* 29 *

Un par de horas después de aquella hazaña y sin entender muy bien si se trataba del día o de la noche, Frieda se despertó en brazos de Adler. Suspiró al verlo dormir y sonrió, se sentía bien a su lado y no se arrepentía de lo que había sucedido. De todas formas aún se encontraba algo cansada y decidió que ir a darse un baño era una buena idea. Se levantó con cuidado de no despertarlo y se internó en el cuarto de baño con la idea de disfrutar del agua tibia sobre su piel.

Un buen rato después salió de la ducha vestida en ropa interior, se sentía descansada pero el agua la había relajado tanto que solo quería seguir durmiendo, sin embargo, el hambre también empezaba a hacerse notar.

—Belleza —dijo Adler al contemplarla—. Oye, Fri... hace rato escribiste aquí —dijo señalando su estómago— que me amabas, ¿podrías decirlo por favor? —inquirió divertido.

—No —murmuró Frieda avergonzada—. Ya pasó el momento, espera el siguiente —añadió—. Y no pienses que te lo estaré diciendo a cada segundo —amenazó y Adler sonrió.

—Por favor, por favor, por favor —dijo arrodillándose en la cama y juntando las manos para rogarle.

—Te ves bien así —dijo Frieda mirándolo de arriba abajo.

—¿Así desnudo? —preguntó el chico sonriendo con suficiencia.

—No, así rogando —añadió la chica riendo y Adler ladeó la cabeza—. Bueno, así rogando desnudo —añadió.

—¿Por favor? —inquirió de nuevo.

—Te amo, Ad —dijo Frieda sintiéndose incapaz de resistirse a aquella imagen.

—¡Bien! ¡Otra vez! —exlcamó Adler—. Esto es tan increíble —añadió recostándose en la cama y colocando los brazos atrás de su cabeza.

—¡No seas tonto! —replicó Frieda sintiéndose algo intimidada, le costaba aceptar aquello y se le hacía aún más difícil si Adler se burlaba. Cerró los ojos con fuerza para hacer pasar las ganas de decirle algo que le molestara, no era el momento.

—¿Quieres hacerte invisible ahora, amor? Porque la verdad es que no me gustaría que eso sucediera —añadió con dulzura recordando que de niña ella creía que al cerrar los ojos tenía el poder de volverse invisible—. Abre los ojitos, Fri —pidió con dulzura y ella así lo hizo—. Yo también te amo...

Frieda sonrió al sentir la tranquilidad que le suponía escuchar esas palabras de sus labios. Ella lo sabía, lo sentía, lo suponía; pero nada era igual que escucharle decir aquello y le encantaba. Su corazón se infló y sintió que las mariposas se alborotaban en su estómago haciendo una gran fiesta. Se acercó a él y lo besó con arrebato, con pasión. Adler le siguió el beso mientras acariciaba su cabello con una mano y con la otra se hacía camino en su espalda.

Se detuvieron luego de un rato, para mirarse, observarse y sonreír. Adler pensó que su chica se veía bella con las mejillas sonrojadas y los labios algo hinchados luego de tantos besos, sintió que cada parte de su cuerpo, cada sitio de su alma, se enamoraba más de ella... no solo la quería, la amaba, y gracias a ella había entendido el verdadero sentido del amor, un amor que nunca antes había experimentado y que lo hacía sentir poderoso, inmenso, invencible y profundamente feliz. Frieda observó la mirada tierna de su chico, y sonrió al entender que era por y para ella, se sentía segura y cobijada en sus brazos, lo quería... y más que eso, esa palabra que era tan corta pero que significaba cosas tan intensas y que en algún momento le pareció muy distante aparecía ahora cercana, corpórea, palpable. Adler la hacía sentir única, importante, admirada, adorada y deseada, Adler la hacía sentir amada.

Se acurrucó en sus brazos sintiendo que nada ni nadie podría contra ellos, que sus padres y sus tíos tendrían que terminar aceptando esa relación porque lo que sentían era más fuerte que ellos mismos y ya no veía manera de que volvieran a estar separados alguna vez. Imágenes de su infancia sobrevolaron su mente al mismo tiempo que el sueño se apoderaba de ella.

—¿Cómo es que podía odiarte tanto cuando era niña? —Eso era un pensamiento, pero sin darse cuenta lo exteriorizó en voz alta.

—Porque eras tonta, Frieda, ¿por qué más sería? Me rechazaste una y mil veces, además de ofenderme y burlarte de mí —dijo sonriendo al darse cuenta de que ella ya casi dormía cuando murmuró aquella pregunta.

—Tienes razón, era una tonta —respondió ya más despierta pero sintiéndose incapaz de debatir en ese momento—. Y tengo sueño... y hambre...

—Ahora me caes mucho mejor —dijo Adler sonriendo y la besó en la frente—. Duerme, princesita... iré a buscar algo de comer y te despierto.

***

Lo que quedó del fin de semana lo pasaron entre sueños, besos, caricias, fotografías, comidas, conversaciones, risas y más besos. Adler se dedicó a tomarle y tomarse más fotos en cada rincón de la casa y en diferentes poses, Frieda dejó que le tomara algunas más atrevidas con la idea de que la pensara durante su ausencia, Adler le prometió que guardaría esas fotos en un sitio seguro y que liberaría la máquina antes de dársela a su padre.

El domingo regresaron a la casa y se fueron a descansar a sus respectivas habitaciones, sabiendo que Rafael y Carolina llegarían en cualquier momento pues habían avisado por mensaje de texto que pasaban por Samu y llegaban para la cena. Iban a salir a cenar en familia como despedida de Adler que viajaba al día siguiente.

Un par de horas después acababan de ordenar en el restaurante, para variar, Frieda y Adler se sentaron juntos, no solían hacerlo frente a los adultos ya que temían que cualquier comportamiento extraño los hiciera descubrirlos. Comieron de forma amena mientras Adler escabullía disimuladamente su mano bajo la mesa y acariciaba las piernas de Frieda que intentaba disimular las cosquillas que aquello le hacía sentir.

Rafael parecía concentrado en sus pensamientos, así que pasó por alto aquel extraño comportamiento de los chicos y Carolina se dedicó a contarles sobre el hermoso lugar que habían recorrido en aquel fin de semana con su esposo y aunque le pareció extraño que los chicos no discutieran o no se molestaran, asumió que era debido a que Adler viajaría y por tanto habían hecho alguna tregua, era normal en ellos, de vez en cuando parecían no odiarse demasiado.

Al día siguiente, todos acompañaron a Adler al aeropuerto, esperaron a que llegara el momento de abordar y se despidieron con un abrazo. Frieda y él ya se habían despedido como deseaban unos minutos antes de salir de la casa. Ella se había colado a la habitación de él y lo había empujado con fuerza contra la pared para besarlo con ansias. Le había dicho que lo extrañaría y que más le valía portarse bien en Alemania si no quería conocer su lado malo, Adler le preguntó si acaso tenía un lado más malo que el que él ya conocía y Frieda dándole un pequeño mordisco en el labio, le susurró que no buscara hacerla enojar. Adler la abrazó y le prometió que jamás haría nada que la pudiera lastimar. Se prometieron amor, paciencia y conversar todos los días, y cuando Carolina los llamó porque era la hora de irse, se separaron.

En el aeropuerto, Frieda debió aguantarse las ganas de volver a abrazarlo y besarlo una vez más, Adler se arrepintió de que sus tíos aún no lo supieran pues sino podrían haberse despedido como cualquier pareja normal. Cuando les tocó el turno se quedaron uno frente al otro solo mirándose y conteniéndose las ganas de abrazarse y besarse.

—Vamos, chicos, un abrazo no le hace mal a nadie —insistió Carolina.

—¿De verdad tengo que hacerlo? —preguntó Frieda intentando atajarse las ganas de llorar. Se sintió estúpida al entender lo mucho que le afectaba ese corto tiempo que estarían separados, nunca pensó que el amor la convertiría en alguien tan vulnerable y susceptible, realmente pensó que ella era inmune a todo aquello, pero ahí estaba sintiéndose como si las semanas lejos de Adler fueran el fin del mundo o algo parecido.

—Vamos, no seas tonta —dijo Adler bromeando aunque podía ver en sus ojos aquellos sentimientos que tan bien conocía.

—¿Tonta? ¿Yo? Por fin descansaré de ti, sapo apestoso —bromeó la chica.

—Y yo de ti y de tus caprichos de niña malcriada —añadió.

—Bueno, basta. —Los detuvo Carolina—. Despídanse como gente civilizada —pidió.

—Adios, Frog —dijo Frieda extendiendo los brazos como para dejarse abrazar.

—Hasta pronto, princesa Fri.

Adler la abrazó y le susurró al oído.

—Te amo, no lo olvides y a mi vuelta hablamos con tus padres —añadió.

—¿Volverás, verdad? —inquirió la muchacha sintiendo que aquello que estaba experimentando cambiara de un momento a otro.

—Claro que lo haré —sonrió Adler viéndola a los ojos y conteniéndose las ganas de besarla.

—¿No que no se querían despedir? —preguntó Rafael observando que la escena duraba más de lo normal.

—Déjalos, se ven tan lindos cuando no intentan matarse —añadió Carolina suspirando, los chicos se separaron de golpe al darse cuenta que se estaban dejando llevar por todo aquello y minutos después, cuando la voz metálica por los parlantes avisó que era hora de abordar, se alejaron. Frieda vio a Adler perderse en el interior de la zona de embarque y un temor la invadió, esperaba que todo marchara en orden a su regreso. Carolina, Rafael y Samuel se giraron para ir hacia la salida pero ella no se dio cuenta y se quedó allí plantada y pensativa. Adler, ya adentro de la zona de embarque, pensó que ya la extrañaba.

—¡Ey! ¡Ya vamos! —le gritó Samuel a su hermana para traerla de nuevo a la realidad, él sabía que algo sucedía entre ellos, los había descubierto varias veces conversando de manera animada y hasta cariñosa, y le gustaba que así fuera, así que no decía nada, ya ellos dirían lo que fuera cuando lo creyeran oportuno.

Frieda se dio media vuelta sintiendo que una parte de su corazón se quedaba con Adler y entendiendo por primera vez las verdaderas dimensiones del amor y que cuando uno entregaba el corazón y el alma, una parte de su ser se quedaba con la otra persona. Eso le había dicho Rafael muchas veces cuando le contaba su historia con su madre, ellos se habían enamorado casi a la misma edad que Frieda y Adler, pero por cosas del destino debieron separarse por muchos años, él nunca la pudo olvidar ni superar, y ella a su manera, tampoco, y así vivieron una vida entera separados pero juntos, incluso en la distancia, en el tiempo y en el espacio, y cuando al fin volvieron a encontrarse, las piezas se fueron colocando una a una en su lugar. Su padre le había enseñado a Frieda que el amor cuando era verdadero era más grande que todo, que el tiempo, que el orgullo, que las dificultades, que las distancias, que las individualidades y Frieda nunca lo había entendido hasta ese momento, en el cual supo que ya nunca sería ella misma si no estaba con él, fue en ese momento cuando entendió ese amor del cual hablaban sus padres, tan intenso y tan profundo, fue en ese momento en el que confirmó para sí misma que nunca amaría a nadie como amaba a Adler, que su corazón no podría sentir lo mismo por nadie más. Sonrió al sentirse correspondida y corrió tras su familia esperando que los días pasaran rápido y que pronto estuviera de nuevo allí, pero esta vez esperándolo, pensó que ese día lo abrazaría y lo besaría sin importar si sus padres la veían porque ya no quería ocultarlo más.

El viernes subiré el prólogo de la nueva novela "Acompáñame a estar solo", los espero por allí. Es probable que ese día haga una transmisión en vivo desde mi grupo de Facebook. Ojalá se unan :)

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