* 28 *
Aneley se sentía a gusto al lado de Nahuel y no quería que aquello acabara jamás, sin embargo pronto los demás alumnos saldrían de clases y el momento se disiparía, así que tuvo una idea.
—Sígueme —dijo tomándolo de la mano, el chico no tuvo opción, ella lo estiraba.
Sin pensar demasiado en lo que estaba haciendo, ella lo llevó hasta uno de los cuartos donde se guardaban las cosas de limpieza y se metieron allí, Nahuel rio, le gustaba esa Aneley. No, no solo le gustaba, le encantaba.
El muchacho cerró la puerta y la recostó por la misma para volver a besarla, estuvieron allí por lo que pareció una eternidad, sumidos en besos, abrazos y en caricias tiernas. Ambos se respiraban, se miraban, se adoraban como si en cualquier momento todo fuera a terminar.
—Ane, déjame demostrarte todo lo que te amo, no huyas de esto —susurró Nahuel.
—No quiero huir, no quiero que acabe, quiero dejarme llevar por esto, por ti... pero no quiero lastimarte, no quiero despertar un día y sentir que me he equivocado. Estoy confundida, Nahuel, hace demasiado que no siento todas estas cosas, pero no estoy segura...
—Déjame correr el riesgo, si sufro será pura y exclusivamente mi responsabilidad —dijo él y ella sonrió—. No puedes darme todo esto, estar así conmigo y luego hacer como si no pasó nada —añadió.
—No quiero que asumas toda la responsabilidad, no es justo. Escucha, me gustas, te quiero, me agrada todo esto que estoy sintiendo y deseo estar a tu lado, no quiero que esto acabe, pero... vayamos despacio, ¿sí?
—Todo lo que tú digas está bien para mí —asintió él sintiéndose emocionado, ella le estaba diciendo que quería estar con él o eso parecía.
—Eres el chico más perfecto que he conocido jamás —dijo Aneley sin pensarlo demasiado, Nahuel quedó en silencio, ¿también se refería a Abel? ¿Era él más perfecto que él?
—No soy perfecto, Ane —comentó.
—Lo eres para mí —respondió ella envolviéndose a sí misma en los brazos de Nahuel, él sonrió. No iba a discutírselo más, si ella así lo pensaba él lo aceptaría. Después de todo se sentía bien, se sentía fantástico.
Los besos y las caricias volvieron, hasta que una alarma sonó en el celular de Aneley.
—Tenemos que irnos, es tarde, tengo que ir a trabajar —explicó.
—¿No puedes faltar? Puedo quedarme a vivir en este sitio —dijo Nahuel besándole de nuevo, ella sonrió.
—Sería interesante, pero necesito trabajar —sonrió—. Si quieres, puedes venir conmigo —añadió.
—Eso me parece bien, no me siento listo para separarme de ti en este momento.
Nahuel tomó la perilla de la puerta en la mano y la movió, pero esta no se abrió. Lo intentó de nuevo pero no funcionó.
—¿Qué sucede? —preguntó Aneley.
—Creo que nuestros deseos se han hecho realidad —dijo intentándolo de nuevo—. Estamos encerrados.
—¿Qué? No, yo debo ir a trabajar —respondió—. Estás bromeando, ¿no?
Nahuel negó y dejó que Aneley lo intentara para percatarse de que estaban en realidad encerrados. No había demasiadas alternativas, la limpiadora tuvo que haber cerrado desde afuera y la única ventana que tenía la minúscula habitación que olía a lejía, era apenas un tragaluz.
—¿Qué hacemos? —inquirió Nahuel y Aneley negó algo asustada.
—No lo sé, ¿tienes una idea?
—Dime que tienes batería en el celular, a mí se me ha acabado. Llama a Kristel —pidió él.
—¿Kristel? ¿Qué pensará cuando nos vea salir de aquí? No... me pedirá explicaciones y no estoy lista.
—Bien, entonces nos quedaremos a dormir —dijo él sentándose en el suelo y recostándose por la pared.
—¡Tonto! —añadió Aneley sacando el celular de su bolsillo. Entonces hizo una llamada—. ¿Kris? ¿Estás en la Uni?
—Sí, estoy saliendo de clases, la que no está en la uni eres tú.
—Tuve un pequeño inconveniente... ¿Podrías venir a la zona de limpieza y abrir el cuarto que tiene una puerta azul? —preguntó sintiendo que el rostro se le teñía de rojo. Kristel pensaría lo peor, lo sabía.
—¿Qué demonios haces ahí, Aneley? ¿Con quién estás? —preguntó su amiga.
—Solo ven, por favor —pidió—. Estamos atrapados y solo se abre desde afuera.
Kristel bufó y salió del pabellón donde estaba para ir al otro, donde su amiga se había quedado encerrada con alguien en la cabina de limpieza. No pudo evitar pensar que quizás había caído en lo mismo de nuevo, se preguntó si acaso era un día especial, si ella estaba deprimida en la mañana, pero no, no había notado nada extraño en su comportamiento.
—Kristel está en camino, la conozco, pensará lo peor —dijo ella sentándose al lado de Nahuel.
—Que piense lo que quiera, ven aquí —pidió el muchacho estirándola hacia él. Aneley asintió moviéndose hacia donde él le indicaba y quedó sentada en su regazo. Sonrió ante aquella situación y comenzaron a besarse de nuevo.
—Nahui... hay que detenernos, ella llegará en cualquier momento.
—Aprovechemos los últimos minutos —susurró volviendo a besarla—. Dime que no te alejarás, dime que de alguna forma tú y yo estamos juntos —pidió.
—Estamos juntos, Nahui... estamos juntos —respondió y esta vez fue ella quien lo besó—. Me tendrás paciencia, ¿verdad?
—Toda la paciencia del mundo —sonrió él abrazándola. Se pusieron de pie y esperaron unos minutos sabiendo que Kristel llegaría en cualquier momento. Entonces un golpe sonó desde el otro lado de la puerta.
—¿Ane? ¿Estás ahí?
—Sí, abre de una vez —pidió la muchacha.
—¿Qué haces, Ane? Yo abro pero prométeme que hablaremos.
—No es lo que crees, Kris, solo abre —insistió.
Kristel abrió la puerta y se encontró a Aneley de la mano con Nahuel, este sonrió.
—Dios... ¿qué? ¿Por qué? ¿No estaban enfadados? —Kristel no sabía qué decir o qué preguntar. Miró a su amiga y luego a su hermano, esperaba que aquello tuviera una explicación y Aneley pudo leer su mente al instante.
—Escucha, no es lo que crees, solo nos estábamos besando —dijo antes de que su amiga se pasara películas.
—¡Ey! ¿Y mi intimidad? —preguntó Nahuel fingiendo indignación.
—Es tu hermana, pero es mi mejor amiga y debo contarle todo antes de que empiece a pensar mal —explicó Aneley.
—¿Por qué pensaría mal? O sea, ¿no es tu amiga acaso? —preguntó Nahuel y Kristel se llevó los brazos al frente cruzándolos en el pecho.
—Porque pues... hazte de fama y échate a dormir —dijo Aneley encogiéndose de hombros.
—¡Ey! ¡Estoy acá! —dijo Kristel con ironía.
—Escucha, sé lo que crees y no, no es lo que piensas. Él y yo lo vamos a intentar —dijo y Kristel sonrió.
—¿Segura? —preguntó y ella asintió.
—Me gusta mucho, Kris... con él siento cosas que hace mucho no sentía —comentó.
—¡Ey! ¡Estoy acá! —dijo Nahuel y las chicas rieron. Aneley lo abrazó y lo besó en la mejilla.
—Vamos, voy a llegar tarde —dijo y él la tomó de la mano, ambos caminaron hacia la salida.
—¡Ey! ¡Esperen! —gritó Kristel aún confundida.
—¿Qué? —Ambos voltearon a verla.
—¿Así nada más? ¿De pronto son novios? —inquirió. Ambos se miraron, y sonrieron.
—Algo así —respondió Nahuel y la besó. Kristel se quedó estática observando a su mejor amiga besar a su hermano menor, era una imagen bizarra pero agradable. Corrió hasta ellos colándose en el medio y obligándolos a separarse.
—Ya, ya lo entendí —dijo abrazando a ambos—. Si uno de los dos lastima al otro, lo mataré, no me importa a quien, ¿lo entienden? —preguntó viendo a ambos y ellos rieron.
—Si la lastimo, puedes matarme —añadió Nahuel y las muchachas rieron.
Caminaron a la salida de la universidad y Aneley sintió un cosquilleo en su corazón, era como si miles de flores comenzaran a florecer en su interior, era la primavera, era la esperanza, era el inicio de un nuevo amor, uno que se sentía bien y se proyectaba fuerte, porque si había algo que tenía en claro era que la química entre ambos era increíble.
Bueno, solo les quiero recordar que he subido una historia llamada Epifanía en la plataforma Sweek, que es como wattpad, les pido por favor que pasen a leerla. Un beso :)
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