* 15 *

Tras aquella escena Adler quedó inmóvil y algo anonadado. Eran demasiadas cosas para un solo día. Empezaba a sentir que no conocía en realidad a Frieda. Se suponía que ella no salía mucho, que no tenía demasiados amigos y mucho menos un novio... Sin embargo allí estaba, en una fiesta de universidad, besándose con el chico más popular y de quien decían no tomaba en serio a nadie y solo usaba a las chicas. ¿Qué hacía Mauricio con Frieda?

—Bueno... ya nos vamos —dijo Marcia que al ver a Frieda besando a un desconocido se dio cuenta que las cosas estaban pasándose de la raya.

—Vamos —dijo Frieda volviendo en sí.

Entonces salieron de allí ante la atenta mirada de Alan, Mauri y Adler, quien trataba de aparentar para que Renée no se diera cuenta cuánto le afectaba esa chica.

Cuando llegaron a casa de Marcia, las chicas se sentaron en la cama.

—No sé qué demonios te sucede —dijo Marcia aún bastante borracha—, pero hoy te ves linda —añadió—. Además... me he divertido —agregó y Frieda sonrió.

—Mejor te vas a dar un baño y te cambias. Apestas a cerveza y dices incoherencias —alegó.

—Lo haré, y luego dormiré porque no entiendo nada... pero mañana me vas a explicar qué es lo que te está pasando... prométeme —pidió señalándola con un dedo.

—Si te acuerdas de esto te lo explico —sonrió Frieda.

El domingo las chicas despertaron cerca del mediodía. En la casa no había nadie, los padres de Marcia y su hermano habían salido y les habían dejado una nota en la que les decían que había comida en el refrigerador y que iban a un festejo de la escuela del pequeño. Marcia agradeció el silencio y la paz que ayudaba a que su cabeza doliera menos. Frieda se dio un baño, se cambió con ropa que había llevado y se sentaron a comer.

—Ahora me vas a decir qué demonios sucede. Estaba borracha, pero no tanto como para no ver que te comiste al tal Mauricio. ¿Qué pasa, Frieda? ¿A qué estás jugando? —inquirió confundida.

—Es que no lo sé... no sé qué sucede... solo vi a Adler y... aghhh... odio verlo con esa tal Renée —exclamó viendo a los ojos a su amiga.

—¿Estás celosa, Frieda? ¿Te enamoraste del sapo? —preguntó Marcia y Frieda bajó la vista revolviendo los fideos en su plato.

—Enamorarse es una palabra demasiado grande, ¿no lo crees? —preguntó.

—¿Entonces? —inquirió la chica que ya de por sí estaba bastante divertida de ver a su amiga de aquella forma, tan incómoda y sin palabras.

—Supongo que... me gusta... físicamente —explicó.

—¡Oh! ¿Y a qué nivel? Digo... ¿qué es lo que quieres con él exactamente? —preguntó Marcia sin contener la risa.

—Deja de burlarte... ¿Crees que es divertido que me guste mi peor pesadilla? ¿El chico que odié toda la vida? —inquirió ahora dejando el tenedor en la mesa y llevándose las manos a la cabeza.

—No lo sé para ti, pero para mí es muy divertido —respondió Marcia encogiéndose de hombros.

—¿Qué no te leíste el manual de mejores amigas, Marcia? ¡Se supone que debes apoyarme! —explicó la chica exasperada, Marcia rio aún más.

—¿No crees que ir a una fiesta de desconocidos, bailar toda la noche con un chico con el que luego me emborraché y dejar que me tocara un pecho es mucho más que apoyarte? —inquirió Marcia y Frieda la observó confundida.

—¿Le dejaste qué? —preguntó.

—Es que... quería saber qué se sentía... —Se defendió su amiga y ahora fue Frieda la que rio.

—¿Y? —preguntó.

—Y... pues... está bueno —se encogió de hombros—, supongo.

Ambas rieron divertidas y siguieron comiendo hasta que Marcia volvió a hablar.

—¿Entonces? ¿Qué vas a hacer? —preguntó.

—Supongo que... seguir odiándolo... —respondió Frieda en un suspiro.

—Del odio al amor hay...

—Ni lo digas... hay una zanja entre el odio y el amor cuando se trata de Adler y de mí... y antes que enamorarme de él, me tiro a la zanja —añadió Frieda y Marcia la observó en silencio por unos instantes.

—Pues... avísame así compro palomitas para verte caer al precipicio, amiga —añadió.

—Ya cállate —se quejó Frieda molesta pero a la vez divertida.

Cuando Frieda volvió a la casa en la tarde de aquel domingo, todo estaba en silencio, lo que agradeció internamente. No tenía ganas de ver ni hablar con nadie. Entró a su habitación y cerró la puerta tras de sí, pensaba acostarse a dormir, se descalzó y se sacó la chaqueta, los zapatos y se desprendió el jean. Se lo iba a quitar ya cuando se volteó hacia la cama y lo vio acostado con los brazos bajo la cabeza observándola sonriente.

—Sigue, por favor... —dijo haciéndole un gesto con la mano.

—¡Idiota! ¿Qué haces aquí? —preguntó prendiéndose de nuevo el jean.

—Te esperaba para que me dijeras qué demonios hacías en esa fiesta con Mauricio. ¿Acaso no sabes la fama del chico? —inquirió molesto.

—¿Fama? Es un ex novio, ¿qué tiene de malo? —respondió haciéndose de la desentendida.

—Todo el mundo dice que él solo se aprovecha de las chicas, Frieda... ¿Es tu exnovio? ¿Por qué se besaron? —cuestionó sin entender.

—¿Por qué haces tantas preguntas? ¿Y por qué piensas que te las voy a responder? Pero mira, para que veas que sí soy buena... es un ex novio con el que salí el año pasado... de mí al menos no se ha burlado ni aprovechado. Todo lo que hemos hecho ha sido con mi consentimiento —añadió y Adler sintió una mezcla de rabia, celos y enfado invadir sus entrañas. Aquellas palabras dejaban demasiado a la imaginación y a la incertidumbre. Frieda no era así, no para él... él la veía como una niña inocente que fingía ser ruda pero no lo era en realidad.

—Bien... allá tú... Yo solo... quería advertirte que tuvieras cuidado —añadió levantándose.

—¿Y tú? ¿Acaso no eres igual? Andas de chica en chica, de boca en boca... de cama en cama... ¿O debería decir de biblioteca en biblioteca? ¿Había biblioteca ayer en la casa? ¿Qué libro leíste? ¿Los pelos de allí los tiene verdes también? —inquirió divertida al notar a Adler cada vez más ofuscado.

—¿Estás celosa, princesa? —dijo el muchacho acercándose a ella. Frieda lo provocaba y él no podía callarse, no con ella.

—¿Celosa? ¿Por qué? Me alegra saber que hay en el mundo personas tan caritativas capaces de besar a sapitos como tú, ya ves... —dijo ella señalándole sonriente.

—Te encantaría besarme, admítelo... Solo dímelo y lo haré, te besaré y apagaré esa furia que traes dentro... solo pídemelo y te haré el favor —dijo él acercándose peligrosamente. Frieda dio un par de pasos hacia atrás.

—Prometo que no te besaría ni aunque fueras el último hombre sobre la faz de la tierra —añadió con cara de asco—. Antes besaría a un verdadero sapo, lo prometo.

—Te tomo la palabra —dijo Adler divertido y entonces cuando Frieda chocó contra una de las paredes de su habitación él colocó su mano derecha en su cintura sintiendo la electricidad correr por sus venas—. Sin embargo has besado a Mauricio, ¿no es eso más asqueroso? —preguntó.

—No... él me gusta... de hecho, estoy pensando en volver con él —agregó desentendida, lo que molestó de lleno a Adler.

—Pues allá tú si prefieres las cucarachas a los sapos —dijo Adler enfadado. No habló más, solo acercó su nariz al cuello de la chica y respiró su aroma acariciando suavemente su piel, ella sintió que temblaba completa y cerró los ojos, estaba perdiendo el control y tenía que evitar abrazarlo y besarlo allí mismo. Algo en la piel de Adler le resultaba como un imán y la hacía desear más y más, sentía que se desconocía a sí misma cuando estaba cerca de él, sentía que se perdía y se volvía a encontrar—. ¿Te he dicho alguna vez que amo tu perfume, princesa? —inquirió Adler susurrando.

—Mmmm —respondió la chica sintiendo que su mano derecha se metía con lentitud bajo la blusa que traía y acariciaba su abdomen—. ¿La rana Renée te ha dejado con ganas? —preguntó Frieda queriendo sonar irónica pero en casi un suspiro ahogado.

—Tú me das ganas —respondió el chico y ella sonrió.

—Me gusta que admitas eso —expresó sin darse cuenta que aquello fue un pensamiento en voz alta.

—Estaría bueno que tú admitieras que también me tienes ganas y que toda esa excusa del sapo asqueroso es solo un cuento para mantener tus manos apartadas de mí —dijo Adler plantando un tierno y pequeño beso en su clavícula y luego dando un suave mordisco en el sitio.

Frieda sin poder contenerse ya, movió su mano derecha y la metió bajo la camisa de Adler acariciando con suavidad la espalda del chico. Su piel era tersa y le agradó el calor, la química, la textura.

Adler abrió los ojos y la observó sin dejar de hacer círculos con los dedos como jugando en el abdomen de la chica. Ella lo observó y se volvió a perder en su mirada, como aquel día en aquella plaza.

—Tienes los ojos más hermosos que conozco, Fri —dijo él con suavidad y acariciando su mejilla con la mano izquierda, ella se sonrojó y no supo qué contestar.

Adler sintió que era el momento y que ella también deseaba besarlo. Se acercó con lentitud y entonces la puerta se abrió dejando ver a un Samuel sorprendido al encontrarlos así. Adler dio un paso atrás y Frieda se apartó nerviosa arreglándose la blusa confundida.

—Bueno... hablamos luego —dijo Adler saliendo de la habitación como una ráfaga. Samuel ingresó y cerró la puerta cuando él salió.

—¿Qué estaban haciendo tú y Adler? —inquirió con mirada pícara.

—Nada... y no hables de esto a nadie o morirás —amenazó Frieda—. No has visto nada y no ha pasado nada, ¿entiendes?

—Si lo hago, ¿qué me harás? —preguntó divertido.

—¡Matarte! Ya te lo he dicho —exclamó y el chico sonrió divertido.

—¿Puedo contárselo a Gali? Después de todo ella siempre dijo que ustedes se gustaban —añadió.

—¡No! —gritó Frieda—. Y dile a Gali que deje de leer tantas novelas en wattpad, que el mundo no funciona así —exclamó exasperada—. ¡Ya vete!

—Bueno, solo venía a avisarte que mamá compró helado y te llaman por si quieras.

—¡Helado! ¡Ya voy! —dijo la chica saliendo de su habitación y dejando atrás a su hermano.

—Dios, cuando repartiste la cordura, Frieda llegó tarde —exclamó el chico suspirando y mirando al techo.

Espero hayan disfrutado el cap... y que les haya gustado el booktrailer. Por favor dejen de mandarme mensajes pidiéndome que actualice más rápido esta historia, esta semana he recibido algunos que me cayeron pesado, escribo porque amo hacerlo y disfruto mucho de esta historia y de lo que me dicen cuando comentan, pero se siente feo que me  lo digan como si fuera una obligación. 

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