* 31 *
Era temprano ese sábado cuando Adler escuchó sollozos en la cocina. Se levantó sigilosamente y se acercó a la puerta para intentar oír lo que allí sucedía. Su madre estaba en una conversación por teléfono y parecía estar sola.
—Ya tenemos los resultados de la biopsia y... —sollozó aún con más intensidad—. Es maligno... —afirmó y volvió a llorar.
Adler sintió que el corazón le empezaba a latir con fuerza e ímpetu, tenía la certeza de que su madre hablaba de su padre o de ella misma, algo en su interior le señalaba que aquello era el misterio, y por supuesto que no era bueno. Eso explicaba que su padre estuviera tan cansado y apático, tan extraño.
Escuchó un poco más intentando convencerse de que aquello que estaba oyendo no era real o que se trataba de otra persona, alguien ajeno a él, alguien que no fuera su madre o su padre, que no fuera parte de su vida.
Cuando su madre colgó la llamada, Adler no pudo más aguantarse e ingresó alterado.
—¿Por qué no me dijiste? ¿Qué demonios está sucediendo? —inquirió y Berta se asustó. Adler la vio con los ojos hinchados de tanto llorar, sus facciones siempre tan dulces se veían tristes y estaba derrotada, como si hubiera perdido por completo las ganas de vivir.
—Adler, ¿qué haces aquí? —preguntó confundida intentando limpiarse las lágrimas con rapidez.
—Esuché lo que hablabas... dime de qué se trata. ¿Quién está enfermo? ¿Eres tú? ¿Es papá? —pidió sonando desesperado pero su madre no le respondió—. ¡Dímelo! —gritó.
—Nosotros no queremos que tú te preocupes, Adler... eres joven, debes vivir tu vida y disfrutarla —dijo su madre y Adler negó llevándose ambos brazos a la cabeza.
—¿Qué demonios dices, mamá? ¡Somos una familia! —añadió y Berta se dejó caer sobre la silla, vencida y notablemente afectada.
—Tu padre... la biopsia... tiene cáncer —sollozó Berta.
—¿Mamá? ¿Por qué no me lo dijeron? —inquirió aún sin poder dimensionar lo que acababa de oír.
—No queríamos que tú te preocuparas —dijo su madre con tristeza. Adler solo negó con la cabeza y salió de allí como un rayo. Estaba enfadado porque sentía que lo habían excluido de aquello, porque no sabía qué sucedería, por la impotencia, por el dolor, por la idea ahora tan cercana de perder a su padre.
Vagó por las calles de su ciudad hasta llegar a la casa de uno de sus amigos, su celular había sonado varias veces, probablemente era Frieda. No quería hablar con ella ahora, no sabría qué decirle, no sabía si volvería, no sabía si sus padres ya lo sabían, no sabía nada. Frieda se preocupó al no tener noticias de él pero intentó convencerse de que quizás estaba ocupado o durmiendo, Marcia la esperaba para salir y aunque no quisiera, ya le había hecho la promesa de que irían, además su amiga estaba muy entusiasmada.
Adler no hablaba y su amigo preocupado por su estado le invitó a ir a dar una vuelta y tomar algo por allí, el chico aceptó, necesitaba distraerse y callar a su cabeza que le agobiaba con preguntas para las cuales no existían respuestas.
Un par de horas más tardes, se hallaban en un bar lleno de chicos y chicas, tomando cerveza y emborrachándose. Una joven de cabello castaño se acercó a ambos para saludarlos de forma provocativa.
—¿Qué hacen aquí tan solitos? —inquirió y entonces Adler la observó. Era similar a Frieda en estatura y su pelo era del mismo color, deseó estar con su chica en ese momento, llorando tanta incertidumbre en sus brazos.
—Frieda... —murmuró Adler ya bastante mareado.
—Me llamo Anette pero puedo ser Frieda si deseas —dijo la muchacha acercándose peligrosamente a él.
—¿Por qué él y no yo? —se quejó Abelard, su amigo.
—Te conseguiré una amiga para ti —dijo la muchacha e hizo un gesto para que una chica se acercara, era alta, de tez blanca y pelirroja—. ¿Me ayudas con estos guapos? —preguntó Anette y la muchacha sonrió.
Adler no supo qué fue lo que en realidad sucedió esa noche, solo supo que tomó y tomó hasta sentir que se ahogaba en alcohol. También tenía un vago recuerdo de luces blancas dejándolo casi ciego y otras de colores girando a su alrededor. Aquella madrugada, o quizá mañana, Abelard y él volvieron a la casa de su amigo y se quedaron dormidos en cualquier sitio, él en el suelo y Abelard sobre una silla que había en su habitación, y no despertó hasta varias horas después cuando el timbre repetitivo de su celular le hizo sentir como si le taladraran el cerebro.
—¿Adler? ¿Dónde demonios estás? —La voz gruesa de su padre enfadado hizo que reaccionara. Le dolía la cabeza, el cuerpo, tenía náuseas y además se hallaba bastante desorientado. Vio a su amigo rendido a unos metros y recordó que había llegado hasta allí el día anterior.
—Con Abelard, papá —informó.
—¿Estás bien? Tu mamá me dijo que escuchaste... hijo, debes venir, tenemos que hablar —añadió Niko hablando ahora con más calma.
—Bien, papá... iré en un rato —suspiró Adler al recordar todo lo sucedido el día anterior. Nada había sido una horrible pesadilla como quiso creer al principio, todo era una triste realidad.
Se levantó y se dirigió al baño para lavarse la cara, le dolía mucho la cabeza así que buscó algo que lo aliviara. Se arregló la ropa como pudo y no pudo evitar notar manchas de labial por toda su camisa, suspiró negando y preguntándose qué habría hecho, aquello sería el fin de lo suyo con Frieda si hubiera pasado algo.
Observó su celular y vio las miles de llamadas perdidas de su novia y leyó lo mensajes en los que le preguntaba si estaba bien. Suspiró al saber que tendría que enfrentarla, decirle lo que estaba sucediendo y contarle lo que había pasado esa noche, aunque no sabía en realidad qué era eso. Frieda se enojaría mucho, eso lo tenía bien claro. Pero primero quería hablar con sus padres y que le explicaran lo que estaba sucediendo. Se sintió un idiota por comportarse de esa manera, preocupando a los suyos cuando ya tenían suficiente. Caminó hasta su casa dejando que el viento fresco de la mañana le golpeara el rostro y lo despertara aún más mientras se preguntaba si Frieda estaría durmiendo. La diferencia horaria le ayudaría esta vuelta, primero solucionaría la conversación pendiente con sus padres y luego le hablaría, quizá para ese entonces ya estuviera despierta, aunque teniendo en cuenta que era domingo, probablemente despertara tarde.
Cuando llegó a su casa se dirigió a su habitación para darse un baño y cambiarse de ropa, no quería que sus padres lo vieran de esa manera, bajó un rato después para encontrarlos desayunando en la cocina.
—¿Quieres café? —preguntó su madre y él sonrió asintiendo, eso le vendría muy bien.
—Estábamos preocupados por ti —dijo Nikolaus y Adler se avergonzó por haberlos hecho pasar aquello, él no era de esa clase de hijos.
—Lo siento... estaba... molesto —añadió suspirando.
—Adler, si no te dijimos nada fue porque no queríamos alarmarte, además todo es muy reciente, pensábamos que primero debíamos tener certeza del resultado de los estudios. Tú tienes tu vida, hijo, y no queremos que la atrases por nosotros —dijo Nikolaus con cariño.
—¿Estás escuchando lo que dices, papá? Ustedes dos son mi vida, nosotros somos una familia, yo no puedo solo abandonarlos ahora...
—Sabíamos que ibas a pensar así, Adler, incluso pensé en decirte que no vinieras, pero el miedo y la incertidumbre que me generó todo este tiempo, me hizo desear tenerte unos días a mi lado, hijo. He sido algo egoísta, supongo... pero...
—Papá, no digas eso... yo quería verlos... y no quiero volver si tú... bueno... —No pudo decir más, un nudo en la garganta le impidió seguir.
—No voy a morirme mañana, Ad... o eso espero —rio Nikolaus y Berta fingió una sonrisa triste.
—Pero... papá... ¿qué tan grave es? —inquirió.
—No lo sé muy bien aún, solo tenemos el estudio. En base a eso me haré unos cuantos más, pero el médico dijo que hay opciones, tratamientos... y lo intentaré todo —dijo sonriendo, Adler lo admiró más por la fuerza que parecía demostrar—. Pero tú debes seguir adelante, Adler, debes volver allá y terminar tu año. Yo no me sentiría bien sabiendo que dejas todo por estar aquí, yo no lo necesito ahora, estoy bien y haré todo lo que tenga que hacer para tratar de salir adelante —afirmó.
—No lo sé papá... no quiero dejarte solo —dijo y una lágrima se derramó por su mejilla, Niko se levantó para abrazarlo y dejó que llorara como cuando era un niño.
—Todo saldrá bien, Adler, ya lo verás, hijo. Vuelve allá y termina el año, luego veremos qué sucede.
—Pero me prometerás que me contarán todo, no meocultarán nada y si debo volver volveré, la universidad o lo que sea puedeesperar, ustedes están primero —dijo abrazándolos a ambos y ellos sonrieronbesándolo como si fuera un niño.
Y creo que el #EspecialDeFinDeAño nos trae el drama...
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