CAPÍTULO 4:
—No se preocupen, ¡pediremos pizza! Saben que los drones repartidores no tardan nada. —Papá ilumina nuestros semblantes con sus bellas palabras.
— ¡Y, por mientras podríamos comer papas asadas rellenas de queso!—Y mamá nos hunde en el más oscuro pozo de desesperación. ¡Bien, madre!
Pero bueno, ¿qué es lo peor que podría pasar?
Unos cuantos minutos después:
—¡¡TENGO A LA TÍA GERTRUDIS EN LA CARA!!, ¡¡QUÍTENMELA!!, ¡¡QUÍTENMELA!!
Sí, mamá está bañada en cenizas, corriendo de un lado a otro por el living. ¿Cómo pasó esto? Pues resulta que había una vasija sobre la chimenea de aspecto extraño. Ella se agachó a prender el fuego, y al reincorporarse golpeó su espalda contra el borde. La cosa se volcó tirando la tapa y todo el contenido fue a parar a su cabeza. Pensamos que se trataba de polvo, hasta que Nacho tomó la tapa y leyó "Aquí yace mi esposa Gertrudis, por favor, no remover".
Y...aquí estamos, tratando de atrapar a mamá.
— ¡Ya la encontré! —Papá aparece con una aspiradora viejísima, la enchufa sagazmente y comienza a quitarle toda la...¿tía Gertrudis? Del cuerpo. El problema es que en el apuro también aspiró cenizas de la estufa.
— ¡Ay no, no, no! ¿Ahora cómo la separamos? —Coloca su ojo en la boca del aparato, desesperado.
—Pues...de todas formas ya hay más que su cuerpo, la cremaron con ropa, ¿no? Además, no creo que lo note —.Me encojo de hombros tratando de calmar el ambiente.
—Emily tiene razón, ¡no creo que nos vaya a pasar algo! ¡Los fantasmas ni siquiera existen!—Mamá lanza una carcajada nerviosa mientras se aparta el cabello hacia atrás.
A ver, nunca mencioné nada de algo paranormal.
—Mamá, yo lo decía por el...
—Si me disculpan, voy a bañarme con mucho, mucho jabón —observa a papá por unos segundos—Derek, ¿puedes ir asando las papas por mí? Gracias.
Sin soltar una palabra más, corre hacia el baño.
Todos nos quedamos viendo entre sí, hasta que él corta con el silencio incómodo:
—Bueno, pongo esto a cocinarse y pedimos pizza, ¿les parece?
Asentimos con nerviosismo.
Ignacio juega con sus juguetes mientras yo volteo las jodidas papas. Parece que estuviéramos en guerra. Además, el olor a almidón de estas cosas me pone mal del estómago. Creo que ni se molestó en ponerle condimentos.
Nuestro padre aparece unos minutos después, con una sonrisa de suficiencia:
— ¡Bien! Ya está hecho, una pizza con doble queso fue ordenada.
—Genial, ¿preguntaste cuánto tardaba en llegar? —Pregunto.
Su gesto se ensombrece:
—No...
A ver, no exijo que mis padres sean unos tecnópatas, ingenieros de la NASA, pero, ¿olvidar algo tan vital? A veces pienso que yo los parí a ellos.
— ¡Papá!— Respiro profundamente. Piensa Emily, no importa que tanto haya que esperar, al menos tendrás algo que comer antes de que se asen los tubérculos. Espero...
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— ¿Y? ¿Qué les parece? —Estamos en el comedor, que consta de una mesa para seis de madera rústica, más cuadros extraños y una araña como la del living.
Opciones:
1) Ser honesta, y decirle que es la porquería más espantosa que haya creado, y que dónde me haga comer otra le quitaré el título de madre.
2) Ser buena como papá y comer con los ojos llorosos y los puños cerrados, rezando para no morir al tragar. Ah, y luego decirle: "Está rico, amor".
3) Ser hábil como mi hermano, y tirar los trozos de papa hacia atrás cada vez que ella no lo ve.
Una nueva idea me hace sonreír con cierta malicia.
Afirmo con la cabeza para que note mi "conformidad" y me inclino disimuladamente hacia Ignacio:
—Nacho, maniobra espinaca, repito, maniobra espinaca —. Susurro. Él, como todo un espía profesional, asiente sin despegar la vista de enfrente.
—Neblox, dos días —. Menciona.
—Un día y una bolsa de caramelos.
—Acepto —. Estrechamos la mano por debajo de la mesa y acto seguido, él observa a mamá con sus brillantes ojos verdes, regalo de papá y debilidad de todos los adultos— Mami...—alza un poco la voz— ¿puedo comer más?
Ella sonríe enternecida:
—Pero...no hay más amor.
—Oh, tranquilo —aquí hago mi aparición—. Puedes comer de la mía, yo ya estoy satisfecha.
Le alcanzo mi papa, luchando por no arrojársela de una para deshacerme de ella.
— ¡Gracias!— Chilla de emoción. Admiro la capacidad actoral que tiene esta criatura.
Pero para desgracia de todos ella espera a que comience, ¡va a tener que comerla!
No en mi guardia, amigo.
— ¡Mamá! Creo que te quedó algo de tía Gertrudis ahí —. Le señalo un mechón de cabello.
— ¡¿Qué?! —Se lleva las manos a la cabeza y lo revuelve. En ese instante Ignacio quita un trozo de papa con los dedos y la arroja hacia atrás, simulando una mordida. Papá no dice nada, solo nos observa con una ceja arqueada.
—Oh, perdón, solo fue el reflejo —.Le dedico una mueca.
Ella me fulmina con el fuego marrón que tiene por ojos y después mira a mi hermano, quien ya tiene la situación más que solucionada.
—No quiero más, mamá, comí demasiado —. Le muestra la papa "mordida" y no puedo evitar sudar de nerviosismo, esto siempre funciona con la espinaca, pero ya estamos en otro nivel.
Lo analiza con su sensor de madre y acepta:
—Muy bien, pueden irse. — ¡Sí! ¡Misión cumplida! Nos incorporamos sonrientes y le damos la espalada —. Pero primero...—su voz suena dura, demandante...mierda. Nos volteamos lentamente — ¡VAN A SACAR TODOS LOS TROZOS DE PAPA DE LA VENTANA! —frunce el ceño y apunta rígidamente con el índice.
Veo a donde apunta su dedo y...cada pedazo que mi hermano arrojó está perfectamente adherido al vidrio. Esto me pasa por encargarle la situación un infante.
¿Ahora? Estamos limpiando en cuatro patas el puré en el piso y las ventanas, voy a admitir que tiene razón, pero igualmente, mi orgullo de hija no dejará que lo diga en voz alta.
Papá aparece y se recuesta en la mesa de brazos cruzados, viendo nuestro trabajo.
—Papá, ¿no puedes convencer a mamá de que nos castigue? —Ruego.
Niega con la cabeza:
—Tu madre está muy enojada con los dos. Hasta me dijo que les dará más papas en la cena.
El terror absoluto tapa mi arteria, causándome un pseudo infarto.
— ¡No es justo!
— ¡Papiii!
—Si yo sufrí con sus papas, ustedes también lo harán —.Nos obsequia una sonrisa ladina y luego se retira a no sé dónde.
Transcurridos unos mil años, terminamos de limpiar (esas cosas tenían cemento o algo, porque nada puede quedarse tan pegado) y decidimos salir todos afuera a jugar en la nieve:
—Derek ¿no te parece que estás muy desabrigado? —Mamá intenta persuadir a mi padre, pero él ya tiene el trineo bajo el brazo y una sonrisa que roza lo psicópata. Bueno, es evidente que no va a funcionar.
— ¡Tonterías! No va a pasarme nada —.Le quita importancia con la mano y sale totalmente despreocupado al alero. Y, como si alguien se estuviera burlando en su cara, una cantidad monstruosa de nieve le cae encima desde el techo. Siendo la familia de subnormales que somos, no podemos evitar reírnos de la situación para luego comprobar si todavía se encuentra vivo.
Lo desenterramos con cuidado hasta que vemos su extraña mueca congelada.
—Amor, ¿estás bien?—Mamá le acuna el rostro con las manos.
—N-no e-es la la prrrrimera vez q-que me entierran vivo—. Dice entre castañeos.
NARRADO POR PEN:
Bueno, ahora puedo decir que mi marido es cool. ¡Ja! Ya, Pen, contrólate...se supone que es el hombre con el tuviste descendencia, no puedes venir y festejar el hecho de que parece una paleta. ¿O sí? Nah...lo haré hacia adentro.
Una bola de nieve golpea mi cabeza, haciendo que pierda el equilibrio y caiga al suelo con estrépito. ¡¿QUIEN FUE EL MALDITO?!
Me levanto con una sonrisa y lo busco. Derek está escondido detrás de un árbol, lo sé porque veo su gorro naranja. Cuando te atrape, lo voy a masacrar.
Corro, salto por detrás y...solo está su gorro en una rama...oh, no.
Con un grito de guerra, todos me atacan a la vez, veo nieve por todas partes, luego un cuerpo pesado se me tira encima, y otro, y otro.
— ¡Oigan, me aplastan!—Río.
— Rápido, ¡asfíxienla antes de que llame a la policía!— Mi esposo se cree muy inteligente diciendo eso, pero no sabe que tengo una habilidad especial...algo que solo una mujer experimentada como yo es capaz de lograr:
—¡¡COSQUILLAS!! —Empiezo a mover mis brazos desenfrenadamente. Mis hijos salen disparados entre risas, pero Derek se queda sobre mí...muy cerca.
Uy, que recuerde que hay menores presentes.
Me observa con detenimiento y sacude la cabeza, resignado:
—No sé qué diablos hice para enamorarme de ti, pero no me arrepiento de nada —.Deposita un suave beso en mis labios. Escuchamos a nuestros hijos quejándose por lo "asqueroso" que es ver a sus padres besándose.
—Yo tampoco —hago una pausa— de lo que si me voy a arrepentir es de seguir más tiempo aquí afuera, me estoy congelando.
Él rueda los ojos, sí, siempre arruino los momentos románticos...pero también puedo fabricarlos.
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