Epílogo
Aneley lo observó bajar de las escaleras, se veía nervioso y estresado, peleaba con el nudo e la corbata y parecía que no lograba ubicarla como deseaba.
—Ven aquí —dijo ella y esperó a que su novio caminara hasta ella. Ajustó con cuidado el nudo de la corbata azul y arregló el cuello de la camisa blanca—. Estás guapísimo —susurró y le dio un beso en los labios.
—He practicado lo que debo decir un millón de veces, espero no olvidarme de nada —dijo y Aneley lo tomó de las manos.
—Escucha, relájate, todo saldrá bien, amor —dijo con ternura—, eres el catedrático más guapo de toda la universidad...
—Y el más joven —dijo él con nervios—, no puedo fallar...
—Nahuel —lo llamó y él fijó la mirada en los ojos de Aneley—, todo irá bien, estás donde estás porque te lo mereces y estoy orgullosa de ti, todos los estamos... —añadió—, tus padres y hermanos me avisaron que van en camino y también mi padre con Maylen y José —informó—, yo estaré allí, en primera fila para oír tu discurso, y si te sientes nervioso solo mírame. Todo lo que has obtenido te lo mereces...
—No lo hubiera logrado sin ti —dijo él y la besó con dulzura—, me ayudaste a creer en mí... Por cierto, te ves hermosa —añadió.
Salieron entonces con destino a la universidad donde Nahuel tomaría posesión de su nuevo cargo. Después de haber terminado la universidad con los mejores promedios y de haber sido ayudante de varias cátedras, apenas egresó y a raíz de su trabajo de tesis, Nahuel comenzó a recibir varias propuestas laborales para seguir creciendo en su área, era considerado una de las mentes más prodigiosas del país y su carrera estaba en acenso.
Pero eso no era todo lo que lo tenía así de ansioso esa noche, al acabar la ceremonia y luego del brindis, su familia le organizaba una cena para celebrar sus logros, eso, además de ser algo que él jamás se hubiese imaginado, era una oportunidad perfecta para lo que había planeado hacer hacía unos meses atrás. Después de todo, sus seres queridos estarían allí.
La ceremonia salió como lo esperaban, Nahuel habló sin trabarse ni una sola vez y Aneley pensó que se veía guapísimo y elegante y que no había en el mundo un hombre que le gustara tanto como él. Se sentía orgullosa de ser su mujer y de compartir a su lado los logros que cosechaba, le gustaba verlo crecer, sobresalir y le encantaba dar una ojeada al pasado para ver todo lo que habían crecido, como pareja y como personas.
Ella se había convertido en una gran mujer, había acabado sus estudios así como su madre lo había soñado y había conseguido un empleo en una fundación que ayudaba a mujeres en situaciones vulnerables. Aquella lucha se había convertido en el motor que la llevaba a despertarse cada mañana y se sentía feliz desempeñando una función que, desde su punto de vista, entregaba valor a la sociedad.
Vivían juntos, pero se habían mudado, apenas ambos comenzaron a trabajar, pudieron alquilar un departamento un poco más grande en el cual ella tenía un bello jardín donde le encantaba trabajar los fines de semana.
Como pareja, habían tenido sus altos y sus bajos, tuvieron que luchar juntos por salir adelante y por mantener la relación en medio de sus estudios, con poco tiempo para regalarse el uno al otro y con casi nada de dinero para avanzar. Incluso, habían terminado la relación por unos cuantos meses durante los cuales tanto ella como él salieron con otras personas.
Todo parecía haber terminado entre ellos, y aunque su familia y sus amigos hicieron lo posible para que regresaran, acabaron por comprender que quizás era hora de dar vuelta la página. Aneley había regresado a su casa y Nahuel se había quedado en la ciudad.
Sin embargo, la vida tenía otros planes. Se encontraron por casualidad en un evento al que ninguno de los dos tenía pensado asistir, y bastó con verse a los ojos de nuevo para que los sentimientos que ambos habían intentado acallar y ocultar cayeran sobre ellos como lluvia torrencial llevando a su paso todo lo que había hecho que decidieran separarse.
En esa ocasión, Nahuel se encontró con una versión mucho más madura y mejorada de Aneley, y lo mismo le pasó a ella. El tiempo separados los había hecho encontrarse consigo mismos y plantearse algunas cosas que podían mejorar, por lo que al regresar, supieron que esa vez sería para siempre. Y es que nunca se habían dejado de amar.
—No podría ser feliz con nadie más que contigo —dijo Nahuel esa noche, cuando ella lo abrazó apenas verlo.
—Ni yo... ¿Entonces qué hacemos? —preguntó Ane—. ¿Por qué no estamos juntos?
—¿Porque somos un par de tontos? —bromeó él y ella lo besó en los labios sin esperar nada más.
Así de fácil regresaron luego de once meses de no haberse visto ni conversado y, un mes después, Aneley regresó a vivir con él.
Cuando el evento acabó, Aneley corrió hasta él y lo besó en los labios.
—¿Puedo estar más enamorada de ti? —inquirió y él sonrió—. Estuviste perfecto —añadió.
—Gracias... —dijo él y la abrazó. Todavía faltaba la parte más importante de la noche y eso no tardó en llegar.
Luego de la cena preparada por su madre y de las palabras orgullosas de su padre, Nahuel, sintiéndose en un limbo, se levantó para agradecer a todos los presentes.
—Quiero decirles que estoy muy feliz de que estén aquí conmigo esta noche. Quiero que recuerden este momento porque es el más importante de mi vida —añadió—, quizá piensen que es porque he obtenido un logro académico, o quizá, los que me conocen un poco mejor —dijo y miró a su hermana—, asuman que se debe a que mi padre dijo que está orgulloso de mí y solo Dios sabe lo que necesitaba escuchar eso —añadió y su padre levantó las cejas al percatarse de la intensidad de sus palabras—, pero no... no es solo por eso, aunque en parte sí —afirmó y luego hizo una pausa—. Hoy es un día especial porque un día como hoy, hace muchos años atrás, Aneley y yo nos animábamos a intentar una relación —dijo con una risita nerviosa y miró a su chica—, yo la amaba con locura, pero ella aún no estaba del todo convencida —bromeó y todos sonrieron—, sin embargo, lo intentamos, nos tiramos el uno a los brazos del otro y descubrimos, después de mucho batallar, que no hay nadie mejor que ella para mí y viceversa, ¿cierto, amor? —inquirió y la muchacha asintió, todos rieron.
Nahuel metió entonces la mano en el bolsillo y se acercó a su chica. Aneley levantó las cejas con sorpresa y Kristel se llevó con emoción la mano a la boca.
—Hoy quiero volver a pedirte que nos animemos a intentar algo más —dijo y se arrodilló al mismo tiempo que sacaba la cajita de su bolsillo—. Esto es solo formalizar algo que ya es parte de nosotros desde hace tiempo, nos hemos caído y levantado miles de veces, nos hemos dado la mano cuando el otro ya no podía, nos hemos ayudado a crecer, nos hemos secado lágrimas y festejado logros juntos, lo único que deseo para sentirme completo y realizado es que me hagas el honor de ser mi esposa y me regales la posibilidad de estar para ti y hacerte feliz por el resto de nuestras vidas. Quiero formar un hogar contigo —zanjó.
Aneley, con lágrimas en los ojos, asintió incluso antes de que él acabara de hablar y se arrojó a sus brazos mientras el resto de sus familiares y amigos festejaban con ellos.
Al final de la noche, cuando ella retozaba desnuda entre los brazos de Nahuel que la llenaba de pequeños besos, le preguntó:
—¿Tenías todo esto planeado?
—Sí... por eso estaba tan nervioso —admitió.
—Ya me parecía extraño que solo fuera por el evento —bromeó ella—. Pero sabías que iba a decirte que sí...
—Sí, pero uno igual se pone nervioso —dijo antes de besarla—. Te haré la mujer más feliz del mundo.
—Soy la mujer más feliz del mundo, Nahuel, después de todo, he aprendido a tu lado, que nada es demasiado malo ni demasiado bueno, que siempre, tarde o temprano, la tormenta se calma y vuelve a salir el sol, que hay momentos que son para llorar y otros para reír, que a veces es invierno, pero luego siempre llega la primavera, y que lo único que en realidad importa es compartir todos esos momentos con aquellos que amas y que te aman.
—Estaremos juntos entonces en todos los inviernos y todas las primaveras, desde aquí hasta el final...
—Desde mucho antes, mi amor, desde que llegaste a sacarme del invierno y derretiste mi mundo para ofrecerme tu corazón, que siempre será mi primavera.
***
Bueno, más vale tarde que nunca. Acabo de editar toda la historia y creo que me enamoré jajajaja, siempre vuelvo a leer las historias que escribo después de mucho tiempo (soy mala para recordar) y realmente me enganché con esta historia como si la hubiese escrito otra persona...
Gracias de nuevo a los que esperaron por este epílogo, los quiero mucho!
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