* 43 *

El primer mes de Aneley en Nueva Esperanza, fue bastante agitado, debía ir a la universidad a organizar horarios y realizar gestiones referentes al traslado desde la otra ciudad. Por suerte, su antigua universidad tenía un convenio con esta, lo que le permitía convalidar materias o llevar algunas que le servirían cuando regresara a su ciudad.

Los horarios de Nahuel eran en su mayoría por la mañana, sin embargo Aneley iba por la tarde. Por lo general, Nahuel desayunaba mientras ella aún dormía y luego salía para ir a clases, ella preparaba almuerzo para ambos y se encontraban durante la hora de comer. Luego, ella iba a clases y Nahuel descansaba un rato. Por las tardes, él había empezado a tomar alumnos de Matemáticas de las escuelas para poder juntar algo de dinero, así que desde las cuatro hasta las ocho enseñaba e iba a las casas de los chicos. Aneley estaba queriendo conseguir un trabajo por las mañanas, sin embargo, no podía hacerlo hasta finiquitar el tema del juicio, ya que podían llamarla en cualquier momento.

Por las noches, Aneley y Nahuel solían llegar casi juntos a la casa, cocinaban algo sencillo para la cena y hacían tareas o estudiaban, luego iban a dormir, casi siempre demasiado cansados como para intentar algo más que besos y caricias furtivas bajo las sábanas. Y no es que no quisieran ir más, sino que Aneley aún no estaba decidida y Nahuel no pretendía apresurarla.

El momento de regresar a la ciudad para el juicio llegó antes de lo imaginado, Aneley consiguió permisos especiales para faltar a sus clases por una semana, y Nahuel la llevó para despedirla.

—Kristel te estará esperando cuando llegues —dijo antes de verla abordar.

—Lo sé, nos veremos pronto, una semana pasará rápido —añadió la muchacha y Nahuel sonrió besándola en la frente.

—Me gustaría ir contigo, pero sabes que tengo exámenes y no me dejarán faltar —suspiró.

—Lo sé, no te preocupes, estaré bien y cuando regrese las cosas serán aún mejor, tengo que cerrar esto —añadió.

Nahuel le dio un dulce beso que sabía a promesas y a esperanza y la dejó partir. Luego de unas horas de viaje, Aneley llegó a casa, donde la esperaban no solo Kristel, sino también su padre, su hermana, Elián y José. La abrazaron entre todos haciéndola sentir feliz, querida, extrañada.

Como llegó tarde en la noche, fue a dormir a su casa, pero quedó con Kristel de verse al día siguiente para conversar y así lo hicieron. La muchacha pasó a buscarla y fueron a tomar un café y charlar.

—¿Cómo va todo? ¡Cuéntame! —dijo Kristel y se dispuso a escuchar. Aneley le habló de la universidad, de los amigos y amigas que hizo, de su vida con Nahuel, del departamento y del trabajo que hacía el muchacho. Le dijo que estaba feliz, que se sentía bien y libre, que por fin se sentía dueña de su vida.

Kristel estuvo contenta por lo que su amiga le contaba y por verla tan bien, su piel resplandecía, sus ojos brillaban al igual que su cabello y ya no se veía tan delgada. Las ojeras habían desaparecido y su mirada era sonriente, no triste. Le gustaba verla así, se sentía orgullosa de todo lo que había vivido y de la mujer en que se había convertido.

—Me agrada escucharte, Ane, estoy orgullosa de ti —dijo entonces con mucha emoción. Aneley sonrió.

—No lo hubiera logrado sin ti y sin Nahuel, gracias por tanto —añadió.

Kristel le contó entonces lo que sucedió en su ausencia. Tanto Max como Sebastián dejaron la universidad o fueron trasladados a otra ciudad, nadie sabía porque no los volvieron a ver. El papá de Alan fue atacado en todos los medios de comunicación debido a lo sucedido y tuvo que renunciar a su cargo, así que las cosas no iban nada bien para su familia. Salma, cuando se enteró que Aneley era una de las víctimas, vino a hablar con su padre, él luego se lo comentó a Kristel, la mujer le pidió disculpas y con lágrimas en los ojos dijo que la quería mucho.

—¿Y Maylén? ¿Cómo está? —Quiso saber Aneley.

—Bien, ella está estudiando y creo que le va bien, tu padre está feliz con ella. Al parecer ahora sale con un chico llamado Aldo y dice tu papá que es un buen muchacho, incluso lo deja visitarla en la casa, siempre que él esté, aunque no puedo asegurar que no llega cuando no está —rio la muchacha—. Sin embargo, yo suelo caer de sorpresa por tu casa cuando tu papá me avisa que va a viajar y nunca lo he visto por allí —añadió—. Quizá de verdad tu hermana se porta bien —sonrió.

—Me alegro que todos estén bien, pensé que sería más difícil para ellos si yo no estaba...

—Lo sé, pero se han amañado. Tú mereces vivir tu vida y ambos lo saben. Todos te amamos, Aneley, solo queremos que seas muy feliz —dijo Kristel y ella asintió—. Ahora, a lo importante, ¿tú y mi hermano ya?...

—¿Eso es lo importante? —rio Aneley y Kristel asintió.

—¡Obvio, mujer! —añadió con decisión. La chica negó con una sonrisa y contestó luego de tomar un poco de su café.

—No, aún no —comentó—. Es que siempre estamos cansados, estudiamos mucho y ya sabes, llegamos tarde...

—¡No digas tonterías! Excusas, excusas... ¿De qué temes, Ane? —inquirió la muchacha conociendo a su amiga, ella suspiró.

—Seré su primera chica y temo... —hizo silencio.

—¡Ni se te ocurra decir que no mereces serlo! —interrumpió Kristel, Aneley sonrió, ella la conocía demasiado.

—Es algo que no puedo evitar... Sé que está mal, pero no puedo sacarme ese pensamiento...

—Vuelvo a decirte lo mismo de siempre, ¡qué machista eres, amiga! —zanjó mientras negaba con la cabeza.

—No es eso, solo que...

—¡Claro que es eso! En tu cabeza es extraño que te toque a ti ser su primera chica, sin embargo, estoy segura de que si tú eras el chico y él la chica, ni te hubiera importado, o en el mejor de los casos, habría sido un honor o un triunfo llevarte su primera vez —respondió con decisión.

—Bueno... si lo dices así...

—Oye... deja de pensar y de preocuparte por nimiedades, Ane, y disfruta del momento que estás viviendo. Es cierto que no es necesario que te acuestes con él ahora, puedes hacerlo cuando desees, cuando te sientas lista, incluso guardarte hasta el matrimonio si lo deseas, sin embargo, seguirás siendo su primera chica... porque él no va a meterse con nadie mientras te espera, de eso estoy segura —dijo sonriendo—. Así que, solo no me vengas con la excusa del cansancio —añadió y sonrió. Aneley rio también y Kristel empezó entonces a contarle cosas de sí misma y Elián.

Esa misma noche, Aneley tuvo una conversación con su hermana y su padre en la mesa durante la cena, al día siguiente era el primer día del juicio y aunque no le tocaba declarar aún, tenía que ir.

—Estamos orgullosos de ti, Ane —dijo su padre con una sonrisa—. Espero estés feliz viviendo la nueva vida que escogiste.

—Estoy feliz porque sé que ustedes lo están haciendo muy bien también —añadió Aneley. Entonces su papá las tomó a ambas de las manos.

—Las quiero, son todo lo que tengo y lucharé por ustedes de aquí hasta el día de mi muerte, gracias por disculparme por haber sido un idiota y por haberme dado otra oportunidad. Amo mi familia porque hemos caído y nos hemos levantado, porque nos conocemos, nos queremos y por sobre todo nos perdonamos.

—Mamá estaría muy orgullosa de nosotros —dijo Maylen y los tres asintieron con una sonrisa cargada de melancolía.

—No ha sido fácil sin ella —añadió el hombre—. Sin embargo, siento su presencia en cada una de ustedes.

Cuando Aneley se acostó aquella noche, y luego de responder los mensajes de Nahuel preguntando por su día y diciéndole que ya la extrañaba, recordó a su madre y le agradeció en silencio por haberle dado la vida. Esa fue la primera noche en muchísimo tiempo, en que Aneley pensó que le agradaba estar viva y que si hubiera decidido acabar con su historia, las veces que lo había pensado, se hubiera evitado muchas tristezas, pero también se habría perdido inmensas alegrías, como la de saber a Nahuel tan enamorado de ella, como la de compartir su vida con su mejor amiga, como la de ver a su padre y su hermana saliendo adelante, como la de sentir que los demás estaban orgullosos de ella y de lo que había logrado.

Y se sentía bien, que los demás le dijeran que estaban orgullosos se sentía bien, e incluso, la hacía sentir a ella orgullosa de sí misma. Y qué bonito resultaba quererse así, tener fe en ella misma y saber que estaría bien, que era fuerte y que a pesar de todo, saldría adelante.

Pensó también en Abel, sacó la vieja fotografía que había guardado hacía tiempo y lo observó. Verlo ya no le dolía, no lo culpaba más por dejarla sola, se sentía como un recuerdo, como un bonito recuerdo de una época en la que también aprendió mucho y vivió al máximo.

Recordó las palabras que Nahuel le dijo la primera noche juntos en Nueva Esperanza, cada decisión buena o mala era un aprendizaje, y no tenía sentido culparse por cosas pasadas que hoy se harían de manera distinta, ya que en ese momento aquellas decisiones fueron tomadas en base a quien ella era y lo que sabía o no sabía en ese instante. Se sintió bien consigo misma, con su pasado y su presente, con su futuro. Se perdonó todo lo que sufrió y los errores que cometió, y como prueba de que se perdonaba a sí misma, decidió darse un abrazo. Rodeó sus brazos alrededor de su cuerpo y se miró al espejo.

—Te quiero, Ane, te perdono por todo lo malo y estoy orgullosa de ti —recitó para sí misma. Hacía mucho tiempo Estela le había dicho que intentara aquello, pero nunca se había animado a hacerlo.

Y se sintió bien.

Chicos, los espero en mi nuevo proyecto La pareja IMperfecta, ya he subido los primeros capítulos :)

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