunto de sensaciones que estaba experimentando en ese momento, alegría, euforia, temor, incertidumbre, tristeza.

—¿Crees que es lo correcto? —preguntó Rafael y Carolina se recostó en su pecho, él la abrazó.

—Creo que es algo inevitable, Rafa. Y es su vida, ya son grandes —respondió la mujer.

—Hacen bonita pareja —dijo Rafa pensando en las veces que Niko le había apostado a que terminaban juntos—. Solo... son tan jóvenes...

—Si no nos hubiéramos separado por tantos años, si la vida hubiera sido distinta para nosotros... habríamos hecho lo mismo, Rafa. ¿No lo crees? —preguntó la mujer.

—Es cierto, pero... justamente el camino que anduvimos nos hizo madurar para llegar ahora a donde estábamos, ¿lo habríamos logrado si lo hacíamos a su edad? —inquirió Rafael.

—Pues... no lo sabremos nunca, pero a Taís le ha funcionado. Pienso que todos somos distintos y tenemos distintos tiempos, distintos caminos... Algunos tardan más en llegar y otros van más rápido. Además, Rafa, en estas cosas no hay reglas matemáticas, tú sabes, es una lucha diaria, un día tras día... no sabemos si lo lograrán o no, pero no somos quienes para juzgarlos, ¿no lo crees? —comentó besando el torso de su marido.

—Es mi niña —susurró Rafael sintiendo la melancolía invadir su alma.

—Y lo será siempre, amor —dijo Carolina abrazándolo y besándolo con ternura, lo amaba con locura.

—Hace poco cerraba los ojos y creía que era invisible, hace poco todavía jugaba conmigo a que éramos superhéroes —susurró.

—Siempre serás su superhéroe, Rafa, y ella siempre será tu super niña. Es una mujer ahora, y una muy genial... a pesar de todo lo hemos hecho bien —dijo ella y el hombre asintió.

—Llama a Adler y dile que lo haremos —afirmó y la mujer emocionada no tardó en hacerlo. Adler atendió apenas entró la llamada.

—¡Estamos dentro, Adler! —dijo Carolina casi gritando.

—¡Gracias, tía! Dile al tío que soy el hombre más feliz del mundo —añadió.

—Así lo haré, hijo —murmuró emocionada antes de cortar.

—¿Está feliz? —inquirió Rafael sonriendo.

—Me lo imagino saltando por toda la casa —rio la mujer—. Ahora déjame demostrarte lo feliz que estoy yo —susurró antes de besar con pasión a su marido.

Bueno... este capítulo es corto y es el penúltimo... el último es largo así que lo compensaré.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top