CAPÍTULO 8:

NARRADO POR EMILY:

Ayudo a mamá con los panqueques mientras los hombres preparan la mesa. La verdad, dormí mejor que otros días, igualmente algo me ha estado dando vueltas por la cabeza...

Continúo pensando en eso mientras mastico la masa mezclada con miel, junto a la familia.

—Mmm, creo que tuvimos suerte de que aquel hombre nos trajera muchos ingredientes—. Comenta papá.

No me acuerdo...pero sé que es importante...

—Sí, el tío debió haberle dicho que éramos de buen comer —. Responde mamá.

— ¿Hoy podemos jugar afuera?—Ignacio toma otro panqueque de la fuente.

—No creo, la tormenta puede volverse peor.

¿Una fecha? Tal vez sea una fecha...

— ¿Qué día es hoy? —Pregunto.

Mamá revisa su celular:

—Hoy es veinte —. Deja de ver la pantalla y me dedica una sonrisa.

Oh...veinte...veinte...¡¡VEINTE!!

— ¡Es su cumpleaños! —Me levanto como si fuera a dar a luz, pero en cuanto noto que papá alza una ceja y va a preguntar "¿El cumpleaños de quién? Si se puede saber", disimulo lo más que puedo

—Ehh, me tengo que ir. Muy rico desayuno, ¡adiós! —Sí, así disimulo yo, como todo el mundo.

Corro lo que mis piernas me permiten, subiendo la escalera dando saltitos rítmicos. Mi cerebro no para de cantar alegremente "Cumpleaños de Neithan...cumpleaños de Neithan" ni siquiera cuando llego a mi cuarto y me dispongo a encender el teclado...vamos, enciende, ¡enciende maldito! ¡TE ORDENO QUE ENCIENDAS! Nada, sin batería...bueno, voy a buscar el cargador:

1) Reviso mi maleta.

2) Vuelvo a revisar mi maleta.

3) Doy vuelta mi maleta.

4) Tiro la ropa de mi maleta.

5) Junto mi ropa cuando veo que Anaís quiere comerse mi camiseta.

Bueno Emily, tendrás que llamarle por el celular...aunque no verás su bello rostro.

Lo tomo de la mesa de luz y desbloqueo la pantalla, me recibe una foto en la que estamos juntos. Por suerte mis padres no son de los metiches...y mi hermanito sabe desde antes de nacer que no debe meterse conmigo.

Le doy a llamar, pero descubro que no hay señal...genial...a buscarla se ha dicho.

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Bueno, juguemos un juego. Se llama "Adivinen hasta dónde llegó Emily por tener un poco de señal y tratar de llamar a su novio en su cumpleaños":

A) Me subí al techo, aferrándome a la chimenea y llenando mi existencia de hollín.

B) Froté el celular contra Anaís para generar algún tipo extraño de energía estática que otorgue señal

C) Envolví mi brazo con papel aluminio y puse el teléfono en una olla metálica.

Pues la respuesta correcta es... ¡TODAS! ¿Y qué es lo más triste? Que en este preciso momento me encuentro encima de un pino de varios metros, haciendo peligrar mi corta vida. Pero no, el hecho de que al caer mis vértebras puedan salir volando fuera de lugar no me pone nerviosa, para nada.

El sol está por abandonar la tierra, y no quiero que Neithan crea que lo olvidé.

— ¡Amor! ¿Puedes bajar por favor? Hace mucho frío, y puedes hacerte daño —. Mamá grita desde abajo.

Me inclino a contestarle, ignorando el vértigo:

— ¡No he podido hablar con él, mamá! ¡Y es su cumpleaños!, ¿sabes lo importante que es eso?—Me aferro a la corteza del árbol con algo de temor y desespero mientras muevo el celular.

— ¡No más que tu vida cariño!, ¿has visto cómo se mueve esa rama?

Un crujido le responde en mi lugar. Bueno, sí, vamos a bajar.

Tras llegar a casa con resignación, me cierro en mi cuarto a tirarme en la cama. Mamá me hizo el favor de entretener a papá y decirle que el cumpleaños era de "María, una compañera de clases del año pasado a la que vio una vez en casa cuando hicimos un trabajo de biología" sí, súper creíble, ¿verdad?

Hundo mi cara entre la almohada con el aparato aún en la mano. Maldición...solo quiero un poco de señal.

Me mantengo unos minutos en posición de derrota, hasta que un pitido llama mi atención...hay dos barritas...¡¡Hay dos barritas!! ¡Gracias! ¡Sabía que cederle el asiento a los ancianos daría sus frutos!

Con los dedos crispados toco el botón de llamar, juro que tengo una sonrisa de idiota en éste momento...quiero escuchar su sorpresa cuando vea que no me olvidé, así que mejor pongo el celular en altavoz:

— ¡Hola! ¡Feliz cumpleaños Neith!—Digo sin contener la alegría.

— ¿Em? No esperaba tu llamado...¿Em?—Hay interferencia.

—Neithan, ¿me oyes?

—Em...yo...no...¡Tengo que cortar, no te oigo!—Y hay silencio en la línea. Reviso la pantalla y ésta sigue contando la llamada. Justo cuando voy a preguntar de nuevo, su voz se escucha, junto a la de una chica:

— ¿Ya le cortaste a esa estúpida?—Es un tono chillón, histérico que no me es familiar.

—Sí—Responde— ¿en qué habíamos quedado, cariño?—Mi cerebro no sabe qué hacer con la información y menos cuando oye lo que parecen ser besos.

—En serio osito...no me gusta que sigas con esa, ¿cuándo la vas a dejar?

—La pobre está necesitada...en cuanto vuelva la dejo. Pero ahora no, no quiero escuchar sus patéticas súplicas, amor.

Lágrimas se forman en mis ojos...pero no son de tristeza, no...son de furia:

— ¡Todavía estás en la línea, imbécil!

— ¿Emily?—Los gritos de la otra se oyen atrás.

— ¿Súplicas?—Ignoro su pregunta— ¡Te las puedes meter todas en el culo! ¡Jamás te necesité! ¡Eres un pedazo inservible de mierda! ¡Te odio!—Tras pensármelo unas milésimas de segundo agrego— ¡Y termino contigo!

Corto. Mi garganta se anuda formando una larga y gruesa trenza que llega hasta mi estómago, presionándolo todo, principalmente mi pecho. Gimo con frustración, pateo y golpeo la almohada.

Mamá aparece detrás de la puerta confundida. Anaís, que estaba en la habitación, huye por la apertura entre sus piernas para alejarse de la locura.

En cuanto observa mi calamitoso estado, corre y me rodea con los brazos.

—Cariño, ¿qué pasó?—Me aparta los pelos de la cara para notar mis ojos. Los cuales, por supuesto que deben estar rojos.

Aparto la mirada, pero solo para abrazarla y llorar en su torso.

— ¡Me engañó mamá, Neithan me engañó!—Chillo más alto y dolida de lo que esperaba. Pero es que sí...tantos pensamientos, tanta pintura y grafo dedicados a él, que gran desperdicio— ¡Lo llamé y estaba con ella! ¡Planeaba dejarme, me llamaron estúpida...y...y patética!

Cuando termino de hablar, observo que la mano de mi madre ya no está acariciándome la cabeza, sino hecha un puño. Me alejo un poco para apreciar su cara: Ceño fruncido, labios pegados y humo por las orejas...

—Tranquila mi amor— Se para de un brinco, toma mi celular y se lo coloca en su oído — ¿Hola? No, habla la mujer que hará tu mísera vida aún más miserable. Escúchame mocoso con liendres, es problema tuyo si te gusta coleccionar enfermedades venéreas y revolcarte con zorras de tu edad...si es que eres capaz, claro está. Pero nadie... ¡Nadie! Se mete con mi familia...eso es... ¡Amenázame, llama a tú mamá! ¡Apuesto a que ella está orgullosa de que su hijo haya salido malformado por dentro! Una cosa más...te vuelves a acercar a mi hija, y lo último que verás será el bisturí con el que castro a los perros, ¿entendido? —Arroja el teléfono sin expresión alguna a la cama y luego libera un suspiro, sonriendo.

Sigo sin salir del asombro, ¿qué acaba de hacer?

— ¡Mamá!—Le recrimino...aunque la verdad, me hizo sentir mejor.

Ella se gira y me abraza otra vez.

— ¿Qué? Sabes que ningún idiota puede romperle el corazón a mi bebé.

Y allí...entre un poco de llanto y risas, me doy cuenta de que formo parte de esta familia, y de que encajo, solo que me gusta hacerme la diferente...una estupidez de mi parte, porque soy la chica con más suerte en el planeta, no cambiaría a estos tres locos por nada.

Bueno...

Por dos millones de dólares...

Nah, mejor no.

Cuando bajé a cenar, papá estaba de bazos cruzados a los pies de la escalera, con Nacho en los hombros también de brazos cruzados. Ups...algo pasa aquí:

1) Usaron la crema del tío Berto y se andan comportando extraño.

2) Descubrieron que hice trampa en el Monopoly robando dinero del banco.

3) Se han dado cuenta de que estuve llorando...y no van a parar hasta saber por qué fue.

Y como lo temía, es la tercera opción la correcta:

— ¿Por qué estás así? ¿Qué te pasó?—papá se inclina, y por inercia, Nacho también — Me vas a contar...ahora.

—No me pasó nada, papá...solo, me emocioné por la llamada a María, eso es todo —. Sonrío de costado.

Los dos pares de ojos verdes me escudriñan cono si fuera un asesino a punto de confesar, hasta que el detective mayor suelta veredicto:

—Es un chico...¿cierto?—Frunce el ceño, y con rictus casi sádico, mira a mamá. Ay, despertamos al animal.

— ¡N-no! ¡Para nada! —Muevo los brazos y la cabeza en negación, pero parece causarle gracia, porque sonríe con algo de sorna.

—Es un chico—ahora lo afirma con mucha convicción...¿cómo rayos lo supo?, ¿tengo un cartel en la frente y no me enteré? —Penélope, ¿qué me están ocultando? ¿ALGUIEN LASTIMÓ A MI PEQUEÑA?—Alza una voz grave digna de película de terror.

Mamá rueda los ojos, lo toma por ambas mejillas, le planta un sonoro y fugaz beso en los labios y sonríe:

—Derek, mi vida...es un asunto de mujeres...—Sonríe para tranquilizarlo, lo cual funciona...un poco.

—Mira...no voy a armar un escándalo, ¿de acuerdo? Pero quiero que me lo cuenten.

Su gesto dolido me exprime el corazón.

—Papá...si yo te lo cuento...¿prometes mantener la calma?

Me regala una sonrisa apacible:

—Claro, cariño, por supuesto.

Unos minutos después...

— ¡VOY A MATAR A ESE IMBÉCIL!—Camina de un lado a otro realizando gestos de todo tipo.

— ¡Derek, Ignacio está aquí!—Mamá comenta con Nacho entre los brazos, pero el pequeño se voltea con el ceño hundido entre los ojos.

—Descuida mamá... ¡Yo también quiero matarlo!

—Debo averiguar dónde vive...le romperé la nariz...no, mejor haré que lo expulsen de la escuela...no, ¡del país! Sí...voy a acabar con todo rastro de felicidad que pueda tener ese desgraciado, haré que necesite terapia —. Dice entre dientes.

— ¡Y pegaré mis mocos en su ropa!—Agrega Nacho, moviendo el brazo en venganza.

—Sí...tus mocos...—se da vuelta y toma a mi hermano por los hombros—No, todavía eres muy pequeño para estas cosas, pero en cuanto cumplas dieciocho dejaré que le pegues también...

— ¡Papá!—Intercedo— ¿Puedes parar? ¡Me lo prometiste!

—Exacto —. Mamá se pone de mi lado, seria.

Él asiente y cierra los ojos, respirando lentamente.

—Bien, lo siento...no lo buscaré—los abre— ¡PERO SI LO LLEGO A ENCONTRAR DE CASUALIDAD, QUE SE PREPARE!

Bueno, algo doy por seguro...mi padre tiene tintes psicópatas.

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