* 10 *
Luego de que Edwin les dio su paga, Frieda y Adler salieron en busca del nuevo celular. Lo que habían hecho en esos meses no alcanzaba para el modelo que Adler tenía, pero Rafael dijo que daría la diferencia, ya que el destrozo había sido ocasionado por su hija. Niko dijo que no era necesario pues ya los chicos habían pagado la culpa, pero Rafael insistió y finalmente le dio el dinero a Adler.
Fueron hasta la tienda y eligieron el indicado, cuando lo iban a pagar, Frieda sacó el dinero que había hecho en el trabajo y se lo pasó a Adler.
—No, déjalo —dijo el muchacho sacando su propio dinero.
—Pero... te va a faltar mi parte —respondió confundida.
—Pondré de mis ahorros, no es justo, trabajaste mucho... —se quejó Adler.
—Pero... fue mi culpa... el dinero era para eso —añadió confundida.
—Con que admitas que fue tu culpa ya soy feliz —bromeó Adler y ella negó—. Cómprate lo que quieras con eso, pero no digas nada —dijo y Frieda solo asintió.
Se sentía un poco aturdida por aquel gesto, además de que no sabía cómo reaccionar a semejante acto tan noble.
Salieron de allí y fueron a tomar un helado que la chica insistió en pagar, Adler aceptó mientras entusiasmado configuraba su nuevo aparato. Luego vio su reloj y se percató de que ya era hora de ir hacia el sitio donde se jugaría el partido. De camino, Frieda le pidió que pararan en un sitio de artesanías que quedaba cerca, quería comprarle un regalo a Marcia y sabía que allí encontraría algo que le agradaría. Lo hicieron y luego se encaminaron al estadio.
En frente, Adler le explicó a qué equipo alentarían, entonces en una tienda compró una bufanda para él y una gorra para ella. Se la puso y sonrió, Adler pensaba que Frieda se veía hermosa. Ingresaron al sitio y se juntaron con un par de amigos que los esperaban allí, estuvieron gritando e hinchando por el equipo que ganó dos a cero.
Al salir, se despidieron de los chicos y entonces uno le dijo:
—Paso por ti mañana, Adler.
—Te espero —sonrió.
—Eh... una cosita —añadió el chico.
—¿Sí? —preguntó Adler viendo a sus amigos que entrecruzaron una mirada incómoda.
—Ava se autoinvitó, dijo que no puede ser que no esté a tu lado en este momento.
Adler sintió que la sangre le hervía, no quería saber más nada de ella, sentía que era muy difícil olvidar a alguien que le traicionó si la tenía rondando todo el rato. Suspiró negando pero no dijo nada más, Frieda lo sintió tensarse.
Caminaron en silencio y llegaron de nuevo a aquella plaza, se sentaron en el banco de siempre. Para aquel punto Frieda sabía que ese era un sitio donde a Adler le gustaba escapar cuando las cosas se le salían de las manos.
—¿Por qué no le dices que no quieres que vaya? —preguntó Frieda al fin luego de largo rato de silencio.
—Será peor, ella es así, escandalosa. No dejaré que me amargue los últimos días con mis amigos... —zanjó seguro.
—Me parece bien... aunque... —Frieda hizo silencio al darse cuenta de que le preocupaba la idea de que él pasara una semana a solas con ella, se sintió extraña por sentirse así.
—¿Qué? —preguntó Adler.
—Que si luego vuelves con ella... ¿Irás igual? —quiso saber entendiendo que de verdad quería que él fuera, ya se había imaginado su vida con Adler en su casa e incluso había hecho algunos planes.
—No voy a volver con ella, Frieda —respondió Adler al ver turbados los ojos verdes de su prima—. Mejor hablemos de otra cosa —añadió—. Entonces, Fri... finalmente, ¿podemos tolerarnos?
—Algo así —rio la chica nerviosa—. O al menos funciona por algunos momentos —agregó.
—Sí... quizás hemos madurado... Aunque es muy frustrante saber que no pelearemos más... eso era... en cierta forma excitante —añadió y Frieda enarcó las cejas—. En el buen sentido de la palabra, digo —rio Adler—. Me mantenía en constante movimiento pensando en mi próxima jugada.
—Admites que te gusta hacerme la vida imposible —asintió Frieda sonriendo como si hubiera ganado una medalla en los juegos olímpicos.
—Obvio, y a ti también —respondió Adler mirándola con las cejas enarcadas y ella rio asintiendo—. Así que ahora, ¿tenemos una especie de tregua definitiva? —inquirió.
—Hmmm, no cantes victoria, sapito —rio ella y Adler le dio un pequeño empujón con el hombro.
Frieda sonrió bajando la vista a sus manos, se sentía nerviosa y algo incómoda dentro de la comodidad que a la vez le generaba estar al lado de ese chico que por primera vez parecía conocer y ver con otros ojos.
—¿Pasa algo, princesita? —preguntó Adler y Frieda sonrió al percatarse que no le molestaba el apodo.
—Hmmm, nada —dijo ella nerviosa—. Supongo que... cuídate estos días —añadió.
—Sé que tus días en esta ciudad serán aburridos desde que no estaré a tu lado para iluminarlos —habló con un tono exagerado—. Pero no desfallezcas, en menos de un mes estaré de nuevo molestándote y será por un buen rato —añadió.
Frieda levantó la vista para verlo decir aquello haciendo un montón de gestos exagerados que a ella —lejos de ofenderla—, le causaron mucha risa. Adler sonrió al terminar y se perdió en la luminosidad de aquellos faroles verdes que lo miraban sonrientes. De pronto el sonido de la gente alrededor empezó a desvanecerse, Frieda observó el rostro de Adler y le pareció perfecto, sus labios se veían apetecibles y recordó el sueño donde casi lo besó.
Adler sintió que una especie de imán invisible lo estiraba hacia ella, observaba las pecas regadas en las mejillas de Frieda queriendo memorizar su lugar, como si fuera un mapa, como si fuera la clave de la felicidad. Aquella niña que tenía en frente, ya era una mujer, sin embargo algunas de sus facciones delataban su inocencia y esa increíble ternura que tanto se esforzaba por ocultar. La vio suspirar, y luego vio su mirada bajar a sus labios, eso fue suficiente para desear con intensidad probar los suyos, se acercó, sin pensarlo... sin sopesar lo que estaba a punto de suceder entre ellos. Entonces, cuando estaba ya muy cerca, y Frieda iba cerrando los ojos en espera de lo que iba a suceder, la frente de Adler chocó contra la visera de la gorra que la chica traía puesta y eso fue suficiente para sacarlos de la ensoñación. Adler se apartó rascándose la frente y Frieda abrió los ojos confundida. ¿De verdad estuvo a punto de besar al sapo?
—Yo... ehmmm... —Adler no sabía qué decir.
—Nada, será mejor que volvamos... nos estarán esperando para cenar —dijo ella nerviosa y levantándose para caminar al frente, sentía que tenía las mejillas hirviendo y no quería que el chico la viera así.
La verdad es que ni lo que había sucedido unos meses antes —aquella vez que jugaron a la lucha— la había hecho sentir tan extraña. Se encontró a sí misma deseando ese beso, predisponiéndose a sentirlo... si aquella inoportuna gorra no hubiera interrumpido... se hubiera besado con Adler, el que la presentaba como su prima... aquel a quien la obligaban a querer como un hermano, al chico que había aborrecido toda su vida, al principito perfecto de los cuentos que ella no soportaba.
Adler se sentía extraño, no le parecía correcto lo que acababa de suceder, seguro que si sus padres lo supieran le regañarían, Frieda no era cualquier chica, era como su hermana, o al menos así querían todos que la viera. Pero era imposible, era imposible mirar a esos ojos sin perderse en ellos, sin desear esos labios. Moría por pasar sus dedos y acariciar esas mejillas, recorrer el mapa de sus pecas en su rostro. Sacudió su cabeza al darse cuenta que Frieda estaba alterada y que caminaba demasiado rápido.
Llegaron sin cruzar más palabras, se sentaron a comer sin hablar. Una vez más Carolina se preguntó qué sucedía con esos chicos que pasaban de tratarse con normalidad a ignorarse por completo o matarse en bromas pesadas. Suspiró pensando que los adolescentes sí que eran más complicados de lo que ella imaginaba.
Aquella noche, Adler se despidió de la familia completa pues saldría temprano en la mañana. De Frieda se despidió solo con un «hasta pronto» que a todos les pareció de lo más normal, pues ellos eran así, distantes y cortantes. Sin embargo cuando estaban cada uno acostados en su habitación, solo podían pensar en lo que había sucedido más temprano.
Cerca de las dos de la mañana, alguien golpeó la puerta de la habitación de Frieda y ella se levantó a abrir.
—¿Qué haces aquí? —susurró al verlo allí parado. Se veía adorable con su expresión adormilada y su ropa de cama.
—No sé... solo... no podía dormir... No te enojes, por lo de hoy, digo... yo... —Las palabras salían sin filtro y Frieda sonrió al verlo así.
—Olvidémoslo, ¿sí? —preguntó sabiendo que ella no podría, sin embargo el chico asintió a pesar de no estar demasiado seguro de querer hacerlo.
—Bueno... yo... que pases lindo estos días que quedan y que tengas un buen vuelo de regreso —dijo y ella asintió.
—Tú... diviértete... en... la reunión con tus amigos —añadió pensando en la chica rubia que lo tendría toda la semana.
—Bien... adiós, princesa Fri —dijo él y ella sonrió.
—Hasta pronto, frog —susurró.
Adler quiso abrazarla, darle un beso en la frente... pero esas cosas no sucedían entre ellos así que le pareció que sería extraño. Se dio media vuelta y desapareció en su habitación. Frieda se metió bajo las sábanas sintiendo que las manos le sudaban y el corazón le galopaba fuerte.
Lo que sea que le estuviera sucediendo debía parar, y tenía un mes para aprender a controlarlo, pensó. Luego intentó a dormir.
Quiero agradecerles a todos por el apoyo que me están dando en esta novela, no puedo creer que ya estemos en 40K y recién lleguemos al capítulo 10... es increíble, de verdad. Les recuerdo que actualizo Miércoles y Sábados... y de vez en cuando y en ocasiones especiales otro día...
¡Hoy estamos festejando que "La chica de los colores" se ganó un watty!
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