* 48 *

Los días que vinieron no fueron nada sencillos, Carolina y Rafael estuvieron allí para ayudar a Berta a empacar las cosas de Niko, la ausencia se sentía fuerte en toda la casa y continuar no parecía tarea sencilla para nadie. Carolina le pidió a Berta que regresara con ellos por unos meses, no quería dejarla sola allí, sentía que se terminaría de hundir si ellos volvían, pero pronto deberían hacerlo.

Adler y Frieda pasaban mucho tiempo juntos, pero luego de aquella noche no habían vuelto a hablar de ellos. Aquella tarde, Carolina se disponía a revisar los estantes donde Niko guardaba algunas pertenencias mientras Berta y Adler tomaban un café en la cocina. Frieda bajó de la habitación para ayudar a su madre pero se quedó tras la pared al oír su nombre.

—¿Has hablado con Frieda, hijo? ¿Le has pedido disculpas? —preguntó Berta.

—Sí, mamá... ya lo hemos hablado, nos hemos perdonado. Es increíble, estoy con ella y nada de eso importa, no importa ni las cosas malas que pasaron ni el tiempo que estuvimos separados, es como si... nada hubiera sucedido, somos los mismos, en versión mejorada. Hemos crecido, aprendido... madurado... y estar a su lado me hace sentir bien, no sé qué hubiera sido de mí sin ella aquí —añadió, Frieda sonrió, sentía lo mismo.

—¿La amas, Adler? —preguntó su madre—. Tus ojos se iluminan cuando la miras, nunca te había visto de esa forma.

—La amo, má... la he amado siempre, lo sabes —añadió—. Si la amaba cuando era insoportable, ¿qué sería ahora?

—Díselo, hijo... no la dejes regresar sin decírselo —aconsejó Berta.

—No lo sé, creo que ella ya ha superado lo nuestro y no quiero perder su amistad... —suspiró Adler.

—¿Por qué lo crees? —inquirió la mujer.

—Porque se mantiene alejada, cercana pero alejada... no quiere avanzar y... tengo miedo —admitió y aquello hizo que a Frieda se le estrujara el corazón, adoraba al niño dentro de Adler.

—No tengas miedo, dijo tu padre, Ad... y ella tiene derecho a saber lo que sientes, ya perdieron mucho por haber callado tantas cosas. Una de las cosas de las cuales no me arrepiento es de haberle dicho a Niko cuanto lo amaba, siempre, no había día que no se lo dijera... No dejes pasar los momentos, Adler... un día no vuelven más —sollozó. Frieda quiso ingresar y decirle a Adler que ella también lo amaba, pero escuchó que el chico se levantó para consolar a su madre.

—Él lo sabe, lo supo siempre, y también te ama, mamá... no llores —susurró.

Frieda los dejó solos y buscó a su madre. Esta estaba por colocar un disco en un viejo reproductor de DVD.

—¿Qué es? —preguntó la chica.

—Un video casero que había grabado Niko con su celular el día de mi boda —sonrió—. Yo tengo una copia en casa y él guardó una, hace años no la veo.

Ambas se sentaron a verlo. Un Nikolaus muy joven iniciaba el video hablándole a Carolina sobre lo feliz que era por poder verla unir su vida a su eterno amor, le decía que el amor de verdad siempre triunfaba y que estaba orgulloso de ella y de todo lo que había logrado en su vida. Luego era interrumpido por Berta que le decía que estaban buscando a Frieda por todas partes, que la niña no aparecía y que la boda debía empezar. Adler aparecía en escena diciendo que sabía dónde estaba la niña y que iría a buscarla él y salía corriendo.

Niko volvía a atender a la cámara y empezaba a caminar diciendo que dejaría registrado en el video dónde estaba Frieda cuando todos la buscaban para la boda. Entonces siguió a Adler susurrando que lo iba a seguir a ver si daba con la niña.

Lo siguiente que se veía era a Frieda colgada de cabeza en aquel parque de hierro que tenían en la casa de campo, su vestido todo caído hacia abajo le cubría toda la cara y solo sobresalía su cabello, cuyas puntas casi tocaban la arena. Niko se escondió detrás de unos arbustos para grabar a los chicos.

—Si te caes de ahí te romperás la cabeza y te sangrará —dijo Adler casi gritando.

—¡Qué te importa! ¿Por qué no te vas a jugar con los bebés? —le preguntó Frieda bufando.

—¿Sabes que se te ven las bragas? —inquirió el pequeño riendo. Frieda suspiró cansada.

—¿Y? No tiene nada de raro, ¿o sí? —exclamó.

—No lo tendría si usaras bragas de niña, pero te pones calzones de niño y eso es raro. ¿Tienes puesto uno de batman ahora? —preguntó riendo, Nikolaus soltó una pequeña risa en ese momento.

—Me puse estos porque tú me robaste mis bragas de mariposas —bromeó y el niño dejó de reírse.

—Ya mejor baja, mi mamá quiere saber dónde estás... La boda está por empezar —la llamó.

—Ya voy —dijo colgándose por las manos de otro de los barrotes y volviendo a la normalidad con agilidad. Tenía el vestido y las flores de la cabeza hechas un lío.

—Vamos, tenemos que casarnos —dijo Adler tomándole la mano, ella se zafó.

—¿Cuántas veces te tengo que decir que no nos vamos a casar? Vamos a llevar los anillos de mis padres, ellos se casan, no nosotros —explicó con poca paciencia.

—Mira, Fri... deja de ponerte en ese plan, ya te dije que tú y yo nos vamos a casar... Mira, traes el vestido largo y blanco y yo el traje... ¿Qué no lo entiendes? —dijo el pequeño negando y poniendo los brazos en jarra—. Estás tan bella como una princesa —sonrió— ¡Eres mí princesa!

—Mira, niño —dijo acercándose mucho a Adler, el chico abrió grandes los ojos—. En primer lugar, no me llames Fri, ya te lo dije, soy Frieda, no Fri, ni Eda, ¿lo entiendes? En segundo lugar... ¡No soy una princesa! ¡Soy una super niña! ¿Lo comprendes? No es lo mismo, ¡las princesas no tienen superpoderes! —añadió—. Y por último, Adler, ¡nunca, pero nunca me casaré y menos contigo!

—¡Tú no entiendes nada! —gritó Adler y salió corriendo—. ¡Iré a contarle a mamá que no te quieres casar conmigo!

Niko siguió con la cámara a su hijo que iba corriendo enfadado y habló por el camino.

—Mira, Caro, mi pequeño está enamorado de tu hija y ella siendo tan pequeña ya le ha roto el corazón —bromeaba—. Quizás quien sabe y un día estos chicos nos hagan abuelos, y por fin seremos familia de sangre —añadió. Carolina miró a su hija y la tomó de la mano con lágrimas en los ojos.

En el video, Nikolaus encontraba a Adler unos minutos después, el chico tenía algo en la mano.

—¿Qué es eso? —le preguntó aun grabándolo.

—Deja de grabarme —se quejó el pequeño, Frieda sonrió al ver la imagen de un Adler que recordaba tan bien.

—¿Estás enfadado? ¿Es por Frieda? —inquirió su padre.

—Le preparé este anillo —dijo mostrándole lo que traía en la mano, era el cintillo plástico de una botella de refresco—. Uní las puntas y escribí nuestras iniciales, es como el que su padre le regalará hoy a su madre... quería que se casara conmigo pero ella no quiere... ella no me quiere —susurró y la boca se le curvó en un puchero.

—Sí te quiere, Adler... solo todavía no se da cuenta de que lo hace —susurró Niko acercándose a su hijo.

—Ella me odia —afirmó el chiquillo.

—Mira, muestra el anillo en cámara y dile lo que quieras decirle, un día ella verá este video y entenderá lo que significa para ti —dijo el hombre con ternura.

—Fri... hice este anillo para pedirte que nos casemos hoy, así aprovechábamos la bonita decoración y ese vestido tan lindo que te has puesto. Sé que odias los vestidos pero ese te queda hermoso. Y... pareces una princesa, una de las lindas... y yo... parezco un príncipe con esta ropa —dijo mirando su vestimenta—. Si nos casamos podremos vivir juntos, quizás un tiempo en mi casa y otro en la tuya, así nuestros papás no nos extrañan tanto... pero entonces te quedarías y nos veríamos más a menudo, no solo en el verano. Yo... puedo prestarte mis super héroes si quieres y te regalo el spiderman de luces que nos compró papá y así tienes dos, si me dices que sí. Ya está —dijo mirando a su padre tras la cámara.

—Bien... Frieda, si ves esto —dijo Nikolaus mirando ahora a la cámara—. Deja de romper el corazón de mi niño —sonrió.

—¡Niko! ¡Es hora! —Una voz llamó desde algún lado.

—Bien, Caro... creo que ha llegado tu momento de ser feliz para siempre... así que, ¡allá vamos! —decía Nikolaus y apagaba la cámara para luego volver a encenderla cuando comenzaba la ceremonia.

Cuando el video acabó, Carolina observó a Frieda sacando algo de su bolsillo y sonrió al entender lo que era.

—¿Lo tienes? ¿Él te lo dio? —inquirió.

—Me lo dio ese día, cuando ya había terminado todo. Me dijo que quería casarse conmigo y que prometía amarme toda la vida como ustedes lo habían prometido en la ceremonia. Me burlé de él y tiré el anillo al suelo, Adler me empujó y me dijo que era una niña mala y que había decidido odiarme el resto de mi vida, me arrepentí cuando me di cuenta que una lágrima estaba por salir de sus ojos, se secó rápido porque pensó que iba a burlarme de él. No me gustó lastimarlo, me sentí realmente mala, pero yo no quería casarme... Cuando se fue corriendo, recogí el anillo y lo guardé... pensaba pedirle perdón esa tarde, pero entonces él rompió mi spiderman, ese que tenía luces... y lo odié por ello —añadió Frieda mirando a su madre—, y desde allí todo fue ofendernos y maltratarnos.

—¿Y ahora? —preguntó Carolina sonriendo, Frieda estaba visiblemente emocionada y para su madre, perdidamente enamorada.

—Y ahora casi cometemos el mismo error en versión adultos —dijo la muchacha.

—Pero aún están a tiempo de resarcirlo, ¿no? —inquirió su madre guiñándole un ojo.

—Creo que sí —dijo Frieda y salió corriendo para buscar a Adler.

Lo buscó en la cocina pero ya no estaba allí, lo buscó en su habitación pero no lo encontró. Caminó hasta el jardín y tampoco estaba. Salió a buscarlo por los alrededores y de pronto supo donde lo encontraría, corrió las cinco cuadras hasta la plaza donde años atrás habían empezado a conocerse más cuando ella había viajado por el verano. Lo vio sentado en el mismo banco de siempre y se acercó, se sentó a su lado y quedaron allí en silencio por un rato.

—Te estaba buscando —dijo la chica y él la observó—. Tengo algo importante que decirte, Ad y ya no quiero seguir ocultándote cosas...

—Te escucho —añadió el chico.

—Ad... yo... voy a casarme —afirmó y el chico sintió que el corazón se le caía hasta el suelo, todas sus esperanzas habían sido aniquiladas por esas palabras.

Bueno, se viene lo bueno :) 

¡Los quiero!

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