* 18 *

Luego de aquella extraña noche en la que Adler y Frieda compartieron caricias, las cosas entre ellos se volvieron algo más extrañas que lo normal. Mientras Frieda intentaba comportarse de la misma forma con el chico delante de sus padres, este había moderado mucho más su comportamiento y sus bromas para con ella.

Habían pasado cuatro días de aquello y Frieda —que acababa de terminar de estudiar con Marcia para una prueba al día siguiente— se dejó caer en la cama de su amiga bufando.

—¿Qué sucede con Adler ahora? —inquirió la chica mirándola con paciencia.

—No lo sé... nada, supongo... Todo con respecto a él me hace sentir extraña y no me gusta sentirme así...

—¿Así como? —preguntó Marcia divertida.

—No lo sé, expectante de que llegue, ansiosa... curiosa de saber con quién estuvo o qué ha estado haciendo. Siento que pierdo el control de mi persona y no quiero convertirme en una de esas chicas pesadas y melosas... Se supone que él y yo solo...

—Solo se divierten —añadió Marcia ante el silencio de Frieda y ella solo asintió.

—Bueno, solo fue una vez pero...

—Deberías hablar con él, Frieda. Esto puede terminar mal, lo sabes, ¿no? —preguntó su amiga.

—Lo sé... Estos días ha sido muy atento conmigo, son detalles tontos pero...

—Te gustan —sonrió Marcia y la chica se encogió de hombros—. Me gustaría entender qué tiene de malo que te enamores de él y por qué quieres pretender odiarlo cuando en verdad no puedes dejar de pensar en él.

—No empieces —dijo Frieda y Marcia solo se encogió de hombros.

Un par de horas después, Frieda regresó a su casa donde ya su familia la esperaba para la cena.

—¿Qué tal tu día? —preguntó su madre—. ¿Lista para el examen de mañana?

—Sí, aunque un par de cosas no me quedaron demasiado claras... de todas formas no creo que salga nada de eso, así que estoy tranquila —explicó.

—¿Qué materia es? —inquirió Rafael.

—Matemáticas —respondió la muchacha.

—No deberías dar por sentado que no saldrá... uno nunca sabe —dijo su padre y Frieda se encogió de hombros.

—¿Necesitas ayuda, Fri? Yo podría explicarte eso que no entiendes —ofreció Adler. Ella lo observó buscando el tinte de ironía o doble intención en sus palabras pero sus ojos miel no delataban maldad alguna, una media sonrisa se extendió en su rostro y la chica sintió que algo revoloteaba en su estómago. Rápidamente bajó la mirada y se concentró en su plato.

—¡Es buena idea! —dijo Rafael y Carolina asintió sonriente, cualquier cosa que limara las asperezas entre esos dos era bueno para ella.

Frieda asintió con timidez sin saber qué más decir y sintiéndose incapaz de refutar con ironía o algo de maldad a aquella mirada y brillante sonrisa que le regaló Adler. Luego de la cena, ambos se dirigieron a la habitación de la muchacha.

—Bueno... dime, ¿qué no entiendes?

«Lo que me pasa contigo», pensó Frieda pero no lo exteriorizó. Sin decir palabras sacó el libro de la mochila, lo abrió en una de las páginas y se lo mostró. La chica se sentó en la silla frente a su escritorio y Adler arrastró otra silla para sentarse a su lado y explicarle. Lo hizo con mucha paciencia y detalle, y aunque a Frieda le costó muchísimo concentrarse teniéndolo tan cerca, finalmente logró entender y aclarar sus dudas.

—¿Listo? —preguntó Adler y ella sonrió.

—Gracias —afirmó y el chico la observó, era preciosa y en los últimos días había perdido ese aire de niña caprichosa para convertirse en una chica vulnerable y algo tímida. Adler se levantó y dejó el lápiz en el escritorio, caminó hasta la cama y se recostó en ella.

—¿Cómo te está yendo en la escuela? —preguntó.

Al principio Frieda no supo qué responder exactamente, pero pronto el chico comenzó a hablar y a contarle vivencias de sus días en el colegio en Alemania y ella se relajó, se recostó a su lado en la cama y empezaron a reír mientras se sumergían en anécdotas y recuerdos de cada uno.

No se percataron del tiempo que había pasado hasta que Frieda bostezó cansada, nunca les había sido tan sencillo entablar una conversación pero ambos se sentían a gusto. Sin embargo ella había estado estudiando todo el día y en la mañana debía despertarse temprano.

—Estás cansada, sería bueno que durmieras ya, princesa. Mañana debes madrugar y debes tener la mente limpia para el examen, verás que te va genial —dijo levantándose. Frieda lo observó hablarle de esa forma y no le molestó su dulzura, de hecho sonrió sintiéndose extrañamente bien. Él se agachó para darle un beso en la mejilla y ella levantó una mano para acariciar su cabello.

—Gracias —susurró.

—No hay de qué —dijo él sin alejarse aún. Adler pasó su pulgar por el labio inferior de Frieda sintiendo la tentación de besarla y ella sintió la electricidad que le generaba su tacto.

—¿Me vas a besar un día? —preguntó entonces la chica y Adler rio.

—Dijiste que antes que besarme besarías a un auténtico sapo, ¿lo recuerdas? —bromeó y ella bufó girando los ojos. Adler besó su dedo índice y luego lo colocó sobre el labio de la chica, ella le dio un pequeño beso al dedo del muchacho.

—Esto se está descontrolando, ¿no lo crees? —inquirió y él asintió.

Adler no dijo nada más, salió de la habitación y cerró tras de sí. Por el camino se encontró a Carolina que volvía de la cocina.

—¿Recién terminan? —preguntó frunciendo el ceño, era tarde y ella creía que hacía rato habían acabado.

—Nos quedamos conversando un poco —dijo Adler sonriendo y abrazando a su tía. Él era extremadamente cariñoso con ella y eso le encantaba.

—Se están llevando mejor, ¿es así o solo son ideas mías? —preguntó la mujer.

—Estamos madurando, tía —sonrió Adler y Carolina negó con la cabeza, el chico era un dulce.

—Me alegro. ¿Y la chica esta con quien estás saliendo? ¿Es algo serio? —preguntó la mujer.

—No tía, nada serio por el momento —respondió Adler.

—Cuídate, ¿eh? No quiero problemas... ya sabes.

—Lo sé, tú tranquila... no sucederá nada malo —respondió el muchacho y luego le plantó un beso en la frente a su tía a quien ya pasaba por una cabeza.

Ingresó luego a su habitación y tras cambiarse de ropa se acostó en su cama cubriéndose con las mantas y abrazando el almohadón que todavía olía a Frieda. Lo había guardado en el armario esperando que su tía no lo viera, aquello le parecería por demás extraño.

Suspiró. Ya no se podía sacar a la chica de la cabeza.

Por la mañana siguiente no se vieron, Adler no tenía clases ese día así que decidió dormir un poco más mientras Frieda fue temprano a la escuela. Sin embargo, a la hora del almuerzo, el chico decidió ir a buscarla. Por lo general ella volvía caminando, pues la escuela no quedaba lejos de la casa, así que fue hasta allí y la espero en frente.

La vio salir junto a su amiga, venían riendo y conversando. Adler pensó que Frieda se veía hermosa con aquel uniforme y su pelo alborotado en una coleta algo suelta. La primera en divisarlo fue Marcia, quien le sonrió y posteriormente dio un pequeño empujón a su amiga, que siguió la trayectoria de su mirada para encontrar a Adler recostado por un auto y sonriendo con dulzura.

—¿Qué hace aquí? —susurró Frieda a su amiga.

—Vayamos a averiguar —dijo Marcia divertida tomando de la mano a su amiga y llevándola hacia donde estaba el chico.

—No me dejes sola con él —pidió Frieda y Marcia sonrió.

—Claro, jamás lo haría —añadió la chica—. Eres demasiado peligrosa —bromeó justo cuando llegaban.

—Hola, chicas —saludó Adler acercándose a ellas.

—¡Hola! —saludó Marcia.

—Hola —respondió también Frieda—. ¿Qué haces por aquí? —inquirió la muchacha.

—Venía a preguntarte si quieres hacer algo... es que tengo el día libre... Tú habías prometido llevarme a conocer algunos sitios, ¿lo recuerdas? —preguntó Adler.

—Ahh... sí, lástima que hoy no puedo... he quedado con Marcia de acompañarla al médico, además me quedo a dormir en su casa hoy —dijo mintiendo a lo que Marcia la observó confundida y luego reaccionó.

—¡Claro! ¿Pero sabes? Creo que mi cita no es hasta la próxima semana y se me había olvidado avisarte. Además mamá quiere que vaya por mi hermanito a la escuela y ya se me hace tarde. Creo que los dejo... ¡Nos vemos luego! ¡Te espero en casa cuando terminen el paseo! —dijo corriendo para evitar que su amiga la detuviera.

—¡Marc... —Ya se había ido.

—¿De verdad tienes miedo de estar sola conmigo? Si es así solo dímelo, Fri...

—¿Miedo? ¿Yo? —preguntó la muchacha observándolo.

—Bueno... es que... pareciera que...

—¡Vamos! Ya sé a dónde voy a llevarte —interrumpió ella y él sonrió siguiéndola.

Maratón #2

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