Capítulo 10

Capítulo 10 - Las pichurris también van de fiesta





Cuando salí de la ducha no tenía ni idea de qué me iba a poner. Miriam me ayudó presentándome diferentes opciones. Al final me decidí por una falda negra de tiro alto y una camiseta de tirantes amarilla, complementándolo con unas sandalias de tiras negras.


Nos maquillamos un poco y cogí mi cazadora de cuero, además de una bolsa de deporte con ropa de recambio, toalla, bikini, pijama y neceser. Lo del bikini era cosa de Miriam, aunque ahora iba viendo por dónde iban los tiros. Y me gustaba.


Nos despedimos de mis padres y salimos hacia su casa para dejar sus cosas y las mías. Vivía dos casas más allá de la mía, como había podido comprobar el día que me topé con Minho paseando a mi perro.


-¡Mamá, soy Miriam! -gritó mi amiga al entrar en su casa-. He traído a Lucía para que deje sus cosas y ahora nos vamos, ¿vale?


Una mujer de unos cuarenta y pico años salió de una puerta del pasillo y nos miró sonriente. Tenía el pelo negro y unos ojos preciosos, como los de Minho.


-Bien, hija. Recuerda que mañana por la mañana tu padre y yo no estaremos, y que esta noche llega tu primo Giorgio.


-Claro, mamá, cómo no olvidarme de Giorgio -respondió Miriam poniendo los ojos en blanco.


Su madre sonrió, y luego fijó su mirada en mí.


-¡Tú debes de ser Lucía! Adelante, cariño, no te quedes ahí en la puerta. Soy Giovanna -se presentó.


Me pareció una mujer encantadora. No sabía cómo habría podido salir el imbécil engreído de Minho de ella. Supongo que pudo ser una mutación. Y eso también explicaría por qué sus ojos son aún más bonitos que los de su madre.


Miriam me llevó hacia su habitación para que dejara las cosas, y aprovechando, me enseñó un poco la casa. Luego, cogió un bolso de tamaño medio y ahí guardamos móviles, carteras y bikinis. Entró todo sin problemas.


Al rato estábamos andando hacia casa de Violeta, donde estaban Eunate, Laura y ella preparándose. Con ellas habíamos quedado a las siete, y eran menos cinco, pero Miriam me dijo que no me preocupara ya que solía llegar tarde.


Pichurris! ¿Qué tal vais? ¡Dios mío, estáis guapísimas! -exclamó Eunate nada más abrir la puerta.


-¿Pero qué le ha dado a todo el mundo con esa palabra? -me reí mientras le daba dos besos.


Eunate se encogió de hombros y Miriam sonrió.


-Venid, están por aquí. Las muy petardas son unas lenturrias -explicó Eunate con cara de cansancio-. Yo, en camio, llevo lista más de media hora -añadió girando sobre sus talones para mostrarnos su atuento.


-¡Estás genial! -exclamé.


Y no era mentira. Llevaba un vestido blanco palabra de honor que se ensanchaba en la cintura y le estilizaba la figura. Además, estaba morena, así que le resaltaba muy bien.


Uno hora más tarde, sobre las ocho y cuarto, salíamos a encontrarnos con los chicos para ir a cenar. Violeta y Laura ya estaban terminando cuando llegamos, así que no tuvimos que esperar mucho.


Pichurris! -exclamó Unai al vernos llegar.


Estaba solo, sentado en un pivote delante de un restaurante. Yo me reí. Al parecer, pichurris sería nuestro nombe hasta el fin de los tiempos.


-¿Lucas te ha abandonado? -preguntó Violeta.


-Todavía estaba con su hermana -asintió él.


Esperamos unos cinco minutos hasta que llegó Lucas, y luego fuimos a cenar a un restaurante justo al lado de la playa. Tenía unas hamburguesas riquísimas, y no era para nada caro.


Sobre las diez, terminamos la cena y Unai lideró la marcha hacia su casa, donde su hermano mayor le había dejado bebida. Y al son de "¡Las pichurris también van de fiesta!" le seguimos de buena gana.


Ya en casa de Unai, hicimos las cuentas y pagamos cada uno nuestra parte. Yo compartía con Violeta vodka negro con lima, Laura y Miriam pêche con naranja, Unai pacharán con naranja (qué asco) y Eunate y Lucas vodka blanco con limón.


Para que luego digan que los cerebritos son unos buenicos. ¡Abrid los ojos, mundo!


A eso de las once y media habíamos preparado todo y nos íbamos a la fiesta, en la playa. Nunca había estado en una fiesta en la playa, y tenía bastantes ganas de ir. Mientras andábamos, los demás me contaban anécdotas suyas en fiestas como esas, y cada vez me entraban más ganas de llegar.


Tuvimos que andar bastante rato, porque la casa de Unai quedaba lejos de la playa, pero al final llegamos a un chiringuito de esos de playa donde se empezaba a acumular gente.


-Mira, Pichi, esto es Maryworld, un karaoke. Los dueños son norteamericanos enamorados de la costa española -me explicó Eunate.


-¿Pichi es un diminutivo de pichurri? -pregunté entre risas.


Eunate se encogió de hombros mientras reía conmigo.


-¿Quieres que te cuente más o menos cómo funciona? -dijo cuando paró de reír.


-¡Vale! -sonreí.


-Mira, cada semana eligen un tema, que puede ser un cantante, una banda, un estilo de música o hasta una banda sonora. El caso es que la gente que quiera salir a cantar, tiene que llevar algo relacionado con el tema.


-Asombroso -exclamé.


Eunate rió y seguimos a los demás hacia la costa, donde se podía respirar con tranquilidad y no había mucha gente congregada.


-Primero calentamos en un sitio donde no podamos tirar, romper o perder las botellas -explicó Unai.


-Ah, ya veo -respondí comprendiendo.


Total, que empezamos a beber los siete juntos en la orilla del mar. Me lo estaba pasando genial, y a la hora de estar allí sentados ya notaba cómo me subía el vodka poco a poco.


-¡Chicos, son las doce y media! -gritó Violeta-. ¿Vamos a bailar ya?


-¡Vamos! -respondimos los demás a coro.


Llegamos de nuevo al chiringuito y nos mezclamos entre la gente hasta llegar a lo que parecía el centro, justo al lado de la tarima de los cantantes. En ese momento, una señora de unos treinta y pocos años subió a la tarima provista de un micrófono.


-¡Buenas noches, Maryworld! -saludó efusivamente.


Todos los jóvenes allí presentes le respondieron con un caluroso saludo.


-Es la dueña -me explicó Laura-. Ahora empiezan a subir para cantar los que quieran. Anunciará el tema y luego la gente podrá subir.


-Qué guay -murmuré entusiasmada.


-El tema de esta noche, mis queridos jóvenes, creo que les va a gustar. Es una cantante estadounidense joven, que tiene temas movidos y divertidos. ¡Preparaos, porque esta semana es para Cher Lloyd! -anunció la dueña.


Gritos de júbilo, sobree todo femeninos llenaron el ambiente. La verdad es que me lo estaba pasando genial. No sabía cuánto tiempo llevaba bailando, pero de repente me entraron ganas de mear. Por suerte, a Eunate también, así que fuimos las dos al baño.


Al salir, casi me choco de bruces contra alguien. Levanté la cabeza y me encontré con esos ojos hipnotizantes.


-¡Vaya, pero si es un cerebrín! -exclamó burlón al verme-. No sabía que tu especie salía de fiesta -añadió recorriéndome con la mirada.


-Piérdete, Minho -bufó Eunate desde detrás.


-¡Hombre, pero si también está la menos lista del grupo! Sabes que te acogen por compasión, ¿verdad?


-Cállate, imbécil -espeté.


-Cállame -me provocó él.


Le gruñí enfadada como respuesta y tiré de Eunate.


-Vámonos, no merece nuestra compañía.


-Tampoco querría la compañía de una pobre chica que no llega a ser cerebrín aunque lo intente con todas sus fuerzas.


-¡Eunate vale mil veces más que tú, subnormal! ¡Y ahora, si no te importa, nos gustaría alejarnos de tí lo más lejos posible, que la estupidez se contagia! -salté.


Minho me miró con los ojos muy abiertos y luego esbozó una amplia sonrisa.


-Cuánto carácter. Me encanta.


Torcí el morro y me fui dando zancadas, con Eunate pisándome los talones.


-¡Hasta luego, morritos! -gritó Minho de lejos.


Puse los ojos en blanco mientras buscaba con la mirada a nuestro grupo. Los encontré hablando con Álvaro y unos pocos más. Gemí. Eso significa que Minho volvería con ellos.


-¡Anda, hola, Lucía! -me saludó Álvaro.


-Hola -respondí de mala gana.


-¿A qué viene esa cara? -preguntó Miriam.


-Al parásito de tu hermano -suspiró Eunate-. Por cierto, pichi, muchas gracias por lo que has dicho.


-No es nada más que la verdad -le respondí sonriendo.


Al rato estaba con Miriam y su primo Giorgio, que había llegado con Minho. Era bastante guapo y muy gracioso, o eso me pareció a mí. Por las caras de asco de su prima, parecía que no le caía muy bien.


Después, nos animamos a cantar nosotros. Yo subí la primera, a insistencia de todos, porque querían ver cómo me desenvolvía en un escenario. Como llevaba algún vaso de más, no me costó mucho soltarme. Canté Riot!, uno de mis temas de Cher favoritos.


Luego, Laura cantó I Wish con Álvaro, y eso me recordó a lo que hablamos el otro día. Tendría que preguntarle. Violeta también se animó y cantó Superhero, en el que Unai y yo creamos una coreografía digna de un premio.


En una de las pausas me moría de sed, así que fui a la barra. Mientras esperaba al camarero tamborileando con los dedos, alguien se puso a mi lado. Era Giorgio, el primo de los mellizos.


-Cantas muy bien -me dijo con su acento de La Toscana.


-Gracias -respondí con la cabeza en las nubes.


-¿Te invito a algo? -me preguntó con una sonrisa deslumbrante.


-Malibú con fresa, por favor -le sonreí de vuelta.


Giorgio me invitó al cubata y luego fuimos juntos a la pista de baile, donde estaban los demás. Aun así, no me separé de él, ni siquiera cuando dijeron que nos íbamos a otro sitio.


Íbamos los dos juntos, contándonos nuestras vidas y sobre todo riéndonos. Él tenía dieciocho años y estaba terminando lo que es segundo de bachiller en España. Quería estudiar empresariales y crear su propia empresa, aunque todavía no sabía de qué.


-Si tuviera ya la empresa -me dijo con voz empalagosa-. te eligiría como secretaria.


Me reí y me puse roja al mismo tiempo. En unos cinco minutos estábamos en otro local, donde en vez de canciones que se podían cantar ponían wachupinadas, como a mí me gusta llamarlas.


Y creo que fue durante La Temperatura de Maluma y Eli Palacios cuando Giorgio se inclinó hacia mis labios, cosa que no impedí; y después me besó, cosa que tampoco impedí. Su boca tenía un regustillo a lima, supongo que restos de su cubata. Pero fue agradable.



Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top