* 47 *
A la noche Niko los reunió a todos en la habitación. El médico en un inicio se rehusó, pero ante su insistencia, lo permitió, aunque no quería que se sobresaltara demasiado.
—Familia, qué bonito estar todos reunidos de nuevo, ¿no? Aunque no fuera en las mejores circunstancias —dijo sonriendo—. Hacía mucho que no estábamos así—. Adler y Frieda bajaron la vista en simultáneo sintiéndose culpables por ello—. No, chicos, no es culpa de ustedes... es culpa nuestra, de los adultos, que no supimos separar las cosas —afirmó.
—Tío... lo siento mucho, de verdad... asumo lo que me corresponde de culpa y créeme que si pudiera, volvería el tiempo para evitar que las cosas terminasen así —dijo Frieda con mucha tristeza en la voz, realmente se sentía culpable.
—No te preocupes, Frieda; Adler y tú son jóvenes y como tal tienen todo el derecho a equivocarse, no es culpa de ustedes que los adultos no supiéramos manejar el pequeño lío en el que nos metieron —rio con amargura.
—Niko, perdóname... tienes razón, hemos sido muy torpes y hemos perdido tanto tiempo —susurró Carolina con tristeza y un dolor que le apretujaba el pecho.
—Bueno, no los llamé aquí para que nos echemos culpas y lloremos —volvió a sonreír—, los llamé para que disfrutemos de la vida, de la familia, del amor, de nosotros. Quiero darles gracias por ser parte de mi vida, por hacerla mejor. ¿Saben? La vida es nada más que esto, los momentos, las personas, las alegrías, el amor, los buenos recuerdos; con el tiempo he aprendido que todo es pasajero, y por tanto no tenemos que quedarnos en lo malo, en el dolor, en los errores, en las tristezas... eso solo debe servirnos para aprender, y una vez que lo hacemos, hay que soltarlo, dejarlo ir. Los sentimientos negativos solo entorpecen nuestro crecimiento. Y hoy no quiero pensar en lo que dejamos pasar o en el tiempo que hace que no estamos juntos, ni en las culpas, ni los errores, quiero pensar en todo lo bello que vivimos y en esta amistad que no solo nos ha salvado a los dos, Caro, sino que se ha mantenido en el tiempo y entre nuestras familias, porque bien sabes que a pesar de estos últimos años, el cariño ha estado siempre intacto —dijo mirando a la mujer.
»Te lo he dicho muchas veces pero no puedo irme sin volvértelo a decir, me has salvado, amiga, hermana, y gracias a ti he vuelto a vivir, he vuelto a soñar, he vuelto a reír. Estoy feliz de haberte salvado también y de haber sido testigo de cómo renacías, de cómo soltabas todo lo malo y te convertías en la mujer que eres, estoy feliz de que tu amor con Rafael haya triunfado y que nos demostraran a todos que el amor y el perdón son capaces de cambiar nuestros destinos. No tengo mucho más que decirles, con mi hijo y mi mujer ya he hablado, solo quería verlos, estar juntos, sentir que mi vida ha valido la pena. Y a los jóvenes de esta familia, solo me queda desearles lo mejor, vivan, no tengan miedo a sufrir, a equivocarse, no tengan miedo a fallar, disfruten de cada etapa y de cada momento que tienen por delante, pero nunca se dejen vencer, nunca se rindan... Sé que suena trillado, pero cuando uno se dejó caer, cuando uno se dejó vencer pensando que el futuro no tenía mañana y un día la vida le dio la oportunidad de descubrir que había un hermoso amanecer por venir, se arrepiente de todo ese tiempo que perdió rindiéndose. Tú has sido mi amanecer, Adler, y quiero que sepas que te amo y que estoy orgulloso de ti. Y tú, mi Berta, mi amor... tú eres mi casa y yo te esperaré donde sea que vaya ahora, nuestro amor es y será eterno, como siempre lo dijimos.
—Te amo, Niko —dijo Berta entre sollozos.
—Yo también te amo, papá —Adler se acercó a su padre y los tres se tomaron de la mano.
—Tengo sueño y estoy agotado, pero gracias por el esfuerzo que hicieron para venir. Y Frieda... Adler... aprendan a escucharse, quizás aún tengan muchas cosas para decirse —sonrió—. No me hagan quedar mal —guiñó un ojo a Rafael, pero nadie entendió aquello.
—Gracia, Nikolaus, gracias por tanto —dijo Carolina entre sollozos—, gracias por tanto... —repitió antes de quebrarse, Rafael la abrazó y Niko negó con la cabeza.
—No llores —susurró—, yo iré con mi Frieda ahora... tu sabes que deseo verla, ya es tiempo... —sonrió y cerró los ojos para descansar.
Dos días y medio después de aquello, Nikolaus falleció.
***
Durante los servicios fúnebres Frieda no se separó de Adler, lo acompañó, lo dejó llorar en sus brazos, lo abrazó, se encargó de que comiera algo y no le soltó de la mano ni siquiera cuando Ava apareció queriendo darle los pésame.
El entierro fue una de las situaciones más tristes que Frieda atravesó en su vida, su madre estaba devastada, y ni qué decir su tía y su ex novio. Esa misma tarde, todos se quedaron en la casa con Berta y Adler para acompañarlos, pues la ausencia se sentía fuerte y dolorosa. Carolina acompañó a Berta hasta su habitación y le preparó un té para calmarla, luego se acostó a su lado y juntas conversaron por horas recordando momentos bellos de la vida de Nikolaus. Rafael y Samuel fueron a dormir temprano, y Frieda acompañó a Adler a su habitación.
—Es triste, nunca me sentí tan triste en mi vida, Fri... siento como la tristeza cala hondo hasta mis huesos, como si me ahogara en ella, es tan profundo e intenso que pienso que nunca saldré de esto —susurró sentándose vencido en la cama.
—Lo puedo imaginar, yo también estoy triste, Ad... por él, por ti... por la tía, por mi madre, por mí... todos lo amábamos, era un gran hombre —añadió.
—Solía sentirme agobiado por el intenso cariño de mi madre y mi padre, solía pensar que me hubiera gustado tener un hermano para que no todo fuera sobre mí... por eso decidí ir a estudiar allá, para liberarme un poco... Nunca pensé que lo perdería, uno cree que los padres son eternos, Fri... Daría todo por tenerlo de nuevo aquí, abrazándome y besándome en la frente como si tuviera seis años mientras me promete que todo va a estar bien —sollozó.
—Lo sé, Ad... lo bueno es que siempre fuiste un buen hijo, él estaba orgulloso de ti, lo está donde quiera que esté. Me lo imagino ahora contándole a tu hermana cada una de tus hazañas mientras la columpia —sonrió.
Pasaron la noche entera conversando en la cama uno al lado del otro, recordando a Niko, y cuando ya estaba cerca el amanecer, Frieda se levantó y lo tomó de la mano llevándolo al jardín.
—Hace mucho que no vemos un amanecer juntos, Ad... no olvido que una vez me pediste que te prometiera que veríamos muchos amaneceres juntos, ¿lo recuerdas? —inquirió la chica.
—Lo recuerdo —dijo este con tristeza.
Se sentaron en una de las gradas del pórtico de la casa y esperaron en silencio a que el sol saliera.
—Papá me dijo que luego de la tormenta siempre vuelve a salir el sol, me dijo que yo era su sol, su amanecer... pero para mí todo se siente muy oscuro, Frieda...
—Lo sé, pero ya verás que pronto volverás a sonreír —dijo la muchacha tomándolo de la mano.
—La oscuridad no es solo de ahora, Fri... es desde... desde que tú y yo... ya sabes —mencionó sin saber si hablar de aquello en ese momento era lo correcto.
—Ya no recuerdo por qué nos enojamos tanto... hubo un mal entendido tras otro, me dolió que no me dejaras explicarte que todo era mentira, y luego... me dolió que repartieras mi foto —escupió Frieda sintiendo que se sacaba un peso de encima: el de haber callado todo aquello por tanto tiempo.
—Podría darte miles de motivos, pero el verdadero es que fui un idiota —murmuró.
—Eso no es nuevo, siempre lo supe —bromeó la chica con melancolía y Adler rio, era como si empezaran lentamente a recuperar esa dinámica que solían tener juntos.
—Debí escucharte, me comporté como un chiquillo inmaduro, debí creer en ti —añadió el chico.
—Debiste, y sí, fuiste un inmaduro... pero eso también ya lo sabía, Frog —sonrió la muchacha—. Yo también lo fui, Ad...
—Cuando leí tu carta, yo... Perdón por no creerte... Los chicos decían tantas cosas y... me confundían, estaba cegado, no podía razonar —agregó y Frieda lo miró a los ojos—. Fui tan impulsivo...
—Ya no importa, ya nada de eso importa... ya pasó, ya no me duele —añadió y Adler asintió, lo sabía, ya era tarde.
—No fui yo quien repartió la foto. Salí esa noche con un amigo, me emborraché, Ava estaba conmigo... no sucedió nada entre ella y yo por si te interese saberlo, pero me quedé dormido en la plaza... y ella tomó mi celular, pensó que así me recuperaría —suspiró—. Siento haberte humillado así, esa foto era un tesoro para mí, tú lo eras... nunca la hubiera compartido.
—No fue fácil hacer frente a las burlas, pero también, ya pasó, Ad. Para la próxima, ponle clave al teléfono —bromeó.
—Hay algo más que debo confesarte... —dijo y Frieda lo observó—. Cuando éramos novios, y yo había venido de vacaciones aquí, me sentí tan mal cuando me enteré de lo de papá y su enfermedad, tan confundido porque no quería irme pero tampoco quería dejarte... salí y tomé de más... y...
—¿Me fuiste infiel? —preguntó Frieda.
—No lo sé, tenía la ropa manchada de labiales, no lo recuerdo... pero temía contártelo y que te enfadaras... Hace poco le pregunté a mi amigo qué había pasado esa noche... me dijo que nada porque no paraba de repetir tu nombre y que la chica se cansó de intentar algo y se fue —suspiró.
—Para la próxima, busca nuevos amigos —añadió Frieda—, y deja de emborracharte cuando tienes un problema —agregó.
—¿De todo sacas una enseñanza? —inquirió Adler mirándola con cariño, no parecía enfadada y esa Frieda más tranquila le gustaba.
—Es lo que dijo el tío Niko que hiciéramos, ¿no? Que aprendamos de las cosas difíciles —sonrió.
—Perdóname, Frieda... perdóname por haberte fallado, por no haber sido el príncipe que te merecías, por no haber cumplido mis promesas, por no haberte defendido cuando debí hacerlo en vez de creer lo que decían todos...
—Yo... tampoco fui perfecta, Ad. También te fallé, debí contarte lo de la fiesta y lo insistente y obsesivo que solía ponerse Mauricio, no debí ocultarte por tanto tiempo que nunca tuve nada con él y no debí avergonzarme de contarte que eras el primero para mí, tenías derecho a saberlo... pero yo era una chica muy tonta y me pasaba el día buscando ser original, diferente, fuera de serie y de estereotipos estúpidos... —suspiró—. Éramos un par de inmaduros —añadió—. Así que tú también perdóname —dijo sonriendo.
—¿Ya no buscas salir de los estereotipos? ¿Ya no buscas ser diferente y luchar contra las masas? —cuestionó Adler sintiéndose cada vez más libre a su lado.
—No, solo busco ser yo misma... intentando ir contra la corriente no gano nada, quería salir de todos los estereotipos y solo me metía en ellos, en el de los que buscan salir de los estereotipos, que también es un estereotipo —rio y Adler frunció el ceño confundido—. Lo que quiero decir es que tratando de no ser una princesa solo me voy al otro extremo, y, ¿sabes? A veces sí me gusta ser princesa —sonrió—, sobre todo cuando tú eres el príncipe.
—Pero no me porté como uno... —dijo el chico cabizbajo.
—Porque eres un sapo, recuérdalo, pero a mi lado te conviertes en príncipe —bromeó Frieda y lo miró levantándole el rostro con el pulgar para que la viera—. Deja de tirarte para abajo, Ad... debes salir de esta, debes volver a sonreír, debes buscar ese sol que quiere salir de nuevo para ti.
—Tú eres ese sol —dijo Adler fijando su vista en los ojos de la chica.
—No quiero desilusionarte, pero me gusta más la luna —añadió Frieda sonriente—. El sol me da calor...
—¿No que ya no llevabas la contra a todo? Entonces déjame ser el sol a mí —rio Adler—, déjame ser tu sol.
—Podría ser, déjame pensarlo... quien sabe y podríamos hacer un buen eclipse —susurró cada vez más cerca.
—Te extrañé, Princesa Fri.
—Y yo a ti, Frog.
Amo a Niko... es un personaje mágico y fantástico, una persona de esas que a uno le gustaría tener en la vida. Fue de gran importancia en la vida de Caro Altamirano, sin él ella no hubiera logrado ser la fantástica mujer que es... Lloré cuando escribí este capítulo...
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