CAPÍTULO 16:
Es increíble lo condenadamente bien que dormí. No sé por qué. Pero un poco más y sí descansaba por toda la eternidad.
Despierto a los chicos con algo de dificultad y bajamos, listos para irnos.
—Oigan, revisé su inscripción, por haberlo hecho a las 3:30 de la mañana, se llevan estos muñecos de recuerdo —la mujer (que increíblemente sigue allí) nos muestra varios tipos de peluches. Y debo admitirlo, ¡son completamente adorables! —. Cada uno puede elegir el que quiera.
—¿Hay alguna momia?Nacho salta para tratar de ver en el mostrador.
—Tenemos a esta clase de mono/momia si te gusta —. La señora sonríe imperceptiblemente, al parecer le agrada que mi hermano adore todo lo relacionado con los cadáveres. Sí, tenemos que arreglarlo.
—¡Es perfecto! —Lo abraza y recuesta su mejilla a la del muñeco.
—Yo quiero al hombre lobo —desvío mi atención hacia Harry como diciendo "¿En serio?" y es que es la verdad. Se enoje de hombros—¿Qué? Es gratis y están lindos —. Lo toma con seguridad.
Yo ruedo los ojos y me rindo:
—Ok...quiero el fantasma...y un plato de ravioles.
Nos sentamos en el auto sin cruzar palabra. Yo como el poco convencional desayuno mientras veo como los dos no dejan de analizar mi comportamiento.
—Les dije que quería ravioles, ¿ok? Déjenme en paz.
Harry se ríe y le envía una mirada cómplice al pequeño por el espejo superior.
—Sí...yo creo que estabas hablando de otra cosa —me tortura. Trago a lo bestia, metiendo cada vez más cantidad de comida—. Tranquila, no debes avergonzarte, es normal.
—Mmm, ¡no! Imbézil. Mmmm —mastico un poco más. Al diablo los modales, me están molestando— ¡Quedía miz dravioles y ya! ¡Ahoda conduze o te golpeo! —Y todavía se quiere hacer el terapeuta. Por favor...¡No necesito un terapeuta! ¡Necesito recuperar a mis padres!
NARRADO POR PEN:
Malditos estos mafiosos del infierno. Al menos me sacaron la mordaza.
Pero bueno, el lugar no está mal. Tienen sillones de cuero, una tele plana con proyección 3D, de las más nuevas. Cuadros pintorescos de tacos en fruteros, la "Mona Lisa" con un sombrero mexicano y mostacho, un hombre mayor corpulento y desagradable con un bigote enorme y cadenas de oro.... Ah no, ¡ese es real!
—¿Y tú quién eres? ¿Qué hacemos aquí? ¿Vas a responder o serás igual de duro que los otros gorilas? —Frunzo el ceño y muevo la cabeza hacia adelante. Lo señalaría con dedo acusador, pero sigo atada.
—Pen, shhhh —Mi esposo pretende que me calle, pero no. ¡Estoy harta de ver tipos bigotudos que no responden!
El viejo este sonríe y da unos pasos para que lo distingamos mejor a la luz de la lámpara.
—Yo soy Jaimito, Jaimito Juárez. El Rey de los Frijolitos —y nos reímos. ¡Ni siquiera Derek se aguanta! ¡Es el nombre más ridículo de todos los tiempos!
Pero, obviamente, no le hace gracia. Se queda quietito, esperando a que se nos pase la risa. Cuando nos calmamos, el que empieza a carcajear es él —. Pos vaya...se nota que no saben quién es el mandamás —Bueno...esa mirada asesina sí me dio miedo—. Los mandé a traer aquí por una razón...—acaricia su bigote—Son allegados de Sheng Fu, ¿cierto?
¡Maldito chino! Le dije un montón de veces que nos iba a meter en problemas. Ah, pero él siempre viene para las fiestas llenándonos de selfies incómodas. Aunque es nuestro amigo, no podemos traicionarlo.
— Sheng Fu... ¿eso se come? — Alzo una ceja.
— Es una bonita foto, ¿no creen? —El hombre toma un portarretratos y nos lo muestra. Allí está el asiático, con Emily y Nachito en la playa. ¡Mierda! Rápido pen, ¡haz de cuenta que no son tus hijos! — Se parecen bastante a ustedes —asquerosa genética delatora—. Tendrán que decirme dónde está si quieren volver a verlos.
Claro, quieres que respondamos tus preguntas para luego, ¡meternos en una maleta y hacernos dormir con los peces! Vi todas las del Padrino amigo, sé de lo que hablo.
— ¡No te diremos nada, viejo mal depilado de la cara! —realiza un gesto vago con la mano y me amordazan— ¡Mmmm!
— ¿Qué hay de ti? Pareces más razonable —. Se fija en mi marido, no sin antes observarse en un espejito. ¿Razonable? ¡Desátame y te daré una lección razonable!
—No sabemos dónde está... —Dios, Derek, qué poco heroico de tu parte— Pero si supiéramos, no te lo diríamos —. Sonríe a medias. ¡Sí! ¡Este es el hombre del que me enamoré!
De todas formas, existen muchas maneras de sacarnos información sin matarnos:
1) Arrancarnos las uñas con una tenaza oxidada, cosa de que además de retorcernos de dolor, adquiramos tétano.
2) Golpearnos con un hierro oxidado para obtener el mismo efecto.
3) Violarnos...Espera, ¡SÓLO PUEDEN VIOLARME A MI! Bah, Derek es más guapo. ¿Eh? ¿Qué digo? Debe ser mi instinto de supervivencia que me está volviendo loca. ¡Me niego a esperar mi menopausia así!
—Los voy a hacer desembuchar...—pone un semblante inexpresivo— ¡Traigan a...EL MACHO! —Los matones abren ambas puertas a su espalda y se oye un repiqueteo. Oh no, no, no, no. Ya puedo sentir su fétido aliento en mi cara, sus asquerosas manos toqueteándome el cuerpo...¡¡SUS CALZONES CON OLOR A CACA!!
Entonces aparece un chihuahua marrón parado sobre sus cuatro patitas, temblando.
Espera... ¿Este es El Macho?
—Aleja a ese animal de mí —mustia Derek, pálido. ¿Qué le pasa?
El viejo sonríe de lado y le da una orden:
—Machito... Monte —. Oh, mierda. Ya recuerdo.
El perro sale disparado y se agarra a su pierna frenéticamente:
—¡NO, NO, QUÍTENMELO, QUÍTENMELO! —En un intento desesperado por liberarse, cae de lado y termina con el miembrecito de Macho en su cara — ¡NO! — Acaba llorando como un niño pequeño. Genial, revivieron el problema de su infancia. Gracias por eso.
No sé si es lo asqueroso de la situación, o la impotencia de no poder hacer nada, pero quiero vomitar. Las arcadas son inminentes. Estómago, entiende, ¡tienes la puerta delantera cerrada!
—Jefe...se está poniendo verde —. Uno de ellos se da cuenta y me señala.
—¡Destápenla! ¡Y traigan un poco de agua para esta mujer! —Abre los ojos de par en par. Me liberan y alcanzo a utilizar una vasija cercana— ¡¿En el pinche florero de mi abuela?! ¿En serio, Penélope? —Se lleva las manos a la cabeza.
Pienso en decirle que su abuela me importa la mitad de un átomo de aire cuando me hacen tomar el agua y vuelvo a estar amordazada.
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No sé cuánto tiempo ha pasado, pero ese perro no es normal. Y lo piensa la veterinaria.
— ¡Mmmm! —consigo zafar el paño de mi boca— ¡Déjenlo en paz, chupadores de jalapeño!
Jaimito rueda los ojos:
— ¿Crees que por ser mexicanos sólo comemos jalapeños?
—La comida tiene jalapeños, la bebida tiene jalapeños, ¡hasta los dulces tienen jalapeños!
— ¡Es mentira! —se cruza de brazos. Elevo una ceja y fijo la mirada en un punto. Él se da vuelta para ver qué observo (tenía que percatarse, casi se me salen los ojos) y descubre un almohadón con forma de chile que está en uno de los sillones. Lo toma y lo arroja molesto hacia algún rincón.
—Eso pensé— Sonrío triunfante.
—¡AAAHHHHHHH!¡QUE ALGUIEN LO DETENGA! —Cierto, mi esposo está siendo abusado en este momento.
—Macho, descanse —. Dicho eso para y se va como si nada, no sin antes levantar la patita y orinarle el rostro.
—Amor, ¿estás bien? —Me preocupo.
Pestañea lentamente para espabilarse:
—Tal vez...luego de un tiempo —. Susurra. Bien, eso me basta.
Le regalo una mirada horrenda al culpable de todo esto, pero simplemente sonríe
—Ahora te toca a ti, Penélope. Ya que sabes tanto de nuestra gastronomía —el secuaz de la izquierda me alcanza un plato con motivos mayas lleno de chilis de todos los colores— que aproveche.
Excelente....además de tener mal el estómago, me va a empezar a arder el trasero, ¡eso es mucho, mucho picante!
Diez minutos después:
—¡Órale, tú puedes!
—¡Vamos, ándale!
Los muchachos de Jaimito me animan para que continúe. No siento la garganta ni la lengua y los ojos me lloran, pero no está tan mal, luego del quinto te acostumbras. Pongo el último en mi boca, mastico y trago. ¡Ja! ¡Plato limpio! Eso te pasa por retarme.
—Bien, ahora el postre —. Farfulla fríamente.
—¿Eh? ¡No es juzto! —me las apaño para hablar con una lengua en estado comatoso— ¡A Derek zolo lo castigaron una vez!
—¡Mmmm! —Empezó a gritar cuando vio que me metía un pimiento tras otro, por eso lo silenciaron.
El viejo mexicano carraspea y con tono grave anuncia:
—¡Traigan los frijoles!
El entusiasmo de los chicos desaparece por arte de magia para darle paso a la solemnidad. Uno se va y aparece con una bandeja de plata. ¿Ahora existe una secta de los porotos o qué?
Lo colocan frente a mí. Bueno...espero sobrevivir.
NARRADO POR LAURA:
Arrugo el papel, furiosa, mientras subo al auto. Les dije, ¡les dije que no se fueran! Ah, pero nos dejan un cartelito en la puerta, "Fuimos a rescatarlos, por favor, cuiden de Anaís (el mapache). Come de todo. ¡Lo sentimos! :)" y todavía una carita feliz. ¡Van a dejar de estarlo cuando los encuentre!
Acaricio a la bola de pelos para tranquilizarme, pero no sirve de nada.
—Javi...¡Tenemos que hacer algo!
—Lau, tranquilízate. Recuerda lo que dijo el doctor sobre los nervios para la bebé —. Dice pausadamente.
—¡Secuestraron a mi hermana y a mi cuñado! ¡Y mis sobrinos andan por ahí! —gesticulo. El mapache huye hacia la parte trasera—Además, ese doctor no sabe nada. —Frunzo el ceño.
—No es tan así....
— ¡¿Me vas a decir que es normal confundir el cordón umbilical con un pene?!
— Lo tenía entre las piernas.
— ¡Ni siquiera nos supo decir si aquello era la sombra o un segundo bebé!
— ¡Hasta nosotros lo dudamos!
— ¡Jugó con mis sentimientos! —llevo una mano a mi pecho— ¿Sabes lo afectada psicológicamente que me dejó la idea de parir dos veces en un día? ¡DOS! —Se lo hago con los dedos para que le quede claro.
El resto del camino continuamos discutiendo hasta que siento que algo pasa:
— ¡Sé que pegué chicle en tu cabello cuando estábamos en primaria, pero era la forma de demostrar que me gustabas! —grita— ¡Tenía seis años!
— Ya viene...
Pero el idiota no lo nota y sigue con lo suyo sin siquiera mirarme:
— ¿Ahora crees que soy predecible? ¡Al menos escúchame, por favor!
— No. ¡Ya viene! — Sostengo mi vientre y chillo de dolor.
Cuando por fin comprende abre los ojos de par en par, alternando la mirada entre mi panza, la carretera y yo.
—Oh, ¡aguanta cariño, vamos hospital!
—No hay tiempo, ¡estamos en la mitad de la nada! —Gimoteo y me echo hacia atrás.
—Llamaré a emergencias. —Decide a orillar y se aleja, buscando señal con el celular. Regresa unos minutos después, tres tonos más pálido. Ah no, no me vas a dejar sola en esto.
— ¡¡JAVIER ERNESTO PÉREZ, QUE NO SE TE OCURRA DESMAYARTE PORQUE TE MATO!! — lo amenazo entre jadeos.
Parece surtir efecto, porque asiente repetidas veces, prestando atención a lo que le dicen:
— Está bien, sí...espere. Lau —se fija en mí— tenemos que moverte a la parte trasera. —¿Moverme?¡Se me va a escapar!
Afortunadamente conseguí trasladarme con su ayuda. Me acuesto en los asientos. Debes calmarme, recuerda lo que dijo tu hermana, dar a luz es como jugar al pinball al revés, la cabeza del bebé es la bolita metálica y tus piernas son las palanquitas. Mierda, ¡no es una bolita! ¡Es una cabeza! ¡Una cabeza que no para de empujar allí abajo! — Ahora tengo que quitarte la ropa interior — tuerce la boca, nervioso. Lo hace fácilmente. Menos mal que decidí usar vestido a pesar del frío. El sudor comienza a bajar por mi frente y espalda. Que alguien le corte las uñas a esta criatura, me está desgarrando el abdomen— Oh por Dios — retrocede y reacomoda sus gafas con manos temblorosas —¡Está saliendo! Ajá, sí. — Me observa con seriedad, sin ocultar el pánico— respira profundamente...— Hace una pausa— ¡Puja!
Pego mi cabeza al pecho y libero un grito de guerra. Siento como se abre espacio por mi estrecho, muy estrecho y sensible canal. Creo que jamás volveré a ser la misma.
Termino exhausta, únicamente para sufrir una nueva contracción. ¡Qué agradable!
— Ahhhhhhh, ¡maldición! ¡No puedo! — Lucho por hacer entrar el aire en mis pulmones. El cabello se me pega a la cara.
— Sí, sí puedes. ¡Vamos, puja cariño! ¡Puja! ¡Ya casi! — Me grita. ¿Estaría mal si le aclaro que no soy sorda? — Yo sólo quería cortar el cordón —. Lloriquea para sí, resignado.
Cierro los ojos y lo hago otra vez. Mierda, es como hacer una caca de plomo con púas. Ah, y ni siquiera sale por el mismo lugar.
Luego de unos minutos más, siento que algo sale y finalmente, llanto. El dulce llanto de nuestra hija.
—¿Está bien? ¿Está sana? — las lágrimas de emoción no tardan en aparecer, lo mismo ocurre con mi esposo, que la tomó en brazos y la envolvió con su abrigo.
—Es una niña hermosa —. La voz le falla y me la alcanza. No hay mejor sensación que tener las manos llenas con tu criatura. Ver su bello rostro rojizo, oír su llanto fuerte, vital.
—Bebé...hola —le susurro, cuidando de no mojarla con el agua de mis ojos— soy tu Mami —le toco su minúscula manito—. Perdona el escándalo y bienvenida al mundo, Mía —. Le sonrío.
Espera...algo anda mal.
—Javi-alzo ambas cejas con sorpresa- ¡Javier! — Él se encontraba muy contento hablando con la persona que nos atendió, mencionando que todo parecía estar bien. Pues no, no lo está. Por fin me presta atención— Revisa otra vez, creo...—trago saliva— creo que sí eran dos.
Deja caer el celular, pasmado, y se lleva las manos al pelo sin recordar lo sucio que está.
—¡A la mierda! —me abre las piernas y yo me sorprendo. Es la primer mala palabra que le he oído en años— ¡¿Tengo que pasar por esto otra vez?! — Está a punto de caer en la desesperación.
—¡No te quejes, soy YO la que está largando a TUS hijos! —Chillo y pujo de forma instintiva. Dios, nunca más tendré sexo, nunca más. Me quitaré los ovarios, y a él los testículos, por si acaso — Voy a matar a ese médico, lo voy a matar y después le robaré el dinero a su esposa para criar a estos dos —. Lanzo entre sofocos por la falta de aliento.
—¡Vamos! ¡Veo la cabeza! ¡Vamos! Sólo un bebé más y ya...espero. —Se limpia el sudor con el codo. Ojalá yo pudiera hacer eso, pero no, a mí me toca parir dos veces y sudar dos veces. ¡Ah! ¿Mencioné que tengo a una niña en brazos? Intento realizar un gran esfuerzo mental para no apretujarla con motivos de adquirir mayor fuerza.
—¡Quiero que salgas yaaa!
En el mismo instante en que termino de gritar, el bebé llora. Obviamente, nos emocionamos de igual manera, aunque no se nota tanto nuestro entusiasmo, no porque lo queramos menos o porque nos hayamos gastado toda la alegría con la primera. Es que estamos muy cansados.
—¡Es una niña! ¡Tenemos gemelas, Lau! ¡Gemelas! —Se ríe a carcajadas de forma incrédula.
Me la tiende, también envuelta, y suelto un suspiro.
—Amo a estas gemelas —.Cierro los ojos y las abrazo.
El hermoso gusto de Jaimito (me costó encontrar algo que se acercara a lo que tiene en su pared):
Y... ¡Los peluches! A mí me encantó el fantasma :D. (No me pregunten cómo rayos encontré ese mono/momia).
¡Saludos desde mi rincón! :D.
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