* 17 *
Por la mañana siguiente, Kristel despertó temprano, debía ir a la universidad, pero no quería molestar a su amiga que dormía plácidamente y parecía por fin descansar un poco. Escribió una nota en donde le decía que regresaría después de clases y que no se preocupara, que iría por su casa a ver cómo estaba su padre.
Cuando llegó a la universidad, Nahuel la esperaba en la entrada, ansioso por saber cómo habían pasado la noche.
—¿Está bien? —inquirió y Kristel asintió.
—Está dormida y creo que durmió toda la noche —señaló—. ¿Quieres desayunar? Tengo hambre —dijo la muchacha viendo en su celular que aún era temprano.
Ella y su hermano se dirigieron al comedor y se sirvieron un café con pan tostado. Nahuel observó a Max y sus amigos reír divertidos y se llenó de rabia. El timbre de inicio de hora sonó y ambos fueron a clases, tenían Matemáticas. Nahuel se sentó al lado de Kristel, en el lugar que solía ocupar Aneley y esperaron a que el profesor llegara.
Este les dio unos ejercicios y se sentó a trabajar en algo. Los alumnos resolvían los ejercicios en grupos y había murmullos en el aula. A Nahuel le pareció escuchar el nombre de Aneley de boca de uno de los amigos de Max y entonces los observó.
No pudo precisar de qué hablaban, ni siquiera tenía la certeza de si hablaban o no de ella, pero el enfado fue tomándolo lentamente, apretó con fuerza su lápiz por la mesa y de pronto, este estalló incrustándose un poco en la palma de su mano. Un grito de dolor y unas gotas de sangre sobre su hoja blanca, alertaron a Kristel que se hallaba concentrada.
—¿Qué demonios haces, Nahuel? —preguntó al ver la mano ensangrentada de su hermano. Toda la clase se volteó a mirar la escena y el profesor los mandó a la enfermería.
Nahuel caminó furioso y en silencio mientras escuchaba como molesta música de fondo los regaños de su hermana que no terminaba de entender cómo se infringió aquella herida. Cuando llegaron a la enfermería, le hicieron una curación y luego le vendaron la mano. Una vez que salieron de allí, la clase había terminado ya.
—¿Qué es lo que pasa? ¿Me piensas explicar? —inquirió Kristel por enésima vez, no podía entender cómo se lastimó su hermano de esa manera.
—Max y Sebastián, los odio —musitó mirando su mano vendada.
—¿Qué tienen que ver ellos? —preguntó la muchacha sin entender.
—Está embarazada, Aneley está embarazada —dijo el muchacho casi en un susurro observando a su hermana abrir la boca sorprendida—. Debe ser de uno de esos idiotas.
—¿Estás seguro de lo que dices? A mí ella no me dijo nada —añadió confundida.
—Escuché a la doctora decírselo. A mí tampoco me lo dijo, le dije que ya lo sabía y se asombró mucho... quizá deseaba esconderlo, no lo sé.
—Con razón anoche estaba tan triste, tardó en quedarse dormida y yo no le dije nada porque entendí que necesitaba su espacio —suspiró—. Hasta creo que lloró un poco.
—Dios, ¿sabes lo que es eso? ¡Un bebé en la vida ya caótica de Ane! —añadió exasperado.
—¡Shhh! —dijo su hermana haciéndole un gesto para que bajara la voz y mirando a los costados—. Es mejor que nadie lo sepa.
—¡Odio a esos imbéciles! —insistió.
—No ganas nada con eso, tenemos que ver la forma de ayudar a Ane...
—Yo me haré cargo, de ella y del niño... no les faltará nada —zanjó con seguridad y Kristel lo miró como si estuviera contando un chiste.
—¿Estás loco? ¿Crees que esto es algo sencillo? Un hijo no es un juguete, Nahuel. No puedes solamente decidir que te harás cargo y ya.
—¿Por qué no? —preguntó el muchacho.
—¡Porque eres un niño! —zanjó exasperada, Nahuel la miró con enfado.
—¡No soy un niño! Soy mayor de edad y puedo hacerme cargo de ellos, que tú no me creas capaz de hacerlo es tú problema. ¡Estoy harto de que me menosprecien! —exclamó alejándose de su hermana que lo siguió de inmediato.
—No se trata de tu edad ni de que yo te menosprecie, Nahuel —dijo tomándolo del brazo—. Tanto tú como ella son unos niños, somos unos niños. ¿Cómo crees que ella puede criar a un pequeño con todos los problemas que tiene? Debe haber otra opción, Aneley no puede ser madre, no ahora... y tú no puedes encargarte de ese niño.
—La única opción es que la apoyemos, tú y yo somos lo más importante de su vida, no podemos abandonarla y si debo encargarme del niño lo haré, y verás que lo haré bien —zanjó decidido.
Kristel caminó al lado de su hermano y lo observó como nunca antes lo había hecho, era realmente un luchador, estaba decidido y su corazón era enorme.
—Nahuel —dijo Kristel deteniéndolo, él la miró a los ojos dispuesto a disputar si fuera necesario.
—Lo voy a hacer, no intentes dete...
—¿Tanto la amas? —preguntó su hermana y él bajó la vista avergonzado.
—La amo más que a mi vida —añadió admitiendo incluso para sí algo que no había querido decir antes—. La amaba ya antes de conocerla como la conozco ahora, solo que ahora la amo más... si eso es posible.
—Pero... ahora no es ni la sombra de lo que solía ser —dijo Kristel preocupada—. No me molesta que estés enamorado de ella, entiéndelo, sé que te gusta desde hace años, lo que me preocupa es que termines lastimado. La amo, es mi mejor amiga, y te amo, eres mi hermano, pero no creo que ella esté lista para una relación, contigo ni con nadie, Nahui... y lo que propones es hermoso, es romántico y bello... pero, es un poco utópico. Y si piensas que así lograrás su amor, no creo que esa sea la manera. Esto no es una película romántica —añadió intentando que su hermano no se sintiera ofendido.
Nahuel se sentó en el suelo del pasillo de la escuela y se aferró a sus piernas. Kristel se sentó a su lado y esperó que él hablara.
Él recordó la primera vez que la vio como algo más que la mejor amiga de su hermana. Ella tenía como catorce años y él tenía doce. Le encantaba todo de ella, era su primer amor, su motivo para ir a la escuela, la chica con la que soñaba. Kristel lo descubrió enseguida porque se metía a bañar y se llenaba de perfume cada vez que ella vendría, además se mostraba especialmente atento con su hermana si estaba al lado de su amiga, pero a ella le causaba gracia. Aneley y ella se fijaban en chicos mayores, no en un chico como su hermano, que además era de contextura pequeña y parecía más pequeño.
Cuando su madre falleció, Nahuel quiso estar ahí, ayudarla, escucharla, pero no sabía cómo hacerlo, tenía solo trece años y desde que las chicas habían crecido, todo entre ellos se había enfriado un poco. Nahuel era tímido e inseguro, acercarse a ella lo ponía nervioso. Cuando ella inició su relación con Abel, él no pudo hacer más nada, la dio por perdida y se sintió frustrado, aceptó que ella jamás lo miraría y que solo lo recordaría como el niñito llorón que las hacía enfadar cuando eran niñas. Se alejó de ella y del entorno de su hermana, hizo nuevos amigos en la escuela y se enfocó en los estudios. Salió con Raquel, una niña que formaba parte del equipo de ajedrez, pero no duró demasiado.
Cuando Abel murió, no se acercó demasiado a Aneley, el tiempo los había alejado bastante y los había convertido en nada más que conocidos, amigos de la infancia unidos por Kristel, se cruzaban de vez en cuando y se saludaban. Solo eso. Él sintió que su mundo se rompía al verla destruida, deseó poder ayudarla a levantarse, quiso que Abel estuviera vivo solo para volver a verla sonreír, no importaba si no era a su lado, quería que Aneley volviera a ser feliz. Y entonces, de pronto comenzaron a hablar como nunca antes, él se prometió a sí mismo hacerla sonreír, tratar de alivianarle el peso que ya de por sí tenía su vida. No quería nada más, solo estar allí para ella, ayudarla a salir a flote. Sin embargo, aquel flechazo que había sentido de niño regresó con más ímpetu, Aneley le gustaba de todas las maneras posibles, y la amaba, daría lo que fuera por verla feliz y porque volviera a ser aquella muchacha que solía ser.
Él confiaba en que Aneley era mucho más de lo que estaba mostrando en ese momento y que en algún punto, cambiaría de piel, iniciaría de nuevo, saldría adelante. Nahuel no pensaba avanzar, no tenía en mente besarla como aquella tarde, eso solo sucedió, y lo confundió aún más, lo llenó de ella incluso más, lo enamoró aún más. Sin embargo, a ella no parecía haberle afectado de la misma manera, pero no le importaba, él solo quería que ella fuera feliz.
—Sé que crees que soy un niño tonto, soñador, iluso y romántico... pero haré que esto funcione, Kristel. Seré un buen padre para ese niño —dijo y su hermana negó con la cabeza—. No importa si ella nunca ve lo que yo siento aquí —señaló su corazón—, no quiero que lo vea en realidad, solo quiero ayudarla a ser feliz... quiero que ella sea feliz —insistió.
Kristel no dijo nada, solo asintió. Su madre solía decirle que el amor de verdad no exige, que espera; que el amor de verdad no pide, solo da; que el amor de verdad es tan sublime que solo quiere la felicidad del otro. Ella nunca creyó que existiera un amor así, tan puro y tan empático, tan alejado del egoísmo que cada uno tiene dentro, sin embargo, allí al lado de su hermano, supo que sí existía, y no solo eso, se sintió orgullosa de él y del hombre en que se había convertido. Lo abrazó y le dio un beso en el cachete.
—Voy a ser la mejor tía entonces —afirmó. Su mente racional le decía que era una locura, pero su hermano era soñador, era un hombre que mantenía la esperanza de un niño, y le agradaba esa sensación de victoria que le embargaba al escucharlo hablar.
—Eso me agrada —sonrió el muchacho.
—Vamosa clases, ya perdimos un par de horas. A la salida iremos a verla —dijo lamuchacha y se levantó sacudiéndose el pantalón para volver a su aula, Nahuel lasiguió sin ganas, no tenía cabeza para concentrarse ni siquiera en los números,pero era cierto, debía intentarlo.
Dos capítulos en un día :)
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