CAPÍTULO 10:

Despierto en el agua, sí, en el agua...flotando. Cuando me doy cuenta, me incorporo para nadar hacia la orilla, pero resulta que no la hay por ningún lado, ¿y ahora?

Volteo en todas direcciones y nada. El sonido de las olas golpeándome es ensordecedor, tanto que comienza a dolerme la cabeza. Cierro los ojos para concentrarme, y de repente oigo algo enrome surgiendo de las profundidades; al abrirlos, frente a mí está lo que parece ser una ostra gigante, observándome con dos ojos enormes y unos dientes descomunales que se tuercen por fuera de su concha oscura y resquebrajada. Siento que el corazón se me va a salir por la garganta del susto, la tengo tan cerca y es tan impresionante que pudo cubrir el sol con su cuerpo, dejándome en un círculo de sombras.

—¡Esto es por mis hermanas! — Vocifera con voz monstruosa al tiempo que me traga entera, mostrándome todos y cada uno de sus colmillos. Lanzo un grito antes de desaparecer.

Mis manos tocan algo baboso y desagradable, cuando por fin me animo a ver, resulta que estoy sobre la lengua del animal. Retrocedo con cierto asco y me limpio las palmas en los pantalones.

—¿Has visto a pinocho? —Un anciano se me acerca cubierto de baba, sosteniendo una botella con un líquido amarillo.

—¿Gepetto? —Caigo sentada de la impresión, ¿no lo había tragado una ballena? Ya me perdí.

El viejo sigue yendo de un lado al otro buscando a su hijo de madera (con esa botella de orina en la mano) mientras yo trato de darle aunque sea un poco de sentido al asunto.

—Ignóralo por favor, Penélope —. Una tortuga con pipa y boina, sentada en una mecedora y con un periódico entre las aletas, es quien habla.

—¡¿Julio?! —Mi boca cae hasta el suelo.

Él hace una amable inclinación de cabeza:

—El mismo.

—¿Qué hago aquí?

Libera una bocanada de humo antes de contestar.

—No sé, dímelo tú, ¿qué haces?

—¿Cómo voy a saberlo?

Suelta un suspiro profundo, cierra el periódico y lo pone ordenadamente en su falda:

—Dime una cosa, Penélope, ¿tú lo quieres? —Me observa por encima de sus lentes de lectura.

—¿Qué?, ¿a quién?

—A Derek, ¿tú lo quieres?

Ok, ok, te estás pasando tortuga.

—Yo... ¡Por supuesto que no! Es un idiota.

—Ah —dobla su aleta como si levantara el dedo índice— pero es TU idiota, ¿no es así?

—Sí...¡digo no! No, para nada, nos odiamos, es mutuo —Sacudo la cabeza y los brazos en una rotunda negación.

—Pero cuando estuvo inconsciente él susurró tu nombre, y eso te gustó, ¿o me equivoco?

—Me tenía preocupada, no quería que muriera, ¡tampoco puedo detestar tanto a alguien!

—Ay Penélope, siempre tan terca...hagamos una prueba, ¿quieres? Derek, ¿puedes venir un momento, por favor?

Espera, ¡¿Derek también está metido en esto?! ¡¿Por qué lo raro siempre nos pasa a nosotros?! Maldición.

Estoy que no me lo creo, el muchacho aparece caminando por la garganta de la ostra llevando un ramo de flores, y está tan apuesto que hasta Gepetto suspira. Ay Dios, ¿qué está pasando aquí?

Intento huir por la boca del monstruo, golpeando y pateándola para que me deje salir.

—¡Haz algo, tonto bivalvo, trágame o vomítame, pero no permitas que se me acerque! —Grito desesperada. Como no funciona me doy la vuelta, dispuesta a pelear.

—Pen...estás hermosa —.Sonríe de forma sensual y se aproxima paso por paso.

—¡Cállate! —Me pego a la superficie lo más que puedo y hago una cruz con los dedos— ¡Vete demonio!

—Ven aquí, no seas tímida pequeña —trago saliva y tiemblo, cuando está casi encima de mí presiono los párpados con miedo— ¿Te inquieto? —susurra contra mi cuello— ¿Quieres que me vaya? —sube hasta mi mejilla— Sólo dilo y lo haré —. Abro los ojos azorada, contemplando su semblante mientras mi estómago aplaude (casi de forma literal), ¿realmente quiero que se aleje? Ya...ya no lo sé, únicamente soy capaz de percibir sus labios rozando peligrosamente los míos...

Despierto de un salto y la cueva me recibe...menos mal que fue un sueño. Giro la cara y precisamente, ¿quién está dormido a una considerable poca distancia? Adivinaron, Derek.

El rostro se me calienta, lo sé porque veo el vapor elevarse hacia el techo, pero aun así decido observarlo un rato...tiene muchas pestañas, ¡más que yo!, ¿cómo es eso posible? Además su boca es demasiado bonita, perece una chica.

—Derek, te voy a llamar Derekiana. Sí, el nombre te queda —secreteo con una mueca, aguantando la risa.

En ese momento abre los ojos y sonríe al verme.

—Hola.

Trato de quitarme los restos del sonrojo aclarando mi garganta:

—Hola, ¿podrás levantarte hoy? —Le muestro los dientes de vuelta.

Por la expresión que tiene me doy cuenta de que no... Bueno, será otro día.

Quedamos en silencio unos segundos hasta que noto como su cara se contorsiona en lo que parece ser algo que recordó:

—Oye, no me dijiste cuándo era tu cumpleaños.

Me levanto y sólo entonces contesto:

—Oh...es el diez de octubre, aún falta —. Me muerdo el interior de la mejilla cuando caigo en que falta un día para el suyo (suponemos) y no tengo nada.

—¡Ja! Mi mascota también cumple ese día.

—¿Tienes una mascota?—Wow, ¿él?, el mundo sí que enloqueció— ¿Cómo se llama?

—Raptor —ve hacia arriba, concentrado.

—¿Es un gato?

Me mira divertido:

—No.

—¿Un perro?

—No.

—¿Un loro, un pez, un hámster?

—No, no y no, es una iguana...supongo que ahora la debe tener mi primo Fred.

—Qué triste, ¿tan rápido te dan por muerto que ya reparten tus cosas?­ —Digo a modo de broma.

—Nah, aún tengo esperanzas de recuperarlo, y darle una patada a Fred si dejó que su hermana le pusiera un dedo encima.

—¿Por qué? —Alzo una ceja.

—Porque su retorcida mente de seis años quiere ponerle un vestido desde que lo vio.

Después de haber conocido una tortuga psicoanalista, una iguana con vestido no es un problema para mí.

Se suponía que debía ir por comida, pero lo dejé para media hora más tarde, porque la verdad, el drama de su vida es mejor que cualquier telenovela, sobre todo la parte en la que me dijo que el perro de uno de sus tíos se mostró demasiado cariñoso con él cuando tenía cinco, y que nunca se pudo recuperar del todo (en palabras menos delicadas, mi compañero de isla fue casi brutalmente violado por un animal). Razón por la cual, no tiene uno. ¡Ah! Y otra vez, el payaso de su cumpleaños aspiró accidentalmente un globo y tuvo que ser llevado a emergencias, pero antes  de eso,  todos los niños de ahí lo vieron revolcarse con espuma en la boca. Juro que casi me hago pipí de la risa (que voy a decir, sus traumas de la infancia son mi divertimento).

Esperé a que se durmiera para poder salir y tratar de encontrar un regalo para él. Mañana es su cumpleaños y necesito alguna cosa, lo que sea, ¡un milagro!

Alzo las manos sonriente...y nada, malditas películas navideñas que te enseñan a creer en los muñecos de nieve y Papá Noel. ¡Es blasfemia!

Camino por un buen rato sin rumbo fijo, después de todo es poco probable que me pierda, se sabe que uno siempre camina en círculos, ¿no? Emmm, mejor busco el maldito regalo y ya.

A ver, analicemos las opciones, Pen:

1) Nada.

2) Una falda de hojas como la que traigo puesta (absolutamente ridículo, sería como un travesti hula).

3) ¿Nada?

4) Comida, no sé, ¿un pez? (Fui mordida por uno y no quiero arriesgarme) ¿Unas ostras? (Soñé con una gigante y no quiero arriesgarme), ¿fruta? (los intestinos casi se me salen por el ano una vez y no quiero arriesgarme, en resumen...NO QUIERO ARRIESGARME).

Ay, no tengo idea...Pen, tendrás que hacerlo, llegó el momento que nunca pensaste que pasaría: Hora de rezar.

Me siento en el suelo y cruzo las piernas, pongo ambas mano juntas y por último cierro los ojos.

Sí, ya sé que estoy mezclando todo, pero no es mi culpa que no me fuera bien en religión.

—Hola Dios, soy yo...¿estás ahí? —Espero por si acaso alguna señal o algo, pero sólo hay un poco de brisa—Bueno, es cierto que nunca te hablé y que confundo a tu hijo contigo, pero deben ser parecidos, ¿no? —Genial, metes la pata hasta en esto— Eh, mejor voy al grano... ¿Serías tan, tan, tan amable de darme una pista sobre qué cosa debo regalarle a Derek? O también podrías sacarnos de este maldito lugar —oh, acabo de maldecir— ¡perdón, quise decir hermoso, hermoso lugar que creaste! Es muy, muy bonito. Eso es todo, ¡adiós! Digo...¿a ti?

Abro los ojos sólo para darme cuenta de lo estúpida que soy, en serio Penélope, superaste los límites de la idiotez.

Libero aire viendo hacia arriba y entonces, allí, iluminado y casi con ángeles cantándole detrás, aparece un coco... ¡UN COCO! ¡TENGO LA SOLUCIÓN! ¡GRACIAS DIOS, JURO QUE ME HARÉ MONJA! Ah, no, ¿escuchaste eso último? No lo tomes en cuenta, por favor.

Me levanto absolutamente renovada y con una sonrisa en el rostro, está un poco alto, pero apuesto a que lo bajaré en menos de un minuto, oh sí, serás mi regalo...

1°Intento:

-Me abrazo a la palmera.

-La palmera me rechaza arrojándome al suelo.

2°Intento:

-Corro y asalto a la palmera.

-Con sus súper movimientos ninja me manda a volar.

3°Intento:

-Me hago la gatúbela vampira e intento clavar mis uñas en la palmera.

-Me duelen los dedos y sigo en el piso.

4°Intento:

-Bailo salsa con la palmera (sí, la sacudo).

-La palmera baila como un tronco y el coco sigue sin caer.

5°Intento:

-Golpeo, pateo e insulto a la palmera.

-Me devuelve el golpe en el dedo pequeño del pie haciéndome llorar.

6°Intento:

-Le imploro de rodillas a la palmera.

-Mejor ni digo los resultados...

¿Y ahora? Estoy sentada apretando mi pobre pie mientras me quemo las pestañas tratando de bajar el maldito coco con mis aún no desarrollados poderes mentales. Sí, a ese grado de locura llegué.

Sigo pensando un poco más hasta que un sonido proveniente de la maleza me espabila, ¿qué es lo que sigue? ¿El hada de los cocos decidió ayudarme?

Oh no...tú no, ¡TÚ, MALDITO MONO, OTRA VEZ NO!

—¡Vete, lárgate, vuelve con tu padre gorila o lo que sea! —Frunzo el ceño y sacudo la mano como si quisiera alejar la peste, porque ciertamente, lo es. ¿Cómo sé que es el mismo? Porque podría reconocer esa cara plana de pedófilo en cualquier lado, por eso.

El simio asqueroso me mira, yo lo miro. Se acerca, continuo mirándolo. Se acerca más, me asusta. Está casi tocándome, juro que donde me muerda, orine o cualquier cosa, voy a hacerme unas hermosas pantuflas con él.

El bicho por suerte pasa de mí, pero enseguida se pone a ver la palmera, y creo que la misma idea cruza nuestra mente (y no, no siento vergüenza de compararme con un mono):

—Ni se te ocurra— mi boca forma una perfecta O cuando lo veo trepar a pesar de mi advertencia y bajar el coco con total facilidad.

El bendito regalo está allí a los pies del tronco, así que me tiro a cogerlo como si no hubiese un mañana, pero justo en el preciso momento en que voy a tomarlo, él baja con un chillido, lo agarra y da unos cuantos pasos alejándolo de mí. Tengo dos palabras para esta situación: Estúpido simio.

Y para colmo, se queda quieto con cara de "Sufre, miserable humana."

Piensa algo Pen, antes de que se vaya... ¿Qué puede gustarle más a este mono que la comida?

Ah...

Eso...

No creo que pueda...

Pero debo...

Ya dije, maldito mono...

—Oye, pequeño hijo peludo de Hitler, ¿sabes lo que tengo? —Inclina la cabeza al oír mi extraña voz entre dientes. Meto las manos por entre mi camiseta y quito mi sostén —¿Ves? Si me das ese coco, será tuyo y podrás hacer tooodo lo que quieras —sonrío y lo sacudo. Parece interesado, porque avanza un poco extendiendo una de sus pequeñas pero sucias manos—. Ah,ah,ah, alto ahí — lo levanto para que no llegue y extiendo la mía—.Dámelo.

Alterna la mirada entre el coco y mi ropa interior, hace un sonido extraño, suelta la fruta y básicamente se me arroja con un gruñido rabioso.

Grito al tiempo que le lanzo el sostén a la cara y el mono se calma como un mismísimo bipolar.

Los ojos se me van a salir de la cara, no sé si es por el hecho de que finalmente tengo mi coco, o porque ese mamífero con cola está usando MI ropa, sí, se lo puso, SE LO PUSO Y SALIÓ CORRIENDO.

Bien Pen, no enloquezcas, sólo...no importa.

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