* 36 *

Diciembre dio paso a la llegada del verano y con él se fue la primavera, las flores, los colores. Las fiestas fueron días normales para ambos, pero tuvieron que hacer un gran esfuerzo para compartir algún momento con las familias que los estaban acogiendo. Sin saberlo, ambos decidieron ir a dormir temprano esas noches.

Nahuel había perdido la esperanza y las ganas, su vaso siempre medio lleno se veía por primera vez medio vacío. No encontraba ese positivismo que solía caracterizarlo y decidió estudiar, hacer ejercicios una y otra vez, si era posible los más difíciles para que acapararan por completo su atención y no le dejaran ni un solo segundo para pensar, para recordar. La familia que lo acogía no podía entender cómo el chico estudiaba tanto y no disfrutaba del bello verano en las playas de Nueva Esperanza.

No era sencillo, nada lo era, pero no quería pensar en las miles de preguntas que colgaban de sus pensamientos. ¿Por qué Aneley lo había engañado? ¿Acaso había estado con él solo por lástima o por no estar sola? ¿Alan era mejor que él?

Todas las inseguridades que siempre bombardeaban su mente y a las que solía enfrentar con fuerza y pensamientos positivos, fueron atacadas por preguntas sin respuestas, por recuerdos de Aneley diciéndole que no lo amaba. Era doloroso, muy doloroso, tanto que se planteó si hubiera sido mejor nunca haber tenido nada con ella, haberla dejado en ese sitio eterno en donde viven los amores platónicos que nunca llegan a ser reales.

Aneley sufría de la misma manera, sin embargo, ella creía que había hecho lo mejor para él. Alejarlo de su vida era lo mejor, aunque él no lo entendiera así, aunque la odiara. De todas maneras se prometió a sí misma no dejar que su mundo volviera a congelarse, Nahuel no se merecía eso, había invertido en ella demasiado tiempo, amor y esfuerzo para que ella se volviera a deprimir, a hundir. Además sabía que si lo hacía no volvería a salir a flote. Cada mañana se despertaba con los ojos hinchados por haber llorado a la noche, por extrañarlo, por desear que un día —aunque fuera uno muy lejano—, él la perdonara.

Fantaseaba con encontrárselo por la calle, unos muchos años después, y verlo feliz, con una mujer que lo mereciera y que lo amara con locura. Aneley se imaginaba que se sonreían y se daban un abrazo, uno de esos que dicen todo sin necesidad de palabras. Ella le pediría perdón y le diría que lo que hizo lo hizo por él, que esperaba que luego de que el dolor haya menguado, lo hubiera entendido.

Él era demasiado bueno para alguien como ella, demasiado puro, demasiado inocente. Ella no se merecía una persona así, no después de haberlo engañado con Alan. Aneley odiaba la infidelidad, para ella alguien que engañaba a su pareja era porque ya no lo amaba, pero no era su caso, ella sí amaba a Nahuel.

De todas formas, no podía seguir al lado de él sabiendo que lo traicionó, sabiendo que le mintió y que estuvo con otro hombre incluso antes de estar con él. Y es que ella había aceptado acostarse con Alan y no podía perdonarse aquello.

Era cierto que él la había chantajeado, le había puesto entre la espada y la pared, pero luego de pensarlo y analizar la situación una y otra vez, ella estaba segura que pudo haberse defendido, darle una patada, salir corriendo o seguir diciéndole que no quería hacerlo. Le daba asco recordar sus manos en su cuerpo, su piel, su olor, su peso sobre ella. Y cada vez que lo recordaba —que era bastante a menudo—, se sentía más vil, más sucia, más culpable.

Era imposible seguir con Nahuel luego de aquello, era imposible retomar lo que tenían. No se sentía capaz de hacerlo y no era justo para él tener que perdonar algo tan horrible como una infidelidad, un engaño. Él no se merecía eso.

La muchacha odiaba mirarse al espejo, cuando veía su imagen reflejada, no se reconocía, no sabía quién era y cómo había llegado a aquello. Sin embargo, cuando recordaba a Nahuel y lo que habían vivido, se sentía bien, se sentía a gusto con ella misma y la mujer que había logrado recuperar con la ayuda del chico. Se lamentaba por no haberse sabido mantener a sí misma, y se culpaba por la basura en que se había convertido.

Volvió al pueblo el diez de enero, cuando estuvo segura que Nahuel ya había partido. Pretendió esconderse en su casa todo lo que quedaba del verano, no quería ver a Kristel, no soportaría lidiar con el odio y el repudio de su mejor amiga. Por supuesto, José se enteró que ella había regresado y vino a verla, extrañamente, no le preguntó nada ni le contó ningún chisme, hasta José entendía la magnitud del tema y parecía querer mantenerse al margen.

Su compañía le devolvía a Aneley algo de alegría, él era lo único que le quedaba de su grupo, de sus amigos, de su vida.

—¿Vas a volver a la uni? —preguntó él y ella asintió.

—No puedo dejarla. A veces no tengo ganas de hacerlo, pero mi madre hizo muchísimo para conseguir esa beca para mí, para cersiorarse de que pudiera estudiar —comentó.

—Me parece bien, Ane. Lo que sea que está sucediendo va a pasar, y no vale la pena que pierdas tu vida por esto. No quiero volver a verte tan mal como el año pasado —dijo y ella sonrió recostándose por el hombro de su amigo.

—¿Sabes algo de él? —inquirió ella finalmente, necesitaba saber que al menos estaba bien.

—Estaba esperando que lo preguntaras —dijo José con una sonrisa—. Se fue apenas te marchaste, adeantó sus fechas. No sé mucho, Kristel me dijo que al parecer pretende quedarse allá todo el semestre, pero su madre quiere que venga por lo menos unos días al término de su curso.

—No quiere verme —musitó ella—. Está bien, es normal, pero duele.

—Duele porque tú quieres.

—¿Kristel? ¿Cómo está? —preguntó.

—Te extraña tanto como tú a ella, pero no lo admite. Además, quiere matarte —sonrió—. Pero al igual que yo, piensa que nos estamos perdiendo de algo.

—¿Qué? No lo entiendo —inquiere Aneley mirando a su amigo.

—Te conocemos bien, Ane, y lo que has hecho no tiene una explicación lógica, eso nos lleva a pensar que hay algo que nos estás ocultando. De hecho, nos hemos pasado buena parte del verano analizando la situación. —La muchacha no pudo evitar sonreír al imaginar a sus amigos ideando hipótesis, pero dudaba que en realidad hubieran deducido algo—. ¿Te drogó? ¿Alan te drogó? —preguntó

—No...

—Esa es la única explicación que yo encuentro —añadió—. ¿Estás segura que no te drogó? Sabes que puedes decírmelo.

—¿Qué tal si cambiamos de tema? —preguntó Aneley y José asintió, sabía que no le sacaría más información.

—Estoy seguro que Nahuel también duda de lo sucedido, solo que el dolor es más grande —añade.

—Se pondrá bien y será feliz —dijo ella y él negó.

—¿Y tú? —inquirió él.

—Seré feliz cuando sepa que él es feliz —añadió—. A veces puedes ser feliz amando a alguien aunque no estés a su lado, yo prefiero amar así, cuando las personas están cerca de mí siempre terminan sufriendo.

José rodó los ojos.

—A veces cansas, Ane —dijo con sinceridad—. El problema no siempre son los demás, el problema eres tú, que no eres capaz de valorar las oportunidades que te da la vida.

—No te pongas en ese plan, José, por favor... eres todo lo que me queda —susurró.

José negó pero no dijo nada, no tenía caso, Aneley era demasiado terca y solo quedaba esperar, quizá las cosas mejoraban con el tiempo.

Para la gente bonita que me lee desde España o los países de hacia arriba y que me suele dejar mensajes como "En diciembre es invierno" o "En abril es primavera", les cuento, que existimos muchos millones de personas viviendo bajo la línea del Ecuador, y para todos nosotros, las estaciones funcionan de otra forma. Ahora, por ejemplo, en mi país, que queda en el centro de Sudamérica y se llama Paraguay, hace 38 grados con sensación térmica de 42 y estamos en primavera y ya parece el infierno. O sea, que eso de pasar una blanca navidad, solo si nos pintáramos con espuma de carnaval, o algo así. Digo esto porque es increíble la cantidad de mensajes que he recibido corrigiéndome las estaciones jajaja, o sea, ¿acaso ya no se dan esas cosas en el colegio?

Bien, aunque NINP no está desarrollada en ningún país en específico, he decidido colocarlo aquí, hacia abajito. Si me preguntan donde podría ser, pues me imagino algún lugar de Chile, por ejemplo. 

Y eso es todo... sigamos aguantando el drama un poco más, siento herir sus corazoncitos, pero bueno... 

Los adoro.

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