CAPÍTULO 2:


— ¿Cuánto falta?— A ver...es la....decimosexta vez que pregunta.

Me giro (por decimosexta vez) y le dedico una sonrisa.

—Mi amor... ¡tienes dieciséis, madura de una vez! —Ya, me agotó la paciencia. Se supone que el niño de cinco es quien tiene que ponerse pesado.

— ¿Por qué tanto escándalo, Em? Deberías estar feliz, es una de las pocas veces que salimos de verdad. Todavía no puedo creer que el Tío Berto nos haya dejado su cabaña presidencial, ¡y fuera de temporada!

Me parece tan tierno el entusiasmo infantil de Derek que le acaricio la mano que tiene sobre la palanca de cambios. Él sonríe sin despegar la vista del frente.

—Papá, no me molestan las vacaciones, lo que me perturba es que vamos a estar dos semanas sin internet, sin amigos y sin teléfono. — Veo por el retrovisor como deja caer su cabeza hacia atrás y suelta un suspiro. Su hermano duerme a su lado, muy cómodo en su hombro. Ella será una gruñona, pero que lo adora, lo adora.

— ¡Esa es la gracia cariño!

Rueda los ojos y desvía la vista a la ventanilla.

NARRADO POR EMILY:

No puedo creerlo, por más que me esmere en encontrarle cierto arte a los árboles que se desplazan a gran velocidad ante mis ojos, por más que me distraiga con la línea suavemente dibujada que delimita el oscuro verde de la noche con el manto estrellado sobre nuestras cabezas, no soy capaz de comprender el complicado sistema que gira en torno a mi familia. Mi madre y mi padre, incluso mi hermano, que parece estar en su propio mundo fantástico, encaja; o al menos no emite opinión. Y aquí estoy yo, expresando mi arte secreto, plasmándolo solo cuando los párpados ajenos caen. Mis propios progenitores han dicho que al nacer, observé todo con suma fascinación, y que, en cuanto tuve oportunidad de usar mis dedos, me retraje en mi mera existencia, y compartí solo aquello que consideré necesario. ¿Qué quieren que diga? Suelo ser una chica introspectiva y callada. Pero eso no determina que sea una insensible, lo que pasa es que el destino está jugando en mi contra. Justo cuando planeaba abrirme a alguien más, cuando pensaba seriamente en la posibilidad de ser amada, me alejo sin despedirme por culpa de las circunstancias. Es un...amor oculto, algo que apenas comienza, pero parece fuerte, Neithan me entiende, es un artista que comprende mi situación, y la verdad es que lo quiero. Sus palabras, sus abrazos, incluso me besó después del cine y me dijo que me amaba. Me hizo la chica más feliz del mundo, ese día vi colores que no sabía que existían, y pinté durante una semana entera un mural con nuestras caras, aunque no se lo he dado por falta de tiempo. Pero bien, no quiero caer en una exageración pasional, es por eso que no les he dicho nada a mis padres, tienen tendencia a entrometerse donde no los llaman. Viven con miedo de que su "pequeña" sea lastimada por alguna cosa. ¿Lastimada?, ¿yo? Soy una especie de robot para la mayoría de las personas, nadie se interesa en herir un robot...

NARRADO POR DEREK:

—Amor, ¿no te parece que deberíamos parar en otro sitio? —Intento convencerla con la mirada, pero una vez se le implanta algo en la cabeza, es casi imposible hacerla cambiar de opinión.

—¡Tonterías! Es el único lugar donde venden comida que hemos visto en kilómetros. Además, ¡tiene su aire pintoresco! —Sonríe mientras lo señala colocando su dedo índice contra el vidrio.

Mis ojos se agrandan por sí solos, ¡¿pintoresco?!, ¿es que no vio al borracho en el piso? Dios, ayúdame con esta mujer.

—Pero...es un bar de mala muerte, mira el cartel...¡DICE MALA MUERTE!—Acabo desesperándome.

Pen rueda los ojos, se ata el pelo en una cola de caballo suelta y baja liberando un suspiro. Luego voltea para cruzarse de brazos y alzar una ceja.

— ¿Tienes miedo, Derek?

No puedo evitar sonreír al recordar los viejos tiempos. Una de las cosas que adoro de mi esposa, es la juventud eterna que reside en ella, podrá tener arrugas, o alguna que otra cana, es más, por mí que se convierta en una pasa seca y enana, es y será mi Penélope.

—¡Papá, ¿qué diablos está haciendo mamá?!—Emily al parecer acaba de despertar, y puso la cabeza contra la ventana (no sé qué tienen las mujeres con los cristales) expresando el más grande horror. Inmediatamente mi fijo de lo que habla. Grandioso, mientras pienso en lo bella que es nuestra relación, la muy desgraciada ya está entrando por la puerta móvil de ese antro, ignorando la música estridente y las luces "navideñas" con forma de mujer desnuda que hay en el techo, ¡ah! Y la fila de motocicletas descomunales que descansan a un lado, eso también.

Frunzo el ceño automáticamente y me giro hacia mis hijos. Ambos expectantes:

—Emily, cuida a tu hermano, voy a buscarla.

Y, como esperaba de la descendiente que heredó varias características de su madre, no hace caso a lo que le digo. Negando y abriendo la boca para replicar:

—De ninguna manera, ¡yo también voy! ¿Qué tal si les pasa algo?

Bueno, sé perfectamente bien que hacer en estas situaciones:

—Te vas a quedar aquí y se terminó. —Utilizo mi habilidad paterna para cohibirla, ella acepta a regañadientes y yo sonrío, desordenándole el pelo, haciendo que su boina caiga a un lado. Siempre la usa, supongo que va con su personalidad.

Para asegurarme de que no va a hacer algo estúpido, cierro las puertas con la llave.

— ¡Hey!, ¡te dije que no iba a salir! ¡Es muy exagerado de tu parte! ¡Papá!—Me alejo mientras escucho los golpes del vidrio y sus incesantes gritos en reprimenda.

Un problema menos, ahora vamos por la loca mayor.

NARRADO POR EMILY:

¡Ah! Mi padre es un tonto si cree que voy a quedarme quieta. Hay tipos feos por doquier, de esos que más que oler a cuero, huelen a toda la vaca. Frunzo el ceño y me giro hacia mi hermano, que me ve con cierta inocencia.

—Nacho, ¿lo hiciste?— él asiente dándome una pequeña media sonrisa, y con su mano empuja la puerta que simulaba estar cerrada cuando papá puso la tranca. Amo a este pequeño por muchas razones, una de ellas es la preciosa capacidad que tiene para llevar a cabo los planes —. Bien, muchas gracias, pero ahora tienes que esperar en el auto, ¿sí?

— ¡Pero mamá y papá pueden estar en problemas!—Se cruza de brazos y hace un puchero.

—Yo estaré con ellos.

—Es injusto, no pudiste abrir la puerta sin mí, ¡y quieres que me quede aquí adentro!—Lloriquea.

Genial, acabo de descubrir que este niño es un arma de doble filo.

Ruedo los ojos. No sé para qué me gasto en discutir, si de todas formas él hará lo que quiera.

—Bueno, pero nada de conversar con extraños, ¿de acuerdo? Y no te separes de mí.

Mueve la cabeza enérgicamente con una sonrisa en el rostro.

NARRADO POR PEN:

—Pero entonces, ¡¿tiene comida o no?!—Dios, esta mujer va a sacarme de quicio. Espera, ya me sacó. ¡Es que es insoportable! La vieja regordeta no hace más que fumar su cigarro (al igual que todos los demás) y "lustrar" con un trapo mugriento la tabla apolillada del mostrador...y ni hablemos del exuberante pelo de su nariz. Ugh, parece que en cualquier momento le va a salir un duende por ahí.

Después de oír mi amable petición, la mujer se fija en mí unos instantes, para después escupir la madera y continuar "limpiando".

—¡PACHULI!— Grita con una voz gastada y gangosa. Todo el humo que contenía va a parar a mis vías respiratorias, haciéndome toser un poco.

Pachuli, ¿qué es eso? Me suena de algo...

Al tiempo que pienso en el origen de tan extraña palabra, siento un aliento fétido rozar mi nuca y un gran bulto que cubre la luz de la lámpara que cuelga sobre nosotras.

Me doy media vuelta y me encuentro con una horrible tela a cuadritos, llena de manchas de grasa y botones descocidos. Mi vista se desplaza aún más, y choco con la viva imagen de Jason barbudo. Solo que un metro más alto y mucho, mucho más aterrador.

Intento retroceder lentamente pero me golpeo con la saliente del mostrador. Sonrío nerviosa, viendo como todos los motociclistas del lugar me observan con sorna.

—Eh...Pachuli, ¿no? Qué cosas—libero una risa corta—, ¿de casualidad tendrás comida para llevar?

El tipo no responde, solo se me queda mirando, levanta uno de sus enormes y grotescos brazos y...

— ¡Penélope Díaz, ¿dónde demonios estás?!—Todos los osos del bar se sorprenden al ver a Derek caminando hecho una furia, ignorando incluso al mastodonte que tengo al lado. Lo esquiva y me toma del brazo, con los ojos de par en par — ¡Nos vamos!

Pero la cosa no acaba ahí, no, porque en la entrada aparece una chica con cabello negro alborotado, vistiendo calzas negras, una falda roja, una polera cuello de tortuga blanca y una boina marrón, y de su mano está un niño pequeño con una campera naranja de abrigo y sus botas de lluvia amarillas que nunca se quita. No hay duda...¡SON MIS HIJOS!

— ¡Derek!, ¡¿de verdad los dejaste salir?!

Su rostro empalidece e inmediatamente se dirige hacia donde están los niños, echando una maldición entre dientes.

— ¡No lo hice!

Mis ojos se abren por sí solos:

— ¿Ah, no?, ¡¿y cómo explicas que están aquí?!

Mi hija se nos aproxima, viéndolo todo con precaución.

—Mamá, papá no tuvo la culpa, fuimos nosotros.

Derek los ve de mala manera:

— ¿Qué te dije sobre que te quedaras, eh? ¡Y encima traes a Nacho!

— ¡Vine por mi cuenta!—Salta el pequeño.

— ¡A VER, NO PUEDEN DESOVEDECER A SU PADRE, ESTÁN CASTIGADOS!—Alzo la voz y los señalo directamente a cada uno.

— ¡Pero...no puedes hacerlo!—Hablan al unísono y fruncen el ceño.

Ruedo los ojos, vaya que me salieron altaneros.

— ¡Pues ya van a ver cómo sí!—Hago una pausa y los observo unos segundos, liberando un suspiro—Amores, sé que se preocupan por nosotros, pero tienen que confiar en que trataremos de hacer lo mejor para ustedes, porque los amamos.

Les doy un abrazo y en eso un gran golpe nos interrumpe, saltamos del susto y clavamos nuestra mirada en un mismo punto: El puño de Pachuli chocó fuertemente contra la mesa, provocando un temblor en casi todo el lugar. Su respiración irregular se asemeja a la de un toro enojado, y creo que hasta los motociclistas tragaron saliva.

Se produce un silencio incómodo, hasta que los gemidos del gran hombre se hacen presentes:

—Mi...mi mamá era igualita —su voz sale aguda y llorosa, mientras el agua chorrea por sus ojos hasta perdérsele en la barba. Nos quedamos en shock, ¿está llorando de verdad? Es imposible...

La señora le palmea la espalda con algo de pena, y justo cuando planeo hacer una retirada de emergencia junto a mi familia, el hombre nos detiene—. María, dales de mis cupcakes. —Se limpia las lágrimas con el dorso de la mano.

Ella abre la boca en una gran O:

— ¿Los de la receta de tu abuelita?

Todos los presentes sueltan un suspiro de admiración al unísono, siento que estoy en una secta y acaban de pedir un sacrificio.

—Tráelos, ahora.

La mujer, con gesto asustado, asiente pesadamente y sale por una puerta oscura situada detrás de ella. Vuelve unos instantes después con una pequeña caja de cartón atada con cuerda rústica.

El tipo la agarra como si fuera lo más importante del mundo y me los da.

—Mamá fue la única que apoyó mi pasión por la repostería —me vio durante unos segundos, emocionado— ¿puedo abrazarte?

Alzo las cejas sorprendida. Ok...esto es raro, pero mejor dejarlo antes de que le dé un ataque psicótico.

Abro mis brazos con lentitud, Derek y mis hijos, al igual que la gran mayoría, están atónitos por la escena.

Me rodea con fuerza y prácticamente deja mi cuerpo suspendido en el aire. Llora un poco más mientras con la mano libre (con la otra estoy sosteniendo la caja) le palmeo el hombro, diciéndole que ya pasó. Es asqueroso, seré honesta, pero bueno...me han ocurrido cosas peores.

—Tranquila, la mugre es solo para disimular—. Me comenta en voz baja una vez me deposita en el suelo. Reviso que el paquete no haya sido aplastado, y afortunadamente, no lo está.

Sonrío levemente y tras agradecer los...pastelitos hechos por esta clase extraña de King Kong, nos retiramos paso por paso, temerosos de que algo malo nos pueda pasar.

Cuando estamos a punto de llegar a la puerta, cuando creo que soy capaz de respirar normalmente, escucho a Emily soltando un improperio:

—¡No me toques, imbécil!— Uno de los tipos, bastante borracho, tomó a Emily por el brazo y al perecer quiso tocarle el trasero. Ah no, ¡ningún cerdo va a propasarse con mi hija! Derek y yo estamos dispuestos a intervenir, pero justo en ese momento y para desgracia nuestra, Ignacio decide hacer de las suyas:

— ¡No te metas con mi hermana, hombre malo!— Como él es pequeño y el hombre muy grande, no tuvo mejor idea que golpear sus partes con una botella que tenía al lado en la mesa.

El tipo suelta a Emily sumamente dolorido y molesto. Se levanta y como acto de magia, cada hombre musculoso y lo suficientemente sobrio se pone en pie también. Y puedo decir que son más de diez.

Todos sonreímos disculpándonos (sin ser Nacho, que sigue enojado), pero no parece que vayan a dejarlo pasar... Bien, debemos ser responsables y hacernos cargo de nuestros actos:

—¡¡CORRAN!!— Chillo al tiempo que tomo a mi hijo y salgo corriendo, no sin antes guardar los cupcakes bajo el brazo (es comida, ya forma parte de la familia. No puedo dejarla tirada).

Pachuli y la señora se despiden con la mano, muy felices:

— ¡Vuelvan pronto!—Claro... ¡regresaremos el treinta de febrero!

Los tres nos movemos como si no hubiese un mañana, huyendo de los gritos salvajes que lanzan esos locos. Derek da grandes zancadas para llegar primero y así arrancar el auto. Emily por su cuenta no para de susurrar "¡Maldición, maldición, maldición!" mientras presiona su querida boina para no perderla.

Llegamos casi al mismo tiempo. Me metí de cabeza con los chicos, quedando apretada entre sus cuerpos, y de cualquier manera, cabe agregar. Es más, ¡ni siquiera puedo ver nada!

—¡Papá, arranca! —Escucho las trancas de la puerta y la voz desesperada de Emily, junto con la estampida que se acerca.

NARRADO POR DEREK:

¡¡¡ENCAJA, ENCAJA MALDITA SEA!!! Ver tantas personas peludas llenas de cicatrices y objetos filosos por el retrovisor no me ayuda en la tarea, pero logro reaccionar cuando oigo el grito de mi niña. No...¡no dejaré que le hagan nada a mi familia!

Desgarro mi garganta en un rugido de guerra y enciendo el motor, presionando el acelerador cuanto me es posible.

El coche suelta un chirrido espantoso y deja una gran polvareda detrás, junto a una cantidad de motoqueros molestos dispuestos a arrancar sus motocicletas, lo que no notaron es que mientras estaban ocupados tratando de matarnos, Pachuli las encadenó al poste de luz.

Aúllo de felicidad, mis hijos suspiran aliviados y Pen, bueno, ella es especial.

— Oigan, ¿ya puedo moverme? No quiero aplastar la comida

No me queda otra que sonreír:

—Claro, ven aquí cariño.

Unos minutos después, cada quien está en su respectivo lugar, con los cinturones puestos.

NARRADO POR PEN:

—Sabes que estás loca, ¿verdad?— Derek me observa por unos segundos antes de volver la vista a la carretera.

—Sí, pero sé que me amas así. —Abro la caja y me encuentro con unos preciosos pastelitos de chocolate con unas muy tiernas caritas felices y pirotines verde manzana. ¡Da hasta pena comerlos!— ¡Miren que belleza!— Se los muestro a todos, y coinciden con que son bonitos, pero no lo demuestran demasiado. No sé qué les pasa, parecen traumados, espera, ¿y si lo están? Ay no, no quiero hijos anormales, tampoco un esposo anormal. Pero, ¿para qué me preocupo? Yo no soy normal tampoco. Nuestra familia no es normal.... pero que la amo, la amo.

¡CHAN! Segundo capítulo (el más largo que me ha salido hasta ahora). ¿Qué les parece?, ¿cómo les cayó la familia? :D. Hoy pienso avanzar con la historia porque no deseo dejarla en pausa...vamo' a ver que sale.

¡Saludos desde mi rincón! :D

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