* 38 *
Aneley hizo pasar a Kristel a su habitación y allí permanecieron en silencio, ninguna de las dos sabía qué decir. Kristel observó todo en busca de algo, de alguna pista que le dijera qué había sucedido.
—¿No vas a decirme entonces? —inquirió Kristel y Aneley solo negó—. ¿Por qué?
—Porque es mejor así...
—¿Según quién? ¿Es mejor para ti que mi hermano esté sufriendo? —preguntó—. Me contó lo que había planeado para esa noche, me dijo que no entendía tu reacción. ¿Te parece justo?
—Pensé que podría seguir con la farsa, pensé que podría ocultártelo a ti y a él... —dijo Aneley mientras perdía su mirada en la ventana, viendo al vacío—. Pero no pude, ¿sabías que iba a ser su primera vez? Esperaba que fuera la décima... o la trigésima... —Suspiró.
—¿Ane? ¿Dejaste a mi hermano porque ibas a ser su primera chica? —inquirió Kristel pensando que eso no tenía ningún sentido. Aneley negó.
—Lo dejé porque él no se merecía alguien como yo —añadió.
—¿Según quién? Cada quien elige con quien quiere estar. ¿Quién es quién para decir quién merece a quién? —inquirió acercándose a ella y tomándola de la mano.
—Yo he estado con demasiados chicos y él con ninguna, no era justo, Kris.
—¿Eres idiota? —preguntó la muchacha—. ¿Eso qué tiene que ver? Me parece súper machista, además. Si fuera al revés, ¿quién juzgaría a quién? —añadió—. Además, a él no le importaba... y tú, no sé por qué te culpas como si fueras una cualquiera, Ane. Que hayas estado con varios chicos no significa que lo seas. Con Abel estuviste por amor, con los otros por error, pero fue un error del que aprendiste... y con Alan... —Kristel dejó colgando el nombre para que ella completara la frase.
—Pude haberle dicho que no —dijo Aneley sintiendo que necesitaba hablar con su amiga, necesitaba olvidar que Nahuel era su hermano y decirle lo que sentía—. Pude haber intentado huir, pude...
—¿Huir? ¿De qué estás hablando? —preguntó la muchacha.
—Él me dijo que si no lo hacía hundiría a mi familia y a Nahuel. Estaba drogado, ¿sabes? Y alcoholizado. Fue horrible... me hizo daño —añadió y cerró los ojos—. Él pidió y yo le dije que sí, tenía miedo, a que me hiciera daño si intentaba huir, a que me lastimara... o peor aún, a que cumpliera sus amenazas.
—¿Estás diciendo que él te forzó, Aneley?
—Estoy diciendo justo lo contrario, yo acepté —suspiró.
—Pero ¿por qué aceptaste? ¿Lo deseabas? —preguntó.
—No, ¿cómo voy a desear a ese idiota? —inquirió consternada—. Pero no le dije que no, ¿lo entiendes? Yo no le dije que no, yo lo acepté.
—A ver, cuéntame cómo fue —pidió Kristel sintiendo que por fin estaba llegando al centro del asunto.
Aneley le relató lo sucedido con más detalles de lo que su amiga hubiera deseado, esos detalles que necesitaba escupir para sacar esos recuerdos de su mente.
—Dios, Ane... Él abusó de ti, ¿no te das cuenta? —preguntó la muchacha acercándose—. ¡Te violó! —zanjó.
—¡No! ¿Cómo me va a violar si yo accedí? —inquirió Aneley llorando.
—Dios, no seas idiota, Aneley —gritó la muchacha—. ¡Él te chantajeó para que accedieras, no lo hiciste porque querías! —exclamó—. ¡Debes denunciarlo!
—¿Denunciarlo? ¿Y qué voy a decir?
—¡Que te chantajeó con hundir a tus seres queridos! —exclamó de nuevo Kristel ofuscada.
—¿Y? ¿Quién me va a creer? Es hijo de gente poderosa, tiene dinero... ¿Y yo? Soy una tonta que se ha acostado con sus amigos y que ha aceptado hacerlo con él. ¿Cómo demonios voy a demostrar que él me chantajeó como dices? ¡Es mi palabra contra la suya! ¿A quién van a creer? ¡Además, sus amigos dirán que yo me acostaba con todos ellos! —zanjó y Kristel calló, tenía razón, lastimosamente tenía razón.
—Pero debiste decírselo a Nahuel, Aneley. ¡Él tenía derecho a saberlo!
—¡No! ¡Él había planeado una velada romántica para ambos! Él quería que fuera perfecto, quería que yo fuera la primera. ¿Cómo iba a decirle eso? ¿Cómo íbamos a superar aquello? No podía seguir pidiéndole paciencia, no podía... No se lo merecía —sollozó.
—¿Y se merecía que le mintieras? ¿Se merecía creer que te acostaste con otro por gusto y lo disfrutaste? ¿Qué no lo amabas en serio? —inquirió Kristel ahora enfadada.
—No, pero pensé que rompiéndole el corazón le haría más fácil el odiarme —añadió—. Y funcionó, se fue y está siguiendo su vida...
—¿Siguiendo su vida? No lo creo, está haciendo lo que debe hacer, pero por dentro está destrozado, Ane. Él en verdad te ama y merecía que le contaras la verdad, se hubiera quedado a tu lado.
—¿Y te parece eso justo? —inquirió Aneley.
—No sé qué es lo justo, Ane. Pero estoy segura de que cada quién debe tomar sus decisiones y pudiste haberle dicho lo que sucedió en verdad para que él decidiera qué era lo que le parecía más justo.
—Kristel, por favor no le digas nada —pidió la muchacha de pronto—. Por favor...
—No puedo no decirle esto —respondió Kristel indignada—. Eres mi mejor amiga, pero no puedo callar una verdad tan grande sabiendo que mi hermano está destrozado.
—Si le dices ahora, se llenará de más odio, de más rencor. Querrá venir a destrozar a Alan, se meterá en problemas. No le digas nada, Kris... deja que termine su curso lo más tranquilo posible
—Tú no tienes idea de cómo está él, porque está muy lejos de estar tranquilo. Sin embargo, creo que tienes razón, es capaz de regresar solo para golpear al imbécil de Alan... Sin embargo, solo prometeré callar hasta marzo, cuando él regrese, y a cambio de algo, Aneley —dijo la muchacha mirando a su amiga con seriedad.
—No puedo denunciar a Alan, si eso es lo que deseas, no ganaría jamás y...
—No es eso, quiero que acudas en busca de ayuda profesional, Ane —dijo Kristel y Aneley la miró con los ojos turbados.
—¿Qué? —inquirió.
—Esto es mucho, necesitas hablarlo con alguien especializado. Debes tomar consciencia de que has sido violada y dejar de sentirte culpable.
—¿Cómo no voy a sentirme culpable? ¡Yo lo admití! —exclamó.
—Tú eres una víctima, Aneley, y lo que él hizo fue justamente hacerte creer que tú eres la culpable. Debes prometerme que irás a terapia, yo te acompañaré si lo deseas, pero si no lo haces esto te hundirá más de lo que ya estás y eso tampoco me parece justo —zanjó decidida—. Si quieres que calle esto, deberás hacerlo, sino, iré a Nueva Esperanza mañana mismo y le contaré a Nahuel lo que ha sucedido, y sabes que no terminará bien.
Aneley sopesó las palabras de su amiga en silencio, tenía razón, sabía que necesitaba ir a terapia y también sabía que era mejor esperar a marzo para que Nahuel se enterara de la verdad. Conociéndolo como le conocía, dejaría todo y vendría a enfrentar a Alan y eso no era buena idea, no al menos en ese momento.
—Iré a terapia —asintió Aneley y Kristel sonrió, entonces la abrazó.
—Todo se va a solucionar, Ane, ya lo verás —prometió—. Me alegra mucho saber que yo tenía razón, que tú no eras ese monstruo que lastimó a mi hermano adrede.
—Gracias por confiar en mí a pesar de todo —susurró Aneley.
—No estás sola, Ane, no lo estás —dijo Kristel y la abrazó.
En los días siguientes ella misma se encargó de conseguir ayuda profesional para Aneley, y fue ella quien la acompañó a las primeras citas y prometió ir con ella a todas las que necesitara. A Aneley le costó bastante abrirse a la psicóloga, pero era una mujer muy dulce y había algo en ella que a la chica le hacía recordar de su madre, quizá fue eso la que la llevó a contarle todo, desde la muerte de la misma hasta lo sucedido con Alan en pocas sesiones. Y la mujer, llamada Estela, le tomó un cariño especial a aquella paciente que a tan corta edad había pasado por tanto.
Nahuel por su parte, seguía sumido en sus números. A pesar de aquello había hecho un par de amigos en la universidad, además del chico que vivía en la casa donde era hospedado. Y lo habían invitado —una vez más— a alguna clase de fiesta a la cual nunca quería asistir.
Ese día, se sentía especialmente melancólico, así que decidió llamar a su hermana, que era lo más cercano que tenía a sus raíces y su antiguo mundo, que en ese momento extrañaba tanto.
—Hola, Nahui, ¿cómo estás? —inquirió Kristel al ver la llamada.
—Bien, ¿tú? —preguntó.
—Bien... acá saliendo del supermercado —dijo Kristel mirando de reojo a Aneley, que se acercaba a ella con unas botellas de refrescos en las manos. Iban a ver una película en casa de José y estaban comprando provisiones.
—Bien, aquí terminando de estudiar para un examen. ¿Sabes? Me han ofrecido la posibilidad de cursar aquí el próximo semestre y creo que es una buena opción. Me darán incluso hospedaje independiente, un pequeño apartamentito y todo eso, al parecer los maestros están encantados conmigo.
—Pero... No lo aceptarás, ¿no? —inquirió Kristel algo consternada, la idea de tener a su hermano lejos más tiempo no le agradaba.
—¿Por qué no? Volver a la uni allá no será divertido, tendré que verla a diario... y al idiota de Alan... y...
—Nahui... No te apures en decidir, ¿sí? —inquirió Kristel y Aneley supo que hablaba con su hermano. Un dolor inundó su pecho, estaba tan cerca y a la vez tan lejos.
—Bien, de todas formas igual iré antes de que inicie el semestre aunque solo sea por una semana para verlos —informó y Kristel supo que ya tenía la decisión tomada.
—Bien... —respondió sin saber qué más decir—. ¿Qué harás hoy?
—Los chicos me invitaron a una fiesta pero no quiero ir —comentó—. Aunque hoy puede ser que vaya, ¿sabes? Me siento un poco melancólico hoy y no puedo evitar pensar que soy un estúpido. Debería ir a esa fiesta y dejar de ser tan bueno, ¿no lo crees? Quizá tomar un poco y enrollarme con cualquier chica que tenga ganas de perder su tiempo conmigo... —zanjó con la voz cargada de dolor.
—No digas eso, Nahuel. Si quieres salir, ve a esa fiesta, pero nada de alcohol ni chicas, no seas tonto. No te conviertas en esos clichés literarios por los cuales los chicos buenos a quienes le han roto el corazón se convierten en chicos malos y mujeriegos a quienes ya no les importa nada más que romper corazones de otras chicas —dijo Kristel viendo a los ojos a Aneley. Cuando su hermano lo llamaba siempre se encontraba en medio de ambos, más en ese momento en que su amiga estaba físicamente a su lado, esta bajó la vista.
—Quizá no es un simple cliché literario, quizá si es escrito tan a menudo es porque sucede. ¿No crees que debería dejar de ser tan tonto? A las chicas no le gustan los chicos como yo, finalmente se quedan con idiotas sin cerebro, pero con músculos —escupió lleno de dolor.
—Mira, estás diciendo tonterías y sé que es porque estás en modo dolor y melancolía. Lo que creo que debes hacer es salir a dar una vuelta, ir al cine o leer algún libro de ciencia ficción. Y te diré algo, no como hermana, sino como una chica. Puede que sea cierto que hay un grupo de mujeres que eligen a los hombres descerebrados y musculosos, pero te prometo que todas sueñan con alguien como tú.
Aneley se alejó un poco, aquella conversación le dolía. La simple idea de imaginarlo con alguien más le rompía el corazón, pero no tenía ningún derecho, él debería rehacer su vida.
—No lo creo, lo sueñan, pero cuando lo tienen al lado les parece tan idiota que les rompen el corazón —zanjó.
—No puedo seguir hablando con un Nahuel tan depresivo. Te amo, Nahui, y quiero que regreses porque aquí hay muchas cosas que debes arreglar para poder seguir adelante. No puedo decirte nada todavía —dijo en un susurro para que Aneley no la escuchara—, pero te prometo que las cosas van a mejorar.
—No veo cómo —respondió el muchacho—, pero te amo también, gracias por ser la mejor hermana del universo.
—Nahui... Ella está aquí, en la ciudad —dijo entonces y el chico hizo un silencio largo.
—Creo que debo cortar —añadió un rato después.
—Está bien... Cuídate, ¿sí?
—Tú también, Kris... y... cuídala, ¿sí? —pidió el chico y Kristel sonrió.
—Ella está bien, y estará mucho mejor pronto —añadió y Nahuel asintió como si ella pudiera verlo, entonces cortó.
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