* 19 *
Frieda y Adler compraron víveres en un supermercado y luego de pasar por la casa en busca de una llave —que Adler no sabía qué abría—, siguió a la muchacha hasta la parada de buses donde subieron a uno que los llevaría al destino que Frieda había elegido.
Adler supo a donde estaban yendo apenas llegaron al sitio, era la casa de verano de la familia de Frieda, una enorme mansión que su tía había heredado de su padre hacía muchos años atrás. En esa casa ellos se habían casado y él y Frieda habían sido los cortejos. Sonrió ante los recuerdos que traía a su memoria ese sitio.
—¿Por qué venimos acá? —inquirió Adler mientras Frieda abría el enorme portón de hierro que circundaba la mansión.
—Porque me gusta este sitio y hace mucho no vengo... Me da paz —explicó la muchacha.
—Recuerdo que aquí es donde te negaste a ser mi esposa y rompiste mi corazón en miles de partecitas —dijo Adler sonriendo, Frieda rio también. Ambos recordaban aquella escena. Berta había enviado a Adler a buscar a Frieda pues la boda iniciaría y ellos debían llevar los anillos, el chico que en aquel entonces era solo un pequeño niño enamorado, la buscó y le dijo que ya era hora de que se casaran, la niña que colgaba cabeza abajo de uno de los juegos del parque dejando ver sus boxers de superhéroe, le dijo que nunca se casaría con él. Adler no entendía por qué ella lo rechazaba, estaba hermosa con su vestido blanco y aunque se había despeinado después de colgarse de los juegos de hierro, aun así le parecía bellísima.
—Eras un niño tan tonto, Adler —rio Frieda y entonces el chico la tomó de la mano y la detuvo.
—Eras una niña tan insoportable, Frieda —dijo el muchacho.
—Aun así querías casarte conmigo —respondió la muchacha acercándose un poco más a él.
—Es que me gustabas, soy algo masoquista, supongo —añadió.
—¿Te gustaba o te gusto? —preguntó la chica acariciando con deliberada intencionalidad la mejilla de Adler.
—Me gustas y lo sabes —admitió el muchacho.
—Entonces bésame —pidió Frieda y Adler rio.
—¿Recuerdas que quise besarte una vez y me hiciste besar a una rana que me dio alergia? —preguntó el muchacho y la chica rio asintiendo—. No te besaré hasta que beses a una rana primero... creo que es lo justo.
—No puedes hacerme eso, Adler —se quejó la chica alejándose un poco.
—Sí puedo. ¿Nunca oíste eso de que la venganza es dulce, princesa Fri? —inquirió siguiéndola hacia el interior de la mansión.
—Puedes olvidarte de ese beso entonces —afirmó la muchacha.
—Oh... pues ya me había olvidado de él cuando entendí que nunca me lo darías, parece que la que lo quiere ahora eres tú —bromeó el muchacho.
—Pues puedo vivir sin ese beso —se encogió de hombros la chica.
—¿Apostamos? ¡A ver quién aguanta más! —dijo Adler entusiasmado.
—Me agrada esa apuesta. Si tú pierdes serás mi esclavo —añadió Frieda divertida.
—Siempre con lo mismo —suspiró Adler girando los ojos y la chica rio.
—Si tú pierdes serás mi esclava... sexual —añadió y ella lo empujó.
—¡Tonto! —dijo divertida.
—Ahora parece que no te desagrada tanto la idea, ¿eh? No se vale perder adrede —amenazó.
—¿Vamos a la recámara de mis padres? —dijo Frieda guiñándole un ojo al muchacho.
—¿Ya quieres perder? ¡Así no se vale! —exclamó el chico mientras seguía a Frieda que corría por las escaleras.
Cuando ingresaron a la habitación, Frieda corrió a pararse en la cama y lo miró divertida.
—¿Lucha? —preguntó la muchacha recordando la de veces que cuando eran pequeños lucharon en esa inmensa cama.
Adler rio al verla tan divertida y bella incitándolo a luchar aun vestida con su uniforme de la escuela. Se le ocurrieron miles de cosas que podrían hacer en esa cama en vez de luchar pero sin embargo aquello le pareció divertido.
—¿Te acuerdas como terminó aquello la última vez? —preguntó mientras se acercaba con lentitud.
—Sí, y no me molesta si te excitas, ya ha sucedido más de una vez —respondió ladeando la cabeza y levantando las cejas.
—Oh... claro... porque a ti no te ha pasado —añadió entonces el chico con ironía y se acercó un poco más ya casi listo para atacar.
—No te creas tan irresistible, Frog —dijo la muchacha y entonces el chico atacó. Se subió a la cama y empezaron a luchar, al principio solo se daban golpes con almohadones pero luego cuando él se giró para recuperar uno de los almohadones que había caído al suelo, ella se colgó por su espalda. Entonces, Adler en vez de intentar liberarse acarició intencionalmente sus muslos llevando sus manos hasta perderlas bajo su falda. Frieda le mordió el cuello para intentar distraerlo y Adler ladeó la cabeza para facilitarle el acceso. La chica que al principio lo quiso lastimar, empezó a dejar pequeños mordiscos en la zona mientras ambos iban convirtiendo la lucha en algo más suave. Las manos de Adler seguían recorriendo las piernas de Frieda hasta que finalmente la dejó recostada en la cama y volteó a verla.
Ante el forcejeo su camisa había perdido un par de botones y sus pechos envueltos en lencería blanca se mostraban tímidamente entre esos espacios. Su pelo alborotado se había soltado de la coleta y la falda dejaba ver bastante piel. Adler sonrió en éxtasis tras aquella visión y sintió su sangre hervir. Frieda sonrió al verlo observarla con tanto deseo y sin más palabras desabrochó los pocos botones que quedaban escondiendo su piel. Adler se sacó entonces la camiseta que traía y se acercó a ella colocándose encima.
El fuego empezó a quemarlos mientras ambos comenzaron a explorarse. Frieda dio rienda suelta a la pasión que la estaba tomando presa y dejó que sus manos vagaran por el torso ancho y desnudo del chico. Adler hizo lo mismo desnudándola por completo de la cintura para arriba y experimentando con su boca el sabor de su piel. Estuvieron allí por largo rato explorándose y acariciándose entre silencios y gemidos. Adler se aventuró un poco más perdiendo su mano bajo la falda y colando sus dedos bajo la prenda más íntima de Frieda, ella se estremeció ante su toque y se animó a buscar un poco más mientras desvariaba de placer. Desabrochó el cinturón y el botón del jean de Adler introduciendo su mano para acariciarlo también. Aquello era excitante, prohibido, peligroso y por demás placentero, tanto que ambos terminaron alcanzando la cima con las caricias que se prodigaban.
Aun con sus manos en el cuerpo del otro y sin querer alejarse, Adler observó a Frieda. Ella se veía hermosa, sonrojada y agitada, con el cabello alborotado y semidesnuda. Retiró entonces su mano de su cuerpo y se la llevó a la boca, probando su sabor. Frieda rio intimidada por aquel gesto que la hizo sentir extraña, por más que Adler pensara que ella tenía experiencia, ella nunca había estado con nadie de esa manera, pero no pensaba decírselo y esperaba no delatarse con su actuar.
—Muero por hacerte el amor, Frieda —susurró el muchacho acercándose aún más a ella y susurrándole eso al oído. Frieda sintió que todo su interior se estremecía de deseo pero no iba a hacerlo, no así, no en ese momento.
—Tener sexo, querrás decir... para hacer el amor debe haber eso, amor —dijo tratando de ocultar que ella también moría de deseo.
—¿No puedes ser un poco romántica? —inquirió el muchacho besando el cuello de Frieda—. Me gustas, me vuelves loco... ¿Qué hay de malo con todo esto que estamos sintiendo? No te entiendo, ¿no puedes ser un poco más normal?
—No hay nada de malo y soy normal, muy normal —dijo la muchacha volviendo a acariciar a Adler—. Solo que quiero que dejemos al amor fuera de esta historia y no... no tendremos sexo, al menos no completo —añadió—. Esas son mis reglas.
—¿Qué es lo que quieres entonces, Fri? Me confundes —añadió Adler ya entre gemidos por las caricias que estaba recibiendo.
—¿Divertirnos? No me quiero enamorar, no quiero ser la chica tonta de la cual los chicos se burlan, ya he pasado por eso, ya he visto a mis amigas pasar por eso. No quiero perder el control —dijo la muchacha sonriendo por lo que lograba en ese chico con solo unas caricias.
—Lo que quieras, princesa Fri... lo que quieras —admitió sin poder en realidad pensar demasiado en esos momentos.
—No soy una princesa, recuérdalo. Soy una chica con super poderes.
—Lo sé, puedo sentirlos —dijo dejándose llevar y Frieda sonrió. Adoraba sentirse poderosa y le gustaba todo lo que estaba descubriendo por primera vez aquella tarde.
Luego de que terminaran sus juegos de pasión y cuando el hambre los invadió bajaron al comedor a servirse lo que habían comprado para luego dar un paseo por el jardín. Adler iba con solo el pantalón puesto y Frieda llevaba la camisa desabrochada pues ya la mitad de los botones no existían. Llegaron al antiguo parque de hierro y ella corriendo fue a treparse a la cúpula con la misma facilidad de siempre, se sujetó por las rodillas y se dejó caer cabeza abajo.
—Aun te recuerdo en esa pose solo que cuando eso llevabas unos boxers de niño —dijo Adler mirando a Frieda colgar de los barrotes, Su blusa y su falda por completo hacia abajo por efecto de la gravedad, dejaban ver sus curvas y su cuerpo envuelto en lencería blanca de algodón.
—Tú tienes unos que me gustan mucho, ese que tiene una «S» de superman ahí en el centro —bromeó la chica—. Lo vi colgado el otro día y casi te lo robé —dijo Frieda y Adler sonrió.
—Te lo regalaré si lo quieres, así te lo pones y piensas en mí y en mis super poderes —bromeó el muchacho y Frieda rio—. Te ves preciosa, Fri...
—¿Sabes? Eso de que iba a quedarme a dormir en lo de Marcia era cierto, mamá me dio permiso porque terminamos los exámenes... pero creo que podríamos quedarnos aquí... quizá más tarde ir hasta el parque de diversiones que está aquí cerca y pasar algo de tiempo juntos... ¿Quieres? —preguntó algo tímida y Adler rio.
—¿Quieres pasar tiempo conmigo?
—Eso fue lo que dije —añadió la chica aun cabeza abajo.
—Repítelo más fuerte. Dime: Adler, quiero pasar tiempo contigo, concédeme el honor de tu presencia —dijo el muchacho acercándose y metiéndose bajo la cúpula de hierro. Frieda colgaba y reía ante lo que acababa de escuchar.
—Adler, quiero pasar tiempo contigo, concédeme el honor de tu presencia —dijo Frieda y Adler levantó las cejas divertido.
—¡Wow! Has perdido el encanto de bruja maléfica... parece que te estás convirtiendo en princesa finalmente —añadió y luego se acercó un poco más colocando una de sus manos en una de las nalgas de la chica. Ella rio divertida.
—Calla... no tientes a mi humor —amenazó.
—¿Por qué te gusta estar de cabeza, Frieda? —preguntó Adler mirándola con curiosidad, su rostro estaba rojo por la posición.
—No sé, me gusta ver las cosas desde otra perspectiva quizá. Poner el mundo de cabezas —dijo divertida. Adler se acercó un poco más y entonces quedó frente a ella, la cara de la chica daba justo al nivel de su entrepierna.
—Oye... esto podría ser divertido... se me ocurre algo que puedes hacer en esa posición —dijo el muchacho moviendo un poco las caderas.
—¡Estás loco! —dijo Frieda riendo e incorporándose de nuevo. Ahora estaba sentada por encima de la torre de hierro acomodándose la blusa y lo miraba desde arriba.
—No vas a decirme que te da asco, es obvio que ya nada de mí te da asco, princesa —bromeó el muchacho haciendo poses de fisicoculturista.
—No me da asco, pero en esa posición sería incómodo —rio la muchacha—. Luego buscamos otra más natural —añadió en un susurro que encendió todas las expectativas del muchacho.
—¿Es una promesa? —inquirió Adler.
—Ya veremos cómo te portas más tarde —dijo Frieda dando un salto y bajando de la cúpula de hierro.
—¿Cómo iremos al parque si estás semidesnuda? —preguntó Adler siguiéndola, ella ya ingresaba de nuevo a la vivienda.
—Buscaré algo de mamá que me pueda ir, ella deja ropa aquí porque suele fugarse con mi padre a tener fines de semana románticos en este sitio. Aunque a nosotros nos dicen que van a trabajar —añadió.
—¿Y cómo lo sabes? —preguntó Adler divertido.
—Sé muchas cosas, niñato tonto. He encontrado un cuaderno donde papá escribió gran parte de su historia con mi mamá, además he leído el libro que publicó ella... No sabes de las cosas que me he enterado... No es muy divertido imaginar a los padres de una haciendo cosas en el jardín de esta casa entre las plantas y las flores —añadió.
—¿Es en serio? —preguntó Adler riendo.
—Uff... esos dos son... creo que luego de leer aquello necesito un psicólogo para sacarme estos traumas —bromeó la muchacha.
—¡Yo quiero saber! ¡Cuéntame! —dijo Adler riendo cuando ambos ya regresaban y se sentaban en la sala de la casa.
—Está bien, pero te cuento que no es nada sano imaginártelos así —exclamó Frieda mientras se recostaba en el regazo del muchacho. Adler acarició su abdomen y sonrió.
—Vamos, ¿tan así? ¡Yo quiero saber! —insistió y Frieda entre risas procedió a contarle todo lo que había leído de sus padres en aquella especie de diario.
Último capítulo de la maratón de hoy. Gracias por tanto y espero lo hayan disfrutado. Nos vemos en el capítulo de mañana.
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