CAPÍTULO 7:


Después de que el repartidor dejara la comida en nuestra casa, partió, no sin antes advertirnos que mejor nos quedásemos adentro, pues se preveía una tormenta aún mayor. ¡Qué bien! No hay nada mejor para unas vacaciones NO pedidas que un impedimento para utilizar el único medio de entretenimiento: La nieve.

Pero no, no voy a quejarme más, ¿por qué? Porque mamá está haciendo pan para desayunar, por eso.

— ¿Puedes creer que vamos a comer?—Ignacio me sonríe con sus dos focos verdes, contagiándome la felicidad.

—Claro que sí, Nachito —le sacudo los cabellos de la cabeza. Castaño oscuro, como el de mamá—. Parece que las cosas mejoran.

Hablando de mejorar, ella nos dice muy sonriente y despeinada (como siempre) que vayamos a comer.

Nos hacemos un festín con mermelada, pan y hasta cocoa... ¡Cocoa! El chocolate caliente de los pobres. Nah, yo la prefiero. Neithan siempre se burló de mí por tomarla, dice que es para niños pequeños, al igual que mi boina, no le gusta como luce. Por eso suelo llevarla solo cuando salgo...y dibujo. No sé, me da...inspiración, un mirar crítico. Era de mi abuelo. Él falleció cuando mi padre tenía diecinueve, cáncer. Un día, papá encontró algunas de sus cosas rezagadas en el altillo, entre ellas la gorra. Se iba a deshacer de ella, pero recordó una charla que habían tenido:

"—No puede ser...¡papá!, ¿por qué no tiras esta cosa horrible?—Dijo entre risas mientras la observaba de arriba a abajo—Además ni la usas.

El gran hombre se encogió de hombros.

— ¿Cómo que no? Para pescar...—la miró desde su asiento y sonrió—Sé que parece una boina común y corriente, pero me da no sé qué tirarla...tiene un aire artístico.

— ¿Artístico?

—Mmm, sí, artístico...es más, si yo fuera pintor, sería mi compañera—Asintió conforme.

—Pero si pintas para el cu...

—Derek, cuidado con tus palabras, ¿eh? Recuerda que soy el que te da de comer —. Le dio un golpecito en la nuca cariñosamente y ambos rieron."

En ese entonces yo ya tenía interés por la pintura, me acuerdo cómo papá bajó las escaleras con ella en mano. En cuanto llegó a mí, con tan solo seis años, mi cabeza sintió el magnetismo y ambas se pegaron, siendo una sola.

Es una parte de mí, y me da igual si suena raro.

Al terminar de comer, me toca lavar los platos, así que lo hago mientras tarareo una canción que ni recuerdo como se llama.

Entonces, algo atrae mi atención...

Dejo la esponja...

Dejo la taza...

Seco mis manos con el repasador...

Me volteo con toda la expectativa del mundo y...

LUZ... ¡Se hizo la luz! ¡Gracias a quien quiera que esté a cargo! ¡Gracias!

Chillo de emoción y bailo la danza de la victoria (que consiste en menar la cadera y decir "turu-tururu-turu-tururu"). Anaís (quien nos acompañó durante el desayuno, y continúa saboreando sus manzanas) me mira como si me fuera a salir un demonio en cualquier momento.

Mamá llega a la cocina y ve mi locura:

—Déjame adivinar, ¿danza de la victoria?—Doy respuesta afirmativa—Ok, todo normal.

Luego del desayuno, nos pusimos a jugar al Monopoly, es antiquísimo, pero extrañamente sigue funcionando como juego de mesa familiar. Nacho y yo formamos un "equipo" (él no maneja muy bien la idea del cambio, aunque lo oculte), mamá y papá van aparte. Es aburrido... aunque no hay de otra, simplemente dejaré pasar el tiempo.

Horas después:

—¡¡ES NUESTRA CASA, EXIGIMOS QUE NOS SAQUES LA HIPOTECA!!—Le restriego el dinero a mi madre como toda una magnate, a ver...ni crea que nos va a dejar en la quiebra, ¡estuvimos ahorrando durante tres turnos! ¡TRES!

—Ah...así que creen que con esto la deuda queda saldada, pues lamento decirte que su ferrocarril continúa bajo el poder del banco—Desliza la tarjeta azul por la mesa—, y desgraciadamente no pueden concretar el negocio tampoco...Derek, su posible vía de escape, el que posee uno de sus preciados terrenos perdidos, está en la cárcel.

— ¡Me inculparon! ¡Esa droga no era mía!—Papá también se mete en el papel.

— ¿Y bien?—Sonríe de costado—Creo que están en la quiebra, ¿no?

— ¡Nunca! ¡Renaceremos como el ave fénix!—Río maniáticamente y sacudo el brazo.

— ¡Como el ave fénix!—Repite mi hermano.

Nuestros estómagos nos recuerdan que hay hambre y la obra de teatro queda en segundo plano. Esta vez es papá quien cocina. Prepara pasta con un poco de salsa, está rica y caliente, por lo que mi panza queda más que feliz.

NARRADO POR PEN:

Después de un día en el que casi le origino un trastorno a mi hijo, estamos todos prontos para ir a la cama. Despedí y arropé a los niños hace una hora (Emily cree que ya no lo hago, pero no sabe que espero a que se duerma para cubrirla con la manta debidamente). Derek y yo por fin nos colocamos en la cama...pero sus ojos no dejan de mirarme extraño.

—Cariño...¿qué haces?—Suelto una risa nerviosa cuando se me acerca igual que un gato hasta quedar encima de mí, depositando suaves besos en mi cuello—. No podemos, los niños...ellos...

—Mi amor—susurra contra mi oído— ellos duermen y estamos de vacaciones, ¿no te parece que también tenemos derecho a divertirnos? —Sonríe con malicia y me acaricia cariñosamente.

No puedo más que reír por lo bajo y hacer lo que quiere...pero espera, ¡espera!

—Derek, ¿trajiste protección?

Se frena en seco e inclina la cabeza, haciendo una mueca.

—No lo sé...creo que los puse en una de las maletas, pero no la necesitamos, no va a pasar nada.

Frunzo el ceño, enojándome:

— ¡Eso mismo dijiste hace cinco años, y mira qué lindo nos salió el niño!

— ¡Pero es diferente!

— ¡No pienso hacer nada contigo sin protección!—Lo acuso con el dedo mientras me cubro con la sábana.

—Mami, papi...¿de qué protección hablan?

Nuestros ojos se salen de sus órbitas y alarmados nos volteamos hacia la puerta. Ignacio está con su peluche bajo el brazo y su otra manito sosteniendo la perilla. Viéndonos con algo de sueño.

Mierda...¡no pienso darle la charla hasta que cumpla cuarenta! Hay que arreglarlo ya.

—Emm...tu papá y yo hablábamos de su protección...dental, cariño—. Intento sonreír lo más creíblemente posible—El dentista le dijo que no podía ir de vacaciones sin ella, pero se la olvidó.

Busco la mirada de Derek para que me ayude, él sonríe peor que un mal mentiroso, y hasta carraspea:

—Sí, tengo un problema con mis dientes...y debo usar el dentífrico que me recetó.

Él alterna el enfoque entre su padre y yo, hasta que despega los labios con los párpados un poco más abiertos:

—Ahh...ya entendí —. Sonríe y desaparece tras la puerta, dando cortas y rápidas pisadas.

Ambos liberamos un suspiro de alivio...bien, salvamos a nuestro pequeño de otro problema.

En cuestión de un minuto, sus pasitos se repiten a lo largo del pasillo, hasta que regresa con un paquete pequeño y nos lo lanza a las colchas.

— ¡Aquí tienen! —Nos despide con la mano y sale disparado a su cuarto.

Nos asomamos muy despacio para ver qué rayos nos dejó...lo tomo, nos miramos entre sí...

No puede ser.

CONDONES...¡¡Mi hijo de cinco años acaba de alcanzarnos condones!!

—Derek...somos buenos padres, ¿verdad?—Digo viendo a la nada, con la voz fría.

—Sí, supongo —. Me abraza, también en shock.

Tranquila Pen, tu hijo es normal, tu hijo es muy, muy normal.

¡Hola! Mensaje muy rápido y corto: 

-¿Cómo están? -Clases. -Perdón. -Doble capítulo. -Perdón otra vez. 

¡Saludos desde mi rincón! :D

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