* 23 *
Se sentaron a comer en un silencio que contrario a lo que solía suceder entre ambos, se percibía incómodo.
—¿Entonces? ¿Estás bien? —volvió a preguntar Nahuel, no sabía cómo tocar el tema de la mañana.
—Sí, necesitaba hacer esto... —dijo la muchacha. Cada uno lavó su plato y cubiertos y luego ella lo invitó a pasar a su habitación, Nahuel aceptó sintiéndose un poco extraño al hacerlo. Estaban solos, ella ahora tenía una habitación independiente, y él se preguntaba si lograría controlar sus deseos de abrazarla y gritarle que la amaba.
Caminaron hasta el cuarto y ella conectó su celular a un pequeño parlante que descansaba en su escritorio. Conversaron un rato sobre música y cantantes y luego volvieron a quedar en silencio.
—¿Quieres hablar de lo del cementerio? —inquirió Nahuel.
—No hay mucho qué decir, sentí que debía despedirme de él, siento la necesidad de seguir adelante, de dejar de estar triste. No hablo de volverme a enamorar ni nada de eso, solo de volver a soñar con un futuro, aunque en ese futuro ya no esté Abel —explicó la muchacha—. Leí en un libro que necesitaba despedirme, soltarlo y soltarme, y quise hacerlo hoy. Era su cumpleaños —añadió.
—Oh... Un día especial —comentó Nahuel y ella asintió.
—Era también nuestro aniversario. Era nuestra fecha especial —sonrió—. El día en que comenzamos a ser novios, el día de su cumpleaños, el día en que lo hicimos por primera vez —explicó y Nahuel asintió experimentando una sensación de apretón en el pecho, luego negó de manera casi imperceptible mientras mentalmente se regañaba por sentir celos de su pasado.
—Y ahora también es la fecha de la despedida —añadió y Aneley asintió.
—¿Crees que me he equivocado? —cuestionó la muchacha mirando al chico. Ella estaba sentada en su cama con la espalda por el respaldo de la misma y él a los pies.
—No, creo que has hecho lo correcto, Ane, no puedes seguir viviendo de los recuerdos. Yo sé que él ha sido lo más importante para ti, que lo amas, pero ya no está y no podemos hacer nada al respecto —añadió—. Hay cosas que es mejor aceptarlas.
—¿Por qué lo dices? —inquirió la muchacha.
—¿Qué? —dijo Nahuel mirándola.
—Eso que dijiste último, me sonó a que lo decías por algo en especial...
—Sí, lo decía por ti. Es decir, la muerte es una de esas cosas que no podemos cambiar, no queda más que aceptarlo.
—¿Te ha tocado hacerlo alguna vez? ¿Aceptar algo que no puedes cambiar? —inquirió la muchacha.
—Sí —dijo él observándola.
—Cuéntame...
—No hay nada que contar —respondió encogiéndose de hombros.
—Yo siempre te cuento todo y tú nada... ¿Es lo de tu padre? Eso no debes aceptarlo, en algún momento debes decirle todo —comentó con seguridad.
—¿Has amado alguna vez sin ser correspondida? —preguntó el chico negando y Aneley lo observó con sorpresa, no sabía que Nahuel estuviera enamorado.
—No... es decir, siempre hay alguien que te gusta y no te corresponde, pero amar sin ser correspondido no... —respondió y entonces lo vio asentir con melancolía—. ¿Estás enamorado de alguien que no te ama, Nahui? —inquirió.
—Algo así —respondió el chico sintiéndose incómodo con esa conversación.
—No lo puedo creer, ¿cómo es que una chica puede dejarte ir? —comentó y él rió con ironía.
—Pues, supongo que no soy para ella, o... qué se yo —añadió intentando cortar el tema.
—Pienso que es una tonta —zanjó la muchacha intentando animarlo y acercándose a él para abrazarlo—. Eres increíble y si ella no te sabe ver, pues ella se lo pierde, ¿no?
Nahuel levantó la vista y la miró a los ojos, Aneley sonreía y él solo quería decirle que hablaba de ella, pero ¿qué sentido tenía? Ella no le correspondía y por lo que parecía nunca llegaría a hacerlo.
—Ane... ¿puedo preguntarte algo? —dijo el chico y ella asintió.
—Claro, no necesitas preguntarme para preguntarme —sonrió por su expresión.
—¿Podría una chica como tú, enamorarse de un chico como yo alguna vez? —inquirió y ella se quedó sorprendida ante la pregunta. Entonces lo vio a los ojos, su mirada era tan pura y bella, tan llena de ternura y bondad, Aneley asintió.
—Podría, claro que podría, pero tú mereces una chica mejor que alguien como yo —respondió y él negó.
—No hay nadie mejor que tú en el mundo que yo habito, Aneley. Me gustas desde que tengo unos doce o trece años y a estas alturas sé que estoy completa y perdidamente enamorado de ti —concluyó. Aneley se sorprendió ante aquella súbita declaración y su cabeza se hizo un mar de ideas, preguntas, recuerdos y confusión. Nahuel bajó la cabeza cohibido por la reacción de la muchacha y arrepentido por haber abierto su corazón sabiendo que la respuesta no sería la que esperaba.
—Nahuel... hemos pasado tiempo juntos y puede que te hayas confundido... yo...
—Sé que tú no sientes lo mismo, Ane —dijo él interrumpiéndola—. Y no quiero que nuestra relación cambie. Solo necesitaba sacarlo, decírtelo, porque cada día que pasa este sentimiento crece y crece tanto que siento que explotará en mi interior si no lo sacaba. Tú eres la persona que mejor me conoce, Ane, no podía no decírtelo —añadió. Ella cerró los ojos y suspiró buscando las palabras adecuadas.
—Yo... no me esperaba esto, Nahui... —dijo negando. Sin embargo, algo dentro de ella la había llevado a pensar en aquello un par de veces, sobre todo cuando su padre le señalaba lo obvios que eran los sentimientos de Nahuel.
—No digas nada, no hagas nada, solo necesitaba que lo supieras, Ane... yo no te pido nada... solo que no te alejes ahora que lo sabes —pidió—. Me da miedo perderte.
—No me perderás, yo aquí me quedo —dijo la chica abrazándolo.
Entonces se quedaron en silencio y Aneley se dejó llevar por la atmósfera mágica que se creó en aquel instante. Se sentía bien en su compañía y en sus brazos, recordó el beso que compartieron y todo lo que en ese momento sintió. Sonrió, saber lo que él sentía no la hacía repelerlo, sino por el contrario, se sentía halagada y a gusto. La verdad era que se quedó pensando en que en el fondo lo sabía, pero no había querido admitirlo, no se sentía digna de alguien como Nahuel, pero saber lo que sentía la engrandecía.
—He sido un tonto al decirte esto hoy, ¿no? —preguntó Nahuel recostando la cabeza por la de Aneley que descansaba en su hombro.
—No lo creo...
—Era su día especial y yo... Dios, qué tonto soy —dijo levantándose al percatarse de lo que había hecho. Aneley lo siguió abrazándolo por atrás, Nahuel se detuvo.
—Nahuel, no eres tonto, gracias por ser sincero y decirme lo que sientes, de verdad lo valoro y me siento honrada por ese amor que dices sentir. No quiero mentirte ni engañarte, sabes que no me siento capaz de volver a enamorarme y no quiero jugar con tus sentimientos, yo necesito recuperarme de todo, salir adelante...
—Lo sé, de verdad lo sé, Ane, no quiero que te sientas mal por lo que te dije. Yo no espero nada —afirmó él y volvieron a quedar en silencio, ella no quería soltarlo, no quería que ese momento se disipara, no quería que se fuera esa tarde, ni esa noche, ni nunca. Pero era un sentimiento egoísta, no podía retenerlo solo porque la hacía sentir tan bien.
—Lo sé, Nahui. Lo que no entiendo es cómo es que te puede gustar alguien tan destruida como yo —dijo sonriendo para aminorar la tensión que se había creado en el chico.
—Deja de decir tonterías, ¿sí? —dijo bromeando.
—¿Soy yo? ¿El amor no correspondido que te toca aceptar? —preguntó entonces ella aquello que era obvio y él asintió volteándose y abrazándola. Aneley se recostó sobre su pecho y dejó escapar una lágrima, no quería perderlo.
—Eres tú —respondió y luego la besó en la frente.
—¿A veces se puede luchar? ¿Hacer algo? Yo ya no puedo hacer nada por Abel porque él está muerto, Nahuel... me toca aceptarlo, pero tú...
—¿Quieres que luche por ti? ¿Me estás diciendo que tengo una oportunidad? —dijo el chico mirándola, ella sollozaba confundida.
—No lo sé, Nahui... Lo único que sé es que no quiero perderte nunca —añadió—. No quiero que te alejes, y me siento mal por ser tan egoísta.
—Shh... no quiero verte llorar más, por nadie y menos por mí, Ane. No voy a irme de tu lado, me quedaré aquí dispuesto a ser lo que tú quieras que sea, por favor ya no llores —insistió secándole las lágrimas.
Ambos se quedaron allí sintiendo el pecho apretado por las emociones contenidas y la cabeza confundida por las preguntas sin respuestas.
Entonces, Nahuel decidió que aquello debía detenerse o terminaría besándola y no era el momento, así que le planteó la idea de ver una película, nada romántico ni de acción, una buena comedia que los hiciera reír y sobreponerse a la lluvia de emociones.
Aneley estuvo de acuerdo y ambos bajaron a la sala, ese lugar era mejor para un momento como ese, eligieron la película lo más rápido posible, y sentados uno al lado del otro con las manos entrelazadas, comenzaron a verla.
Dedico este capítulo a mis estrellitas boricuas, espero que todas estén bien.
Chicos y chicas, gracias por el apoyo que me dieron estos días. Los amo.
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