* 26 *
Esa misma noche Carolina y Rafael salieron de viaje por el fin de semana, de camino dejaron a Samuel en casa de Lina y Gali, y como Frieda estaba con Marcia, pensaron que luego irían a la casa de esta donde su hija quedaría el fin de semana, sin embargo, Marcia no tardó en despedirse de su amiga y desearle lo mejor para aquellos días.
Frieda se recostó en su cama luego de tomar un baño y cerró los ojos. Necesitaba pensar, cerciorarse de que aquello que planeaba hacer era lo correcto. Suspiró al rememorar todo aquello que estaba día a día en su cabeza y su corazón, se había sentido distinta toda su vida, de hecho muchas veces había sentido que no encajaba en su entorno, sin embargo, ahora se veía igual a todas, igual a cualquier adolescente enamorada. No podía sacarse a Adler de los pensamientos, se preguntaba todo el día qué estaría haciendo, desfallecía ante su toque o sus caricias, añoraba sus besos y sus abrazos cuando no lo tenía cerca y adoraba dormir abrazada a él. Sentirse así tan vulnerable la hacía sentir tonta, la hacía sentir tan ilusa y soñadora como esas chicas que en muchas ocasiones criticó. Buscaba dentro de sí a la chica que odiaba a Adler, a la que no necesitaba enamorarse ni vivir un amor adolescente para sentirse viva, a la que se reía de aquellas compañeras que se pasaban dibujando corazones que encerraban las iniciales del chico que le gustaba en la última hoja del cuaderno.
Lo cierto es que ella estaba igual o peor, había perdido el control de sí misma y sentía que se desconocía. Recordó la conversación que tuvo con su madre una semana atrás, Frieda había olvidado algo que ella le había pedido encarecidamente.
—Lo siento, má, se me pasó. Si quieres voy ahora —se disculpó.
—Frieda, dime algo... ¿estás enamorada? —preguntó su madre así como si dijera que iba a llover.
—¿Qué? ¡No! —exclamó Frieda nerviosa. Carolina se sentó a su lado y la tomó de la mano.
—Bueno... es que andas algo distraída, sonríes sola, te arreglas bastante, escuchas músicas románticas y... es como si brillaras. Yo creo que eso es porque hay algún chico por allí... Tú sabes que puedes confiar en mí, ¿cierto? —preguntó su madre y Frieda asintió algo consternada. Odiaba ese sexto sentido que tenía su madre para leerla tan fácilmente, con un poco más de tiempo descubriría lo que estaba sucediendo bajo su propio techo. De hecho le parecía raro que aún no lo hubiera deducido.
—Sí, lo sé... pero no estoy enamorada, es en serio —añadió con un tono muy poco convincente, su madre rio.
—Mira, cariño. Enamorarse está bien, y más a tu edad. Es hermoso y divertido —dijo mirando con cariño a su hija—. Tú... solo cuídate, ¿sí? Cuando yo tenía tu edad me enamoré de tu padre... y fue... hermoso —dijo Carolina recordando, Frieda sonrió, conocía la historia.
—¿Má? ¿Qué sucedería si... un día... Gali y Samu se enamoraran? —preguntó Frieda algo temerosa. Carolina frunció el ceño mirándola con curiosidad intentando deducir el motivo de la pregunta.
—Creo que es algo que puede suceder, aunque pienso que se ven como hermanos... sin embargo, nada está dicho —añadió encogiéndose de hombros.
—Ustedes, ¿lo aceptarían? —preguntó y Carolina sonrió.
—Nosotros no somos nadie para meternos en la vida amorosa de nuestros hijos, Frieda. Podemos aconsejar, podemos incluso no estar de acuerdo con sus elecciones, pero finalmente son ustedes los que deben decidir. Si un día Samuel y Galilea se enamorasen, me preocuparía un poco, porque si no funcionaran como pareja terminarían por destruir esa relación tan cercana que tienen, pero sería decisión de ellos —explicó—. ¿Por qué esa pregunta?
—Ehmm... no... es porque... a Marcia le gusta alguien cercano a ella, así como Samu y Gali... y... bueno, no se anima a decirle a sus padres —agregó.
—Ahh... y bueno, ya sabes que yo creo que la sinceridad es siempre lo mejor y evita muchos problemas. Quizá debería intentar hablar con ellos, no creo que sus padres se molesten si es sincera —dijo Carolina mientras observaba a su hija dar vueltas sus dedos nerviosa. Algo se le estaba perdiendo en esa ecuación.
Frieda suspiró ante el recuerdo, quizás era hora de decirle a sus padres lo que le estaba sucediendo con Adler, quizás era hora de asumir —para sí misma y los demás— que estaba enamorada. Sin embargo, lo que Frieda no sabía era que aquella misma noche, Carolina se pasó largo rato en vela intentando darle forma al extraño comportamiento de su hija y a la bizarra pregunta que le había hecho. Recordaba perfectamente que Frieda le había mencionado que a Marcia le gustaban las chicas, en aquel momento no le dio importancia, pero ahora... todo parecía encajar en su cabeza, sobre todo luego de que Frieda le hubiera dicho aquello de que a su amiga le gustaba alguien muy cercano con quien tenía una relación como Samuel y Galilea, pero que no se animaba a decirle a los padres.
Frieda no era una chica tímida, y las veces que había salido con alguien o que le gustaba un chico, solía mencionarlo. ¿Por qué ahora lo ocultaba? Carolina estaba segura de que algo estaba sucediendo, de que su hija estaba enamorada de alguien, pero no quería admitirlo. ¿Por qué? Entonces la pregunta con respecto a Marcia, la amistad entre ambas y la atracción que supuestamente su amiga estaba sintiendo por alguien muy cercano, se ordenaron en su cabeza. Frieda estaba atravesando algo y Marcia tenía que ver en ello. ¿Acaso sucedía algo entre ambas?
El corazón de la mujer se aceleró, era obvio que si su hija tenía esas preferencias no la iba a rechazar, pero no le gustaba la idea de que pudiera estar confundida y a causa de ello cometiera alguna locura. Sabía en carne propia que los sentimientos, las emociones y las experiencias a esa edad podían ser muy intensas, ¿cómo podría Frieda tener certeza de que si sentía algo por esa chica, que era su mejor amiga desde que tenían cinco años, era algo genuino y no producto de una confusión o de algún sentimiento desbordado? Aquello realmente preocupó a Carolina.
***
Un ruido en la puerta de entrada seguido de unos pasos que ya conocía de sobra hizo que todas las mariposas que estaban dormidas en su estómago, aletearan ansiosas. Adler había llegado. Cerró los ojos y fingió dormir mientras esperaba que su presencia llenase todo en su habitación apenas ingresara.
El chico no tardó en entrar y al verla descansando salió sin decir palabras, iba a darse un baño y a preparar todo lo que llevaría para el fin de semana que ambos habían planeado. Además tenía que dejar su maleta lista porque el lunes en la mañana regresaba a Alemania por unos días.
Frieda suspiró para absorber el aroma que el chico dejó a su paso. Se volteó y fijó la vista en el techo. La verdad es que nunca había imaginado su primera vez, no la había idealizado como miles de chicas de su edad ni se había preguntado cuando ni con quién sería. Su madre le habló claramente de sexo desde muy jovencita y la preparó para ese momento explicándole todo de la mejor forma posible. Ella veía aquello como algo que simplemente en algún momento sucedería. El sexo no era un tema tabú en esa casa donde sus padres se asaltaban en cualquier sitio apenas se quedaban solos, eran abiertos y espontáneos, además para Frieda percatarse de aquello era una expresión de completo amor y entrega entre sus progenitores.
Ese pensamiento fue lo que la llevó a pensar en las palabras de Marcia: «Además que debes admitir que si has decidido que fuera él es porque de verdad lo amas, ¿o me equivoco?». Claro que no se equivocaba, claro que como su mejor amiga de toda la vida la conocía y sabía lo que ella pensaba del sexo. Para Frieda el sexo siempre iba de la mano con el amor, así lo había aprendido, así lo había entendido de los adultos que eran para ella sus modelos, sus propios padres, Taís y Rodrigo, Nikolaus y Berta. Sabía que había en el mundo personas que lograban separar esa ecuación, pero ella no era una de esas, y aunque no tenía miedos ni tabúes, aquello cuando sucediera, sería para ella un enorme gesto de entrega y de amor... Y Marcia tenía razón, si ella pensaba hacerlo con Adler, era porque en realidad sentía que lo amaba.
Aquello le dio miedo, ciertamente Adler le había pedido que formalizaran la relación, que hablaran con sus padres, pero nunca le había insinuado que la amaba aunque sí había aceptado que la quería.
—¿Estás despierta? —Su voz la quitó de sus cavilaciones.
—Sí... ¿Estás listo? —preguntó Frieda.
—Ya casi, ¿me ayudas? —inquirió el muchacho y la chica sonrió.
—Claro, vamos —dijo levantándose para ayudar a Adler a terminar las cosas y poder marcharse a la casa de campo. Apenas ingresaron a su habitación, Adler la abrazó y la besó con ternura.
—Te extrañé —sonrió alejándose un poco.
—Yo igual, pero ahora tendremos este fin de semana para nosotros solos —admitió.
—Ya estoy ansioso —dijo el muchacho caminando hasta su armario para sacar algunas ropas y meterlas en la maleta. Frieda se sentó en la cama y le ayudó a doblarlas.
—¿Ad? ¿Llevas... protección? —preguntó entonces y el chico la observó confuso.
—¿Para qué llevaría eso a Alemania, Fri? —preguntó el muchacho.
—¡No! ¡Tonto!, ahora... te pregunto si llevas protección ahora, el fin de semana —añadió completamente avergonzada, Adler entendió y sonrió acercándose a ella.
—Llevo, pero escucha... no tiene que suceder nada que no quieras, ¿está bien? No te presiones, Fri —sonrió. Ella lo abrazó y lo besó con cariño preguntándose si acaso él podía notar su tremenda inexperiencia.
—Ya veremos —respondió entre besos y Adler la abrazó, estaba seguro de que ese fin de semana sucederían cosas inolvidables, pero para él no tenía que ver con el sexo, sino con que había preparado un discurso para decirle a Frieda lo mucho que la amaba.
Perdón porque no pude actualizar el sábado, me estoy mudando de casa y mi vida está caótica. Hoy pude organizarme un poco y les traigo el capítulo que les debía.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top