* 39 *
Kristel se acercó a Aneley y la observó, ninguna de las dos dijo nada, pero ambas sabían lo que la otra pensaba. Kristel trataba de volver a la normalidad, de no echarle nada en cara y de dejarlo pasar, después de todo sabía que ella también era solo una víctima, pero aquello era difícil cuando se trataba de su hermano. Las mejores amigas tienden a tomar partido por aquel que la otra amiga ama u odia, pero eso se complica cuando el otro en cuestión es tu hermano favorito. Aneley se sentía culpable por poner a Kristel en esa situación.
—No es tu culpa —dijo Kristel y la abrazó—. Él estará bien, ya lo verás —prometió.
—Sé que no tengo ningún derecho, pero odio la idea de que salga con otras chicas —comentó, después de todo podía hablarlo con ella. Kristel asintió.
—Lo sé, y no creo que lo haga, pero supongo que no podemos hacer nada —añadió y Aneley solo asintió.
Pagaron lo que habían adquirido y caminaron hasta la casa de José, donde intentaron olvidar el asunto, aunque más de una vez en toda la velada Aneley se encontró preguntándose si Nahuel estaría con alguien más.
Y él había decidido ir a esa fiesta, estaba decidido a ser un chico malo esa noche, a hacer todo lo que hacían aquellos que no eran como él y a quienes parecía irles bien en la vida a pesar de sus acciones bajas. Llegó a la fiesta y lo primero que hizo fue comenzar a beber, un vaso de cerveza tras otro para olvidar. El alcohol logró desinhibirlo también, así que pronto buscó alguna chica a la cual invitar a bailar.
Había una que lo estaba mirando desde hacía un rato, era su compañera en clases de verano y solían estudiar juntos. Manuela se acercó a él y le sonrió con picardía.
—¿Bailamos? —dijo él antes que ella hablara, no permitiría que fuese ella quien iniciara el galanteo, debía ser él quien guiara el asunto. Debía ser el hombre por primera vez.
Manuela asintió y caminaron a la pista, no tardaron en comenzar los abrazos, los besos y las caricias furtivas, el calor del momento fue alzándose entre ambos y pronto sintieron que aquel espacio era demasiado público para lo que estaban haciendo. Nahuel la tomó de la mano y la llevó a uno de los baños que encontró libre. Se metieron allí entre risas y besos y él la colocó con fuerza por la pared.
Manuela se dejó hacer sintiéndose bastante mareada por el alcohol. Nahuel la besó con fuerza, mordisqueó sus labios, su cuello y apretujó con rudeza sus pechos entre sus manos. Manuela se sintió incómoda, pero aguardó a que el chico se sosegara, cosa que no sucedió. Con rudeza la levantó entre sus brazos dejándola sentada sobre el tocador y abriéndole las piernas para colarse entre ellas.
—Despacio... —pidió la muchacha.
—¿Por qué? ¿Acaso no es esto lo que les gusta? —inquirió el chico con una mirada firme. Manuela sintió miedo, ese no era el amigo con el que solía estudiar y que le gustaba.
—No... al menos a mí no —respondió ella—. ¿Podrías ser más suave?
Nahuel se apartó enfadado, ¿qué demonios querían las mujeres?
—Creo que... que mejor me voy, Manu, esto es un error —dijo al verla allí sentada, con las piernas entre abiertas y la ropa toda desacomodada.
—No... no te vayas, Nahuel... Yo... tú me gustas —dijo la muchacha.
Nahuel sintió que aquello no era justo, ella era una buena chica, era su amiga y solían estudiar juntos. Hacerle aquello no estaba bien, él no la quería, a él no le gustaba ella como mujer, si lo hacían la iba a lastimar.
—Lo siento, no puedo —dijo él y salió del baño.
Aquella noche él se odió a sí mismo y a su naturaleza bondadosa. ¿Por qué simplemente no podía aprovecharse del momento como los demás? ¿Por qué debía pensar en el daño que hacía y todas esas cosas? Porque era un inútil, un idiota, y por eso nunca sería valorado lo suficiente.
Llegó a su casa y se acostó sobre su cama, estaba cansado, borracho y melancólico. Lo único que quería era llamar a Aneley y decirle que la extrañaba, que la necesitaba como el aire para respirar, que no podía seguir así, que ella era su enfermedad y también su cura. Quería rogarle que se quedara a su lado. Y entonces sacudió su cabeza en negación, otra vez estaba siendo tan idiota que se dejaría llevar por sus emociones. ¿Qué clase de persona necesita a otra para vivir? Eso no estaba bien, si ella no estaba con él era porque no le amaba, y aunque a él le doliera debía aceptarlo, no rogar por sus sobras, eso ya era demasiado bajo.
Dejó que el sueño lo envolviera en ese sitio al que le gustaba ir, ese lugar donde nunca dolía nada y se durmió. Aneley mientras tanto, se comía las uñas en su cama preguntándose con quién estaría y qué estaría haciendo.
Por la mañana siguiente, Nahuel buscó a Manuela para disculparse, no tenía sentido intentar ser alguien que no era.
—Siento todo lo sucedido —dijo cuando ambos salieron a dar una vuelta—. No debí tratarte así.
—Me gustaría saber qué es lo que te sucede, Nahuel. La forma en que te comportaste ayer no parece propia de ti, es decir, no te conozco demasiado, pero pensé que eras más dulce... —comentó ella y él sonrió.
—Creo que... estaba cansado de ser bueno —susurró.
—¿Ser bueno? —Manuela sonrió—. Lo entiendo, estás lastimado, alguien te ha roto el corazón.
—Puede ser...
—No conozco la historia, Nahuel, y tampoco te pido que me la cuentes, lo único que te puedo decir es que uno es como es, y cambiar por otra persona no es la solución, ni para bien ni para mal, en todo caso cuando uno decide cambiar, debe ser por uno mismo —añadió—. Además, ser bueno es una linda característica, ¿o no? ¿Por qué dejarías que el dolor por algo o por alguien cambiara lo más bello de ti? Eso que te duele, seguro va a pasar...
—Intenté ser algo que no era porque pensé que a las chicas les gustan los chicos rudos, pero por lo visto a ti no —sonrió—. Discúlpame, no quise dañarte, tú eres una buena amiga...
—Me hubiera gustado ser algo más, pero me doy cuenta que tienes el corazón dañado y no me gusta meterme con chicos así, siempre termina mal —añade y sonríe.
—Además, eres muy madura —sonrió Nahuel y la abrazó.
—Cuéntame de la chica en cuestión —pidió Manuela y él asintió.
Nahuel le contó a Manuela sobre Aneley, le dijo a grandes rasgos cómo la conoció y desde cuanto se enamoró de ella, le comentó de su madre, de Abel y de lo mucho que sufrió, y luego le habló de su relación.
—Y así es como todo acabó...
—Yo no creo que haya acabado —comentó la muchacha—. Quedaron muchas cosas inconclusas, te quedaron preguntas sin respuestas y la verdad es que su actitud se me hace rara. Lo que creo es que cuando vuelvas, deberías hablar con ella...
—¿Para?
—No lo sé, al menos para saber la verdad —dijo la muchacha encogiéndose de hombros.
—¿Cuál verdad? Ya me dijo que no me amaba, esa es la verdad...
—No lo creo... De todas maneras pienso que sería bueno que se vieran y lo aclarasen...
—Gracias, Manuela, gracias por escucharme —sonrió él.
—No hay de qué, para eso estamos los amigos —añadió ella y luego lo besó en la mejilla.
Llegamos a los 200K, hoy subiré dos capítulos. Más tarde haré transmisión en vivo desde Historias de Lunna, en un par de horas a lo mejor :)
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