* 3 *


Frieda vio pasar los abrazos y las felicitaciones, oyó cómo había surgido la idea de ir a estudiar a su país, cómo Adler consiguió Universidad, y cómo sus padres pensaban que un viaje y conocer nuevas personas sería ideal para el chico. Ella solo podía pensar una cosa: «¿Cómo sobreviviría a una vida con Adler viviendo bajo el mismo techo?».

Mientras todos hablaban de los planes y almorzaban con tranquilidad, ella sintió que se le cerraba el estómago, apenas terminó de comer, pidió permiso y se levantó para ir a tomar un poco de aire bajo una sombrilla que estaba justo al lado de la piscina. Un rato después su madre se sentó a su lado.

—Parece que no te golpeaste tan fuerte —dijo ya que la había visto caminar como si nada. La chica se encogió de hombros—. Cariño, sé que por algún motivo la relación entre Adler y tú no es de las mejores y no lo entiendo, de verdad. Él es un chico tan dulce, tan bueno, tan...

—¡Basta, mamá! Por favor —interrumpió Frieda con impaciencia, no tenía ganas de escuchar lo perfecto que era Adler.

—Bien. De todas formas tienes derecho a sentirte así, pero debes saber que no puedo decirle que no. No puedo, ni quiero. Adler es como mi hijo, yo cuidé de él cuando era pequeñito, incluso podría afirmar que él despertó mi instinto de maternidad. Espero que comprendas que no estoy en posición de negarme a esto, sé que si tú quisieras venir, ellos te tratarían como una hija, como siempre ha sido—. Frieda asintió, su madre tenía razón y ella no podía decirle nada al respecto—. Entonces, cariño, tendrás que encontrar la forma de superar estas diferencias que tienen, él es un buen chico, estoy segura de que si le das una oportunidad verás que no es tan malo como piensas —añadió Carolina con ternura.

—Agh... ¿De verdad lo vas a defender? —preguntó la joven con exasperación.

—No lo estoy defendiendo, hija. Solo te pido que pongas de tu parte. No soy tan tonta, sé que él también te molesta, solo que es más astuto y entonces eres tú la que queda mal, a eso me refiero. Inténtalo, no es un mal chico, podrían encontrar la forma de llevarse bien o la casa se convertirá en un campo de batalla —añadió—. Dale una oportunidad. Siempre has dicho que odias que la gente te ponga etiquetas o te catalogue de una u otra forma, no hagas lo mismo tú. Déjalo ser y anímate a conocerlo mejor, por ahí terminan cayéndose bien —pidió y tomó con cariño la mano de su hija.

—Lo dudo, má... pero lo haré por ti —suspiró Frieda con resignación. No sabía cómo lo haría, pero no tenía salida.

Durante la tarde, los adultos —acompañados de Samuel—, salieron para ir a visitar a una amiga en común. Ni Frieda ni Adler quisieron ir, ella decidió encerrarse en su habitación a leer y escuchar música, sin embargo, sus planes se vieron truncados cuando el chico ingresó al cuarto.

—Como no puedes caminar te traje palomitas y refresco. ¿Vemos una película? —Frieda frunció el ceño, ¿qué estaba mal? ¿Por qué la repentina amabilidad?

—¿Envenenaste las palomitas? —preguntó incorporándose en la cama, cerró el libro, se sacó los auriculares y lo miró a los ojos.

—No, el refresco —rio Adler y colocó todo en la mesa de noche al lado de la cama. Ella enarcó las cejas.

—¿Qué sucede? ¿Qué deseas? Si pretendes ser amable para que te presente a mis amigas una vez que vayas allá, olvídalo, tendrás que conseguir tus propias chicas, no podría desearle algo tan malo ni a mi peor enemiga —respondió y él negó con la cabeza.

—Estamos solos, todos salieron. ¿Por qué no hacemos algo divertido? —dijo acercándose con lentitud, Frieda rio y negó con la cabeza.

—Ni aunque fueras el último hombre del planeta, Adler, olvídalo —respondió ella fingiendo que le daba nauseas—. Mira, de solo pensarlo me pongo enferma.

—Qué pena, princesa, pero no tienes opciones, le he echado llave a todas las puertas y si gritas nadie te escuchará —añadió con seriedad, Frieda frunció el ceño y achinó los ojos.

—Sí recuerdas que soy cinturón negro, ¿no? —cuestionó irónica, Adler sonrió al recordar las golpizas que le daba de niño.

—¿Y sigues en forma? —inquirió con diversión.

—¿Quieres probar? —respondió ella con gesto amenazador.

—Oh... sí —susurró él y ambos rieron—. Hagamos un trato, juguemos a la lucha, como cuando éramos pequeños. Si yo gano, me dejas hacerte mía —sonrió enarcando las cejas de manera sugestiva, a Frieda ese gesto le dio risa.

—Suenas como el patético chico malo y posesivo de un intento de novela erótica —añadió poniendo los ojos en blanco—. ¿Y si yo gano? —preguntó ella, Adler se encogió de hombros y fingió pensar unos minutos, entonces hizo un gesto exagerado como si se le hubiese ocurrido la mejor idea del mundo.

—Podrás hacer de mí lo que desees —exclamó el chico señalándose a sí mismo—. Seré tuyo —añadió poniendo la mano en el pecho y haciendo una reverencia exagerada.

—¡Puaj! Antes me tomo tu refresco envenenado —dijo Frieda tomó el vaso en sus manos para beberse el contenido casi sin respirar, luego se atajó la garganta como si le faltara el aire y fingió caer muerta sobre la cama, Adler rio, en ocasiones ella podía ser muy divertida.

—Bien, hablando en serio, solo quiero una tregua. Digo, viviremos juntos, ¿no? Corrección —dijo poniendo una mano en su pecho—. Tendrás el honor de vivir conmigo, y bueno, tenemos que practicar a llevarnos bien, ¿no lo crees?

—Si ganas la lucha, hacemos la tregua —dijo Frieda poniéndose de pie sobre el colchón. Entonces llamó a Adler con las manos para que se animara a pelear con ella. Este la miró pensativo.

—¿Y si pierdo? —cuestionó.

—Obvio que perderás, iluso. Y cuando eso suceda, tendrás el placer de ser mi esclavo por una semana, me atarás los cordones, levantarás lo que se me cae y me servirás la comida. Además harás las tareas domésticas que me toquen hacer —añadió.

—¡Otra vez con eso! —bufó poniendo los brazos en jarra—. Siempre la misma prenda, nada original lo tuyo, princesa Fri.

—Hace como cinco años que no luchamos, la última vez que fuiste mi esclavo no lo hiciste bien y mamá me regañó por haber barrido mal la sala. Espero hayas mejorado —dijo mientras lo seguía llamando y se movía amenazadora pasando su peso de un pie al otro. Él sonrió.

—Puedo ser tu esclavo sexual, si lo deseas —añadió y entonces ella se quedó quieta.

—Lo peor de todo esto es que aunque cuando eras niño no tenías mucho cerebro, ahora que has crecido, la única neurona que te funciona solo piensa en sexo —bufó—. Admite que no te animas a enfrentarte a mí —dijo sentándose de nuevo en la cama.

—¡Ya quisieras! —añadió Adler atacándola entonces.

Iniciaron la lucha como lo hacían cuando pequeños. Era el único juego en el cual ambos se sentían cómodos y durante el cual hacían tregua. Al principio, sus padres regañaron a Adler por tratar así a una niña, pero luego se dieron cuenta de que era ella la que iniciaba el juego, pues practicaba todo lo que aprendía en clases de Taekwondo, además, nunca se lastimaban en serio y siempre ganaba Frieda. No sabían si era porque en realidad lo vencía o porque él la dejaba ganar, de todas formas, cuando iniciaron la adolescencia, a sus padres les pareció que ya no era un juego apropiado para ellos y les pidieron que se detuvieran.

—¡Esto es divertido! —dijo Frieda mientras le daba un golpe que Adler detenía.

—Si nos ven nos van a regañar —añadió él mientras caía sobre el colchón empujado por Frieda que ahora se le subía encima.

—¡Tienes miedo! ¡Tienes miedo! —exclamó ella con entusiasmo mientras golpeaba su torso, que ahora era mucho más fornido de lo que recordaba.

—¿De una princesita indefensa que debe fingir un golpe para ganar un partido? —inquirió Adler sujetándole las muñecas para evitar más golpes.

—¿No te dije mil veces que no soy una princesa? ¡Soy una súper niña! —grito Frieda sintiendo como si tuviera ocho años de nuevo.

Adler sin soltarla la empujó quedando él encima. Frieda se sacudió debajo del chico mientras intentaba darle una patada en su zona sensible para que él perdiera fuerzas. La observó divertido intentar zafarse de su agarre, se sentía orgulloso por haberla reducido, eso era algo casi imposible años atrás. Pero entonces ella dejó de moverse, se quedó tiesa y lo observó a los ojos. Él se perdió por un instante en el verde intenso de su mirada, ella se mordió los labios y parpadeó algunas veces. Adler bajó la vista y entonces se dio cuenta de la escena que estaban montando.

Ella estaba tendida en una cama desarreglada. Su blusa se había desprendido dejando parte de su abdomen visible, sus cabellos despeinados enmarcaban sus armoniosos rastros y su bella mirada. Todo sucedió muy rápido, pero para Adler fue suficiente, ella ya no tenía ocho años y era aún más hermosa que en ese momento. De pronto se sintió incómodo y entonces la soltó.

Frieda aprovechó su debilidad para enroscar un brazo y una pierna y tumbarlo. Ella estaba adiestrada para hacer aquello, encontrar un momento de flaqueza y quebrar al enemigo. Adler cayó sobre la cama y ella volvió a sentarse sobre él.

Levantó los brazos victoriosa y gritó emocionada.

—¡Gané! ¡Gané! ¡Eres mi esclavo por una semana! —Parecía una niña, pero ya no lo era y las hormonas de Adler estaban respondiendo a lo que él acababa de notar. Por más que quisiera regresar al momento inocente, el cuerpo caliente de Frieda sobre el suyo, su blusa semi desprendida ondeando y dejando piel al descubierto mientras ella festejaba su triunfo y la posición en la que se hallaban, hizo que su cuerpo reaccionara.

Cuando Frieda se percató que bajo sus nalgas algo se despertaba abrió grande los ojos. Adler se había puesto completamente rojo de la vergüenza. La joven lo miró sin saber qué hacer y entonces bajó de golpe entendiendo que la situación se había vuelto incómoda.

Adler se puso de pie sintiéndose confundido y avergonzado, y salió de la habitación. Frieda se quedó tiesa, se sentó en la cama sin saber qué hacer o qué pensar. Se sentía incómoda y no supo cómo reaccionar al respecto, entonces decidió que la lucha ya no era un juego para jugar con Adler. Se levantó y arregló su cama intentando hacer pasar el rato. Luego observó las palomitas y los refrescos que él había dejado en la mesita, sintió un poco de compasión por él, así que los tomó en sus manos y se dirigió a su cuarto.

—¿Puedo? —preguntó.

—Pasa... —respondió Adler desde adentro y ella ingresó.

—¿Qué pasó de la película? —inquirió. El chico estaba sentado en la cama y se veía algo turbado.

—Pensé que... bueno... yo...

—Tranquilo, Adler... no pasa nada —sonrió ella. No quería que él se sintiera mal por algo que no era su culpa, ni tampoco de ella.

—Bien, supongo que perdí... —dijo el chico encogiéndose de hombros—. Así que soy tu esclavo por una semana.

—Tengo una idea: ya que tú ganaste el partido y yo la lucha, hagamos una tregua de una semana, ¿qué tal? —preguntó y él sonrió.

—Me gusta cómo suena eso. ¿Qué película quieres ver? —dijo él buscando entre sus películas.

—¡Una de romance! —exclamó ella.

—¿Te has vuelto así de aburrida? —preguntó él viéndola raro—. Veamos una de terror, mejor.

—No, no me gustan. Veamos la de siempre —dijo ella encogiéndose de hombros.

—La de siempre será —asintió él buscando una que tenía guardada en otro sitio.

Entonces ella lo vio colocar la película. Quizá después de todo su mamá tenía razón, quizás él no era tan insoportable como pensaba. Si se ponía a pensar de chicos habían hecho algunas cosas juntos y solían divertirse, las luchas y ver Spiderman eran rutinas que no estaban tan mal.

—¿Sigues usando boxers de Spiderman? —preguntó entonces Adler mientras se sentaba a su lado para ver la película. Se le notaba la intención de molestarla, ya le había pasado la vergüenza.

—Mejor no hablemos de mi ropa interior, no sea que termines queriendo jugar lucha de nuevo. Porque no puedo jugar si haces trampa, yo no tengo espada —añadió ella y Adler volvió a sonrojarse. Ella lo empujó con el hombro para minimizar sus palabras—. Estamos en tregua, recuérdalo, Adler —añadió y él asintió.

—Me agrada... espada... suena grandioso —bromeó.

—Sí... ya quisieras. Solo intentaba ser amable, creo que cuchillo, o navaja le quedaría mejor —siguió ella la broma.

—No me obligues a tener que desenfundarla para mostrártela —dijo tomando el control de la película. Frieda rio sintiéndose cómoda.

—Dios, no... eso sería asqueroso y luego de verlo no me quedaría más que suicidarme —añadió haciendo un gesto en señal que moría.

—Hoy no estás tan aburrida como siempre, princesa Fri —añadió él observándola con una sonrisa en los labios.

—Ni tu tan insoportable, Frog —respondió y entonces comenzaron a ver la película. 

No puedo creer que ya estamos por llegar a los 5k... Me impresiona la rapidez con que avanza esto, y los adoro... Gracias por sus mensajes y me encanta que se estén divirtiendo con este par de chiquillos. Les traigo este cap de regalo para festejar.

Veo que hay algunas preguntas que resolver. Para quienes no lo saben, Frieda y Adler son hijos de personajes de mi trilogía anterior (Lo que me queda de ti). No necesitan leer esa para entender esta, pero esa es la explicación de por qué tienen nombres que les parece extraños pero son alemanes.

Se llevan algo así como un año, ella tiene como 16 y él como 17 y poquito, por eso él va a ir a la universidad y ella al último año.

Bueno, en multimedia, Adler.

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