* 13 *
El inicio de sus respectivas clases los tenía involucrados en sus cosas y sin mucho tiempo para compartir juntos, además, de forma intrínseca ambos sentían que debían separarse un poco o las cosas se complicarían. Adler estaba iniciando recién y tenía muchos años por delante, no quería defraudar ni a sus tíos ni a sus padres.
En la universidad ya había hecho algunos amigos. Renée y él pasaban mucho tiempo juntos y además estaba Mauricio, un chico que le caía muy bien. Era divertido y muy guapo, las chicas estaban siempre siguiéndolo y lo que decía o hacía era tendencia en el grupo. Él se había acercado a él por algún motivo —que Adler no tenía muy en claro—, pero lo había hecho y finalmente a él le convenía. Con Mauricio al lado, todos los chicos y chicas del curso, se habían acercado a él de inmediato.
—¿Qué tal si hacemos algo el fin de semana? —preguntó Mauri en aquel receso. Pueden ir todos a casa.
A todos les pareció una idea genial así que fijaron hora y detalles sobre lo que debían llevar.
Ya en la casa, Frieda y Marcia veían una película en la habitación de esta. Marcia estaba ansiosa por conocer al famoso Adler, pues era el que sacaba de sus casillas a su amiga, aunque Marcia tenía algunas dudas al respecto... creía que había algo más que Frieda no le estaba contando.
—¡Ey, Fri! —dijo Adler ingresando a la habitación de la muchacha sin tocar. Las chicas estaban tendidas en la cama mirando la tele.
—¿Golpear? ¿Para qué? —dijo Frieda irónica.
—Perdón, no sabía que tenías visitas —dijo Adler sonriendo y mirando a Marcia.
—Hola, soy Adler —saludó.
—Alias el sapo —dijo Marcia y Frieda se echó a reír—. Soy Marcia, mejor amiga de Frieda —añadió.
—Ohhh —exclamó Adler sentándose peligrosamente cerca de la chica que se hizo a un lado ante tanta intimidad—. Entonces, ¿es a ti a quien le cuenta sus secretos? ¿Eres tú la que sabe lo que realmente siente por mí?... Ohhh, ya veo... ¿Te ha dicho que muere de amor por mí desde que usaba calzones de niño con dibujos de super héroes? —habló como si Frieda no lo oyera. La chica le tiró una almohada y Marcia se echó a reír.
—La verdad estoy queriendo descifrar qué es lo que en realidad siente por ti —dijo la muchacha y Adler sonrió levantando ambas cejas varias veces.
—¡Marcia! —llamó Frieda a su amiga que se echó a reír.
—Me caes bien, mejor amiga... Si te cuenta algo de mí, me chistas, ¿eh? —dijo bromeando y salió de la habitación.
—¿Qué diablos? —preguntó Frieda enfadada.
—Me cae bien —respondió Marcia encogiéndose de hombros.
Más tarde ese mismo día, las chicas decidieron ir a comer algo a un bar que había en la esquina, lo que no esperaban era ver allí a Adler con aquella chica tan extraña de pelo verde. Se veían muy alegres y acaramelados, ella toqueteaba con delicadeza y ocasionalmente la mano que él dejaba sobre la mesa.
—¿Está flirteando? —preguntó Marcia y Frieda se encogió de hombros.
—Eso parece, vaya este chico no pierde el tiempo —dijo Frieda sintiéndose incómoda.
Intentó que aquello pasara desapercibido para que Marcia no se diera cuenta de lo mucho que le estaba costando no mirar hacia la mesa de Adler para identificar qué estaba sucediendo allí. Cuando al fin les sirvieron de comer y luego de terminar con ello decidió que tenía ganas de ir a dormir. Marcia se despidió de ella en la entrada y cada quien fue para su casa.
Cuando llegó, Frieda ingresó directo a su habitación sintiéndose molesta pero sin poder identificar el origen de su sentimiento, aunque en el fondo sabía que era a causa de Adler y esa chica.
—¿Ya se fue tu amiga, princesita? —preguntó el chico un rato después al ingresar al cuarto.
—¿No piensas tocar nunca? ¡Puedo estar desnuda! —exclamó la chica ofuscada y Adler no creyó que ese fuera el mejor momento para contarle que ya la había visto desnuda.
—¡Qué más da!, he visto a varios chicos desnudos en mi vida... —bromeó—. Oh... perdón... a varias chicas —añadió y luego frunció el ceño—. Tienes razón, debo golpear... nunca he visto desnuda a una chica como tú, que no parece una chica.
—¡Idiota! —replicó Frieda que no tenía ganas de discutir.
—Quería invitarte a ir a una fiesta de la universidad el fin de semana. Ya estás en último año, puede que los tíos te dejen, además estaré yo y...
—¿Me vas a cuidar? —preguntó Frieda levantando las cejas y cruzándose de brazos—. ¿Hay biblioteca para que puedas leer tu libro de cabello verde? —inquirió y Adler se echó a reír.
—¿Nos viste? —cuestionó él sin haberse siquiera percatado de la presencia de las chicas.
—¿Nos viste? —remedó Frieda—. Parecías una copia mala de un actor de una novela de la tarde, todo cursi intentando cortejarla —añadió remedando sus gestos.
—Ohhh... eso es porque no conoces mi lado sexy y tierno. Las chicas mueren ante mí —dijo de nuevo levantando sus cejas, Frieda rio.
—Mueren antes que estar contigo, querrás decir —añadió irónica.
—Bueno, hablando en serio... esta chica, Renée... es hermosa —dijo Adler y Frieda se echó a reír a carcajadas. El chico la observó—. ¿Qué sucede?
—¿Se llama Renée? —preguntó entre risas.
—Sí... es francesa —añadió Adler aún sin entender el chiste.
—El sapo Frog y la rana Renée, que justo tiene el pelo verde. ¡Qué romántico! —dijo Frieda riendo y Adler negó con la cabeza—. ¡Pronto tendremos renacuajitos en la casa!
—Eres una niñita tonta, Frieda. ¿Cuándo vas a madurar? —inquirió molesto.
—Hoy no —contestó Frieda mientras se retorcía de la risa en su cama.
—¿Quieres reírte? ¡Espera te daré algo para reír! —dijo Adler mientras se tiraba sobre ella para hacerle cosquillas.
—¡Detente! ¡No! ¡Odio las cosquillas! —se quejaba Frieda entre risas pero Adler no paraba.
—Ahora te vas a reír hasta que no puedas más —exclamó el chico.
—¡Basta! ¡Me voy a orinar! —gritó Frieda empujándolo con fuerza. Adler cayó de la cama y ella se puso de pie colocando inmediatamente un pie sobre su estómago—. Puedo pisarte aquí o patear el que queda sin explotar —dijo señalando su zona íntima.
—Qué agresiva, Fri... —sonrió Adler riendo y tapando con ambas manos su entrepierna, con esa chica nunca se sabía.
—Me encanta que me tengas miedo —dijo la chica alejándose y caminando hacia su espejo para arreglarse un poco el pelo y la ropa.
Adler se incorporó y la observó mientras se peinaba, tenía el pelo largo y lacio y lo estaba intentando ordenar luego de las cosquillas. Sus ojos verdes lo miraron tras el espejo, era realmente hermosa. En ese momento traía una camiseta larga por debajo de los muslos y un minúsculo short debajo, además unas medias altas. Frieda sujetó su cabello en una coleta mientras miraba fijamente a Adler. Estaba sentado en una orilla de su cama con las piernas abiertas y las manos en las rodillas. Era guapísimo, su camisa se había abierto en el forcejeo y dejaba ver algunos de sus vellos dorados del pecho, su media sonrisa era cautivadora y su cabello revuelto daba ganas de ordenarlo un poco.
Eso fue lo que Frieda hizo, sin pensarlo. Se acercó a él metiéndose entre sus piernas y le peinó, tocando de alguna manera —aunque sea indirecta—, ese cabello que tanto deseaba acariciar. El rostro de Adler quedó a la altura de los pechos pequeños y escondidos de Frieda entre tanta tela. Adler quiso buscarlos con sus manos, palparlos... apretó su puño para no hacerlo. Aquella chica lo volvía loco, era una mezcla de niña y mujer en todo sentido, su cuerpo era como su rostro, entre sexy e inocente, a la vez puro y tentador.
Frieda lo vio mirarle los pechos y sonrió, aquello le gustaba y le parecía excitante, Adler despertaba cosas en ella que no sabía que existían.
—¿Buscas mis pechos? Están ahí, aunque te parezcan menos ostentosos que los de la rana Renée... —añadió en casi un susurro.
—¿Están? No los veo —dijo Adler ladeando la cabeza de lado y achinando los ojos—. Demasiada tela —zanjó.
Frieda soltó el peine y dio un paso hacia atrás. Ajustó la camiseta en su espalda y su figura se marcó tras la tela. Se miró a sí misma y luego miró a Adler, éste tenía los ojos oscuros y parecía comerla con la vista, ella se sintió poderosa.
—Parece que después de todo te gusta lo que ves —dijo riendo y poniéndose de costado para incitarlo aún más.
—Hmmm... no sé... debería tocarlos para poder medir mejor su forma y textura —dijo Adler sonriendo de lado y moviendo sus manos y dedos. Aquello era por demás excitante y divertido.
—Hmmm... eso sería darte demasiada importancia. No cualquiera puede tocarlos —añadió ella mientras se los apretaba ella misma y sonreía. Adler sentía que la boca se le hacía agua y el deseo aumentaba quemando su sangre.
—Nadie te ha tocado, si se nota que eres una niñata sin experiencias —comentó sabiendo que eso la molestaría. Frieda casi le dio un golpe pero entonces decidió responder de otra forma.
—¿Crees que soy una niñata tonta y sin experiencia? ¡Vamos Adler, tengo diecisiete años! Ya he estado con varios chicos, solo que... yo los elijo, no ellos a mí —respondió soltando la tela de la camiseta y caminando de nuevo hacia el espejo para peinarse.
—No te creo nada —añadió Adler acercándose a su espalda.
—Pues no me importa. ¿Qué acaso tú te crees el único capaz de tener sexo? Más bien diría, si hasta tú consigues con quién acostarte... cualquiera puede, ¿no? Aún queda esperanzas en el mundo —bromeó y Adler solo negó con la cabeza.
—No te creo —insistió.
—¿Qué acaso dejaría de ser una princesa para ti si sabes que he estado con algunos chicos? —inquirió levantando una ceja retadora.
—Mejor me voy a dormir —dijo el chico volteando hacia la puerta para salir.
—¿Qué? ¿Te dio miedo? ¿Te excitaste? —bromeó la muchacha pero entonces Adler se acercó a ella como un león que acorrala a su presa y se pegó a su espalda. Recostó sus manos en la cadera de Frieda y la atrajo a él dejándole saber su respuesta. La chica soltó un corto gemido al sentirlo y él bajo la cabeza para hablarle al oído.
—Portate bien, Frieda. Sería bueno que sepas que me vuelves loco y me sacas de mis casillas en muchos aspectos, y no solo en los que crees —añadió volviendo a pegarla a él—. ¿Lo entiendes? No me tientes —susurró y luego pasó su lengua por el cuello de la chica probando su piel y sintiendo su aroma a flores inundar sus fosas nasales. Frieda sintió que se le aflojaban las piernas y tuvo que contenerse para no voltearse y besarlo de una maldita vez. A ella también la tenía loca y a varios niveles...
Adler salió de la habitación y Frieda necesitó sentarse en la cama para recuperar el aliento. Lo odiaba, pero le gustaba... le atraía de una forma tan potente e intensa a un nivel profundamente físico que nunca antes había sentido, era como si él fuera una tela de araña y ella un insecto que fuera directo a enredarse en ella. Sabía que aquello no terminaría bien, pero a Frieda le gustaba el peligro y la adrenalina, le gustaban las montañas rusas y los saltos al vacío, colgarse de cabeza del castillo de hierro que tenía en la casa y, ¿por qué no?, ver hasta dónde le llevaba aquello.
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