* 41 *
Nahuel y Aneley caminaron uno al lado del otro, ambos con ganas de unir sus manos, pero ninguno animándose a dar el primer paso. Iban a ir a hablar, Aneley iba a contarle todo lo que había pasado, para librarse de ese peso, para pedirle perdón, para que él supiera al menos que ella lo amó, que ella lo amaba. Esperaba poder sacarle de encima un poco del dolor que le había causado. Nahuel estaba nervioso, imaginarse a Aneley sufriendo un abuso no le hacía ninguna gracia, y el que ella lo hubiera callado también le hacía daño.
Aneley lo llevó hasta su casa, primero pensó que el parque sería un buen lugar, pero la conversación podía volverse intensa y ella no quería ocasionar ningún espectáculo público. Maylen aún dormía y su padre no estaba, así que ingresó con él y lo llevó a su habitación.
Nahuel se sentó en una silla que estaba frente al escritorio de Aneley y ella se sentó en su cama.
—Bien, te escucho —dijo él frotándose las manos con nerviosismo.
Aneley tomó aire y comenzó. Le relató a Nahuel lo que sucedió aquella mañana que parecía haber quedado tan lejana. Nahuel se tomó la cabeza entre las manos mientras oía esa historia que le desgarraba el alma.
—Dios mío, no entiendo, ¿por qué no dijiste nada? —preguntó cuándo ella terminó—. ¿Por qué no... —Dejó la pregunta en el aire.
—Ese día me sentí muy mal, pero yo pensaba que me lo merecía, por no haberle dicho que no, por no haber podido escapar. Me sentí horriblemente sucia y lo que más me dolía era haberte engañado. Tú habías planificado algo hermoso y yo no me sentía digna... pensé que romperte el corazón era la única manera de que me olvidaras, que siguieras adelante y estuvieras con alguien que sí te merecía, Nahuel. Sé que te hice daño y te juro que me gustaría volver en el tiempo, pero en ese momento estaba tan mal, no sabía ni cómo lidiar conmigo misma.
—Ane... ¿Tú lo denunciaste? —inquirió.
—No... Ni siquiera podía hacerlo. Yo accedí a aquello y además sus amigos declararían que yo era una chica fácil... ¿Qué posibilidades tenía? Él tenía todas las de ganar —añadió.
—¿Te ha seguido molestando? —preguntó Nahuel que aún no sabía cómo reaccionar ni qué decir.
—No, durante todo el verano no lo vi y ahora que volvió siempre que aparezco se va, y es mejor así... cuando lo veo siento... que todo se me viene abajo —añadió.
Nahuel se acercó a ella y la tomó de la mano, se sentó a su lado y la miró con dulzura.
—¿Entiendes que él te violó? ¿Qué no tuviste la culpa? —inquirió y ella asintió.
—Lo entiendo ahora, pero fue gracias a Kristel. Ella me dijo que necesitaba ayuda, yo accedí y fui a hablar con un profesional. Llevo ya dos meses en terapia y fue gracias a eso que pude aceptar que fue un abuso y que yo no tenía la culpa —comentó—. Aun así no es sencillo...
—Lo sé —dijo él y suspiró—. ¿Kristel lo sabía?
—Ella me buscó apenas regresé, estaba enfadada conmigo, pero ella me conoce, sabía que algo no estaba bien y no me dejó hasta que le admitiera lo sucedido. Le debo mi recuperación a ella, le debo el poder haber levantado la cabeza de nuevo... —Entonces hizo un silencio para buscar las palabras adecuadas—. Nahuel, no puedo borrar nada de lo que sucedió, no puedo evitarte el dolor por el que te hice pasar, pero necesito que me perdones. Ni siquiera tengo excusas para ofrecerte, simplemente que yo no sabía cómo actuar y que me sentía la peor basura de este mundo, y tú eras mi mayor tesoro, ¿cómo iba a darle basura a quien solo me daba oro?
Nahuel sonrió y acarició el rostro de la muchacha con el dorso de sus dedos, Aneley cerró los ojos para sentir su toque como si fuera agua en medio del desierto.
—¿Entonces sí me amaste? —preguntó él y ella abrió los ojos.
—Con toda mi alma, Nahuel —respondió ella viéndolo a los ojos. Ambos quedaron en silencio, sus miradas hablaban por sí solas, las lágrimas caían de sus ojos.
—¿Sabes qué es lo que más me cuesta perdonar? —inquirió él después de un rato, ella negó—. El hecho de que me hayas ocultado esta información, el hecho de que hayas tenido que atravesar todo esto tú sola... pude haberme quedado, pude haber estado a tu lado —comentó, ella negó.
—Lo sé, sé que te hubieras quedado, pero no quería que lo hicieras. Ya me habías levantado tanto, tú reconstruiste pieza por pieza los vestigios que habían quedado de mí tras la muerte de mamá y de Abel, tú me devolviste la sonrisa y la felicidad. Te merecías cumplir tus sueños, volar... Y yo tenía que levantarme sola, Nahui... Sé que pase lo que pase vas a estar allí, sé que cuento contigo, pero necesitaba contar conmigo misma, necesitaba salir de esta por mi cuenta y con la terapia lo he estado haciendo bastante bien. ¿Sabes qué es lo que más me ha ayudado a seguir?
—¿Qué?
—Tú... A pesar de todo, yo sabía que no podía hundirme de nuevo, si lo hacía, todo lo que tú me habías dado no valdría nada, no hubiera tenido sentido. Lo hice por ti... aunque ya no... —Interrumpió sus palabras y bajó la vista avergonzada.
—¿Aunque ya no qué? —preguntó Nahuel y ella lo miró.
—Aunque ya no me ames como antes, aunque ya no pase nada entre nosotros.
—¿Tú me amas cómo antes? —inquirió él y ella sonrió.
—Yo te amo más que nunca —respondió con certeza. Nahuel sonrió.
—Yo nunca he dejado de amarte, Aneley, deberías estar segura de ello —añadió. Ella asintió.
—¿Puedo pedirte que me abraces? —inquirió la muchacha y Nahuel asintió, se acercó entonces a ella y la envolvió entre sus brazos, sintiendo de nuevo su aroma, el calor de su piel, la textura de sus cabellos.
—Dios, Ane, te he extrañado como no te das idea —susurró él en su oído.
—Sí que me doy idea, yo te he extrañado igual —respondió ella.
—Nunca vuelvas a dejarme fuera de tu vida y de las cosas que te pasan, no importa lo horribles que puedan ser. —Pidió él en medio de las lágrimas, ella asintió.
Ambos reían y lloraban, se abrazaban y se acariciaban con ternura y desespero. Nahuel besó su frente, sus mejillas, sus manos, ella enrolló sus dedos entre sus cabellos, que ahora estaban más largos y despeinados que de costumbre, y le secó las lágrimas.
—Sé que has sentido que nada de lo que has hecho ha valido la pena, sé que te has sentido inútil y que has pensado que ser bueno no servía para nada. Perdóname por haberte hecho sentir así, perdóname por todo, Nahui, por no ser la mujer que necesitas y necesitaste, por ser esto que soy, por mi pasado y por mi presente, por no estar a la altura de alguien como tú —susurró entre lágrimas.
—No seas tonta, no digas más eso. No me pidas más perdón, ya está, ya pasó... lo bueno es que estamos aquí, juntos otra vez. Dime que quieres intentarlo de nuevo, dime que aceptas ser mi novia, Ane... dime eso y estaremos bien...
—Claro que te amo y muero por ser tu novia, pero ¿es eso suficiente, Nahui? ¿Puedes vivir con lo que me ha sucedido? —inquirió.
—Puedo vivir con todo menos sin ti —respondió él y ella sonrió entre lágrimas. Entonces sus bocas se chocaron en un estruendoso beso que los colocó a ambos en el sitio del cual nunca debieron salir.
Nahuel la besó con ansias, mordisqueó sus labios y dejó que su lengua se encontrara con la de ella en un beso intenso y sabroso que parecía no ser del todo suficiente para saldar tanto tiempo separados y sufriendo. Ambos enredaron sus dedos entre los cabellos del otro para acercarse aún más, Aneley subió en su regazo y él se recostó un poco para poder sentirla del todo, para hacer esa unión lo más intensa posible.
Se separaron luego de un buen rato, ambos riendo y secándose el resto de las lágrimas que aún les quedaba en las mejillas, lágrimas de tristeza y felicidad, lágrimas de perdón y de esperanza.
—Te vas a ir... —dijo ella y él asintió.
—Ven conmigo —pidió.
—¿Cómo? —preguntó ella.
—Ven conmigo, puedes estudiar allá, viviremos en el departamentito que me darán. Es chico, pero no necesitamos mucho espacio, ¿no? Será solo un semestre y quizá te haga bien salir de esta ciudad un tiempo —añadió—. Olvidemos al resto del mundo, Ane, seamos solo nosotros dos...
—Pero... no sé si mi padre y mi hermana... ¿No es una locura? —preguntó la muchacha y él sonrió.
—Si no hacemos locuras ahora, ¿cuándo las haremos? Somos jóvenes. Tú te has pasado parte de tu vida cumpliendo responsabilidades de adultos. ¿Qué podemos perder?
—Déjame pensarlo un poco —sonrió.
Aneley y Nahuel decidieron ir a casa de este a buscar a Kristel, querían decirle que estaban de regreso. Cuando llegaron la vieron observando la televisión.
—¡Miren! ¡Alan fue detenido! —exclamó señalando las noticias—. Dicen que abusó sexualmente de una muchacha menor de edad que es hija de alguien importante, parece que la drogó primero —añadió.
—¿Kris? —La llamó Aneley, la muchacha se dio vuelta para ver a su hermano y a su mejor amiga tomados de la mano.
—¡¿Están juntos?! —inquirió y ambos asintieron.
Kristel se levantó eufórica y los abrazó a ambos felicitándolos y besándoles en la mejilla.
—¡Los amo! ¿Lo saben? —inquirió—. ¡No vuelvan a dejarme en medio de ustedes! —añadió amenazándolos, los tres rieron.
—Gracias, no sé qué sería mi vida sin ustedes —dijo Aneley en aquel improvisado abrazo de grupo.
En medio del silencio en el que quedaron, los tres escucharon la voz de una periodista que seguía comentando las noticias.
—Aparentemente hay una víctima más, pero aún no se ha sabido más detalles. La muchacha dijo que al enterarse de lo sucedido se había animado a hablar, al parecer este chico, presionaba a las mujeres por medio del chantaje o drogándolas —comentó la mujer.
—Ane... —dijo Kristel y ella supo muy bien qué es lo que iba a decirle.
—Debes denunciarlo —completó Nahuel y la muchacha asintió.
—Tengo miedo...
—No te dejaremos sola, además, ya está más que hundido —dijo Nahuel y Kristel asintió.
—Los abusadores deben pagar. Antes, no podías hacerlo, quizá no hubieras tenido las pruebas necesarias. Ahora puedes demostrar que a ti también te hizo lo mismo. Si ya tienen dos casos, uno más terminará por acabarlo...
Aneley no pudo evitar recordar cuando Alan le dijo: «¿Qué le hace una mancha más al tigre?». Bien que una mancha más ahora podría acabar de hundirlo.
Recordó también las veces que habló con Estela del abuso sexual y rememoró sus palabras.
—Tienes que saber y debes aceptar que has sido víctima de abuso sexual, Aneley. La violación o el abuso no se trata solo de ser tomada a la fuerza en medio de un descampado, también se trata de chantajes, de coacciones, de que una persona te hace creer que eres tú la que está decidiendo cuando es él quien ha tenido en sus manos la situación desde el inicio. No te das idea lo mucho que sucede esto, Ane, no eres un caso aislado, lastimosamente esto le pasa a más mujeres de las que pensamos. ¿Y sabes qué? Normalmente los abusadores son gente común, familiares cercanos y amigos de las víctimas. Las mujeres abusadas terminan sintiéndose tan culpables que casi nunca denuncian. Yo no te puedo pedir que tú lo hagas, porque entiendo tus miedos y las razones que tienes para callar, pero pienso que deberías replantearte tu silencio, si tú callas, lo que viviste se puede repetir, otra chica como tú puede pasar por lo mismo. Esta gente debe pagar...
Aneley asintió mirando a los chicos.
—Vamos, iré a denunciar —añadió y ambos la abrazaron.
Gente bonita, con este capítulo iniciamos la recta final de esta historia. Ya saben que tengo una nueva historia en mente y próximamente subiré la portada y sinopsis, porque la iniciaré en noviembre. Se llama "La pareja Imperfecta" En Instagram pueden ver de qué se trata, allí ya está la sinopsis.
Desde ahora me despido por unos días, no creo que actualice hasta la semana que viene porque el fin de semana tengo un evento muy grande de mi empresa y estoy trabajando mucho, no me da tiempo para nada. Si puedo subiré, pero si no, la semana que viene nos vemos, al menos ya pueden disfrutarlo.
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