* 11 *
Parece que hemos tenido problemas con la actualización del capítulo número 10, no les ha llegado a varios y muchos no lo pueden ver. Si ese es tu caso prueba a borrar la historia de tu biblioteca y luego agregarla de nuevo... O en todo caso me dejas tu usario y te etiqueto en los comentarios, eso ha funcionado con algunos...
Si ya lo has leído pues... continuamos por aquí.
La semana pasó muy rápido para Frieda que aprovechó para ir con su madre de compras y visitar antiguas amistades. De vez en cuando se preguntaba cómo la estaría pasando Adler en su campamento con sus amigos, ¿habría hablado con Ava?, ¿y si lo arreglaban? ¿Y si luego de arreglarlo decidía no viajar?
«¡Detén tus ideas, Frieda! ¡Si no viaja, mejor para ti! No queremos a ese sapo molestoso en la casa». Se decía a sí misma para evitar liberar el rumbo que querían tomar sus pensamientos.
Aun así su curiosidad era mayor y se había encontrado un par de veces espiando a Berta cuando le hablaba por teléfono e intentando descubrir qué le estaría contando. De hecho en ese mismo momento lo estaba haciendo, estaba escondida atrás de una puerta con la oreja pegada a la misma intentando descifrar la conversación.
—¿Qué escuchamos? —La voz de su padre y luego su figura colocándose en su misma pose al lado de la puerta la hizo saltar del susto.
—¿Yo? ¡Nada! —Se excusó, Rafael sonrió, conocía demasiado bien a su hija, más de lo que ella pensaba y sabía que algo estaba sucediendo.
Abrió la puerta e ingresó decidido, no sin antes tomarla de la mano para que entrara a su lado. Se sentaron en la barra de la cocina mientras Berta seguía hablando y ambos escuchaban la conversación.
—Lo sé, cariño. ¿Y hay chicas o son solo chicos? —Frieda se tensó, Rafael lo notó—. Ah... ok, pero no hagan locuras, Adler... ¿entiendes? Sí, también te amo. Cuídate, hijo.
Cuando Berta cortó se giró a ver a los recién llegados a su cocina. Rafael tomó una fruta de la mesada y fingió leer un periódico que allí se hallaba. Frieda solo sonrió incómoda.
—Era Adler —explicó Berta y Rafael sonrió.
—¿Sí? ¿Y qué dice? ¿Cómo anda todo por allí? —inquirió.
—Bien, se divierten. Esperaba que hubieran solo chicos, pero un grupo de compañeras también apareció por allá... espero no hagan locuras —suspiró Berta.
—Déjalos, son jóvenes —respondió Rafael sonriendo. Berta asintió y les pidió que observaran la comida que había dejado en el fuego mientras ella se iba un rato al baño. Rafael asintió y se levantó a mirar lo que se cocinaba en aquella olla.
—Huele delicioso —dijo Frieda ante el silencio y la incomodidad reinante en el ambiente.
—¿Espiabas a Berta hablando con Adler? ¿Por qué simplemente no le preguntas cómo se encuentra o le llamas tú? —quiso saber Rafael sonriendo para sí.
—A mí no me interesa en absoluto como se encuentre Adler —replicó la chica molesta por la intromisión de su padre.
—Ahh... claro... entonces solo espiabas qué cocinaba Berta —sonrió autosuficiente.
—Claro —añadió la niña.
Rafael no insistió, sabía que Frieda era terca y tozuda, no daría el brazo a torcer tan fácilmente, sin embargo él no olvidaba lo que había visto el otro día cuando venía de comprar unos repuestos para ayudar a Niko a arreglar su cortadora de césped. Frieda y Adler en la plaza, muy cerca de besarse. Aquello le pareció extraño, unos días atrás se odiaban, no se hablaban y estaban cumpliendo un castigo por haberse arruinado mutuamente, sin embargo ahí estaban los dos, mirándose a los ojos y a punto de darse un beso.
No sabía de qué se trataba aquello pero no pensaba decirle a nadie en la familia, si lo llegaran a saber empezarían a hacer conjeturas y preguntas que incomodarían a Frieda, y él no quería que molestaran a su princesa super niña. Porque eso era Frieda para su padre, él era el único capaz de ver tras la coraza de niña fuerte y autosuficiente que se ponía su hija. Rafael pensaba que ella era noble, voluble, vulnerable, sensible y cariñosa... pero que todo eso estaba como una perla escondida tras una ostra... Frieda por fuera era fuerte, invencible, autoritaria e incluso déspota... pero eso para él era solo una coraza, una coraza que protegía su vulnerabilidad y su terror a equivocarse y ser lastimada.
Carolina era una buena madre, una genial, hacía y daba todo por sus hijos, pero su turbulenta historia pasada había influido de alguna forma u otra en su forma de crianza, sobre todo con Frieda. Ella le había hablado desde siempre, le había contado todo lo que había sido su vida y cómo le había costado salir a flote. Rafael entendía que eso era para protegerla, por el miedo a que su niña no cometiera los mismos errores. Sin embargo, también creía que aquello había ingresado tanto en Frieda que ella no se permitiría fallar, no se perdonaría equivocarse y sentir así que defraudaba a su madre, el pilar de su vida. Él no había dicho nada aún, pero en algún punto tocaría hablar con sus chicas, Carolina debía dejar que Frieda abriera las alas y volara, que chocara, se cayera, se levantara y lo volviera a intentar... nadie aprende de los errores ajenos sino de los que experimenta en carne propia... Y Frieda debía dejar de tener miedo y vivir, experimentar, ser quien en realidad quería ser.
Frieda se levantó y salió de la cocina no soportando ese silencio que conocía, Rafael parecía tener un sensor para poder leerla, la ponía vulnerable e indefensa... y eso no le gustaba. Salió a caminar por allí para tomar aire, entonces y sin darse cuenta terminó en la plaza, sentada en aquel sitio que solía compartir con Adler y pensando en él, en lo que estaría haciendo en ese momento.
Se miró las manos y jugó con sus dedos. Pensó en lo incómoda que se estaba sintiendo y en las ganas que tenía de mandarle un mensaje y preguntarle cómo estaba, pero no, no lo haría. No sería ella quien diera ese paso.
Se preguntó qué habría sucedido si se hubieran besado y se encontró fantaseando con el sabor de sus labios y su forma de besar. Sacudió su cabeza al sentirse una chiquilla tonta y enamorada, odiaba sentirse así y se había prometido a sí misma no volver a encontrarse en esa situación. Intentó entonces hacer volar sus pensamientos hacia otro lado y se encontró planeando su nuevo año escolar... sin embargo, allí también estaba Adler... él ahora viviría en su casa.
Los últimos días en Alemania se fueron volando y Frieda pensó que contrario a lo que pensó cuando viajaba hacia allí, los últimos días habían sido más estresantes que los que estuvo acompañada por el sapo al que tanto decía odiar, pero que ahora su cerebro —o su corazón— se empeñaba por ver de distinta forma. Al volver, Marcia la esperaba ansiosa en el aeropuerto, tres meses sin su mejor amiga había sido demasiado. Allí también estaba Gali con Lina, ella había ido a esperar a Samu, su otra mitad, su alma gemela, su hermano. Una vez reunidos decidieron ir a comer algo y a compartir lo vivido en esos meses.
Frieda no le contó a Marcia lo del casi beso, no lo creía necesario. A pesar de que con su mejor amiga no había secretos, no le parecía darle una información que no tenía caso, finalmente ese beso no llegó a ser ni sería nunca, así que qué más daba... además Marcia podría empezar a burlarse de ella por haber querido besar al sapo, cosa que no tenía ganas de escuchar. Ya suficiente tenía con su propia consciencia.
Cuando llegó a su casa y luego de darse un baño y disponerse a dormir un poco, su celular vibró. Lo revisó pensando que sería Marcia enviándole algún mensaje tierno sobre lo mucho que la había extrañado, así era su amiga, toda dulzura y amistad, pero no... era Adler. Frieda sintió que su corazón se aceleraba con solo ver su nombre en la pantalla y se odió a sí misma por sentirse de esa forma. Apagó el celular para convencerse de que no necesitaba leer el mensaje en ese mismo instante, que descansaría y que luego lo revisaría... pero luego de darse vueltas y vueltas en la cama y mirar el celular que descansaba en la mesa, no aguantó y lo tomó, lo prendió y leyó el mensaje.
«Solo espero que el vuelo no haya sido tan pesado, sé que odias volar. Espero ya estés en casa, nos vemos pronto... hazme un lugar a tu lado en la cama».
Frieda sonrió, la idea de que la hubiera pensado, se hubiera preocupado por ella, le parecía tierna. No sabía qué decirle pero intentó que la conversación fluyera como antes.
«Ni lo sueñes, ya le dije a papá que mande a construir un estanque en el fondo, donde puedas retozar a tus anchas, sapito».
Se quedó allí con el celular en la mano esperando que volviera a vibrar con un mensaje de Adler, y no pasó demasiado tiempo hasta que sucedió.
«¿Has visto como los sapos y las ranas sacan la lengua en un instante y se comen a los bichitos? Eso es lo que mueres porque haga contigo, admite que quieres ser mi mosca»
Frieda se largó a reír al leer ese mensaje, entonces negó con la cabeza y pensó en qué contestar.
«Mi querido Adler, ya quisieras... sé que acostumbras a comer insectos sin cerebro, pero no soy ni insecto ni descerebrada, por tanto nunca caería en tus garras... o ancas... o como se diga».
Ahora fue Adler quien rio, le encantaba hablar con Frieda porque ella siempre le discutía, lo llevaba al límite, lo peleaba, y eso era divertido... y de alguna forma excitante.
«Me dijiste "querido" y eso es suficiente para mí hoy, princesa».
Frieda apretó los labios sintiendo que perdía ante aquel comentario, eso era punto para Adler, un punto que no estaba dispuesta a perder. Sin embargo, no sabía qué decir... así que solo contestó de forma ofensiva.
«Idiota».
«Sí, yo también te quiero». Dijo Adler y Frieda se quedó en shock al leer aquello... eso era ironía ante su actitud... o en realidad él, ¿le quería?
No... ni él le quería a ella ni ella a él, ellos se odiaban. Pensó Frieda para sí misma y dejó el celular en la mesita de noche ahora sí dispuesta a dormir, se giró hacia un lado dándole la espalda al aparato como si así pudiera ignorar si volviera a llegar un mensaje, pero entonces sonrió... aquel mensaje hizo que una mariposa aleteara en su estómago.
De inmediato cuando se dio cuenta del estado de estupidez al que había ingresado de nuevo, borró aquella sonrisa de su cara y mató a la mariposa atrevida que amenazó con intentar volar, pero entonces se imaginó un sapo comiendo a su mariposa y volvió a reír. Entendió en ese momento que ya no podía odiar a Adler, por más que lo intentara...
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top