* 41 *
Adler estaba sentado en el comedor de su hogar dando vueltas a la sopa que su madre le había preparado. El teléfono sonó y Berta atendió:
—Sí... hola, Frieda... Déjame ver si quiere hablar —respondió con algo de pena, hacía una semana que el chico había llegado de nuevo a Alemania y luego de contarles todo lo sucedido había decidido callar, casi no emitía sonidos y parecía estar siempre perdido en sus pensamientos.
—No quiero hablar con ella, dile que deje de insistir —zanjó Adler antes de que su madre le dijera nada.
—Lo siento, Frieda... está bien... se lo diré —dijo Berta sintiendo pena por la muchacha.
Luego se sentó a la mesa y observó a su hijo, traía ojeras y se veía cansado, probablemente no estaba descansando lo suficiente y tampoco comía.
—Adler... deberías escucharla —dijo su madre con cariño—. Ya sé que siempre te lo digo pero quizás ella tenga una explicación razonable. Siempre has sido muy bueno, cariño, pero tu gran error siempre ha sido ser así, tan terco, tan intransigente... Todos nos equivocamos, hijo.
—No quiero hablar, mamá —zanjó el muchacho—. No hay nada qué escuchar, me mintió, se burló de mí como siempre lo ha hecho.
—Tú mismo nos dijiste a tu padre y a mí que conociste a otra Frieda, que era dulce, cariñosa, comprensiva, que te apoyó en todo este tiempo de la enfermedad de Niko... ¿Dónde quedó eso, Adler? ¿Crees de verdad que te mintió todo ese tiempo? ¿No podría ser un malentendido? —inquirió la mujer.
—No... porque hay una foto, hay pruebas —dijo el chico con seguridad.
—Las fotos con la tecnología de hoy en día pueden trucarse sin problema...
—Pues esta es real —afirmó Adler enfadado.
—Mira, el otro día Carolina y Rafa llamaron por video llamada, tú no estabas y aprovechamos para hablar de todo esto. Quedamos en que no nos meteríamos, nuestra amistad es demasiado importante para nosotros y ustedes son jóvenes, pueden pasar del odio al amor en un solo momento, y no sería bueno que eso influyera en la relación que tenemos como familia —dijo Berta con su característico tono de voz pacífico.
—¿Y eso qué? Yo no dije que ustedes se peleen por nuestra culpa, es obvio que no tiene sentido —añadió Adler perdiendo la paciencia.
—No es eso, Ad... solo que se supone que no tengo que decirte nada de lo que ellos dijeron, debemos dejar que ustedes lo resuelvan —añadió.
—Y no quiero que me digas nada —afirmó Adler en tono cortante y levantándose para salir de allí, su madre lo estaba incordiando y ya no tenía un ápice de paciencia, pero no quería rematar por ella su frustración.
—Déjame decirte algo que debes saber, quizás así puedas tomar una decisión coherente, Adler. La cosas no son como tú piensas —insistió su madre pero él no respondió y solo salió de allí.
***
Durante todos los días que siguieron, Adler casi no salió de su habitación, estaba cada día más enfadado y dolido con todo lo que había sucedido. Se enteró por su padre, que Frieda no estaba embarazada, y aquello lo llevó a tener sentimientos encontrados, por un lado deseaba volver a verla, hablar con ella, escuchar esas explicaciones de las que todo el mundo hablaba, y si hubiera estado embarazada y el hijo hubiera sido suyo, habrían tenido que hablar en algún momento. Sin hijo de por medio, nada la unía a él más que un recuerdo y un montón de promesas, que para Adler, eran tanta mentira como toda su relación.
Durante esos días se dedicó a recordar todas y cada una de las cosas que Frieda le había hecho a lo largo de toda su infancia, su adolescencia, y su juventud... y con mucho rencor dentro suyo, concluyó que su relación solo había sido parte de todas esas malas pasadas que siempre inventaba para hundirlo, dañarlo, lastimarlo. Se sentó frente a su computadora e insertó el pendrive donde había guardado las fotos que se habían tomado juntos, había una donde se besaban, otras donde ella posaba para él con muy poca ropa, se habían tomado un par incluso en la ducha, y una más donde ella estaba sentada con una almohada entre las piernas, su cabello suelto apenas cubría sus senos, estaba completamente desnuda pero no se veía nada, pues la foto era muy artística.
Observó su sonrisa, su mirada llena de lujuria, recordó la escena, fue en aquel fin de semana que estuvieron juntos en la casa de campo de los padres de Frieda. Ella se había cansado de las fotos y se había terminado de desnudar para que él dejara la cámara y le hiciera el amor. Adler fingió que iba a tomarle una foto desnuda y Frieda se cubrió poniéndose en esa pose, el chico le sacó la foto y la guardó porque a ambos les pareció muy bella.
—Por favor guarda bien esas fotos —le pidió ella ese día—. Me daría muchísima vergüenza si tu padre la viera.
—Vaciaré la cámara, no te preocupes, no dejaría que nadie viera esta foto ni ninguna, Fri... eres mía, solo mía —le respondió él antes de besarla.
No era suya, era de todos, pensó para sí mismo y rio con amargura. Entonces recordó uno de los mensajes que habían enviado los chicos al grupo.
«Frieda es genial en la cama, solo no le toques los pies».
Eso era un secreto, Frieda tenía un metejón psicológico con sus pies, así lo había llamado Adler la primera vez que lo notó. Fue una noche que ella se había quejado de sentirse muy cansada, hacía poco tiempo que habían compartido sus cuerpos por primera vez, Adler se ofreció a hacerle un masaje y ella aceptó gustosa. El chico le pasó crema por todo el cuerpo acariciándola con suavidad, pero cuando quiso masajearle los pies, ella le pidió que no lo hiciera. Le explicó que no le gustaban sus pies ni la sensación que le generaba cuando le tocaban la planta de los mismos. A Adler le pareció de lo más extraño y ella estuvo de acuerdo con que era una rareza, sin embargo ambos terminaron riendo.
¿Cómo uno de los chicos de la universidad podía saber eso? ¡Era un dato tan estúpido!
Eso solo significaba que lo que decían de ella era cierto. Se envió esa foto a su correo para descargarla y guardarla en su celular y mirarla cuando la extrañara, era masoquista, pero no podía soltarla aún.
Se levantó enfadado y decidió que ya no podía seguir pensando, recordando, dándole vueltas y vueltas al asunto. Llamó a Nery, uno de sus amigos, y le pidió para que salieran, Nery era un chico rudo y mujeriego que siempre sabía qué lugar era bueno para olvidar las penas. Adler no tardó nada en vestirse y en ir al sitio donde su amigo le había citado para divertirse esa noche.
***
Mientras tanto, Frieda no podía más del dolor que le causaba la impotencia de no poder explicarse. Estaba allí sentada en su habitación con la carta que Adler había dejado antes de marcharse, ya la sabía de memoria y aunque no le gustaba lo que decía, la releía una y otra vez:
«Tío y Tía:
Siento mucho haber sido tan idiota de mentirles cuando que ustedes me ofrecieron su casa. Realmente creí en Frieda y en lo que teníamos... Siento que las cosas terminaran así, ustedes son mi familia y siento haberles fallado.
Los quiero,
Adler».
No le había dicho nada a ella, para él todo había sido un error. Carolina y Taís ingresaron a la habitación de Frieda preocupadas, ella era otra y cada día parecía más triste y deprimida.
—¿Cómo estás? —inquirió Taís.
—Llamé de nuevo y no quiso hablarme, lo oí decírselo a su madre —susurró.
—¿Hasta cuándo piensas rebajarte, Frieda? —preguntó Taís—. El chico no te merece si ha creído todo lo que le han dicho así tan fácilmente, ¿qué acaso no te conoce lo suficiente? ¿Acaso no le has demostrado todo lo que significaba para ti?
—Adler es así, se enfada y no oye razones, es intenso y terco —lo defendió Frieda—, además las pruebas que tenía me involucraban... es normal que dude.
—Que dude sí, hija, pero que no te quiera ni siquiera escuchar... que no te deje explicarte... eso está muy mal, un día se va a arrepentir y puede que sea tarde —suspiró su madre.
—Yo pienso que es un tonto —zanjó Taís que siempre había tenido un carácter mucho más decidido y acostumbraba a ir a los extremos—. Basta con darse cuenta cómo lo mirabas, cómo cambiaste desde que estabas con él, cómo lo tratabas y cuánto te preocupabas... ¿Cómo puede pensar que estuviste con tantos chicos si sabe que él fue el primero y el único? —negó con la cabeza—. No puedo superar eso que te dijo del embarazo —añadió recordando lo que Carolina le contó de aquel momento.
—Él no sabe que fue mi primera vez, nunca se lo dije, no quería que lo supiera... de hecho él pensaba que yo había estado con Mauricio, que habíamos sido novios y que él había sido mi primera vez —confesó Frieda y Taís negó bufando.
—¿Qué? ¿Cómo? —preguntó su madre. A cuentagotas había logrado que Frieda le contara todo lo sucedido, cómo empezó con Adler, qué sucedió durante todo ese tiempo para lograr entender un poco más el conflicto, pero nunca le había hablado de una relación inventada con el tal Mauricio.
—Tú también eres tonta —zanjó Taís.
Carolina le pidió que se explicara, así que la muchacha les contó la parte en la que ella se hizo pasar por ex novia del chico solo para molestar a Adler y cómo, desde ese día el tal Mauricio no había dejado de molestarla y acosarla.
—Dios, Frieda... nunca dices todo... ¿Por qué no me contaste eso cuando lo de la fiesta? Si ese chico te acosaba de esa manera pudimos haber puesto una denuncia... ¡Dios, hija! —añadió exasperada, ya empezaba a tener la sensación de que nunca sabría todo sobre su hija, era una caja de sorpresas.
—Lo siento, simplemente pensé que no llegaría tan lejos, era solo un chico encaprichado conmigo, mamá —dijo encogiéndose de hombros.
—No es solo un chico encaprichado, está loco y es obsesivo —agregó Taís—. Te drogó y luego te tomó esa foto vaya a saber en qué condiciones, y la guardó para vengarse porque nunca le hiciste caso. Además, si Adler dice que son varios los que hablan de que estuvieron contigo, es probable que el tal Mauricio sea el que haya armado todo aquello —zanjó.
—Probablemente, pero Adler les cree a ellos y no a mí... y no me quiere escuchar... eso duele —lloriqueó.
—Y ahí es donde se está equivocando —agregó su madre.
—Pero no lo culpo, le hice tantas cosas a lo largo de toda nuestra historia que es algo lógico que el piense que esto es solo una maldad más —suspiró.
—¿De qué maldades hablas? —inquirió su madre.
Frieda suspiró y les contó algunas de las que se acordaba, desde lo del beso al sapo que le causó la alergia, hasta lo de tirarlo al agua y descomponerle el celular. Algunas de las hazañas, Carolina las recordaba, pero otras las desconocía por completo. Frieda le había rapado parte de la cabeza con una máquina de afeitar mientras dormía cuando tenían once años, y había inventado lo del tobillo para no perder el partido, además le había roto y escondido juguetes, le había puesto una zancadilla que le había hecho perder un diente —que por suerte era de leche—, le había hecho caer en un pozo de arena que había cavado con esmero y que luego había cubierto con ramas y hojas secas logrando que se torciera el tobillo, le había pintado con aerosol la bicicleta, entre otras tantas cosas —algunas más fuertes que otras—, que durante toda la vida Carolina, Berta, Rafael y Niko, habían adjudicado a la torpeza de Adler, pues él nunca la había delatado.
—¿Por qué hiciste todo eso? ¿Por qué él nunca te delató? —cuestionó Carolina.
—Porque decía que si lo hacía ustedes se pelearían y él no quería eso, habíamos hecho una promesa, no les contaríamos lo que sucedía entre nosotros ni las travesuras que nos hacíamos. Y no creas que solo las hice yo, él hizo muchas también... pero casi siempre eran en respuesta a las mías —admitió—. Y yo... solo quería molestarlo —sollozó.
—Aun así no me parece, ¿eh? —intervino Taís—. Una cosa es una travesura de niño, otra muy distinta es creer que eres una cualquiera porque todos lo han dicho cuando que él ha sido tu novio y se supone te conoce desde toda la vida.
—Eso es cierto —afirmó Carolina aun estupefacta—. Pero la relación de ellos siempre fue una mezcla de madurez e inmadurez... y no me refiero a la relación de pareja porque de eso no sabía nada... sino a sus interacciones en general. Siempre se bromearon como dos niños, nosotros llegamos a pensar que nunca madurarían... Creo que Adler saca esa parte infantil de Frieda y viceversa, no actuarían así con nadie de su edad, pero entre ellos siguen sacándose la lengua o estirándose del pelo, ¿me explico? —añadió y Frieda rio con amargura, era cierto, eran dos niños, dos jóvenes y dos adultos al mismo tiempo mientras jugaban a amarse.
—No hay excusas, insistió Taís. Deberías salir y buscarte uno que sea más hombre, Adler se comporta como un niño tonto —zanjó.
—Pero yo lo quiero a él —dijo Frieda con voz de niña caprichosa y ambas mujeres negaron con la cabeza.
—Verte así es increíble —añadió Taís recostándose por el respaldo de la silla donde se había sentado y cruzando los brazos sobre el pecho. Frieda le arrojó una almohada.
—¿Por qué no le escribes? —inquirió Carolina.
—¿Un libro como tú y papo se escribieron? —cuestionó Taís recordando la historia de su tío y su mujer.
—No es necesario un libro —rio Carolina—, pero una carta... se la puedes mandar por email o por correo postal... Dile todo lo que quieres, lo que pasó en realidad, discúlpate si consideras necesario... ver la carta le generará curiosidad y es probable que la lea... y entonces entenderá todo y quizá puedan hablar.
—Es una buena idea —dijo Taís asintiendo.
—Sí, podría hacer eso —susurró Frieda con una pizca de esperanza floreciendo en su interior.
—Prométeme que si no funciona luego lo dejarás, no me gusta verte así —añadió Taís—. Si no te valora no vale la pena, muchacha, ¡regla de oro! —exlcamó—. ¿Dónde está la chica ruda que conocía? ¿La que nunca iba a llorar por un chico? —insistió.
—Llorar no está mal —añadió Carolina conciliadora—, pero todo tiene un punto, Frieda... si haces todo lo que está en tus manos y aun así él no da señales de querer hablar contigo o escucharte... es que en realidad lo que sentía no era amor de verdad. El amor se demuestra, hija, y debería ser más grande que el orgullo, más grande que el egoísmo, más grande que los errores. Si el amor no es capaz de perdonar no es amor, cariño —dijo abrazándola—. Y sé que duele aceptar que un amor pueda no ser recíproco, que alguien no nos ama como nos gustaría que nos amara, pero a veces aceptarlo es el primer paso para superarlo...
—Está bien, mamá... escribiré esa carta y se la enviaré a ver qué sucede... —suspiró.
Bueno, AndresElizeche puso en el grupo que si llegaban a 50 fotos con el hashtag #FelizCumpleAra subiría otro capítulo. No sé si se llegó a las 50 fotos, pero sí que el día de hoy he recibido muchísimo cariño de ustedes por todas mis redes sociales. No saben lo bien que pasé gracias a todos los que hoy se tomaron un tiempito para enviarme un mensaje, subir una foto, unas palabras... con el bello video que me prepararon. No tengo palabras, los amo... Y hoy en mi oración daré gracias por la vida de todos y cada uno de ustedes, para los que son creyentes, les pido hoy de regalito de cumple, una oración por mí. Gracias por tanto.
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