CAPÍTULO 13:

NARRADO POR PEN:

Juro que no sé qué voy a hacer con esta muchacha...¡Salió por la ventana! ¡Del segundo piso! Ah, pero la mala soy yo, la que le saca sus objetos preciados, la castigadora ruin, ¡no la que trata de salvarla de su propia estupidez! ¡No la piadosa madre que la adora! ¡¡AMO A MI HIJA Y NO QUIERO QUE VUELE POR LA VENTANA!!, ¿ES MUCHO PEDIR?

—Querida...¿qué le haces al pollo? —Cuando me doy cuenta, tengo el puño rojo de sostener el tenedor que clavé en la pechuga (con fuerza).

Derek me abraza por detrás y deja un beso en mi cuello.

—Ay, ¿qué más podemos hacer? —Me giro para verle la cara, ese verde que tiene en los ojos que siempre me dio seguridad (y fastidio, mucho fastidio)— Sabes que no deseo castigarla, ¿verdad?

Él asiente de manera comprensiva.

—Yo tampoco, pero hay que ser duros...no podemos permitir que se nos salga de las manos.

Recuesto mi cabeza en su pecho.

—Tienes razón...

Sí, Emily DEBE aprender a ser responsable, y para eso tengo unos sencillos y amorosos planes de contención:

1) Internarla en un colegio militar, y que no salga hasta que el verde del uniforme se le quede en la piel.

2) Darle una mascota...no, algo más fuerte, ¡un niño! Sí, darle un niño para entienda el esfuerzo de la maternidad.

3) Obligarla a escribir un libro de mil doscientas páginas sobre los hechos que puede desencadenar una conducta inadecuada.

4) Meterla en una isla desierta durante casi un mes, junto a un idiota insoportable con el que se terminará casando...ah, no, eso me pasó a mí. (Y no me arrepiento).

—Cariño —rueda los ojos—. Sé en lo que estás pensando, y déjame decirte que no, es demasiado exagerado de tu parte.

—Pero...¡estoy dispuesta a destruirla con tal de salvarla! —No tiene sentido para muchos, pero en mi mente retorcida de madre, sí.

Él acaricia mi cabello unos segundos hasta que logro tranquilizar un poco mi fuego interior.

Llevamos el pollo horneado a la mesa, donde ya están todos esperando.

Me siento y comienzo a servir ensalada a diestra y siniestra, pero hay algo que noto...Harry y Emlily están maquinando un plan, y no, no lo digo porque ella mueva sus labios frunciendo el ceño y él haga lo mismo delante nuestro, como si al no emitir sonido no nos diésemos cuenta de que algo pasa. (Sarcasmo de madre activado).

Derek aclara su garganta y fija los ojos en cada uno. Ambos se ponen nerviosos, parecen dos niños de jardín, tanto que hasta Ignacio los mira divertidos.

—Cualquiera sea la discusión, no la abordaremos hasta después de comer, regla familiar.

Y como Harry no tiene idea de qué está hablando, le aclaro:

—La última vez que discutimos a la mesa, yo parí a este niño — señalo a Nacho con el tenedor lleno de puré— una semana antes de lo planeado. —Sonrío y me llevo la comida a la boca. El pequeño alza los brazos y grita "¡Síii!".

Emily tuerce la boca al recordarlo y Harry abre los párpados, observa al nombrado, luego a mí y por último su plato. Traga saliva y asiente nerviosamente.

—Tiene razón, es una buena regla.

NARRADO POR EMILY:

Uff, eso estuvo intenso, podría jurar que casi nos quitan el apetito con las vivencias de mi infancia, pero ya pasó; y ahora que terminamos de comer, llegó el momento en que ambos, chica loca que se arroja por las ventanas y chico imbécil abandona pizzas, se enfrenten a su destino.

La situación es más o menos así:

EN EL SILLÓN LARGO:

-Mi padre de brazos cruzados, con mirada penetrante y la boca tan apretada que parece un anciano sin dentadura.

-Mi madre presionando su barbilla con una mano (igualita a un mafioso muy peligroso) y con la otra sosteniendo la rodilla de papá, reteniéndolo como un rabioso perro pitbull.

EN LOS SILLONES DE UN CUERPO:

-Yo, más pálida que si me hubieran dejado en la heladera una semana, controlando el temblor del labio inferior mientras mi mente no para de repetir "Que digan que sí, que digan que sí, tengo miedo, que digan que sí, estamos fritos, que sigan que sí".

-Harry, sudando por las sienes (tal vez sea debido a su cercanía a la estufa...a quién engaño, si no nos hicimos en los pantalones es por temor a que nos echen de la cabaña sin ropa de repuesto), moviendo los pies al ritmo de una melodía imaginaria, probablemente semejante a las del ascensor, para calmarse.

EN EL CUARTO:

Nacho tal vez esté masticando algún dinosaurio de goma alegando que "Él está encima de la cadena alimenticia", eso, o haciéndoles "autopsias" con cuchillos de plástico que tiene para eso.

—¿Y bien? ¿Qué querían decirnos? —Papá alza una ceja.

—Escúpanlo. —Mamá se cruza de brazos y frunce el ceño. Sí, muy maternal ella.

Observo a Harry enviándole confianza mental muy amablemente, y por amablemente me refiero a que si no consigue que me levanten el castigo, voy a arrancarle el cabello con los dientes.

—Eh...miren —aclara su garganta y estira el cuello—. Emily me contó del castigo que le impusieron y...

—Déjame adivinar, ella quiere que se lo quitemos —. El verde de mi padre tiene básicamente dos facetas, puede ser un brote de bambú con rocío, todo suavecito y tierno, o, un bosque cargado de pinos centenarios y duros. Y a que no saben de qué color los tiene, a que no.

—Harry, no es discutible...—Acota mamá, obviamente apoyando a "Derek" (sí, cuando me enojo los llamo por sus nombres, ¡¿cuál hay?!).

— ¿Al menos le van a dejar hablar? —Ruedo los ojos con una mueca.

Se miran entre sí y luego sacuden la cabeza muy despacio de forma sincronizada. Ya me dan miedo.

Mi aliado entrelaza sus manos, alternando la vista entre mis progenitores.

—Bueno, señor Derek, señora Penélope...—hace una pausa. Genial, ¡empezamos bien! Podría funcionar— Honestamente, su hija está muy rayada — retiro lo dicho, este es un idiota, no debí pedirle ayuda. —. Pero tengan en cuenta que actuó por una buena razón. Aunque no haya sido muy funcional— gracias, sentí la patada—. Intentó hacer lo que estuvo a su alcance para ayudarme, y sé bien que no le caigo en gracia —sí, y ahora que me llamaste loca e inútil, acabas de perder al menos tres puntos de mi estima—. Así que...¿no les parece que es preferible que ella sea una buena persona, dispuesta a tomar ciertos riesgos? —Mis padres van a contestar, pero se apresura a agregar— Por supuesto que ella aprendió la lección y jamás volverá a hacer eso...¿verdad?

Me mira, esperando a que yo ponga el broche de oro. Ok, sólo te voy a seguir la corriente porque no tengo opción, y estoy desesperada como pocas veces en mi vida.

—Lo juro por mis lápices —asiento reiteradas veces—. Jamás de los nunca jamases haré nada semejante, nunca, nunca, nunca —hago una pausa y lo pienso un poco más— nunca.

NARRADO POR PEN:

No sé qué me causa más gracia, que mi hija esté sonriendo igual que psicópata...o que Harry esté de la misma manera... ¡Parecen mellizos! ¿Será que se olvidaron de entregarme uno?

Pero en serio, no tengo idea de qué contestar. ¿Si resulta que por quitárselo pierdo mi autoridad como madre? ¿Y si se vuelve drogadicta por la falta de los límites que no le supe poner? ¡Dormirá en las calles!¡Usará los porros de otras personas! ¡Podría acabar presa! ¡Muerta! ¡MI BEBÉ PODRÍA MORIRSE!

Al diablo, la meteré de monja de clausura en el Everest.

—Está bien, discutiremos el asunto. —¿Eh? ¡Derek! ¡Se supone que tú tienes que estar pensando lo mismo que yo! Él me lanza una miradita de: "Vamos, no seas así".

—Eso. —Termino cediendo a pesar de mi molestia.

NARRADO POR EMILY:

Me siento exactamente igual a un tipo que va a ser padre en la sala de espera, caminando de un lado a otro con las manos detrás de mi espalda.

—¿Por qué necesitas tanto que te levanten el castigo?

Recuerdo que está ahí, recostado en la pared del living, observando mis movimientos como un...como un erizo. ¡Sí! Es idéntico a un erizo, mismo color de ojos, pinchudo y con una nariz pequeña. Los erizos son tiernos, y dan ganas de abrazarlos...pero a él no.

Oh, cierto, no le he dicho por qué...¿debería contarle? No, no le incumbe.

—Necesito mi Neblox y mi celular porque perdí mi libreta para dibujar, y sin ella, no tengo inspiración ni entretenimiento asegurados. —Bien, una verdad parcial que no pone en juego el equilibrio de mi frágil estado.

Me sorprende levantando el dedo índice y revisando uno de sus bolsillos. Saca un cartón un poco humedecido y doblado. No puede ser...

—¡La encontraste!, ¿cómo? —Corro y se la arranco de las manos sin dejar de verla. Lo siento, amiga mía, jamás te abandonaré de nuevo. ¡Lo juro!

—Estaba tirada en uno de los lados de la casa, la tomé mientras buscaba a alguien que abriera la puerta.

—¡Gracias! —Sonrío y le doy un abrazo sin dejar de pegar saltitos. Él se endurece, pero me lo retribuye— ¡Gracias, gracias!

Mis padres salen inmediatamente y yo me suelto de su cuerpo como si estuviese cometiendo pecado capital. Lo que menos quiero es que ahora me castiguen porque crean que me propaso con los "invitados" (y lo digo así porque, que yo sepa, la gente que cumple con esas características no aparece congelada en la puerta de tu casa).

Sonrío con incomodidad y ellos clavan su mirada en nosotros, luego de unos segundos, como para darle más tensión al ambiente que un tribunal que acaba de acusar a alguien de brujería, hablan:

—Lo rebajaremos a una semana, ni más, ni menos.

—Ok... —Afirmo con lentitud, calmada. Emily, no lo arruines, cualquier movimiento en falso puede producir una catástrofe de muchas bajas (la mía).

—Y lavarás los platos hasta que lleguemos a casa. —Argh, ¡sabía que escondían algo más!

Bueno, no me quejaré, no me quejaré. Tengo mi libreta, mi amada, bien aventurada y poco arruinada libreta.

El resto del día pasó de un tirón, afortunadamente dejó de nevar, por lo que el nivel de la nieve bajó. No como para salir a divertirnos, pero sí como para no preocuparse mucho.

Ahora mis padres se fueron a dormir, Nacho ya está roncando con su osito al menos hace dos horas y yo me aliené dibujando. ¿Qué cosa? Al mapache.

Mis ojos viajan rápidamente de un extremo al otro, captando los detalles para que mi mano obediente realice los trazos necesarios. No noto que tiene un objeto extraño en sus manos hasta que me fijo en ellas.

—¿Qué tienes ahí, amiguito? —Lo llamo, haciendo como si tuviese comida entre los dedos. Él, obviamente viene de forma inmediata, soltando lo que descubro que son...gafas.

Voy hasta ahí y las tomo. Luego las doy vuelta y miro a tras luz. Tienen pinta de ser de un cerebrito, negras, algo gruesas.

Me las pongo para observar a mi alrededor. Vaya... todo es borroso, por no decir irreconocible.

Los manchones marrones y grises bailan a mi alrededor en extraña sintonía, mostrándome un lindo fondo para mi próxima pintura, una que haré justo sobre la que estoy al lado de Neithan. Sí, en la versión mejorada haré querubines sonrientes que lo golpean con...con...¡sandías podridas! Exacto, porque son pesadas, desagradables y deben lucir feo...¡¡¡COMO LA SUCIA RAMERA QUE BESA!!! Pensar que mis labios tocaron su asquerosa cara, voy a tener que arrancármelos.

—Eh, ¿qué haces? —Escucho a alguien a mis espaldas. Me giro y observo a un hombre borroneado. Al notar que se trata Harry automáticamente suelto un grito y me quito los lentes como si quemaran.

—Nada...—Los escondo detrás de la espalda.

Él sonríe de costado y se cruza de brazos.

—Ja, ¿qué ocultas? —Se acerca e intenta observar lo que tengo.

Ruedo los ojos y decido mostrárselos.

—Sólo son unas horribles gafas.

Se sorprende mucho al verlas:

—¡Son mías! —Las toma y se las coloca, muy feliz— Me las quité por la nieve, al parecer se cayeron cuando me desmayé...pensé que no las vería más —hace una pausa para observarme— ¿Y cómo que horribles? — Alza una ceja.

Oh...cierto, metí la pata (¿por qué me sorprendo? Esto ya es natural en mí).

—Bueno, en ti se ven bonitas —me apresuro a agregar—. Pero no vayas a creer que eres bonito, lo siento, ni tú ni tu pequeña nariz lograrán engañarme. —Muevo la cabeza en forma retadora y subo las escaleras lo más rápido posible. Justo como para escuchar un "¿Y a esta qué le pasa?" de su parte.

No me importa, que me tache de loca ese horrendo cara de niño adorador de gatos, ¡no quiero saber nada de ningún tipo! Es más, en cuanto llegue a mi cuarto voy a romper, escupir, quemar, orinar y maldecir el dibujo de Neithan, oh sí...tengo muchas cosas planeadas para ti.

Cierro la puerta y abro la libreta con ahínco. Ahí estás, pequeño bastardo...te destrozaré como mejor lo sé, con arte.

Tomo mi lápiz 6B (es el más negro, casi imborrable) y comienzo:

1) Le hago tetas de prostituta anime.

2) Unos cuernos de demonio saliéndole a cada lado de la cabeza.

3) Unos graciosos bracitos, con uno de ellos sostiene un cartel que pone "Soy un idiota" y en el otro unos boletos directo al infierno.

4) Le tacho unos cuantos dientes a su sonrisa.

5) Y detrás de él hay un descomunal dinosaurio queriéndoselo tragar.

Pero no basta, aunque ridiculice su persona hasta que se me duerma la mano no es suficiente...es tan frustrante.

—¡Si al menos hubiera sido en persona, podría desquitarme! —Gimo tras tirarme de espada en el colchón, o al menos eso hubiese pasado de no ser por mi considerable error de distancia. Ahora mi columna se acaba de dar contra el borde de la cama en un golpe seco, y todos mis huesos precipitaron al suelo— ¡ Auch!— En este momento, odio mi jodida existencia.

Durante esos segundos en los que me pongo a observar las telarañas del techo, golpean suavemente y entran.

—Disculpa. ¿Estás bien? Yo...—Harry me ve desde allí y se queda quieto, olvidando lo que iba a decir— bueno, me voy.

Antes de que abandone el sitio, hablo:

—No, espera —sigo viendo hacia arriba, al carajo con todo. Es un extraño, pero uno que me cargó hasta casa. No debe ser malo, ¿no? —tengo una pregunta —trago saliva— ¿Te parezco bonita?

Abre los ojos por la sorpresa (ahora más ocultos por sus gafas) y se echa un poco para atrás. Wow, así que soy más espantosa de lo que pensaba...bien, voy a llorar. Y efectivamente, mis ojos comienzan a enrojecerse y las lágrimas escapan por sí solas.

—Eh...tranquila, te ayudo a levantarte, ¿ok? —Idiota, todavía cree que estoy así porque me golpeé— Eres bonita, sí. Lo siento, me tomaste por sorpresa, pero no te pongas así...Mierda, no sé tratar a una chica, ¿bien? ¡Mi madre me lo advirtió más de una vez! —Se aproxima y me tiende una mano, yo no la acepto, ya caí así, me voy a quedar así. Me gusta ver el techo.

—No te preocupes... ¡¡Lo único que tienes que hacer es no meterle los cuernos con la primer sucia alzada que veas y dejarla el día de tu cumpleaños, después de que ella haya hecho hasta lo imposible por llamarte!! —Chillo. ¿Es muy obvio que me afectó? Sí, ¿verdad? Debo lucir muy decadente. Sorbo por la nariz y cierro los ojos. Un rechinido en la madera me sorprende, cuando volteo la cara me encuentro con Harry acostado en el suelo, mirando hacia arriba también.

—Hay cosas peores. —Pone las manos sobre su vientre. Por mil demonios, esto tiene pinta de círculo de confesiones.

—Ja, ¿qué cosas?

—Que tu novia se encame con tu mejor amigo de la infancia y compañero de apartamento que se había declarado gay. —Sonríe. Espera, ¿escuché bien? Wow, con eso a mí me sobra para lanzarme por la ventana, para lanzarme con la intención de matarme, claro está.

—¿Y cómo...? —Trato acabar la pregunta.

—Intentó besarme —lanza una risa amarga— ¿Sabes? Después me dijo que lo hizo para que mi novia pudiese salir de su habitación —cubre su cara con las manos—. Lo hicieron varias veces, en mi cama, en la mesa, en la pared, en...

—Sí, ya entendí —hago una muesca de asco— ¿y qué hiciste para superarlo?

—Maté a esos dos y los enterré junto a la caca de mi perro — dice de forma fría, inexpresiva. ¡¿QUÉ?! Genial, ¡metimos a un enfermo mental en nuestra casa!, y todavía le alcancé sus lentes, bien como para que pueda ver dónde cortar. Justo cuando estoy por saltar como canguro aterrado, habla otra vez — Estoy bromeando —ah, claro, ya sabía—. Creo que el tiempo es el que te ayuda a superarlo. Nunca olvidas porque te lastimaron, pero al menos te deja vivir en paz, y a ellos también.

Libero el aire en un bufido pesado:

—Yo soy de las que insulta hasta que se queda sin palabras obscenas.

—Sí, pero yo te estaba hablando del segundo paso.

Ambos reímos. Él tiene una risa muy buena, con un tono agudo al final que te hace querer continuar. Nuestras carcajadas se van tornando más fuertes, volviéndose un círculo vicioso (el más peligroso de su clase).

—¡D-deja de reírte, idiota! —Suplico hecha un rollo, al borde de un colapso estomacal y pulmonar.

—¡Aire!...¡Aire! —Golpea su cabeza contra la madera.

Luego de un minuto de tortura logramos detenernos. Menos mal, un segundo, un segundo más y me partía al medio.

—Definitivamente no debemos volver a reírnos así —. Comento con la garganta seca.

—Por supuesto que no.

Nos miramos a la cara y todo empieza otra vez.


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